Disclaimer: nada me pertenece, ya que todito es de George RR Martin, quien a menudo suele jugar con nuestros sentimientos en Canción de Hielo y Fuego.

Esta historia participa en el reto nº 8 "El cancionero" del foro Alas Negras, Palabras Negras.


Pairing: Lyanna Stark/Rhaegar Targaryen

Malú — Toda


{Aquí me ves, hundida a tu vida de diez a diez,
sin telas ni juicios sin ningún por qué,
sintiéndome libre, sintiéndome tuya y amándote.}

A pesar de que no brillaba luna que iluminara los senderos, los cascos del caballo chapoteaban como un estruendo resquebrajando el opaco silencio de la noche, en aquel riachuelo de tantos que discurrían por el Bosque de Dioses. Ninguna pregunta emergió de sus labios, no echó la vista atrás y, pronto, Invernalia se iba desdibujando en el horizonte, cual tinta sobre pergamino ajado, a espaldas de los fugitivos. Cogió su mano y, arropada entre sus brazos, sintiendo el vaivén leve de la montura, en el egoísmo que se perfilaba en aquella mujer nacida del seno del invierno, se permitió un pensamiento de triunfo.

{Aquí me ves,
aunque liberada soy tú rehén.
Seduces, encantas, ¿qué puedo hacer?
De la encrucijada que tienes montada no escaparé.}

Tan alta como un molino, tan lujosa como una armería. No obstante, es suficiente. Lo único que lamenta es que se verán obligados a refugiarse indefinidamente allí (quizás siempre), y eso la entristece. Mas una sola mirada suya, que recuerda a las nubes de Dorne al atardecer, que se tornan violáceas planeando sobre el sol y la arena, y está convencida de que si lo quiere ha de mantenerse firme. Porque es fácil rendirse a él, a sus manos suaves, a esa voz de hierro, a esa promesa de eterna felicidad que vuela en sus labios, cantarina, rasgada con la misma elegancia con la que toca el arpa.

{Te abriré las puertas del alma de par en par,
dispuesta a hacer todo a tu voluntad,
dispuesta a hacer todo lo que te de la gana.
¡Qué me importa!

¡Toda! De arriba abajo
¡Toda! Entera y tuya
¡Toda! Aunque mi vida corra peligro ¡tuya!
¡Toda! De frente y de repente
¡Toda! Desesperadamente
¡Toda! Haz todo lo que sueñas conmigo.}

Era suyo y ella suya era también. Suyo, suyo, suyo. Una necesidad tan grande como la de respirar. Dispuesta a hacer lo que necesitase de ella con tal de poder hundirse en su pecho cada noche, abandonarse a la sensación de calidez y enhebrar la plata de sus cabellos con las manos, en una sucesión sin fin de caricias y alientos fatigados con la decadencia ajena como único testigo —insulso rival que planta cara al hado que los persigue desde los sueños candorosos de su amante—, con la piel expuesta, lista para ser conquistada y reclamada un millón de noches como aquella. Se pertenecían, si bien el mundo estaba en su contra.

{Aquí me ves, ¿eres mi testigo o eres mi juez?
Mi trampa, mi vicio y mi no sé qué,
sintiéndome fuerte, sintiéndome al filo y amándote.
Aquí me ves, como hipnotizada
cabeza y pies
un poco embrujada
pues yo que sé
perdida en la magia de tantas palabras creyéndote.}

Hielo y fuego consumiéndose a escondidas, modelando la unión más fuerte que podría existir jamás. Despreocupados por el tiempo, sólo importaban ellos, el calor nacido de su entrega y la música que viciaba deliciosamente el aire, melancólica a la par que bella. Y cada nota era una declaración, un suspiro, una verdad inamovible, una pieza más en aquella historia lista para cumplirse, en aquella premonición que aguardaban con recelo y pánico.

Una palabra suya bastaba para calmar su corazón embravecido. Era simplemente perfecto.

{Te abriré las puertas del alma de par en par,
dispuesta a hacer todo a tu voluntad,
dispuesta a hacer todo lo que te de la gana.
¡Qué me importa!

¡Toda! De arriba abajo
¡Toda! Entera y tuya
¡Toda! Aunque mi vida corra peligro ¡tuya!
¡Toda! De frente y de repente
¡Toda! Desesperadamente.
¡Toda! Haz todo lo que sueñas conmigo.}

Rozar su desnudez con dedos inexpertos deseos de aprender a amar con pasión.

Otear el cielo en busca de una llama roja que lo partiese en dos.

Con los ojos cerrados, con la mente en otra parte, saboreando el momento de limitada libertad, anhelada limpiamente pero trocada insana y traicionera, que los había unido sólo para preceder a una separación inminente, producto del escaso raciocinio que el deber ha logrado imponer en él.

Las palabras salen temblorosas, atropelladas, bajo una cascada de lágrimas, observándolo marchar.

Él sabe que su labor ha terminado. Es hora de decir adiós, de encaminarse a lo que tantas veces en sus sueños se ha manifestado con imprecisión y desasosiego.

{Con tus besos vuelo,
en tus brazos juro,
me siento más mujer.
Contigo desde cero
adónde quieras llego
enamorándome y deseándote.}

Juntos eran la mejor canción que ningún bardo había cantado jamás.

{¡Toda! De arriba abajo
¡Toda! Entera y tuya
¡Toda! ¡Aunque mi vida corra peligro!
¡Toda! Así de repente
¡Toda! Desesperadamente.
¡Toda! Haz todo lo que sueñas conmigo.

¡Toda! De arriba abajo
¡Toda! Entera y tuya
¡Toda! Aunque mi vida corra peligro
¡Toda! De frente y de repente
¡Toda! Desesperadamente.
¡Toda! Haz todo lo que sueñas conmigo.

¡Toda! Aunque mi vida corra peligro ¡tuya!
¡Toda!}

Juntos, la melodía avara.


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