Capítulo 1
Un dolor punzante
Los días normales eran ya algo que empezaban a crisparle. Como si de un autómata se tratara, cada día se levantaba de la cama, desayunaba, iba al instituto y al club. Si se ponía a pensar, lo más interesante era la última actividad del día antes de irse a casa; estar con los que consideraba sus amigos, jugar, entrenar sus habilidades en el club de voleibol del instituto Karasuno. Le gustaban los consejos de Suga y Daichi, las duras lecciones de Ukai, los ánimos del profesor Takeda, de Yachi y Kiyoko; las locuras de Nishinoya y Tanaka, las reacciones y perfeccionismo de Asahi, Ennoshita, todos. Sí, y por supuesto también al idiota de Hinata, que había acabado siendo su gran aliado, la horma de su zapato en todos los sentidos posibles.
Kageyama suspiró, a la vez que compraba un zumo en la máquina expendedora. Metió el dinero y le dio dos botones a la vez; pensaba que, tarde o temprano, le ganaría la batalla al aparato y saldrían dos productos en lugar de uno. Pero, como todos los días, solo salió uno.
"Tsk", pensó.
Y pocos minutos después, entró al gimnasio dónde siempre entrenaba Karasuno. Una escena cotidiana pasaba por delante de sus ojos: Ennoshita y Asahi riendo, Tsukishima molestando a Tanaka y Suga calmando los ánimos, y el entrenador Ukai llamando a todos para que empezaran a entrenar, los cuales estaban desperdigados por todo el espacio.
— ¡Ah, Kageyama! — Exclamó Hinata con una sonrisa al verlo, avanzando a saltos hacia su amigo. — Hoy toca entrenar remates. Te enseñaré mis nuevas técnicas. Me las ha enseñado Noya, ¡son como uwaaah y paw paw! — Kageyama asintió, tranquilo, terminando su zumo.
Desde su posición como armador, a un lado de la cancha, mientras en el otro, Suga tomaba la misma posición, el azabache seguía pensando sobre la rutina. Sobre como todo aquello del equipo era un rayo de sol para él, pero aun así odiaba tener que repetir lo mismo una y otra vez. El mismo movimiento, la misma mecánica. Para más inri, en las clases le iba también fatal, por lo que no tenía ni un ápice de interés en absolutamente nada.
— ¡yyyyYYYYYAHOO! — Exclamó Tanaka mientras remataba la pelota que Kageyama acababa de levantar, la cual se salió del campo. El pelado chasqueó la lengua con fastidio e hizo ademán de ir a recogerla pero Kageyama le paró con una mano.
— No te preocupes, iré yo... — Dijo dubitativo, haciendo que el más mayor arqueara una ceja y se girara hacia Daichi, que estaba justo detrás de él.
— ¿No está más apagado de lo usual? — Preguntó. El capitán se encogió de hombros.
— Es casi época de exámenes, así que supongo que será por eso. Ya se le pasará, después de todo, después iremos a un partido de práctica contra Nekoma en Tokio.
Ambos sonrieron.
— Estaban como locos por ir. —Dijo el contrario, intentando ocultar su emoción por el evento. Pero la voz de la conciencia molesta, es decir, Tsukishima, habló justo detrás de Daichi.
— Eso si consigue aprobar alguna asignatura. Y tú también, Ta-na-ka. — Y rió burlón. Tanaka frunció el ceño, apretando los dientes, con un tic en su ceja.
— Hey, pienso coger tus gafas y metértelas por el culo. — Y el rubio se encogió de hombros, mientras desde la otra fila Yamaguchi les miraba sonrientes, apoyando a su inseparable amigo. Tanaka bajó la mirada, porque sabía que aunque hiciese su papel de senpai, él lo tenía peor que Kageyama para aprobar.
Mientras tanto, Kageyama tomó la pelota a varios metros de la conversación. La miró y la giró sobre sí misma en un rápido movimiento. Suspiró, dispuesto a volver a su posición bajo los gritos de Ukai, cuando oyó un chillidoa lo lejos; Hinata, acompañado de Yachi y Suga estaban diciendo algo.
