Diezmo de Sangre


Antes de nada, bienvenidos y bienvenidas a mi primer fanfic sobre Shingeki no kyojin. Como todos sabemos, los personajes no me pertenecen ni muchas otras cosas del maga/anime original. Aunque debo decir que la historia ha sido totalmente inventada por mí para el completo disfrute de los lectores y lectoras.

NOTAS DE AUTORA (ANTES DE EMPEZAR A LEER):

¡Información importante!: Este fic está basado en el universo del anime/manga de Shingeki No Kyojin, aunque los titanes no tienen importancia en la historia. Simplemente siguen fuera como siempre y los muros han seguido en pie durante cientos de años. Este fic se centra en otro tipo de sucesos dentro de los muros.

También quiero aclarar que únicamente he querido utilizar a los personajes (y trataré de ser fiel a sus caracteres) y la época en la que está todo ambientado. No tiene nada que ver con la historia original del manga/anime, así que no hay ningún peligro de spoiler. (para aquellos que no hayan leído el manga o visto todo el anime).

Por último, quiero aclarar una pequeña cosa que será de vital importancia para ir entendiendo mejor la historia o el estilo que he decidido emplear esta vez. En cada capítulo, encontraréis siempre la narración de la historia principal, cronológicamente, que irá acompañada de un flashback (con letra cursiva). Estos flashbacks podrán tener mucha importancia en la historia o solo serán un plus para conocer mejor a los personajes. Por eso, os pido que prestéis atención a las fechas o al tipo de letra. Espero que os podáis orientar un poquito mejor con esta aclaración.

Trataré de ser lo más clara posible. Llevo más de una semana preparando en un cuaderno con exactitud y al detalle cada capítulo y cada suceso y tengo altas expectativas para este fic. Espero que lo disfrutéis y que a vosotros y vosotras también os guste. Muchas gracias por leer. Y ahora… ¡Al turrón! ;)


Capítulo 1

Aquella primera vez


Año 859, otoño.

Distrito de Shiganshina, al sur del Muro María.

Una joven de apenas catorce años cargaba con un barreño lleno de leche. Se esforzaba en lo que hacía, pues la única forma de conseguir algo que llevarse a la boca era la de trabajar hasta agotar todas sus fuerzas.

Las ovejas de aquel granjero la conocían a la perfección y se habían adaptado rápidamente a su presencia, a pesar de que tan solo llevaba un par de meses trabajando para él.

Cuando acabó su turno y guió a los animales hasta la entrada del establo, cerró el cerco de madera y se dio media vuelta con intención de buscar al granjero para recoger su paga. A veces, solían darle comida, y, en ocasiones, algunas monedas de oro. Ella prefería el dinero, ya que era mucho más manejable y fácil de intercambiar en el mercado por cualquier otro producto, pero a veces, agradecía la comida ya preparada.

Aquel era su último día ayudando a esa familia. Pronto, se mudarían a la ciudad del interior para buscar un estilo de vida más cómodo y llevadero que el de los campesinos. Venderían el ganado y las tierras que tenían y se largarían lejos. Muy lejos.

Ella entendía sus ganas de querer alejarse todo lo posible de allí. Había experimentado en sus propias carnes lo cruel y perverso que el mundo podía ser dentro de aquellos muros. Quien no era lo suficientemente fuerte perdía, era aplastado como una mosca. Una experiencia bastante desagradable, la verdad.

La joven caminó lentamente pensando en su futuro, en el nuevo trabajo que trataría de encontrar para poder permitirse una comida al día y algo de agua. Era capaz de hacer casi cualquier cosa a pesar de su corta edad. Desde limpiar casas enteras de arriba abajo, hasta cuidar animales o servir diversas comidas en cualquier establecimiento. Se había amoldado a aquella vida. Había evolucionado para poder adaptarse y evitar que se la llevaran por delante; evitar que la pisotearan una vez más.

-¡Oh! Ya estás aquí- la mujer bajita y rellenita se acercó a ella. La joven observó con cuidado aquella gran tripa que no parecía dejar de crecer cada día. Seguramente no tardaría mucho en dar a luz. Cuando estuvo ante ella, la mujer le dedicó una bonita sonrisa y le ofreció una bolsita de tela con algunas monedas y algo de comida envuelta en hojas a modo de recipiente. –Toma, esto es para ti. Te lo has ganado.

