Al parecer era otro día como cualquiera en la oficina. La gente empezaba con sus quehaceres, movimiento de papeles y llamadas telefónicas ya que para mantener a flote lo grande que era la empresa más grande de todo Valoran. La empresa tenía sede en Piltover, una de las ciudad más importantes y más desarrolladas de todos los países que se encontraban dentro del continente.
No solo trataba con innovadores proyectos y construcciones para hacer la vida de la gente mucho más cómoda, pero también ayudaba a la gente necesitada de hogares dando empleo e invirtiendo dinero en muchas obras benéficas para sacar diamantes en bruto de gente que no tiene recursos.
Todas las semanas la empresa organizaba una fiesta benéfica a la que acudían todos los empleados y lo que sacaban de ella se destinaba a financiar esos proyectos junto con el dinero de los inversores.
Sí, la empresa en la que trabajaba era de las mejores del mundo entero, pensó la joven morena que redactaba en el ordenador un discurso para las nuevas adquisiciones de la empresa en el mercado de invierno. Siempre entraban nuevos becarios y muchos se quedaban con contrato fijo para trabajar ya en la empresa para siempre o hasta que quisieran irse de allí.
La joven había accedido así al mejor trabajo que había tenido nunca, la verdad. Se encontraba a gusto con los compañeros, aunque tenía sus rencillas con varios de ellos, aunque no fuera nada importante. Además, había ascendido los escalones de la empresa rápidamente, consiguiendo uno de los mejores puestos de jefa de sección en la rama de investigación.
Por cada sección que había en la empresa había dos jefes, así que ella trabajaba con otro joven inventor, una de las mejores promesas que habían tenido nunca y uno de los hombres más cotizados y deseados entre las mujeres que trabajaban allí, Jayce. Era una hombre amable, caballeroso, siempre dispuesto a ayudar, aunque un poco arrogante.
Pero era difícil no creerte que eras el mejor cuando trabajabas en uno de los mejores puestos que había allí.
Levantó la mirada del escritorio terminando su discurso y desperezándose en su amplio despacho. Se levantó de la silla tan cómoda que tenía en la oficina y se acercó a la ventana para observar la gente que paseaba por la calle tranquilamente. Algunos entraban en sus oficinas con proyectos y buscando financiación para nuevos trabajos. Sonrió.
Hoy entraba nueva gente a trabajar con ellos y seguramente le tocaría guiar a algunos de los nuevos por la oficina. Probablemente algunos acabarían trabajando para su sección y serían sus nuevos empleados, así que tenía que dar la mejor impresión posible.
Alguien llamó a su puerta sobresaltándola momentáneamente y fijando sus irises azules en ella, invitó a la persona a pasar con su voz aterciopelada y sonrió de nuevo a su secretaria, Leona. La joven con pelo castaño pelirrojo entró en su despacho con una carpeta bajo del brazo, vestida con unos pantalones vaqueros y una camiseta que enseñaba su generoso escote.
– Buenos días, Leona – le dijo la joven acercándose a ella para coger la carpeta que le tendía.
–Buenos días, Caitlyn – sonrió de oreja a oreja –, el presidente va a recitar el discurso de bienvenida a las nuevas adquisiciones de la empresa, me ha pedido que le entregue el dossier de todas las que estarán bajo tu cargo y el de Jayce. Ah, y que vayáis al hall para guiarlos hacia las instalaciones donde trabajarán este año.
–Por supuesto, estaba preparándome para ir ahora mismo.
Salió de su despacho junto a su compañera cerrando detrás de sí la puerta. Todos en la oficina la saludaron con gusto y una sonrisa de oreja a oreja, todos adoraban a Caitlyn en la empresa y en aquel sitio. Siempre los trataba con respeto, sin echarles la bronca de forma desagradable y cada vez que podía los ayudaba con las tareas en las que se atragantaban. Sí, era un verdadero ángel para ellos.
