La Lata
—Acchan, ¿qué pasaría si le robas un beso a Sakamoto?— KenKen prendió un cigarro y abrió una bolsa de pan. Era hora del almuerzo.
Mario observó a Acchan, por si encontraba alguna molestia por el comentario. No hubo ninguna reacción para preocuparse.
Acchan mordió su sándwich, por el gesto, era obvio que pensaba en una respuesta más o menos sensata. Bajó la mirada y negó. Tenía muy mala suerte como para que Sakamoto fuera a besarlo.
—Las chicas lo castran— Mario comentó muy tranquilo.
—Puede ser— KenKen le dio una calada y pasó el cigarro entre sus compañeros. Acchan lo cedió a Mario. Ya no fumaba.
—No quiero morir tan joven— Acchan respondió, dejando su almuerzo a medias. No le encontró sabor a la comida, por pensar en un beso imposible.
Acchan se levantó. Mario le negó a KenKen que lo siguiera, tenían que dejarlo a solas para que aceptara sus sentimientos.
Acchan se encaminó a la máquina de refrescos. Escuchó los gritos de las chicas; Sakamoto estaba cerca. Buscar un escondite o mostrar nervios, era un acto ridículo y no ganaba nada. Frente a él la rutina se repitió: Sakamoto era una celebridad en un escenario equivocado, avanzaba decidido y sin preocupaciones. Las chicas le ofrecían su ayuda, el obento y más cosas, pero Sakamoto las despedía sin causarles enojo, era más de lo que se esperaban y parecían emocionarse con escucharlo hablar. Ellas se detenían, murmuraban algo y se reían emocionadas. Las pláticas sueltas minaban el patio: "¿Por qué te gusta Sakamoto-kun?", ¿No te parece que Sakamoto senpai es genial?".
Acchan chasqueó la lengua y se alejó del barullo. Tenía sed y faltaba poco para que la campana le diera fin al descanso. Se abrió paso entre chicas de grados superiores y llegó a la máquina de refrescos, metió las monedas y apretó varias veces los botones. Las latas cayeron por el despachador y se inclinó a recogerlas. Contó cuatro, estaba tan distraído que compró una de más. No era necesario caer en tanto drama, él se la podría beber y asunto solucionado.
De regreso al salón, Acchan se encontró con sus amigos y a cada uno le tendió una lata. Al entrar al salón, Sakamoto ya estaba en su asiento, preparando sus materiales para la clase. Acchan le dejó la lata sobrante y se sentó en su lugar correspondiente.
Sakamoto alineó el refresco y giró en dirección al patrocinador.
—Muchas gracias, se lo agradezco— Sakamoto abrió la lata y le dio un sorbo. Acchan ocultó la cara en el pupitre, el corazón le reventaba el pecho. Se iba a morir, ¿cómo se sentían los paros cardíacos? ¡Se le entumía el pene! No, estaba bien, no era el brazo. —Un beso indirecto...— murmuró.
KenKen y Mario estaban confundidos.
—Besé esa lata antes— Acchan confesó y la cara se le llenó en un rubor que lo acompañaría por el resto de la semana.