Ella lo cogió sin dudar, quizás si se encontrara en otro tipo de situación se negaría por ser demasiado lo que le ofrecía. Pero vivía de su trabajo y aquella era una paga más que tentadora. La necesitaba.

-Mi marido no se encuentra hoy aquí, está arreglando todos los papeles para nuestra instalación. Seguro que le habría encantado despedirse en persona.- ella asintió agradecida y se dispuso a marcharse en cuanto la despidió. Su gesto de cariño al acariciarle la cabeza le produjo escalofríos. No estaba acostumbrada a aquello, hacía tiempo que había dejado de estarlo.

-Espero que la suerte te sonría, Mikasa.- le dijo a lo lejos aún saludándola, con la otra mano acariciaba su vientre inflado. Sin embargo, ella ya no creía en ese tipo de cosas. No necesitaba que una fuerza invisible capaz de decidir a quién le iría bien y a quien no, la ayudara. Se valía por sí sola. Solo dependía de ella misma.


Año 861, otoño.

Distrito de Shiganshina, al sur del Muro María.

El distrito de Shiganshina solo era una de las cuatro secciones situadas fuera del primero de los muros: María. Los cuatro distritos están bajo el mando de la Legión de Reconocimiento; una de las fuerzas armadas encargadas de mantener el orden en la sociedad. Por otro lado, en las ciudades interiores de los otros tres muros: María; el primero de ellos. Rose; situado en medio. Y Sina; el muro central en el que reside la nobleza y los habitantes más adinerados. Es La Policía Militar quien se encarga del orden y la paz.


Carla, como cada día se dirigió unas calles más abajo de donde ellos vivían. Shiganshina era un distrito bastante tranquilo durante toda la mañana, más aún, los días laborales.

Le gustaba disfrutar de su paseo hasta el restaurante de su compañera. Apreciaba el olor de la comida inundando los alrededores y el de las dulces flores en los puestos cercanos. A pesar de estar acostumbrada a ellos no dejaban de sorprenderla.

-¡Buenos días, Carla!- sonrió su compañera tras el mostrador del restaurante con una enorme sonrisa. Siempre se presentaba igual de enérgica y aquello le encantaba. Era agradable tener a una persona tan positiva a su alrededor.

-Buenos días, Sasha, ¿te ha pasado algo bueno esta mañana? Aunque sea difícil de diferenciarlo te noto un poco más alegre de lo normal- le dijo a la joven después de dejar sus cosas en el cuarto privado. La chica, que rondaba la edad de su hijo, asomó la cabeza por la puerta del cuarto en el que ella se encontraba. Su boca mostraba cada uno de sus dientes perfectos y blancos.

-Me has pillado- sus ojos la miraron pidiéndole permiso para continuar contándole lo que le había sucedido. Sin esperar a que le diera su consentimiento, continuó hablando. –es que… ¡hace un rato han traído un buen saco de patatas! Podré hacer un rico cocido para los clientes. ¡Y también para nosotras!- Carla sabía que en realidad su ilusión se debía a poder comerlas ella misma.

Puede que en un principio le sorprendiera que alguien tan joven pudiera hacerse cargo de un negocio tan movido pero Sasha tenía las cualidades necesarias. Según le había contado, sus padres estaban enfermos y no podían hacerse cargo, así que ella decidió sacar el negocio adelante. Desde que la conoció hace dos años había podido observar con sus propios ojos todo lo que había mejorado y evolucionado. Le encantaba cocinar y sobre todo probar sus propios platos. Era una chica encantadora, trabajadora y siempre dispuesta a hacer todo lo que estuviera en sus manos. Para ella, era como una hija.

-Pequeña Sasha, será mejor que de momento dejes de pensar en comer y que atendamos a los clientes que están esperando- le acarició la cabeza con cariño haciendo que ella le dedicara una sonrisa más suave.


Las noches le parecían todas iguales. A diferencia de las mañanas, tenían su propia belleza mágica y atrayente. La hermosa luna era su única compañera de camino de vuelta a casa pero no le preocupaba en absoluto.

Cuando miraba la enorme esfera pensaba en él; en Grisha. En cuánto lo echaba de menos y en todas las cosas que podían haber hecho. Todas las regañinas que le faltaban por echarle, y todas las sonrisas provocadas por sus sorpresas repentinas. Cada futuro viaje que tenían planeado hacer en familia.

