Oh, hacía tiempo que no escribía un fanfic y tenía muchas ideas en la cabeza. A pesar de que tengo varias más y que tengo uno a mitad aún (ya veremos si continua uwu) quería poner sobre todo este. La pareja es de Gilbert x Roderich aunque aviso que sale una más (a pesar de que no la apoyo, pero bueno).

Lo cierto es que la historia está basada mucho en el trama de rol que llevamos xD juax, por eso te lo dedico a ti Nagi haha : D ya quería dedicarlo desde hacia tiempo. Es algo así como el rol, aunque algo más cruel :__ (me gusta hacer sufrir a los personajes [¿?]), más o menos las ideas son parecidas.

Lo dividiré en dos capítulos porque en uno me pareció extremadamente laaargo.

Ah, sí. Se me olvidaba. La inspiración de este fic en especial del título me vino por la canción de "LoveGame" de Lady Gaga. Escucharla me recuerda a esos dos inevitablemente (y hay un vídeo por ahí de imágenes de ellos con esa canción también xD).


Amaba la tranquilidad. Todo aquello que otorgara armonía en su vida rutinaria era sagrado para él. Por tanto, la costumbre era indispensable para su día a día. Nunca podía faltar su café de por las mañanas, tampoco la hora de la lectura, y mucho menos las tardes que dedicaba a su adorado piano. No, el debía hacer el día a día de forma regular y parecida. Algunos le preguntaban sino se cansaba de la repetida rutina, y a pesar de a que veces le parecía algo aburrida, cada vez que se quebrantaba un poco de ella (el simple detalle de acabársele la leche y no poder tomar café) terminaba refunfuñado y bastante molesto.

Sin embargo, había una pequeña molestia que solía romper sus repetidos días de vez en cuando. Era algo así como una abeja zumbante que rondaba allí cuando le venía en gana, apareciendo tan sólo por aburrimiento. Si fuera una cualquiera la habría arrojado más de una vez de casa, pero el problema era que como conocida que era, debía mantener cierto respeto y elegancia y no cerrarle las puertas (aunque más de una vez se le pasaba por la cabeza).

Era justo lo contrario a lo que él siempre buscaba y aclamaba. Caótico, revoltoso y desorganizado. Al venir ese sujeto su día se rompía por completo y terminaba dejando sus tareas de siempre para terminar…

- Ah, vamos, yo sé que te gusta Roderich.-le insistía mientras le acorralaba contra el respaldo del sillón y le metía la mano debajo del pantalón. Sonreía maliciosamente y sus actos eran tan seguros como su mirada.

- ¡Claro que no me gusta, aléjate!-se quejaba él empujándole con las manos sin ningún resultado. Obviamente era más débil que él, a pesar de que le costara admitirlo. Jadeó en cuanto éste consiguió tocar por debajo de su ropa interior.-Basta, Gilbert o me enfadaré contigo…

Y cada vez que intentaba amenazarle lo único que recibía de él era una risa burlesca que le conseguía desbordar la paciencia. Lo peor de todo era que, finalmente terminaba consiguiendo lo que quería de él, o mejor dicho, de su cuerpo.

Se podría decir que eran violaciones, pero no estaría bien expresado. Él realmente dejaba que Gilbert le tomara, de la forma que quisiera y como se le antojara. No reflexionaba mucho en ello porque siempre terminaba malhumorándole pero debía admitir que sí, se dejaba.

Era bastante vergonzoso, más que eso, humillante y algo perverso, pensar que dejaba tocar su cuerpo por el simple placer. No había otro sentimiento más, al menos eso era lo que quería pensar. Era difícilmente imposible que pudiera estar enamorado de Gilbert. Él era un hombre tan contrario a él, tan… molesto. Era la única persona en el mundo, o al menos que conociese, que conseguía sacarle de sus casillas. Era un niño pequeño al que daba igual las riñas que se le pudiera dar, no obedecería ninguna. Inmaduro, no le importaba organizar su vida. Definitivamente, lo único que tenía en la cabeza era diversión y sexo.

Roderich que buscaba darle un sentido a la vida, que le gustaba analizar las curiosidades del mundo se preguntaba si Gilbert alguna vez concluía en detalles como esos.

No eran conclusiones suyas sacadas únicamente de lo que veía, él mismo Gilbert se lo confirmaba con claridad.

- ¿Es qué acaso cuándo vienes a visitarme tú único motivo es esto?-se atrevió a preguntarle una vez éste le había llevado de nuevo a la cama y quitándole las gafas tenía intención de besarle.- ¿Sólo quieres… mi cuerpo?

