Hola gente. Vuelvo esta vez cambiando de idioma, a uno que tenía un poco olvidado, pero solo porque no encontraba historias lo suficientemente buenas para traducir. Pero aquí está. Il castigo del silenzio de martaparrilla, la misma autora de For fair, for love, que también traduje hace un tiempo. Al igual que este, cada capítulo está contado desde el punto de vista de una de las chicas. Si mal no recuerdo los capítulos impares es el punto de vista de Emma, y los pares, de Regina, pero no recuerdo si algún cambio, creo que no.

Es bastante emotivo, y por supuesto con su carga de drama casi desde el principio. Yo lo siento, sé que alguna me pedís algún fic ligero y divertido, pero no encuentro ninguno de suficiente calidad, one shoots sí, pero aun así no me han llamado la atención. Aunque bueno, Sedgie tiene uno que aunque hay algo de drama es muchísimo más ligero, y el que está haciendo ahora es la historia swanqueen de Vacaciones en el mar, aquella mítica serie americana. Más o menos. Cuando la acabe, si eso, la traduzco. A mí me está gustando, porque ella escribe super bien, pero encuentro la historia bastante por debajo de otras como la de Yin & Yang, o Las flores del mal, o Touch. Será porque con ella estoy acostumbrada al drama y las emociones fuertes.

Bueno, sin más comenzamos esta aventura titulada El castigo del silencio.

Henry

Peggy, Wolf, Shila, Red y Sally. Ok, están todos.

Sus correas están divididas entre mi mano derecha y la izquierda y tiran casi hasta ahogarse. Siempre me han gustado los animales, pero nunca he encontrado un trabajo adaptado a esta pasión. Así que finalmente me decidí: después de haber sido despedida de la cafetería donde trabajaba desde hacía cinco años, he tenido que buscarme una actividad desde cero. Mi gran patio me permite tener cómodamente diez perros con una distancia de seguridad y gracias a los panfletos dejados en las clínicas veterinarias y en las perreras he encontrado tres clientes. Humanos, obviamente. No es mucho, pero como comienzo debo contentarme. Y por eso me encuentro teniendo que pasear durante tres horas al día a Peggy, pequinesa de color miel, a Wolf, pastor alemán tierno como un bebé, a Shila, una perra labrador terrible, y a Red y Sally, una pareja de viejos pachones.

Es divertido cuidarlos.

No, no es divertido.

Lo es por la edad que tengo ahora, pero no podré sacar de paseo a perros toda la vida. Por eso me estoy moviendo para crear un especie de "campamento para animales", una casa donde quien quiera puede dejar sus bestias si tiene que marchase o por asuntos ineludibles. Todo, obviamente, a módicos precios. Esto es algo más estable aunque se necesitará mucho dinero para llevarlo a cabo.

Me siento en el banco del parque, teniendo cuidado de atar bien dos de los cinco perros que han dejado a mi cuidado. Soltarlos a todos juntos sería como ir a buscar la muerte voluntariamente, y aún no estoy lista para morir.

No a los 25 años.

Como de costumbre, hay mamás y papás con sus hijos, mientras yo estoy con mis perros. Pero ni siquiera son míos. Digamos que los perros son un buen comienzo para tomar responsabilidades sobre otro ser vivo, practicaría a la espera de que se insinuase en mí también aquel lejano deseo de ser madre. Antes de conocer a Elisabeth quería de verdad tener hijos, en el momento oportuno, con una casa, un trabajo estable, todo eso. Ella consiguió que odiará también eso.

Elisabeth es mi ex novia, una persona que aún no sé si colocar en el grupo de las que hay que olvidar o recordar para siempre. Solo sé que no le perdonaré nunca el haber insistido tanto en querer tener un hijo, porque ahora ni siquiera quiero oír hablar del tema. Es un capítulo cerrado desde ese momento y así debe permanecer.

Habitualmente, mi amiga Ruby me acompaña por las tardes, pero hoy se ha quedado en mi ex cafetería con mi ex jefe y mis ex clientes que aún se preguntan si he sido encerrada en algún hospital psiquiátrico. Digamos que mi adiós de la cafetería no fue propiamente tranquilo. Si mi jefe pretende que los clientes se sientan libres para toquetearme sin que les rompa la nariz, se equivoca de lado a lado. Las manos se meten en los bolsillos y no me interesa si levantar la mano a seres humanos poco respetuosos le quita prestigio al local. Y así me tiró a la calle, mientras Ruby, definitivamente más libertina desde ese punto de vista, sigue allí, y esta tarde está de turno hasta las ocho.