Aquel mundo en el que vivían era enorme y muy pequeño a la vez. Tras aquellos muros entre los que se habían sentido a salvo durante tantos años estaban limitados. Pero eso no significaba que no estuvieran expuestos a otro tipo de peligros. Peligros provocados por el ser humano: Un ser astuto y egoísta capaz de dañar a otros y débil ante sus sentimientos más oscuros.

Sasha le había advertido un montón de veces sobre su regreso a casa. A pesar de que era una mujer adulta y capaz, los rumores de diversos delincuentes atacando a personas a altas horas de la noche eran cada vez más frecuentes. En los dos años que llevaba trabajando allí nunca se había visto en vuelta en nada parecido, aún así, Sasha le insistía en que se fuera antes a casa cuando aún había gente por las calles. O si no, le pedía que esperara a que su hijo regresara del trabajo para que la acompañara. Sin embargo, ella era muy testaruda y prefería cumplir con su horario y volver antes que su hijo para tenerle lista la cena.

Por un momento, se asustó al detenerse ante la puerta de casa. Pero al ver el terrible viento que empezaba a levantarse se tranquilizó de inmediato. Entró en su hogar y cerró la puerta con el gran cerrojo de acero. También se ocupó de cerrar cada una de las puertecillas de madera que tenían las cuatro ventanas, siempre temerosa de que en cualquier momento alguien emergiera de las sombras y le agarrara de la mano para arrastrarla afuera.

Cuando tuvo todo listo encendió el fuego y puso agua a hervir mientras cortaba unas cuantas zanahorias y patatas que habían sobrado y que Sasha le había regalado. Aquella noche le prepararía uno de los guisos de verdura que tanto le gustaban. Aunque sabía que prefería el que llevaba carne, pero tendrían que esperar a fin de mes.

Preparó la mesa con movimientos rápidos y acertados, tan certeros como los que acababan de dar en aquel momento en la puerta. Por un instante pensó que era él. Pero descartó la posibilidad de inmediato, Eren y ella habían acordado tocar a las noches de una manera especial para cerciorarse de que se trataba del otro y aquel golpe parecía más bien una patada con intención de echar la puerta abajo.

Carla se llevó las manos al pecho intranquila y nerviosa, quería que se fuera cuanto antes. Trató de ignorar lo que acababa de pasar pero en cuanto escuchó algunas voces tras la puerta no pudo evitar alarmarse. Apagó el fuego de inmediato y guardó el recipiente con agua en una puerta del mueble. Sopló cada una de las velas antes de observar como daban un nuevo golpe y la cerradura botaba amenazando con romperse.

Corrió hasta la habitación y se escondió bajo la cama lo más rápido que pudo. Al tener todas las ventanas cerradas no pudo ver nada dentro de su hogar pero supo que acababan de entrar cuando escuchó horrorizada como la pieza de acero saltaba y caía al suelo con un sonido metálico.

Se tapó la boca aguantándose las ganas de llorar, quería que todo acabara, que Eren llegara cuanto antes para ayudarla. Aunque temía que también pudieran hacerle daño a él. Se agarró con fuerza las manos tratando de que pararan de temblar, le aterraba pensar que pudieran oír sus temblores.

Por el número de voces que pudo contar, debían ser dos o tres hombres. Se habían adentrado con una especie de farolillo que alumbraba débilmente la habitación, pero lo suficiente como para poder revisar todo con cuidado. Los hombres hablaban muy bajo, parecían querer evitar que ella los escuchara pero sabía que ella debía estar allí. La habían seguido.

Con lágrimas en los ojos vio unas enormes botas negras pararse ante ella. Estaban un poco rotas y embarradas. Se mantuvieron así unos instantes hasta que parecieron darse la vuelta para marcharse. Carla soltó un suspiro de alivio. Justo después, se sorprendió por el fuerte golpe en la cara. Gritó de dolor ante la patada que le acababan de dar y se llevó de inmediato las manos a la cara haciéndose presión en la zona dolorida. Entonces, a su izquierda, unas enormes y fuertes manos la arrastraron fuera de su escondite.

-Aquí estás, preciosa.- le habló uno de ellos. Tiraba de su pelo haciendo que levantara un poco la cabeza. Con la otra mano la sujetaba fuertemente del brazo. Carla notó como un pequeño chorro de sangre caliente caía lentamente recorriendo su cara hasta gotear en el suelo de madera. -¿creías que no te encontraríamos? Nos lo has puesto demasiado fácil.- su aliento apestaba a alcohol y a tabaco. Carla se atrevió a abrir uno de sus ojos para mirarlo directamente. Tenía una barba frondosa y abundante con restos de comida. Su cara era sudorosa, grasienta y estaba sucia.

