Flora caminaba tranquilamente por uno de los innumerables parques de Londres cuando divisó una figura recortada en el cielo, justo encima de un columpio. Esa figura, era yo. Miraba a todas partes mientras me columpiaba, totalmente aburrido. Flora se acercó silenciosamente y me asustó, y yo, tan metido en mis pensamientos que estaba, caí al suelo.

Rápidamente se acercó a mí.

-¡Luke! Perdón… ¿Estás bien? – parecía preocupada.

-Eh… sí, tranquila.

Me levanté apoyando ambas manos en el suelo y la miré.

-Lo siento… Solo quería darte un susto, no tirarte del clumpio…

Sonreí para que no se preocupase tanto, ya que solo me había hecho un poco de daño en la rodilla.

-De verdad que no pasa nada – volví a sonreír y puse una pose tonta, para que riese.

Y lo conseguí: rió. Tenía una sonrisa preciosa.

-Vale, ya veo que estás bien – añadió felizmente.

-¿Qué haces por aquí tan tarde? – pregunté de sopetón.

Hacía horas que había anochecido, aunque probablemente ella me podía hacer la misma pregunta que yo le formulé. Sin embargo, no lo hizo:

-No podía dormir y salí a dar un paseo… - contestó - ¿Y tú?

-He salido a pensar.

Me miró y una dulce sonrisa se dibujó en su rostro, provocando que una manzana se dibujase en su cuello. Siempre me había parecido gracioso a la vez que curioso.

-¿Y en quién piensas?

Me puse nervioso y noté como rápidamente se me subieron los colores a la cara. ¿Cómo sabía que pensaba en alguien? ¿Podía leerme la mente? A día de hoy no lo sé aún, aunque no creo, porque si no habría podido parar lo que acabó sucediendo…

Suspiré.

-En nadie – mentí.

-¿Seguro? – no parecía muy convencida, quizás por mi repentino suspiro.

-Seguro – contesté firmemente - ¿Quieres que paseemos juntos?

Sonrió de lado a lado de nuevo.

-Claro.

Anduvimos unos minutos sin cruzar palabra. Yo solo quería sacar algún tema de conversación, pero solo se me ocurría hablar del Profesor Layton y no creí eso un tema oportuno. ¿Qué más teníamos en común?

-Y… ¿Qué tal? – pregunté finalmente.

-Genial. ¿Y tú?

-Genial, también. Gracias por preguntar.

En ese mismo instante miró hacia otro lado y pareció alegrarse de repente. Señaló el horizonte y exclamó:

-¡Un lago!

Acto seguido echó a correr. Yo la seguí.

-Es precioso… - dijo cuando se encontró justo en la orilla.

Yo, tan disimulado que soy, acerqué mi mano a la suya y la agarré. Ella, sonrió y agachó la mirada. Noté su sonrojo bajo su característico mechón de pelo y decidí que lo haría. No había momento mejor que aquel y lo iba a aprovechar.

-Flora… - comencé.

-¿Sí? – me miró.

-Hay una cosa que te quiero decir…

Sonrió. Agg, su sonrisa.

-Dime, Luke. ¿Qué me tienes que decir?

-Pues… - hice una pausa – Tienes una cosa en el diente.

Bien, Luke, bien.

Me miró algo confusa y después soltó mi mano rápidamente para quitarse lo que sea que tuviese en el diente. Después dirigió de nuevo mi mirada a mí.

-¿Ya?

-Ah, em, sí, claro – contesté.

Suspiré para dejar salir tantos nervios. ¿Cómo podía ser tan miedoso? Buf.

Decidimos sentarnos a la orilla del lago, mirando nuestros propios reflejos y hablando. Yo enlacé sus dedos con mis dedos y me fui acercando a ella poco a poco… Lo que no me esperaba era que una persona nos observaba desde detrás de unos arbustos…

Esa persona cogió su teléfono móvil.

-¿Si? – preguntó alguien al otro lado.

-Soy yo… Ya vamos para allá. ¿Cómo vas? ¿Lo tienes todo listo?

-Sí. Tengo un prodigio reservado para la señorita Reinhold…

Se escuchó una pequeña risa, y la persona de detrás de los arbustos sonrió.

-Perfecto. Por fin me libraré de esa niñata…

-Pero recuerda el trato, yo me libro de Flora y tú te libras de Luke. No quiero tenerlo por aquí merodeando en mi ciudad…

-Tranquilo, después de lo de Flora estará tan hundido que no tendrá ganas de jugar a los detectives.

-Mas le vale… No le conviene enfrentarse a mí – y colgó.

En ese momento Katia apareció por detrás de nosotros dos, interrumpiendo lo que podría haber acabado en un beso.

-¡Luke! Tengo que hablar contigo.

-¡Katia! ¿Qué pasa? – contesté asustado.

-¿No te has enterado de lo que ha pasado en Montedore?

Yo negué con la cabeza.

-¿Qué ha pasado?

-¡El Caballero Enmascarado está convirtiendo a la gente en piedra y dando vida a la gente de los cuadros con la Máscara del Caos!

-¿¡Qué!? ¡Tenemos que ir para allá en seguida! ¿Venís?

-Claro – contestaron ambas al unísono.

Fue entonces cuando, sin saberlo, nos metimos en una aventura que era más increíble de lo que parecía en un primer momento…