Suspiro antes de darle un golpecito a Shila en la cabeza. Es mi tormento, siempre logra crear pelea con los otros perros, es tremenda.

«Debes dejar de agitarte, ¿he sido clara?» la miró seriamente, con el dedo índice apoyado en mi nariz. Ella se echa bajo el banco, ofendida.

Suelto a Red y Sally que, coleando, van a olisquear a algún ser vivo que encuentran en su camino, poniéndoles ojos tiernos para recibir una caricia. Una cosa es cierta, siempre la obtienen.

Mientras mantengo un ojo en aquellas dos y acarició a Wolf que duerme, pacíficamente, abro la bolsa para coger un poco de agua. En ese momento, alguien se sienta a mi lado. Me giro lentamente y veo a un niño que puede tener diez años más o menos, respirando entrecortadamente, que mira alrededor con expresión asustada. Recorro con la mirada los alrededores, para asegurarme que nadie lo estuviera siguiendo, pero no veo a ninguna persona.

Shila, al ver al recién llegado, se acerca a él antes de olisquearlo y alzarse sobre las dos patas posteriores para llegar a sus manos. El niño comienza a acariciarla y parece que se calma.

«Shila, no molestes» digo yo en tono severo, pero como de costumbre no me hace caso. Los belfos del perro hacen cosquillas en la mano del niño que se echa a reír.

Se tensa un segundo cuando escucha mi voz, antes de volver a reír y jugar con ella. Parece más relajado como para darse la vuelta y mirarme. Me mira intensamente a los ojos sin proferir una palabra y después, avergonzado vuelve a concentrarse en Shila.

«Hola, muchacho» digo amablemente. Al sonido de mi voz comienza a balancearse hacia delante y hacia atrás en el banco

«¿Te sientes bien?» añado poco después. Intento descubrir en su cuerpo algo que me haga comprender si tenía algún déficit de algún tipo. No es sordo ya que se dio la vuelta cuando escuchó mi voz. Quizás alguna deficiencia intelectual que no le permite interactuar con el mundo exterior.

«Ok, no quieres hablar. ¿Sabes? A mí también me pasa a veces de no tener ganas de hablar, las personas son aburridas. Mejor los perros, al menos ellos están callados» asiento para auto convencerme de mis palabras.

«Puedes seguir jugando con Shila si quieres, yo me pongo a leer y ya no te molesto»

Ahora que todos los animales se han colocado, decidió relajarme un poco con el libro que he traído conmigo. Hace semanas que quiero empezarlo, pero por un motivo u otro, no he conseguido cogerlo seriamente. No tengo una vida para nada movida, pero últimamente un poco por la pérdida del trabajo, un poco por amigos que no pueden definirse exactamente como tales y ex novias poco tranquilas, mi cabeza ha soportado un estrés bastante importante y los libros son el último de mis problemas.

Ojeo las primeras páginas mientras cada cierto tiempo desvió la mirada hacia el niño que continúa jugando con Shila. Al finalizar el primer capítulo, una vocecita interrumpe mi concentración.

«¿Son tuyos estos perros?» pregunta arrodillándose para mirarla de cerca, con voz débil y la mirada baja. Sin prestar demasiada atención, respondo

«Más o menos, los saco a pasear todos los días» De repente Shila se coloca sobre dos patas y lo tira. El niño se echa a reír y yo con él.

«Creo que le gustas» tiró de la correa para que él pueda volver a levantarse. Del bolsillo del chaquetón saca un paquete de pañuelos, y con cautela saca uno. Se sienta de nuevo y se limpia el polvo. Se concentra minuciosamente en cada dedo, palma, dorso y también bajo las uñas. Parece que quisiera limpiarse de algo mucho más sucio que un poco de tierra. Se aleja para tirarlo.

«¿Estás solo aquí?» pregunto con curiosidad

«Más o menos» su rostro cambia de expresión

«¿Cómo te llamas?» intento cambiar de tema

«Henry, me llamo Henry» voz tímida, mirada siempre baja.

«Oh, encantada Henry, yo soy Emma» extiendo la mano para apretar la suya, y él vuelve a acariciar al perro. Avergonzada la retiro.

«¿Puedes hacerme un favor? ¿Te apetece darles una vuelta? Así quizás deja de moverse tanto y a ti te aparece una sonrisa en la cara» al sonido de mis palabras, y por segunda vez, me mira a los ojos. Fue un momento antes de ver que esbozaba un débil sonrisa entre sus labios.

«Ok, pero mira, hagamos una cosa» meto los dos índices en la boca y haciendo un poco de presión con la lengua, emito un silbido.