Se había olvidado de que había otro hombre más tras ella hasta que quedó amarrada por él.

-Ahora nos vamos antes de que tu hijo llegue- Carla se alarmó cuando nombraron a Eren. ¿Los habían estado vigilando? Sabían sus horarios y cuando se quedaban solos. Pero quizás Eren aquel día volviera antes a casa, quizás pudiera evitar que se la llevaran. Quizás y solo quizás, podría ayudarla. Pero cuando la arrastraron fuera de casa y no vio a nadie a ambos lados del camino, supo que aquel "quizás" no iba a llegar.


Eren se frotaba continuamente la espalda tratando de aliviar su dolor. Desde que había comenzado a trabajar cultivando con algunos granjeros estaba molido y cuando llegaba a casa cada noche se quedaba sin fuerzas. Era época de recolectar la cosecha y empezar a prepararse para el invierno. Además, no podía dejar que su madre hiciera todo, él también quería ayudar y conseguir dinero para que pudieran sobrevivir sin problemas.

Jamás permitiría que Carla pasara hambre, jamás.

Todos en el pueblo eran conscientes de que hacía ya bastante tiempo que había una extraña tensión en el ambiente. La Legión de Reconocimiento y La Policía Militar chocaban bastante desde hacía años. Aunque nadie entendía cuál era el motivo real de aquello, sólo sabía lo que los diversos rumores contaban. Pero estaba convencido de que la falta de organización y las disputas entre ambas fuerzas eran las culpables de que los delitos hubieran aumentado considerablemente.

Por algún motivo que no lograba entender se sentía inquieto. Nada a su alrededor había cambiado, las calles permanecían tan silenciosas como siempre bajo la noche. Lamentablemente, la visión se dificultaba a causa de las nubes que se paraban ante la luna.

Tenía hambre y deseaba llegar cuanto antes para probar alguna de las deliciosas comidas de su madre. No cabía duda de que eran la razón por la que las diversas veces que se había acercado al restaurante estaba abarrotado de gente. Además Sasha adoraba preparar distintos platos y experimentar con nuevos menús, así que ambas congeniaban muy bien.

No entendía por qué su madre se empeñaba en volver sola en vez de esperarlo. Se negaba a que lo hiciera, aunque nunca había sucedido nada no debían tentar a la suerte. En eso se parecían mucho los dos: Eran demasiado cabezotas.

Un pequeño grito ahogado fue suficiente para que reaccionara de inmediato. Se temía lo peor. A medida que se acercaba a su casa los ruidillos y los golpes aumentaban. Corrió con todas sus fuerzas hasta llegar a su hogar y notó su corazón pararse en cuanto se detuvo ante la puerta que habían echado abajo. Entró seguido sin preocuparse por lo que pudiera pasarle. Su visión se nublaba, llena de rabia e impotencia, al pensar que no había podido evitar todo aquello. En aquel momento, solo esperaba poder encontrar a su madre sana y salva.

-¡Mamá!- únicamente pudo escuchar su propia voz en la penumbra. No podía ver nada pero aún así se movió con rapidez buscándola. Se apresuró a encender como pudo el fuego en la cocina para poder ver lo que había a su alrededor. Habían roto varios muebles y en la habitación le pareció ver un líquido oscuro en el suelo.

Eren se alarmó enormemente cuando se dio cuenta de que era sangre. Cogió carrerilla desde la habitación tropezándose con su repentino movimiento de pies y salió a la calle tratando de no derramar ni una lágrima. Su madre era todo lo que le quedaba en el mundo, era su única familia. No podía perderla. No así.

Dejó de lado el camino por el que había llegado a casa y decidió seguir cuesta arriba dejándose guiar por los diversos ruidos que parecían pasar desapercibidos por el resto de vecinos.

Eren había olvidado que se encontraba realmente cansado, aquello había hecho que la adrenalina le diera las fuerzas necesarias para buscarla por todas partes. La encontraría, costara lo que costara.

