¡Hola, mis amigos! He estado inspirada en estos últimos días. Sé que tengo un muso especial en el cielo ahora, en mi corazón por siempre. En el día de mañana (al menos será para mi país, para muchos quizás ya sea 14 de febrero) quería hacer algo especial. No es de lo mejor quizás, pero, sólo me senté y me propuse a hacer algo tierno para el día de los enamorados. ¡Gracias a todos y no se olviden seguirme en Facebook, como Maribel Trescher! Un gran abrazo a todos y gracias por estar siempre ahí.
Otro San Valentín que promete apestar.
No. Imposible. Giraba, una y otra vez, sobre su lecho. A su edad… ni una sola cita… No porque no hubiese oportunidad, sólo que… bueno… Ella había sido "hechizada" por un ser féerico, ella diría "maldecida," más bien.
Esa noche, todo mundo estaría afuera con su ser adorado, con "el azúcar de su vida;" "su tortolito;" "su media naranja;" "su peor no es nada," diría alguna vieja resentida… Todos menos ella. Suspiró. A veces soñar es peligroso, en especial, si dichos sueños son extraños y ¡sí que lo había sido! Tanto que, ya pasados 3 años seguía sin saber a qué sabe un beso… No. No era culpa suya, sólo que… cuando algún joven se le acercaba con alguna intención amorosa, ella… ¿cómo explicarlo? En su cabeza sólo aparecía un ser que no existía en este mundo y que… probablemente ya no existía en el otro tampoco.
Ella se sentía mal sobre eso y, pese al dolor que le producía, nunca había conseguido llorar por aquel triste final, era como una daga enterrada profunda en tu alma que no puedes quitar. Pero, él mismo la había puesto en dicho aprieto, poniendo al pobre Toby entre ellos. Bueno, ella lo hizo en un primer momento, de puro estúpida, sin pensar en que él existiría, creyendo que se trataba de un simple cuento… ¿Y, entonces? Se abrazó a la almohada echándose de espaldas, refunfuñando su suerte. ¿Acaso no necesitaría terapia o algo de eso? Karen alguna vez lo había mencionado, ¿o no? Ahora, vivía sola en un monoambiente que su padre pagaba para que le quedara más cerca la facultad. Desde su ventana, podía oír las risas y la felicidad que emanaban los enamorados que pasaban en plena tarde. Miró el reloj de su mesa de noche; 16 hs. A esa altura del día, no acontecerían milagros, pensó.
—Desearía… —Rauda se llevó ambas manos a la boca. ¿Qué estuvo por hacer? — Te odio, Jareth… —El nombre en sus labios que tanto tiempo reprendió expulsar hizo que algo dentro suyo se rompiera y las imágenes de él en su mente… El dolor fue insoportable y su almohada terminó siendo pañuelo de sus infinitas lágrimas—. ¡Te odio, te odio! ¡Maldito Jareth…! ¡Mira lo que me has hecho! —Quedó tendida boca abajo, sin soltar la almohada… No supo en qué momento quedó dormida, agotada de tanto llorar.
Un timbrazo la hizo despertar sobresaltada con la idea en que llegaba tarde. ¿Pero, a dónde? El timbre volvió a hacerse escuchar, insistente. Sarah se levantó con pesadez al ver la hora en su reloj, 19 hs. Todo un día perdido, llorando y durmiendo. Quien estuviera llamando a su puerta no parecía querer irse, pues, seguía insistiendo.
—¡Ya voy, por todos los santos! —protestó. Seguro que era su madrastra y su padre queriendo que cuide de Toby porque la niñera les falló y hoy era San Valentín—. Siempre lo mismo...
Se dirigió a la salida con la misma voluntad que un preso a su celda y, sin siquiera ver por la mirilla, abrió la puerta con un movimiento brusco y desganado. Su expresión de fastidio cambió cuando no halló a nadie allí. Pestañeó y se asomó espiando hacia un lado y hacia el otro. Vacío. Nadie. Rascándose la cien procedió a cerrar. ¿Se habría demorado tanto en atender que, quien fuere que llamó no había esperado? Bueno…, en ese caso, no habían sido sus padres, sino estarían llamándola por teléfono, después de intentar tirar la puerta abajo. Sonrió con cierta ironía y su mirada se dirigió a sus pies. Una rosa enorme, impertérrita, tan blanca como el nácar… Nunca en su vida había visto algo semejante… Volvió a ver a los lados antes de atreverse a alcanzar la bella flor. Al elevarse con ella, pudo ver que a su alrededor había una cinta blanca y una pequeña nota.
"Es sólo por siempre...
no es mucho tiempo…"
¿Qué? ¿Qué era eso? Se preguntó confusa y resolvió que sería alguna especie de broma (no era la primera vez que era punto de alguna a causa de su problema sentimental). De todas maneras, la rosa era demasiado preciosa para arrojarla por allí, de hecho, no tenía la culpa que la usaran para molestarle. Se la llevó a la nariz y la exquisitez de su aroma la obligó a sonreír y a aspirar con más fuerza. Inevitable soñar con aquel perfume… Cerró la puerta y giró hacia el interior, donde casi la rosa vuelve a quedar a sus pies.
—Buenas noches, mi cosa preciosa. —El hombre la observó de pies a cabeza, su mirada decía mucho más que sus palabras, sentado cómodo en la silla de escritorio, giró en ella una vuelta completa, con total confianza de sí mismo y su entorno—. Espero estés lista.