Caitlyn, completamente impoluta, vestida con botas altas, un vestido corto de color morado y su sonrisa blanquecina se juntó en la entrada del departamento junto con Jayce, que estaba elegantemente vestido con un traje para recibir al resto de gente que iba a entrar a trabajar ese mismo día.
Charlaron amigablemente sobre los proyectos que tenían entre manos mientras bajaban las escaleras hacia la recepción, donde una marabunta de personas esperaban delante de un atril en el que se encontraba el presidente de la empresa, al lado de él se encontraba la co-presidenta vestida elegantemente con un traje que le daba aspecto de estricta, aunque la mayoría conocía a Vayne por ser justamente eso, era muy buena dirigiendo junto al pequeño Yordle Heimerdinger, uno de los mejores inventores de la época.
Se juntaron con los demás jefes de departamento charlando mientras terminaban el discurso de bienvenida para los nuevos. Jayce y ella se quedaron hablando con Sarah Fortune y Gangplank, ambos dirigían el departamento naval y aunque tuvieran mucha rivalidad entre ellos, eran los que mejor sinergia tenían trabajando en esos proyectos.
Una vez que los aplausos invadieron el hall de entrada de la empresa, decenas de personas esperaron a ser llamadas por los jefes para ir a trabajar. No había más de veinticinco trabajadores esperando para ser llamados, así que la cosa iría rápida. Caitlyn empezó a observar las personas que entrarían a trabajar para Jayce y ella y le dio la mitad de los dosieres a él para que empezara a llamar.
Caitlyn llevaba solo tres años trabajando para esta empresa y a pesar de ser joven no había defraudado, así que junto a Jayce tenía el acuerdo de quedarse con la mitad de los nuevos integrantes de la plantilla de forma aleatoria. Ninguno se había quejado hasta la fecha, así que era perfecto para ellos y les quitaba más trabajo del necesario.
Empezó a llamar a las personas por su nombre y cada vez que conocía a alguna nueva se presentaba y la mandaba a su puesto de trabajo con unas simples directrices. Hasta que llegó al último dossier y se quedó mirando la ficha que tenía en la mano con cara de incredulidad.
No podía ser, esta persona no podía entrar a trabajar ahora, no podía entrar a trabajar precisamente con ella. Solo el simple nombre que había grabado en la ficha le molestaba, un recuerdo de su pasado para nada agradable. Exasperada cambió la sonrisa amable que tenía por un mohín enfadado y llamó a la persona cuyo nombre estaba en la ficha.
Delante de ella apareció una joven unos centímetros más alta que ella. Vestía con unos vaqueros holgados y una camiseta sin mangas ajustada, mostrando sus brazos marcados y los músculos entrenados. Sus ojos azules se fijaron en los suyos, un poco más oscuros. La joven no pudo evitar sonreír de oreja a oreja con esa sonrisa de superioridad y desdén que a Caitlyn siempre le había sacado de quicio.
–Vaya, vaya, ¿quién lo hubiera imaginado? – preguntó la recién llegada mientras ojeaba de arriba abajo a Caitlyn sin mostrar ningún respeto por observarla de esa forma tan… inquietante.
–Yo desde luego no – le dijo Caitlyn sin cambiar el gesto –. Sígueme, te mostraré tu puesto de trabajo.
–¿Eso es todo, cupcake? – preguntó riéndose al notar cómo la joven se ponía tensa ante el mote que usaba para sacarla de quicio – ¿Después de tanto tiempo me tratas como si fuéramos desconocidas? Me hieres.
–Vi, no tengo tiempo que perder contigo – dijo sin girarse para verla, sabía el gesto que estaba dibujado en su cara –. Hay que hacer muchas cosas hoy, acompáñame.
–Oh, la reina de hielo ha vuelto.
–Cierra la boca – contestó ella sacando una carcajada de la joven.
Sin decir nada más comenzó a subir las escaleras detrás de ella. Vi miraba a todas las personas que había a su alrededor, lanzando más de una sonrisa y mirada aviesa a las jóvenes tan agradables a la vista que había en la oficina. Causando más de una reacción risueña de las chicas que pasaban por su lado, Caitlyn empezó a resoplar con impaciencia.
