Este fic es de más de un capitulo con varias parejas, es el relato de una cama, basado en un fic de Solitudely donde se cuestionaba qué pasaría si las camas hablaran, pensaran o se narrara algo entorno a ellas. Esto es lo que propone este fic :3, por eso va a dedicado a ti mi bella lady.
Pareja en este capítulo: Estados UnidosxInglaterra.
En próximos capítulos: EspañaxRomano, DinamarcaxNoruega, ArgentinaxChile, FranciaxCanada y AlemaniaxItalia.
Disclaimer: Hetalia y todos los personajes que lo conforman no me pertenecen. El respectivo dueño es Himaruya Hidekaz.
Advertencia: Las pobres camas.
Eran las siete de la mañana, Estados Unidos. La cama estaba allí, sola e indefensa, en realidad, siempre está mejor sola -y no acompañada- ya que es torturada, su vida era una tortura. Las sábanas se podían ver desparramadas de forma criminal, un letargo lento y doloroso, nadie la armaba, el chico fuera de la habitación se vestía apurado.
Eran las siete de la mañana y veinte minutos y Alfred se ponía la camisa en forma de acróbata de circo, ese era el dueño de la cama -el tirano, el desordenado- tenía que llegar a las ocho a un lugar especifico en el cual tardaba una hora y media en llegar. Las posibilidades de alcanzar a tiempo su meta eran escasas -sino imposibles- la desesperación se notaba en su respirar.
Siete treinta, la casa queda vacía después de oír los gritos desesperados del muchacho.
–¡Llegaré tarde, me matarán, mi querido amante me va a matar!–
Y la cama seguía allí, ahora más tranquila, cansada y agotada, siempre terminaba así. Era una cama muy usada, al menos no esa semana, pero sí en la mayor parte del tiempo. Nadie la arregla, tirada, usada como un simple juguete, primero le dicen que la aman cuando el sueño se transforma en un martirio, luego, la despechan como si nada, dejándola allí, manchada, sucia.
Sucia con cosas que no quieren saber…
Son las tres de la tarde, aún no hay nadie. Una sirvienta viene a cambiar las sábanas, la cama si no fuera una cama que hipotéticamente no tiene boca y pudiera sonreír lo haría, esa mujer que llegaba a hacerla junto a toda la casa era quien la trataba con más amor que todos, las sábanas perfectamente nuevas, olorosas con esencia a limón, limpias, estiradas, sus almohadas acolchadas, algunos peluches arriba de éstas.
Cinco de la tarde, la vida del lecho aún era feliz. Nadie entraba, conversaba con los cuadros, extrañamente adornados con la foto de su dueño y de otro sujeto, en el cuadro más grande, con el que no conservaba mucho había una foto de su mismo dueño y el mismo joven de ojos verdes, besándose mientras están ambos con un traje elegante con una pequeña dedicatoria abajo, salía "Happy wedding".
Diez de la tarde. Llegan los monstruos. Porque sí, su dueño se comportaba con un animal cuando venía con él. Porque su dueño… cambiaba cuando venía él. Su dueño cuando él venía lo usaba para todo menos para dormir.
Una cincuenta de la mañana, llegan a la habitación oscura, entre risas y carcajadas.
–Te la meteré tan adentro… que no volverás a llamarme discapacitado en la junta Inglaterra…–
–Ahhhh eso… qu-quiero verlo…–el chico inglés era devorado. La cama siempre pensó que su dueño era caníbal, que algún día iba a comerse a ese muchacho.
Y Alfred con una mirada seductora arroja al británico, el inglés sonríe, la cama se queja, ese era el primer golpe de la noche, luego Jones se tira, la cama se sigue quejando, eso era bullying, maltrato intrafamiliar. Era una pobre e indefensa cama y luego de aquello, la cama sabe que no podrá descansar en paz y todos sus amigos, los cuadros, los muebles y adornos se reían de ella, que humillación.
La golpeada, la maltratada e indefensa cama. Porque si ella hablara… sería la victima de todo eso, iría al tribunal de camas golpeadas.
Eran sólo ellos dos…
Y la cama. La pobre y desamparada cama, la que recibía golpe tras golpe, la que quedaba manchada de aquel líquido viscoso luego de que pareciera que se cometiera un crimen arriba de ella, los gritos se escuchan en todo el barrio, los gritos de ese cejón abriendo las piernas, recostándose en la cabeza de la camita quien no se mueve, sabiendo que pasaría, las sábanas se estiran y el lecho sólo resiste, la cama grita junto con los angloparlantes envueltos en sudor, bueno, no grita, pero empieza a chirriar, la fuerte presión era intolerante.
Dos de la mañana, la cama sigue allí, manteniendo los cuerpos, confusa, en eterna agonía, porque esos dos hombres arriba la hacían tener un dolor sin fin, un dolor de espalda –dígase dolor de tabla- horrible, de vez en cuando llegaban a tener que cambiar la gastada viga. Era mucho más agradable cuando su dueño estaba arriba de él y no conocía a ese inglés.
Cuando el máximo movimiento que sentía era cuando el estadounidense se masturbaba con una foto del mismo muchacho, sus sábanas se manchaban y su dueño era más amable, se sentía culpable y las cambiaba diciendo "Maldición Arthur, algún día serás mío", eso era cuando aún no se confesaba a ese británico. La cama maldice la hora en que terminaron juntos, las camas no fueron hechas para eso, ni que fuera una cama matrimonial, no tenía forma de un gay corazón rosadito como cierta cama francesa ¿o era polaca?, no deberían hacerle eso.
Era una tortura, los demandaría por maltrato a camas.
–Arthur…–
–¿Dime? –
–Quiero hacerte el amor… unas dos veces más…–
Y la cama no se lo puede creer.
Dos treinta de la mañana, la cama llora, los dos seres arriba suyo siguen haciendo lo mismo, pero al menos no llegaron a la tercera, pero algo le hacía sospechar al inanimado inmueble que para la próxima vez alcanzarían incluso las seis veces. Porque sí, ya ha pasado.
Esa, es la triste historia de la cama estadounidense.
N.A: Y así se la pasa la pobre e indefensa cama en la noche, malvados torturadores de camas esos angloparlantes, en fin, la siguiente pareja que quieren que salga pueden elegirla ustedes, si no está entre las parejas que están puestas arriba también pueden sugerir otras :3