Esa pregunta por primera vez hizo que le viera sorprendido. Aún así, no pareció afectar en absoluto su comportamiento. Le bajó los pantalones y agarrándole de los muslos esbozó aún más su gran sonrisa:

- ¿Por qué sino vendría hasta aquí?

No sabía por qué eso le dolía tanto. Desconocía la causa de que más tarde palabras así le hicieran llorar una vez éste le dejara solo de nuevo. Desbordar lágrimas por aquel sujeto de fríos ojos era algo tan vergonzoso que evidentemente no se lo contaría a nadie, y menos a él.

Si al menos fuera porque Gilbert sentía algo por él. Si al menos fuera porque era una importante persona en su vida, no se sentiría tan patético. Se sentía utilizado, Gilbert iba allí a molestarle porque sabía que a pesar de los manotazos y gritos que se llevara, terminaría domándole y apoderándose de su cuerpo.

En sus ratos libres, en los ratos que él tomaba el sol mientras leía, o veía la televisión tomando un tentempié, se preguntaba que era de su vida y qué es lo que hacía. Terminaba soltando una risa cínica, obviamente Gilbert debía tener más amantes, disfrutando aquel cuerpo con otras personas.

Él no debía ser siquiera especial entre esos amantes. Ni siquiera debía destacar. Él no tenía nada de especial, lo único que sabía hacer bien era tocar el piano. Su vida para los demás era aburrida, para él también aunque no pudiera despegarse de ella.

En ocasiones le venía la idea de que ambos pudieran ser algo más, de que pudieran tener algo más que aquel juego de amor sin sentido. La idea se esfumaba rápido, eso jamás sucedería.

Hubiera permanecido todo igual a como estaba sino fuera porque vino aquel "momento". De repente, tan repentino como todos sus actos impredecibles, Gilbert dejó de visitarle. Sabía que algún día pasaría, sabía que llegaría ese momento en que éste le abandonaría. Ya fuera porque se aburría de él o porque tenía su cuerpo muy visto.

- Te ves preocupado, Roderich.-le dijo Hungría que se sentaba junto a él en la mesa, tomando café y pasando la tarde como todas las veces que podía ir a visitarle.

La mirada perdida de éste volvió para mirar los ojos verdes de la húngara.

- ¿Sí? Perdona Elizaveta, no sé que me pasa estos días, es como si…-no quiso continuar su frase ya que ni él se atrevía a hacerlo.

- Hmm, yo te veo como ausente.-le comentó ésta acercando el rostro al suyo y mirando detenidamente sus ojos con un leve sonrojo.- algo te ronda por la cabeza, ¿verdad?

La sonrisa bonachona de la joven le enterneció. En realidad podía confiar en Hungría, ella siempre había estado a su lado apoyándole y admirándole pasara lo que pasara.

- ¿Sabes por donde anda últimamente Gilbert?-le preguntó mientras se alzaba las gafas e intentaba disimular el interés.- No es que me preocupe, pero como no lo veo desde hace tiempo, al igual que muchas otras personas, no me gusta perder el contacto…

Pronunciar aquel nombre provocaba siempre la misma reacción en la muchacha. Ésta borraba su adorable rostro para mostrar uno de verdadero enojo.

- Ese imbécil me lo encontré hacia poco y me tocó los pechos.-decía mientras se echaba hacia atrás para acomodarse en la silla. Al decirlo instintivamente se tocó éstos con las dos manos como si aún recordara el gesto.- Ese… Ese… ¡No te preocupes por "ese"! ¡siempre te está molestando, Roderich! ¡No lo soporto!

No pudo evitar reír en su interior al escuchar aquello. Así que se ocupaba de tocar pechos… Evidentemente, no le sucedía nada. Ese bastardo estaba tan bien como siempre, no visitarle no debía haber afectado su vida en absoluto.

Hungría tenía razón. Incluso cuando ella estaba a su lado, Gilbert le intentaba molestar de cualquier forma. Era tan tonto que incluso ella era la que le defendía, sino era discutiendo y estirándose de los pelos con éste, era pegándole con cualquier objeto cercano.

Se quedó mirando a la joven por varios segundos, lo que provocó que ésta se sonrojara de nuevo. Se preguntaba por qué no podía enamorarse de ella. Siempre tan dispuesta a ayudarla y permanecer a su lado. O era un completo masoquista que deseaba sufrir, o era porque el amor después de todo no lo decidía una misma persona.

"No estoy enamorado de Gilbert" se dijo así mismo para convencerse. "No lo estoy…". Sólo no entendía por qué no dejaba de pensar en él y sufría tanto al saber que él estaba bien y no le visitaba.