«¡Red, Sally, venid aquí!» los dos perritos se acercan coleando, y rodean a Henry que ya no sabe cómo acariciarlos. Con algo de dificultad, los ato a sus respectivas correas antes de soltar a Peggy y Wolf, definitivamente los más tranquilos de los cinco.

«Ahora, puedes ir» digo satisfecha

«Ok»

Se levanta lentamente, se coloca bien su chaqueta y comienza a caminar

«Te llamo yo cuando tenga que llevarlos de nuevo a casa» le digo mientras lo veo alejarse

«¡Ven Shila, ven!» dice él en voz baja mientras la perra colea feliz por tener un poco de atención solo para ella.

Todavía sostengo el libro entre mis manos, pero el comportamiento del niño ha captado mi atención. Pasea lentamente, cuidando de no hacer pasos demasiado diferentes unos de otros. Siempre mira el sendero de piedras sobre el que camina con Shila a su lado y cada vez que encuentra un obstáculo en su camino, ya sean personas o animales, se para hasta que el obstáculo se haya apartado. No quiere perder el ritmo o la cuenta. Cada cierto tiempo se detiene, mira alrededor, hace cálculos con las manos que solo él conoce y continúa. El parque tiene un recorrido de piedra ovalado, por lo que en cierto momento lo pierdo de vista tras algunos árboles y lo veo aparecer poco después en la parte opuesta. Shila está extrañamente tranquila con él a su lado, normalmente arrastra al que lleva la correa como si no hubiese un mañana, en cambio, lo sigue en sus movimientos, en sus pausas y ni una vez ha ladrado o tirado más de lo debido. Ni siquiera parece ella. Es como si se comprendieran el uno al otro.

Piernas cruzadas, cabeza apoyada en la mano que a su vez está apoyada en la rodilla. Mi posición no me permite ver ni a derecha ni a izquierda, y mi mirada está completamente perdida observando a aquel extrañísimo niño, no me he dado cuenta de que alguien de lejos me observa. No le hago mucho caso, pero, un poco la insistencia de su mirada, un poco por la llamativa imagen, aquella mujer ha capturado mi atención. Está apoyada en un árbol a la entrada del parque, tomando cuidado de esconderse cuando Henry pasa a su lado, no logro comprender si es ella la que tiene miedo o al revés. Ciertamente, ha comprendido que estoy interesada en aquel niño al menos tanto como ella y, en el momento en que Henry aparece tras los árboles, en el punto más alejado de mi banco, la veo acercarse a mí.

Paso seguro, zapatos de tacón, negros, impecables, traje sastre gris con escote asimétrico, que ciñe su cuerpo definitivamente perfecto. Si al principio sentía curiosidad por su postura ahora la tengo por sus piernas. Cabellos oscuros, en un peinado impecable, ojos marrones oscuros, abrigo beige. El golpe de gracia me lo dan sus labios cubiertos con un rojo encendido. La miro intensamente.

«Hola» me dice con fingida cordialidad. Su tono controlado, la voz absolutamente paradisiaca me sacan del estado de trance en el que, involuntariamente, he caído. Permanezco exactamente en la misma posición, la cabeza alzada para cruzar su mirada, y ella a dos pasos de mí, mientras sostiene tristemente un bolso entre los dedos de la mano derecha.

«Buenas tardes» digo en tono sinceramente cordial, al contrario que ella

«Veo que conoce a mi hijo» suelta alzando el tono de voz. El sol está a sus espaldas y aquella luz no me permite verla bien. Apoyo la espalda en el banco, apretando los ojos.

«¿Cómo? ¿Perdón? ¿Nos conocemos?» digo arriesgadamente. Claro que me hubiera gustado conocerla, pero francamente no tengo ni idea de qué está hablando. Después, me acuerdo de Henry, desvió mi mirada para buscarlo y lo encuentro sentado en un banco con el hocico de Shila apoyado en sus piernas, y en silencio la está acariciando. Él mira un punto impreciso en el vacío. La cabeza de la mujer sigue mi mirada y cuando comprendo a quién se refiere, suspiro

«¿Usted es la madre de Henry?»

Irritada, se lleva las manos a las caderas.

«¿Cómo diablos conoce también su nombre?»

Frunzo el ceño, desorientada

«Se lo he preguntado y me lo ha dicho, esto es todo» sus manos abandonan las caderas y caen a los lados, haciendo que el bolso se desplomara en el suelo. Ella parece que no se da cuenta, así que se lo recojo y extiendo la mano para devolvérselo.

