Sirius no es mío. Ni lo demás. Sólo me queda Keylan, es la bruja a la que torturan. Y Nora, su hija. Es la primera vez que escribo en esta persona.
Estás ahí, sola. Eres torturada y luchas por no llorar. Por no lamentarte. Porque no les quieres dar esa satisfacción a ellos. Aprietas los ojos y luchas por sobrevivir. Pero sabes que no vale la pena. Que todo va a acabar para ti. No vas a decir nada. Y te va a costar la vida. Y te quedan tus memorias...
Recuerdas esa vez que discutiste con tus amigos. Te diste cuenta de que no tenias más. Tus ojos brillan e insistes en ocultar tus lágrimas. No quieres que te vean débil. Aquella vez Lily te apoyó. Ahora ella no está ahí. Y te alegras de que no esté. El hechizo es interrumpido y toses con fuerza, apartando mechones de pelo negro de la cara. Tiemblas, fijas tu vista en el suelo un momento, tus ojos azules carecen de chispa, te atreves a mirar arriba.
Recibes un golpe en la cara. No puedes evitar gritar. Caes al suelo. No puedes respirar. Tu pecho se mueve arriba y abajo con fuerza. Cierras de nuevo los ojos y te ordena que te pongas de rodillas. No puedes.
Vuelve el dolor. Aprietas la boca y los ojos. Para. Te vuelve a decir que te pongas de rodillas. Una lágrima escapa sin que la controles y ellos ríen. Se ríen de ti.
Tratas de ponerte de rodillas a duras penas y gritas. Te acuerdas de él. De Sirius. Y de tu hija. Nora. No la vas a volver a ver. No verás más a ninguno de tus amigos.
No soportas más el dolor y chillas.
—Di lo que sepas, es tu última oportunidad—te dice la mujer, apuntándote con su varita.
Respiras con fuerza y te inclinas hacia delante. La miras con odio y toses más. Toses sangre.
—No—logras decir con voz quebrada.
Te has condenado. El Avada Kedavra suena peor aún de lo que has podido imaginar en tus pesadillas. El corazón se te ha parado y caes.
Estás muerta.
Y en la muerte no te quedan memorias de lo vivido.