- Elizaveta…-susurró cogiendo la muñeca de la chica mientras se inclinaba hacia ella y entrecerraba los ojos.-Sé que hemos estado mucho tiempo juntos, incluso casados en un tiempo, y nunca ha sucedido nada entre nosotros, ¿Qué pasaría si…-esta vez fue él quien acercó el rostro hasta que la nariz rozó la de ella.-…besara tus labios?

Sonrojado y nervioso. Jamás pensaba que de verdad pudiera usar esos labios con una mujer. Sólo alguien los había besado con violencia y no estaba muy contento de ello.

- Roderich…-murmuró la joven con una pequeña sonrisa esperanzadora.-Esas cosas nunca se preguntan.-rió suavemente.-Siempre tan patoso en el amor.

Y ya cuando su mente comenzaba a comprender de lo que estaba a punto de hacer, pudo ver como ésta cerraba los ojos y se inclinaba hacia delante con los labios juntos para que le pudiera besar. Verla así le hizo abrir los ojos que él mismo había entrecerrado y tragar saliva.

Se apartó y volvió a acomodarse en la silla, con los cachetes sonrojados. Se aclaró la garganta con un puño entre los labios.

- Perdona, Elizaveta. Yo…-murmuró apretando el borde de la mesa con los dedos alargados, algo cansados de tanto usarlos con el piano.-No puedo hacerlo. No quiero robar un beso no estando enamorado de esa persona. Es algo cruel decir esto.-cerró los ojos y frunció el ceño.-por ello, estoy dispuesto a que sueltes toda tu ira hacia mí.

Era patético decir esas palabras. Él que se había dejado besar tantas veces por Gilbert, ¿de verdad no era capaz de hacerlo con Elizaveta?

- No te preocupes, Roderich…-cuando abrió los ojos de nuevo se sorprendió al verla sonriendo y desbordando algunas lágrimas silenciosas.-Yo sé que nunca has estado enamorado de mí. Tu corazón siempre ha estado ocupado por alguien, ¿verdad? No sé quien será esa persona, pero… ¿Por qué tendrá tanta suerte?

Armó una mueca de angustia al escuchar eso. Si eso era cierto, esa persona desbordaba la suerte de una forma descomunal.

"No, no estoy enamorado de él" se volvió a convencer apretando con el puño el mantel de la mesa.

- Pero Roderich…-la chica se alzó de la silla y rompió definitivamente con la distancia que les separaban, presionando los labios con los suyos. Notó como las manos se deslizaban por detrás de su cuello y una de las piernas pasaba por encima de las suyas.- Aunque sea una vez quiero tenerte cerca y sentirte, ¿Podrías hacerlo?-las lágrimas limpiaban sus mejillas, dejando un suave recorrido húmedo. Emanaba tanta ternura.

Se había sentado encima de él. El vestido verde largo que llevaba se arrugaba hasta sus muslos, mostrando las piernas atractivas que reposaban a cada lado.

Era un cobarde. Habría cesado si hubiera estado convencido de que su corazón no estaba corrompido y había esperanzas con cierta persona. Pero sabía que no merecía la pena, que no había ninguna y que aquel caso estaba perdido. Fue por esa egoísta y cobarde razón por la que él agarró la barbilla de la muchacha con la mano fuertemente, besándole al mismo tiempo que dejaba llevarse por los deseos que le suplicaba.

Esa noche nunca la olvidaría. Porque mientras tomaba a Hungría y debía sentir con ella un dulce y romántico momento, pensaba en Gilbert y que lo que él estaba haciendo no debía ser ni la mitad de lo que el prusiano debía haber hecho en otros lados. Por cada momento que él masajeaba la piel desnuda de la húngara se imaginaba al otro haciendo exactamente lo mismo con otra mujer.

- Ah, Roderich. Tócame aquí.-gimoteaba Elizaveta mientras cogía sus muñecas y le llevaba las manos a sus grandes pechos para que los cogiera y acariciara.

Ni siquiera en ese momento sentía que Hungría fuera una víctima de su idiotez, sólo cometía lo que cometía como rencor a lo que el prusiano le había estado provocando durante todo aquel tiempo. Celos acumulados que debía desbordar de alguna forma.

"Acariciarás cada noche unas caderas así, ¿verdad?" pensaba dolido amarrando las de la húngara como si sus manos fueran las de Gilbert. Y era por esa razón seguramente también por lo que sus actos eran seguros y mucho más violentos y feroces que de normal. Eso parecía excitar a Elizaveta, la cual le entregaba su cuerpo como si fueran los últimos actos de su vida.

Tras ese cometido comprendió que debía visitar a Gilbert. A pesar de que verle con su habitual sonrisa y tan feliz como siempre le trastocaría bastante. Si seguía de esa forma, terminaría lastimándose más de lo que ya hacía: No podía negar que quería verlo. Por alguna razón u otra, quería.