«¿Cómo, perdón?» añadió asombrada

«Obviamente se lo he preguntado, todavía no leo en pensamiento» dado que parece que ella no ha visto mi brazo que sostiene su pesado bolso, lo dejo en el banco a mi lado.

«¿Y él ha respondido?» la pierna derecha avanza sobre la izquierda, anulando la distancia entre ella y el banco, para sentarse a mi lado. Su busto gira hacia mí, los ojos brillantes, los labios húmedos.

Emma Swan, haz trabajar a tu autocontrol, por favor.

«Sí, claro que me ha respondido» con la boca abierta en una gran O de sorpresa vuelve a buscar al que parece ser su hijo y vuelve a fijarse en mí

«¿Cómo ha hecho para hacerlo hablar?»

«He esperado a que tuviese ganas de responder a mi pregunta» es lo que realmente he hecho. Vi que no quería hablar y me puse a lo mío. Solo después me dirigió la palabra.

«No abría la boca desde hacía dos años, no…» su mano izquierda sube rápidamente hacia su boca, cubriéndola. Una lágrima desciende por su rostro y de repente, me siento incómoda. Inmensamente incómoda. Cojo un pañuelo de mi bolso y se lo doy.

«Gracias» responde ella. Seca delicadamente ambos ojos para no hacer correr su perfecto maquillaje.

«Se ha sentado a mi lado hace poco más de una hora, estaba asustado y uno de mis perros se acercó a él para jugar. Ha acariciado a Shila, que es la perra que está con él ahora y ha sonreído. Le he saludado y preguntado cómo estaba, pero nada. Entonces, me puse a leer y después de un cuarto de hora, más o menos, me ha preguntado si esta banda de perros era mía» le señalo a Red y Sally a mi lado «y logré sacarle su nombre. Después le he preguntado si quería darle un paseo a Shila y ha consentido» le dirijo una sonrisa a ella.

«No…no sabe lo que significa para mí que Henry haya hablado»

«Probablemente no, pero lo puedo intuir fácilmente por su reacción» inclina un poco la cabeza y sonríe. Y en ese momento, un pinchazo en el corazón me hace perder la respiración. Es inmensamente hermosa. Me llevo una mano al pecho intentando recomponerme. Cierro los ojos y respiro profundamente antes de poner de nuevo mi atención en ella. Su mirada vaga a través de todo el parque hasta Henry, que está acariciando a Shila, ignorante de todo. Largos y fuertes dedos de uñas pintadas de negro se apoyan sobre las rodillas descubiertas, apretándolas, casi aferrándose a ellas.

«Si quiere, lo llamo, le he dicho que lo llamaría cuando la hora del paseo hubiese acabado»

«No, yo» duda si continuar «prefiero mirarlo aún un poco más, de lejos. Quizás para él haya todavía una esperanza de contacto con el mundo exterior. Estábamos paseando por el centro comercial, y lo perdí de vista. Últimamente se escapa a menudo»

Se humedece los labios cada vez que tiene que hablar.

«De acuerdo, de todas maneras comprendo, también yo me escapaba a menudo a su edad» a lo lejos escuché a los perros ladrar y mi lado de dog sitter se puso en alerta. Me levanto y apoyo la mano en la frente, a modo de visera, para poder ver a lo lejos sin el fastidioso sol sobre los ojos. A lo lejos diviso a Wolf y Peggy con las patas delanteras apoyadas en el tronco de un árbol. Seguramente han visto algún animalillo al que aterrorizar.

«Perdóneme un momento, mis niños me dan trabajo» me dirijo a la mujer aún sin nombre antes de coger las dos correas y llegar a ellos corriendo.

«¡Vosotros dos, abajo, dejad de ladrar como dos desesperados!» los recrimino severamente

«Wolf, me asombras, deberías dar buen ejemplo, pero…» alzo la cabeza antes de ver a un gato gris con la mirada de cualquier cosa, menos de simpatía «comprendo tu rabia, tesoro, los gatos también irritan mi sistema nervioso» Parece comprender mis palabras porque se sienta y, moviendo la cola, emite un breve ladrido de aprobación. Agarro el collar para enganchar la correa y deprisa hago lo mismo con Peggy, algo contrariada por haberle quitado su diversión.

Un ladrido familiar se acerca a nosotros, y al girar la vista, veo a Henry con Shila, extramente tranquila y feliz.

«Hey, chico, ¿te has cansado de ella?» me pongo recta

Él, siempre silencioso, se pone detrás de mí y mira más allá de mis hombros, en dirección a aquella mujer.

«Tu madre está preocupada» se puso a balancearse hacia delante y hacia atrás. Solo la cercanía de Shila a su lado lo hace venir a mí. Al mundo real.

