Espero que les guste, ésta idea que se me acaba de ocurrir. ¿Qué pasaría si Voldemort creyese que Harry Potter ha muerto en medio de la batalla y que comienza su reinado? Harry ha desaparecido y pretende regresar y dar su mejor golpe. Mientras, muchos han sido vendidos a los carroñeros y mortífagos, esperando una sentencia. Incluso Minerva McGonagall.

Pero Severus Snape estará allí para ayudarla.

¿O tal vez no?

Disclaimer: Nada me pertenece, mía es la idea y un par de personajillos :). Snape, Minerva y aquellos nombres que puedas reconocer fácilmente, pertenecen a la brillante mente de JK. Rowling. Sin fin de lucro y solo por diversión.


El tiempo pasaba cada vez más lento que casi ya no se daba cuenta de los días, ni de los meses o años. En verdad tampoco es que importara mucho, ni que pensara mucho en ello. A menos que alguien hablara de algo, casi no tenía importancia lo que sucediera en el mundo real, afuera de las cuatro paredes de aquella abandonada casa en la que vivía.

La noticia se había extendido como pólvora y desde entonces, todo había perdido sentido. Harry Potter estaba muerto, Voldemort lo había matado en medio de la guerra y su cuerpo, en medio del bosque, era la prueba de ello. Por supuesto que él no lo había visto en realidad, pero no se atrevía a desafiar la palabra de su señor. Tampoco estaba tan demente como para intentarlo, lo creyera o no.

No lo creía, Harry Potter no podía estar vencido, no podía estar muerto. ¿Morir sin haber luchado siquiera? Así no era el absurdo de Potter, así no pensaba de las cosas.

Algo tenía que andar mal, algo faltaba en toda esa "verdad".

— Severus, ¡oh amigo! ¿Qué es lo que te tiene tan distraído? — la gruesa y áspera voz de Fenrir Greyback, a lo que hizo un gesto desdeñoso y rodó la vista hacia una vieja columna en la entrada, mientras estaba sentado en la única y larga mesa que quedaba en el comedor de la escuela. — ¿Acaso no te gusta lo que el señor tenebroso, arregló para nosotros?

Era verdad, se había olvidado el "arreglo". Muchos aurores habían sido capturados y enjaulados como animales y Hogwarts estaba bajo las manos de Voldemort, que ahora prácticamente vivía allí dentro. No podía ser peor y aunque tuviese cierto resentimiento por un par de cosas que habían sucedido dentro de aquellas paredes, no quería aquel destino para la escuela.

Miraba con cierto desdén, a los cuerpos que colgaban sobre ellos y a un par de jaulas con las mismas condiciones. Algunos eran valientes y gritaban, escupiendo insultos y retando a los carroñeros a acabar con sus vidas. Otros, simplemente estaban sentados en una esquina de sus jaulas y mantenían sus brazos y piernas muy juntos, murmurando palabras de terror y con los ojos cerrados, esperando poder salvarse de la larga y viscosa serpiente, que se movía de un lado al otro sobre la mesa.

— Apuesto que aquí habrán algunos a los que pueden reconocer. — comentó Lord Voldemort, uniéndose a la reunión y con una sonrisa a sus anchas, acariciando la fría piel de la serpiente que comenzaba a deslizarse alrededor de su regazo. — Mis más sinceras disculpas por mi retraso, pero creo que mis carroñeros me han traído a alguien muy especial y no podía esperar a que lo vean.

Tragó con fuerza y aunque estaba seguro de que ya "casi" lo había visto todo, Lord Voldemort vendría con algo desagradable y tendría que poner su mejor cara, su mejor máscara de frialdad y no hacer ningún tipo de movimiento en falso, que delatara su disgusto por la circunstancia.

— Atentos mis amigos, les he traído una grata sorpresa.

Cerró sus manos sobre su túnica en su regazo, con tal fuerza, que sintió un pinchazo en ellas. Distrajo su mirada de la columna que había estado observado por largo rato y al escuchar las cuerdas que parecían sostener un largo saco sobre su cabeza, no pudo evitar sentir aquella constricción en su cuello. Tragó para humedecer su seca garganta y se atrevió a alzar la cabeza para mirar.

Sus pupilas se dilataron ante la sorpresa e inmediatamente, un sudor frío comenzó a correr a través de todo su cuerpo. No pudo evitarlo, tembló inconscientemente ante la vista que tenía frente a él.

Por supuesto que reconocía al cuerpo que flotaba sobre ellos.

— ¡Minerva McGonagall, queridos amigos míos! ¿Qué les parece? Nuestra nueva adquisición, la antigua directora del castillo. Después de ti, Severus. Por supuesto.

¿Por qué? ¿Por qué de todas las personas habidas y por haber, tenía que ser ella? Y justo en aquel momento, mientras estaba tendida sobre sus cabezas y como una vieja muñeca de trapo, sus ojos vibraron pesadamente y comenzaron a abrirse lentamente.

