Disclaimer: Los personajes usados no me pertenecen. Son creación de L.J Smith.

Palabras: 500.

Aviso: Este fic participa del desafío de julio de "The battle of fire with fire" del foro "The Vampire Diaries: Dangerous Liaisons"


Luz sin calor

Klaus fijó la mirada en la ventana, la cual reflejaba un cielo con tonos naranjas y oscuros. Algunas gotas de lluvia se deslizaban perezosas por el cristal, y otras se estrellaban con furia contra él. A diferencia de sus hermanos, la tormenta siempre le había gustado. De niño solía sentarse en el pajar en compañía de su sabueso favorito, acariciándolo y mimándolo mientras veía la lluvia caer. Era tranquilizador, relajante. Aunque tal vez lo que le gustara fuera el sonido del agua al caer sobre el césped, mojandolo, y el pensamiento de que al día siguiente, éste se mantendría fresco.

Klaus sonrió. Era el día perfecto para quedarse en casa en compañía de un buen libro y desconectar por unos momentos del mundo que lo esperaba al exterior. Dejaría de ser el rey por unas horas y simplemente se convertiría en Klaus Mikaelson, no el híbrido bastardo que ahora gobernaba nueva Orleans, sino tan solo un componente más de la familia original.

Ya no habían problemas. No existía ninguna bruja poderosa que quisiera arrebatarle a su dulce niña. La niebla, por el momento, se había disipado.

En momentos de paz como ese, era cuando se paraba a pensar en Caroline, y en lo mucho que le gustaría tenerla a su lado.

Una familiar calidez embriagó su corazón al pararse a pensar en ella. ¿Qué estaría haciendo en esos momentos?

Sintió el impulso de sacar el móvil para marcar su número a toda prisa, y eso hizo, pero a la hora de la verdad, en el momento de pulsar la tecla de llamada se detuvo en seco. ¿Y si no contestaba…? ¿Y si solo lo hacía para dejarle claro que no volviera a llamarla? ¿Y si apagaba el móvil al leer su nombre?

O tal vez, tal vez sonreiría y contestara sin pensarlo dos veces.

Tras ese último pensamiento su corazón latió apresuradamente. Sin pensarlo dos veces, pulsó la tentadora tecla. Y la llamó.

Esperó. Uno, dos, seis segundos. El tiempo pasó, y el tono de la llamada finalizó.

Ella no contestó.

La sonrisa se le borró del rostro, pero pocos segundos después se recompuso. Recordó su sonrisa después de besarlo, y el brillo en su mirada cuando declaró que pretendía ser su último amor. Y recordar esos momentos fue todo cuanto necesitó para devolver su sonrisa y su buen humor.

Lo más probable era que no tuviera el móvil a mano. Aunque, ¿Qué más daba sino? ¿Y qué si había leído su nombre y había decidido no responder? No por eso él iba a rendirse. Él ya había decidido que es lo que quería, una eternidad a su lado, y desde luego no iba a rendirse.

Esperaría el tiempo que hiciera falta…

Cuando volvió a echar un vistazo al exterior, la lluvia había cesado. Y ese fue el empuje que necesitó. Tras dejar una nota excusando su ausencia cogió su chaqueta de cuero de la percha y salió de la mansión.

Destino: New York.

Quizá ya era hora de actuar.