«¿Acaso se porta mal contigo?» pregunto preocupada. Aquella diosa no me parece violenta, pero la experiencia enseña que las apariencias engañan, siempre. De nuevo aquel resplandor en sus ojos, mi mira unos segundos para después decir que no con la cabeza, seguro y convencido.

«Ok, entonces ¿qué te parece si vamos con ella? ¿Sabes? No se cree que me hayas dicho tu nombre, porque no hablas mucho, o al menos, eso es lo que dice ella. Pero yo prefiero preguntártelo a ti» cerca de mí, Wolf y Peggy dan saltitos.

«No tengo mucho que decir» Otro débil sonido sale de su boca

«Oh, bien, no todos podemos ser grandes oradores, diría que dices lo indispensable, eres una compañía interesante para quien no quiere tener dolor de cabeza» él sonríe casi avergonzado y encuentro que, a pesar del verde de sus ojos, tiene la misma luz de los de su madre. No habla, pero sus ojos dicen muchas, muchas cosas.

«Mira, te propongo un trato, ¿quieres escucharlo?» he captado su curiosidad. Alza las cejas frunciendo su frente.

«Vengo aquí todos los días y estos cinco son mi condena, ¿y si vinieras tú también todos los días a echarme una mano? Siempre que quieras» Meto mis manos en los bolsillos y me quedo observando su cuerpo. Si no hubiera hablado, habría tenido que descifrar su respuesta a través de su cuerpo. Su mirada pasa de Wolf y Peggy a Shila, que con su mirada de adoración espera la enésima caricia.

«Ok» dice con un tono más alto que el usado hasta ahora.

«¡Uhhh, fantástico!» exclamo «Ahora, ha llegado el momento de marcharse, ¿vamos juntos a decírselo a tu madre? En mi opinión, dirá que sí, ¿verdad, Shila? ¡Piensa tú en cómo convencerla!» sonríe de nuevo. Cada vez que hablo a los perros como si fueran humanos, Henry sonríe. Y su sonrisa es su ok para acercarse a la madre. Los cinco recorremos lentamente la distancia que nos separa del banco donde aquella mujer está aún sentada y a la espera de nuestro regreso y, probablemente, espera también escuchar la voz de su hijo.

«Aquí estamos, he recogido a mis niños y también al suyo» digo intentando suavizar la tensión

«Hola, Henry» se levanta del banco. Su intento de acercarse al hijo no tiene buen fin.

«Henry, Shila y yo tenemos una propuesta que hacerle» añado yo «Vengo aquí todos los días y no sé cuáles son los compromisos de Henry o los suyos, pero me gustaría que Henry pudiera venir a echarme una mano. ¡Como puede ver, Shila está loca por él!» me giro hacia Henry que mira fijamente al suelo.

«Le he preguntado a Henry y me dicho que le gustaría, pero obviamente debemos primero preguntarle a usted» aquella mujer me mira aturdida, casi como si tuviera miedo de emitir cualquier respuesta que condicionara a Henry. La hago una señal de aprobación con la cabeza para animarla y solo entonces comienza a hablar.

«Creo que es una buena idea, mañana yo misma lo traeré aquí a las…¿a qué hora llega usted cada día?» me pregunta con la sonrisa estampada en el rostro

«¡A las cuatro y media estará bien! ¿De acuerdo, Henry?»

Asiente en silencio.

«¡Shila, creo que deberás pedirle a tus dueños una paga más alta ya que tendrás dos personas que cuidarán de ti!» el reloj de mi muñeca marca las siete y media, debo irme a devolver las bestias a sus respectivos dueños.

«Debo macharme ya, ¿nos vemos mañana?» recupero las correas de Red y Sally, y rápidamente Henry me entrega la de Shila antes de colocarse al lado de la madre.

Una vez más me mira asombrada, pero ha desaparecido de su mirada aquella arrogancia de quien piensa que lo sabe todo.

«Adiós señora, y ciao, Henry, nos vemos mañana»

Y de nuevo me dirijo a casa, con los brazos doloridos por la fuerza que debo ejercer para tener controlados a aquellas cinco bestias, pero con una buena y nueva sensación encima. De alguna manera he ayudado a aquel niño y, saber que he hecho ese pequeño acto, me da unas energías inesperadas.


Aquí el primer capítulo. ¿Se imaginan a Emma rodeada de perros, paseándolos? Jajajajaj. Bueno. Tenemos a un Henry a quien algo le pasa. Ya veremos qué le pasa, por qué, y cómo lo lleva Regina.