Cuando logró encontrar el foco de todos los ruidos y gritos se introdujo en un callejón estrecho y angosto entre dos casas de piedra gruesa. Las casas eran tan altas que evitaban que la poca luz de la luna se filtrara y llegara hasta el fondo. En aquel momento nada le intimidaba, su deseo de encontrar a Carla con vida era tan intenso que cualquier otra sensación de miedo o duda quedaba atrás.

Se tambaleó entre las paredes tropezándose de nuevo con sus propios pies. Entonces, un olor fuerte a orina le obligó a taparse la boca y a dejar de lado la visión borrosa que comenzaba a imposibilitarle diferenciar las figuras al fondo.

Escuchaba claramente los golpes, parecía una pelea. Quizás estuvieran pegando a su madre. Un nuevo intento por llegar cuanto antes al fondo produjo que sus piernas corrieran salpicando orina y sangre por todos lados. En cuanto llegó no dudó en mirar rápidamente a todos lados tratando de encontrar los ojos castaños de su madre.

Ante él, distinguió dos figuras haciendo movimientos rápidos tratando de alcanzarse, mientras, en una esquina había alguien más tendida en el suelo. -¡Mamá!- Eren corrió hasta ella, estaba inconsciente y no respondía a su llamada.

En ese instante, al verla tan indefensa y débil algo se activó dentro de él. Tenía graves heridas en la cara, estaba sucia y llena de sangre. Eren notó la rabia empezar a apoderarse de su cuerpo lentamente. Les haría pagar por aquello. Se giró de golpe hacia las dos figuras mostrando una mirada fiera y llena de odio. Estaba listo, dispuesto a hacer todo lo que estuviera en sus manos para hacerles pagar por todo.

Su respiración agitada y cada vez más rápida daba claros indicios de que comenzaba a perder el control de su propio cuerpo. La intención de desahogarse por la impotencia de no haberle evitado todos los daños a su madre le superaba poco a poco. Hasta que al final, cuando vio caer a una de las figuras al suelo, se abalanzó sobre la que quedaba en pie.

La figura se giró al instante. A pesar de haber sido sorprendida por él no había logrado alcanzarla con ninguno de sus puños. Llevaba una capucha oscura que evitaba que le viera el rostro. Sin embargo, Eren estaba convencido de lo que hacía, le daba igual perder la pelea, no le importaba que le hirieran.

Descargó con furia puñetazos y patadas sin lograr alcanzarla. Entonces, la figura tuvo el descuido de pisar la pierna del sujeto en el suelo y cayó hacia atrás. Eren aprovechó aquel instante para saltar sobre ella y colocarse encima de su cintura reteniéndola en el suelo. Las lágrimas finalmente habían encontrado su camino para escapar y caer sobre el cuerpo que tenía bajo él.

Entonces, Eren esperó unos instantes. Quería observar el rostro de aquella persona, quería ver como sufría las consecuencias de lo que le había hecho a Carla. Saborear el triunfo al ver su expresión muerta de miedo y de terror. Cogió la capucha de su cabeza y pegó un pequeño tirón para mostrar su rostro. Entonces se quedó petrificado con su puño derecho preparado para estrellarlo contra su cara.

Bajo él una mirada gélida y vacía lo miraba fijamente. No mostraba ningún tipo de expresión, le transmitía frío y oscuridad, como si se hubiera caído en un pozo sin fondo. Nunca antes se había encontrado con nada igual.

-Eren… no.- tras él, escuchó a Carla hablar como pudo. Lo dijo demasiado bajito pero consiguió llamar la atención de su hijo que estaba a punto de perder el control nuevamente para propinarle una buena paliza. Se giró hasta su madre para asegurarse de que era ella la que había hablado.

-Eren… no es… ella- consiguió vocalizar. Cuando volvió a concentrarse en el cuerpo bajo él se dio cuenta de que ya no se encontraba en su sitio. Miró a un lado notando movimiento. Regresó hasta el lugar donde estaba Carla temiendo que pudieran volver a hacerle daño. No había entendido del todo las palabras de su madre, ni estaba seguro de lo que debía hacer pero se quedó quieto observando la escena.

