Disclamer: El Copyright y la Marca Registrada del nombre y del personaje Harry Potter, de todos los demás nombres propios y personajes, así como de todos los símbolos y elementos relacionados, son propiedad de J.K. Rowling y Warner Bros.
Notas de autor: Pensaba que iba a tardar más, la verdad. Pero bueno, tenía ganas de escribir y tengo que aprovechar antes de empezar la universidad, babies. Esta vez vengo con algo entre la primera y la segunda generación: Charlie y Tonks, que para mí son la pareja ideal, no Tonks y Remus, pero en fin Serafín, que la JK no es capaz de reconocer que Lupin es gay.
Bueno, Irene, que va para ti. Casi todo lo que escribo para ti, sweet. Ya sabes que te quiero un montón. ¡Eres la niña de mis ojos!
Dorado
-¡Hufflepuff! –la enorme mesa de Hufflepuff se echó a aplaudir a su nueva compañera. En el Gran Comedor llamó la atención el color de su pelo, que cambiaba a cada cierto tiempo. Ella declaró que era por la emoción, pero ya se le miraba como a un bicho raro con tanto color chillón.
Apenas conocía a nadie allí. Simplemente algunas caras le eran conocidas, de haberles visto en casa, pensaba. Otros, parientes en la mesa de Slytherin, quienes ni siquiera querían mirar a la sangre sucia que tenían por pariente. Pero eso a Nymphadora le importaba más bien poco.
Se sentó y saludó a los compañeros que tenía a su alrededor. Todos le devolvieron una sonrisa. Había empezado con ganas de trabajar, de darlo todo por los demás. Y ese era un buen lugar para demostrar todo su potencial.
Acabada la cena, los prefectos intentaron unir al cotarro de estudiantes para guiarlos hasta las respectivas salas comunes. Algunos alumnos se habían escapado de las filas para saludar a compañeros de otras casas. Ella no podía evitar mirar todo con curiosidad y con una especie de deseo por encontrar a alguien entre todo el barullo de gritos y carreras.
Siguió la estela amarilla y oscura que se dirigía hacia una pequeña puerta escondida detrás de las escaleras principales, las que horas antes había atravesado.
-Tú eres Nymphadora Tonks, ¿no? – la chica sintió que alguien le tocaba el hombro. Se volvió, a la vez que se pisaba la capa y se caía al suelo. Miró hacia arriba mientras se palpaba los tobillos en busca de algún bulto o sangre.- No creo que te hayas hecho nada –se echó a reír y le tendió una mano.
Tonks aceptó la ayuda –no es ocasión para ponerse borde, pensó- y, con el pelo adquiriendo un rojo blanquecino, observó al chico con más atención. No era más alto que ella y le sonaban de algo aquellas pecas bailando en el centro de su cara.
-¿De qué me conoces? –Tonks escrudiñó a fondo al muchacho.
-Estuve hace poco en tu casa, creo. Mis padres me llevaron a una de esas reuniones tan secretas que no me dicen ni que se come en ellas -. Aparte de patosa, tenía mala memoria. Y el chico parecía haberlo notado.- Me llamo Charlie Weasley.
Weasley. Weasley… El apellido le sonaba, sí, pero no asociaba a que. Rojo. Pecas. ¡Arthur, el hombre que siempre le regalaba chocolate!
-Ar-Arthur Weasley –titubeó. Miró a su compañero, que llevaba un león brillante en su capa.
-Ése es mi padre –sonrió con orgullo.- Gracias a él tenemos toda la casa llena de cosas muggles. Le digo que está loco -. Se echó a reír, al mismo tiempo que sacudía su pelo con una mano. Tonks le siguió y consiguió que su pelo cambiase a verde. El muchacho la miró. Se acercó y se puso de puntilla, para observar bien aquel milagro.- Había oído hablar de los metamorfomagos pero nunca vi ninguno hasta ahora…
Tonks esbozó una tímida sonrisa. Aunque, en un alarde de lucidez, se giró por completo para ver donde estaban sus compañeros.
-Mierda –susurró. La entrada estaba vacía.
-Es por allí abajo, creo –Charlie parecía comprender todos los pensamientos que a ella le pasaban por la cabeza. –Luego ya no te puedo decir como se llega a la sala común. Nunca he entrado.- Tonks le miró con una pequeña expresión de miedo. –Si quieres me puedo quedar aquí contigo hasta que alguien venga a por ti.
-Va-vale. –Eso le había llegado al alma. Aunque en el fondo, él tenía la culpa de que Tonks no estuviera metida en su cama. –Gracias –pero ella seguía sin saber qué decir ante aquel acto.
Por suerte –o por desgracia- un prefecto llegó enseguida, aprovechando para echar una reprimenda a la chica.
-Ha sido culpa mía –otra vez, Charlie conseguía desarmar a la pequeña Tonks. Nadie que acabara de conocer se había portado tan bien con ella-. Me había perdido y pedí que se quedara conmigo. –le guiñó un ojo, al tiempo que le preguntaba cuál era el camino para llegar a Gryffindor.
Esa noche Tonks durmió con el pelo dorado –y no sería la única vez- deseando que todos los Gryffindors brillaran igual que Charlie.
201090 (Elena)