—T-tú… tú… —La media sonrisa que él le dirigió sólo la puso más nerviosa.
—¿Estás bien, mi Sarah? Date prisa y cámbiate.
—¿Cambiarme? ¡¿Pero… tú…?! —Jareth se incorporó cual gato, así de rápido y ligero; Sarah tuvo un deja vu de la primera vez que él apareció en su ventana.
—Sarah… —la nombró ahora cerca suyo y su voz, su aliento, hizo que temblara—, supongo que sabes qué día es hoy, ¿verdad?
—S-sí, pero… ¿Qué tiene que ver contigo? ¡Yo qué tengo que ver conti…! —Un largo y elegante dedo le hizo callar posándose en sus femeninos labios.
—Todo, mi cosa preciosa. Ya eres mayor de edad, así que… nada impide lo nuestro, mi Sarah.
—¿De qué hablas? ¡Yo…! —Se vio arrinconada en los brazos del rey. Sus ojos clavados en sus labios no eran buena señal… ¿o sí? Y las mariposas en su estómago…
—Hablo, mi Sarah —musitaba las palabras cual hechizo—, que he venido por ti. Podría haberlo hecho antes, pero, nunca mostraste tanto dolor por nuestro infeliz final. Así que… he venido a corregir un par de cosas, aquí y en el Underground. ¿Te parece injusto eso, mi cosa preciosa? —Ella sólo pudo negar con la cabeza, totalmente ensimismada en sus ojos. ¿Estaría soñando otra vez?
—¿Eres tú…? —Él no pudo evitar reír por lo bajo.
—Soy yo, mi nena. Ahora, ve a tu cuarto, juega con tu ropa y tu maquillaje, y busca algo apropiado para una cita en el Underground con el Rey Goblin. —En los labios de Sarah comenzó a esbozar una tonta sonrisita, que luego se amplió y todo un pesar se quitó de su cuerpo.
—¿No es una trampa?
—La única trampa será si te dejo sola toda la noche y… —la estudió con atrevimiento— créeme que no está en mis planes, menos en este día. No queremos que Cupido se ponga triste, ¿verdad? —Miró por detrás suyo, aparentemente, hablándole a alguien más.
—No, no queremos —respondieron unas vocecitas goblins que se asomaron por distintos rincones. Sarah les vio con sorpresa y aprecio.
—¡Tienes suerte, Cupido! —un goblin palmeó la cabeza de otro más pequeño, de mejillas sonrosadas, enormes ojos de cachorro y una notable timidez, pues, se contorsionaba con las manos sujetas sobre su torso, el cual portaba una bandolera con cartas con corazones dibujados y cosas así.
—¿Él… es… Cupido? —Sarah inquirió con cierta duda.
—Sí, lo es. —Giró su muñeca y apareció un orbe de cristal—. Ahora, ya que estás tan insegura sobre esto… ¿qué te parece este atuendo? —Le mostró un bello vestido color púrpura, ceñido elegantemente al cuerpo, haciendo juego con el atuendo negro que él llevaba—. ¿Te gusta?
—Es… precioso…
—Hecho… —Apareció puesto en ella, su cabello recogido con elegancia, como una princesa, y apliques plateados por doquier, imitando a la rosa que aún conservaba en su mano; su espalda descubierta casi en su totalidad—. Ahora, es mucho más precioso que antes. ¿Nos vamos? —Hizo un gesto, el cual, hizo que la ventana se abriera de par en par. Sarah dejó de verle encantada, para advertir el anaranjado cielo del Underground, a lo lejos, el Laberinto.
—¿Y mis estudios? —Se inquietó en si él no la dejaría volver nunca más.
—Tus estudios estarán bien aquí, sé que tendrás buenas notas y eso; pero, tu hogar, mi cosa preciosa —se puso tras ella para hablarle al oído—, está más lejos de lo que piensas, el tiempo es corto. —Sarah le atisbó con una sonrisa emocionada y encandilada.
—¿Tengo 13 horas para resolverlo?
—Antes de que te vuelvas una de nosotros… por siempre… —fue sugerente—. Y… tengo la palpitación de que, esta vez, yo ganaré.
—¡Es pan comido! —rió ella. Jareth acercó sus labios con sosiego. Y ambos pensaron que eso era el paraíso. Cuando se apartaron tras ese beso dulce y ansiado, Sarah ya no estaba en su departamento, sino en el centro del laberinto, en Ciudad Goblin.
—¡La reina! ¡La reina! —gritaban los pequeños goblins corriendo para verle. —¡El rey y la reina! ¡Lo logró, trajo a la reina! ¡Nuestra reina! ¡Tenemos reina!
—¿Gusta usted un paseo por nuestra ciudad, mi cosa preciosa? —le ofreció galante su brazo.
—Realmente… apreciaría uno, Su Majestad —respondió con ganas de llorar de alegría. Se sentía como cuando extrañas mucho tu hogar y por fin regresas.
—Feliz día de San Valentín, mi Sarah.
—Feliz día de los enamorados, mi Rey Goblin.
Los goblins brincaban y corrían felices, detrás de la figura de la pareja que avanzaba hacia el castillo, más allá de ciudad duende, contrastando sus siluetas junto a la del castillo, en un cielo color oro.