"No los entiendo", pensó. Todo pasó en una milésima de segundo, pero a Kageyama le pareció una eternidad. A cámara lenta, esa pelota fue hacia su cabeza a una velocidad que jamás podría haberse imaginado. Impactó contra su nuca y todo se volvió negro como el carbón. Negro oscuro, sí. Negro como sentía su interior.
"¡Kageyama, Kageyama! ¡Despierta, por favor!" Oía a lo lejos. Era una voz aguda, pero de hombre. Parecía llorar, o estar realmente nervioso. La oía tan lejana que no pensaba que fuese para él. Él se sentía como flotando en la nada, con una suave brisa recorriendo cada rincón de su cuerpo. Notó como algo tomaba sus hombros, algo caliente y suave. Así que, queriendo sumirse en ese calor, cerró los ojos. Los cerró hasta que...
Kageyama abrió los ojos de repente. Se encontró las cabezas de todos los del equipo, incluidos mánagers y el entrenador, encima suyo. Parpadeó un par de veces, confuso, y todos estallaron en alivio.
— ¡Kageyama, ¿estás bien?! — Exclamó Hinata, disponiéndose a abrazarle, pero Ukai le paró.
—¡Hey! Déjale espacio para respirar. ¡Venga, todos a entrenar, yo me llevo a Kageyama a la enfermería! — Exclamó el entrenador. Todos obedecieron, por el bien de su compañero, pero Hinata se quedó ahí.
— ¿¡Bromeas!? Yo también voy, entrenador Ukai. Ha sido mi culpa, esa era mi pelota. — El entrenador suspiró, arqueando una ceja, mirando al tierno arrepentimiento del menor.
— Tú, pequeño idiota... -Susurró con mal humor Kageyama aún tumbado en el suelo, pero estaba tan aturdido que no pudo hacer mucho más.
—¡Perdón, de verdad! Insúltame si quieres, yo aceptaré tus golpes. Podrás darme mil pelotazos en la cabeza. ¡Mi cabeza es tuya! — Empezó a lloriquear el pelirrojo, pero Ukai le tapó la boca.
— Está bien, ayúdame. Pero cállate.
— Por favor. — Inquirió el azabache. Hinata, con los ojos empañados, asintió varias veces.
Y los dos llevaron a Kageyama, uno de cada brazo. Aún estaba mareado, así que le resultaba difícil caminar con normalidad. Era fuerte, así que a pesar de la preocupación general, sus compañeros estaban seguros de que estaría bien.
Pero, justo antes de salir del gimnasio, su visión se nubló. Y, frente a él, pudo ver claramente un espejismo que parecía realidad.
Ukai, al cerrar la puerta, no se daba cuenta y su mano se quedaba atrapada entre ambas puertas, que no se terminaban de cerrar. Claramente, Kageyama oía un "Me cago en la puta", seguido de un gemido, y veía como el entrenador sacaba rápidamente su extremidad de ese sitio.
El azabache parpadeó un par de veces, y sus ojos se abrieron aún más cuando vio cómo, delante de sus ojos, se reproducía exactamente la misma escena. Ukai se pillaba la mano con la puerta, blasfemaba un "me cago en la puta" y la sacaba.
— Dios, puta puerta del demonio. — Se lamentó después, agitando la mano. Solo había sido un rasguño, así que no era nada grave. El entrenador miró a Hinata, que le preguntaba si estaba bien. Y después a Kageyama, que parecía que había visto un fantasma.
— Hey, ¿estás bien? Te has puesto más pálido. — Después, rió ligeramente con un tono fraternal. — No te preocupes por mi, estoy bien. Acabaremos todos en la enfermería, ¿eh?
Pero Kageyama no estaba así por eso. Estaba así por aquella rareza que acababa de presenciar. Y estaba realmente asustado.
"Acabo... ¿de ver el futuro?"