La figura encapuchada se acercó lentamente hasta el hombre que había sucumbido ante ella y tras mirarlo unos instantes sacó un pequeño cuchillo punzante. Se acercó hasta él en el suelo y no dudó ni mostró ningún tipo de duda al atravesarlo con la hoja. Lo apuñaló exactamente en el corazón, impidiendo que pudiera volver a levantarse algún día. Después, hizo lo mismo con el otro cuerpo algunos metros más lejos y el cual, Eren no había visto hasta aquel momento. Él contempló todo asombrado e incrédulo. Los estaba asesinando. Por un momento pensó que se parecían, él también había querido desfogarse con quienes le habían hecho eso a su madre, pero en ningún momento pretendía matarlos. Nunca sería capaz de llegar hasta ese punto.

Después cogió en brazos a su madre y sintió la urgencia de salir de allí, nada podía asegurarle que no fuera a hacer lo mismo con ellos dos. Corrió sin mirar atrás. Las piernas le pesaban y sus brazos temblaban. En cuanto llegó a casa puso a su madre sobre una de las camas y corrió a la entrada para encajar la puerta en su lugar. Después colocó varios tocones de madera para bloquearla por dentro. Encendió algunas velas y las colocó alrededor de su madre.

Cuando se encontraba tranquila limpió cada una de sus heridas y las desinfectó lo mejor que pudo. Afortunadamente la mayoría de los golpes que había recibido no irían más allá de varios moretones y magulladuras. Lo más grave era su herida en la cabeza, a pesar de no ser profunda.

Esperó durante un buen rato hasta que Carla despertara, y entre sollozos impotentes agarró su mano con fuerza. Acabó de preparar la cena para poder darle de comer a su madre cuando despertara. Si su padre estuviera allí seguro que sabría qué hacer en aquella situación. Él únicamente le había visto curar pequeñas heridas cuando era más pequeño. Lo único de lo que estaba convencido era de que debía darle de comer para que recuperara fuerzas y se repusiera cuanto antes.

-Eren…- susurró entre las sombras de la pared. Su hijo se encontraba sentado en el borde de la cama con un cuenco en su mano izquierda. Su otra mano seguía firme agarrando la de la mujer con fuerza. – ¿Estás… bien?- preguntó pausadamente.

-¿Pero qué dices? Soy yo quien debería preguntarte eso- le reprochó. Ella sonrió, parecían estar a salvo. –mamá, tienes que comer algo.- Eren la ayudó a incorporarse un poco en la cama y poco a poco fue dándole de comer mientras pensaba en todo lo sucedido.

-No…te preocupes, hijo. Yo… estoy mejor.- Carla trató de sonreír pero al tener parte de la cara hinchada mostró un rostro bastante extraño y poco propio de ella. Eren miró hacia abajo preocupado y apretó con fuerza los dientes.

-Lo siento mucho. Si yo… si yo hubiera sido más fuerte. Si hubiera estado contigo… no estarías así. Lo siento mucho, mamá.- bajó aún más el rostro para que no pudiera ver sus lágrimas. Por mucho que ya estuvieran a salvo tenía remordimientos, sentía que no se había esforzado lo suficiente.

-Cariño… -Carla optó por abrazarlo en vez de tratar de consolarlo con palabras. Sabía de sobra que su hijo era capaz de todo por ella. Eren se dejó arropar por la calidez de su madre.

-Pero te prometo… que me haré más fuerte. Lo juro. Ha llegado el momento de entrar en La Legión de Reconocimiento. Averiguaré qué le hicieron a papá y te protegeré.- Carla se alarmó con sus palabras pero le quitó importancia. En aquel momento tenía todos sus sentidos puestos en recuperarse y descansar. –Cumpliré mi promesa.


Bueno, hasta aquí éste primer capítulo. La verdad es que empieza bastante fuerte y eso que solo es el principio. ¿Qué pasará a partir de ahora? ¿Conseguirá Eren entrar en la Legión de Reconocimiento? ¿Qué es lo que pasó con su padre? ¿Cuál es la disputa de las dos fuerzas militares? Todas esas y muchas más son las preguntas que poco a poco se irán respondiendo a lo largo de la historia, aunque me gustaría leer vuestras suposiciones y teorías. Quizás no os alejéis mucho de la verdad.

También espero que no os haya resultado difícil entender esta nueva forma de organizar el capítulo que he decidido utilizar para el fic. Estoy segura de que varios fragmentos que aluden al pasado os resultarán realmente curiosos en los siguientes capítulos.

¡Espero vuestros comentarios con ganas! Estaré encantada de responder cualquier duda que tengáis y que no de pistas sobre lo que ocurrirá después. ¡Muchas gracias por leer! Hasta la próximaaaaa ;)

Tximeletta.