Que no se diera cuenta de que allí estaba. De que estaba mirando su ejecución.

— Shh... no despierten a nuestra invitada.

Se escuchó un gemido ahogado por las ataduras mágicas y se pudieron ver un par de ojos verdes, llenos de lágrimas, mirando a su alrededor. Y también, un cuerpo que trataba de safarce, inútilmente, de aquellas cuerdas mágicas que Voldemort sostenía con su varita en mano.

— Directora Minerva McGonagall o debo decir... ¿ex directora? — se escucharon risas y Severus Snape fue el único que no rió. — ¿Tiene alguna idea de por qué está aquí? — Voldemort esperó por una respuesta, sonriente, para luego recordar que la mujer estaba atada y amordazada. — ¡Oh, pero disculpe mis modales!

Desatarla fue lo peor y más cuando la mujer cayó sobre la mesa, estrepitosamente. Sus gafas de montura redonda, se fracturaron al contacto con la madera y la serpiente soltó un siseo en respuesta. La mujer se reincorporó de forma muy poco ceremonial y sentada sobre la mesa, su mirada viajaba desde los presentes y hasta la enorme serpiente que esperaba pacientemente a la orden de su amo.

— ¿Acaso sabe por qué está aquí?

No tuvo más opción que negar con la cabeza y todos volvieron a reír en pleno, mientras ella temblaba llena de miedo y se abrazaba a sí misma, en busca de su varita.

— No me creía tan tonto como para apresarla y aún así darle su varita, ¿o sí? Aunque dudo que alguien como usted y con el debido respeto, sea un enemigo para mí y mis queridos colegas. ¿No es así, Severus?

Maldita sea, ¿por qué lo había dicho? De inmediato, la cabeza de la mujer se movió en todas direcciones posibles, buscándolo con la mirada. Al encontrarlo, sus ojos verdes se ensancharon aún más y sus labios murmuraron algo que pudo entender:

"Por favor, no lo hagas".

— Durante años han sido colegas, ¿no es así, Severus? Durante años que la conoces, estudiaste bajo su tutela y luego te convertiste en profesor de la escuela y tuvieron que trabajar juntos. Dime, ¿cómo te trató? ¿Acaso tienes algún rencor en su contra, que quieras finiquitar? ¡Vamos, te dejo a ti la elección sobre su castigo y tortura! Te dejo a ti la decisión de qué hacer con ella.

El silencio sepulcral lo podía cortar con su varita y por un momento, su mente se llenó de diferentes ideas. "¡Déjala morir! Ya Albus murió y ya nada se puede hacer, ¡no vale nada!" "¡No la dejes morir, invéntate algo! Minerva te habría salvado la vida, si estuviera en tu lugar..."

¿O no?

— ¿Severus?

— Mi señor... — dijo y tuvo la sensación de que se estaba condenando. Aunque sabía que las mejores decisiones, nunca eran las más fáciles ni las más seguras. — tengo una idea mejor y si no le molesta mi sugerencia. — miró a la serpiente que esperaba comerse a su presa y en cierta forma, eso le dio más fuerza para continuar. — ¿Por qué no simplemente me la entrega como mi esclava? No quiero ofender a Colagusano, pero prefiero a alguien más eficiente y creo que los dotes de una mujer tan culta como Minerva McGonagall, todo ese conocimiento sobre el castillo y sus hechizos, se desperdiciaría si simplemente acabara con su vida. ¿No le parece?

La mesa en pleno pareció murmurar y Fenrir gritó desde su asiento: "te estás ablandando, Snape".

Pero lo importante era que Voldemort lo considerara, que pensara en ello y que accediera. Tragó con fuerza y esperó, tratando de no demostrar emoción alguna y no delatarse.

— No es mala idea, mi querido Severus. — escuchó al final de la larga mesa. — confío plenamente en que utilizarás ese conocimiento sabiamente.

— ¡Pero mi señor, Snape siquiera es de fiar! — rezongó Bellatrix a un par de sillas de distancia y los presentes enmudecieron.

Nadie cuestionaba las órdenes del gran señor, nadie.

Siquiera ella.

— ¿Crees que si no fuera de fiar, estaría sentado en esta mesa? ¡Oh Bella! Severus ha hecho más por mí de lo que tú has hecho durante años y es por ello; que estás a sillas de distancia de él.

Algunos rieron y la mujer, con un desagradable rubor en el rostro, desvió la mirada. El hombre alzó su varita con un movimiento perezoso y las cuerdas que ataban a la directora de la escuela, desaparecieron de inmediato.

— Muy bien Severus, sírvete de ella. Lo que quede será carne de mi preciada Nagini. — murmuró suavemente, acariciando la cabeza de su larga serpiente, que siseaba hambrienta y furiosa. — ya ya, Nagini. Ya podrás comer, te lo prometo. Ya sea a ésta mujer o al cuerpo sin vida, de Severus... si se atreve a desobedecerme.