Vínculos indeseados

-¿Estás bien, pequeño? – preguntó Saphira, rozándolo con su hocico cariñosamente.

-Sí – contestó, mas su respuesta no convencía a nadie, mucho menos al dragón a su lado, no con ese vínculo Jinete-Dragón que compartían. En señal de empatía, Saphira no presionó con el tema.

Vínculo. La palabra resonaba amargamente en su cabeza. Malditos vínculos. Las lágrimas comenzaban a escocer en sus ojos. Se dejó caer al suelo, sintiéndose inútil, impotente.

Ahí yacía el gran Jinete Eragon, Argetlam, había ganado la batalla y sin embargo estaba derrotado. Ya no contenía las lágrimas y lloraba en silencio.

Le dijeron una vez "la verdad duele", pero nunca creyó que doliera tanto. Y es que dolía como un demonio, peor que un hechizo de Durza, mil veces peor que los golpes de Ra'zac. Se siente casi tan mal como cuando tío Garrow fue asesinado, tan desdichado como cuando Brom murió.

A la mierda si perdió a Zar'roc, ya no quería esa espada maldita después de lo revelado. ¿A quién le iba a importar algo así cuándo te enteras que tu padre es Morzan?

Sí, Morzan. El primer Apóstata. Un hombre cruel y poderoso que dio la espalda a los Jinetes de Dragón y decidió seguir a Galbatorix. El mismo Morzan que en un ataque de ira lanzó su espada, la maldita Zar'roc, a su pequeño hijo dejando una cicatriz que lo marcó de por vida.

Cicatriz que Eragon conocía de memoria y con los ojos cerrados. Cómo no conocerla, si tantas veces recorrió con sus manos esa fornida espalda y trazó con su lengua la extensión de la marca en ella.

Cicatriz que Murtagh vestía día tras día y noche tras noche, el recuerdo de su oscuro pasado. El legado de su padre.

Padre de Murtagh y padre suyo. Destino cruel. De todos los padres que pudo tener, tenía que tocarle el que también fue padre de su amante. Ex–amante. Hermano.

La traición del pelinegro ardía en su pecho desde el momento que lo abandonó. Verlo sentando en el lomo de Espina había sido como una daga al corazón. Pero nada dolería tanto como lo que minutos atrás había revelado.

"Zar'roc le pertene al hijo mayor de Morzan, no al menor". Dijo Murtagh con malicia, el odio bañando cada una de sus palabras. "Tú y yo somos lo mismo, Eragon"

"No es cierto, mi padre es Garrow" fue lo único que pude refutar, lo dicho por su hermano corría a toda velocidad por su ser como un veneno "Además, ya no tengo esa cicatriz en mi espalda"

Murtagh lo miró con odio. Eragon deseó estar en una pesadilla, que abriría los ojos prontos y despertaría en brazos del pelinegro, quien lo miraría con amor como siempre lo hizo y lo estrujaría contra si en señal de 'está bien, estoy aquí'. Nunca había deseado algo tan fuertemente como en ese momento.

"Como tú quieras, hermano mío" escupió Murtagh antes de abandonarlo, de nuevo.

Apretó los ojos, como quién quiere borrar un pensamiento. Más que un recuerdo, Eragon quería borrar su sangre, su descendencia y cualquier vínculo biológico que lo emparentara con Murtagh.

Quería que desaparecieran para poder volver a su lado, para volver a besar sus labios, para poder hacer con él todas las cosas que no estaban permitidas hacer a los hermanos.

FIN-


Espero hayan disfrutado

Nota mental: darle un poco menos de angst a mis historias. Okey, okey dejar de escribir tanto angst.