Se quedó parada al final de las escaleras bruscamente, haciendo que Vi se chocara con ella distraída como estaba mirando al resto de féminas de allí. La agarró de la cintura para que no se cayera, haciendo que el sonrojo les llegara a sus mejillas, aunque por suerte estaba de espaldas a ella y no le vio la cara. Se giró enfadada para observar su sonrisa de superioridad, se planteó si darle una bofetada era la mejor de las escenas que se planteaban en su mente.
–¿Vas a empezar como siempre? – le dijo la morena cruzándose de brazos.
–¿A qué te refieres? – dijo subiendo un escalón y poniéndose a su misma altura, podía ver los ojos de Caitlyn perfectamente desde ahí y contemplar de cerca sus labios.
–Ya estás montando un alboroto en la oficina y ni siquiera hemos llegado a tu puesto de trabajo, ¿acaso quieres que te despidan el primer día?
–Pero si yo no he hecho nada – le dijo ella sonriendo de nueva con esa superioridad tan insufrible–. Son ellas las que me desean, no es culpa mía estar tan buena.
Caitlyn suspiró entrecerrando sus ojos sin dejar de cruzarse de brazos. Tener a Vi en la oficina iba a ser lo peor que podía pasarle en estos momentos, con lo tranquila que estaba ahí haciendo su trabajo tranquilamente.
–Eres una engreída – frunció el ceño.
–Y tú una siesa – contraatacó.
–¿Sabes que soy tu jefa? – le preguntó haciendo que Vi borrara la sonrisa, por fin pudo sonreír la morena.
–Bromeas – le dijo ella sin creérselo del todo.
–Tócame la moral, Vi y estás fuera – le dijo autoritariamente –. ¿Por qué crees si no que iba a estar aquí guiándote por la empresa?
–Porque… ¿eres la secretaria del jefe? – aventuró a decir con gesto divertido.
Definitivamente una bofetada en la cara le haría justicia.
Caitlyn se encontraba intranquila en su despacho mirando a través de la ventana hacia el resto de trabajadores de la planta. Ninguno de los nuevos que había entrado causaba tanto "furor" como Vi en las mesas de proyectos. Había que reconocer que era una chica inteligente, tenía don de gentes y sabía abrirse paso entre los corazones de la gente, sin embargo esa sonrisa que tanto odiaba la morena hacía que su odio hacia la pelirrosa aumentara.
Su historia se remontaba hacía varios años ya, cuando las dos coincidieron en la misma carrera en el Instituto de Ciencias de Piltover. Caitlyn había sido la chica sobresaliente de la clase, una genio, la mejor trabajadora, proveniente de familia bien y con una educación increíble. Vi venía de las calles, había sido criada en un orfanato y había accedido a través de una beca debido a su gran potencial como ingeniera. Increíble como parecía era de verdad una gran trabajadora y sus ideas eran innovadoras, cualquier empresa querría tenerla entre sus filas.
Pero tenía que haber elegido esta.
¿Por qué?
Resopló enfadada viendo cómo coqueteaba con una de sus compañeras delante de unos planos, sin dejar de mostrar esa sonrisa que volvía locas a las mujeres. Vi nunca había escondido su inclinación sexual y desde luego nadie había tenido problema en aceptarla y respetarla. Puede que fuera su físico, la forma en la que miraba, el tatuaje de unos engranajes que mostraba en su hombro o su forma de ser tan directa, pero tenía algo que hacía que la gente se sintiera atraída hacia ella.
¿Y por qué le resultaba tan desagradable?
No, desagradable no era la palabra. ¿Odio? ¿Tirria?
El caso es que había algo de ella que no le gustaba en absoluto, algo que hacía que dentro de ella se revolviera un sentimiento desconocido y que no lograba colocar dentro de su esquema de emociones. Era un engorro.
Pero tendría que lidiar con ella.
La verdad era que se le hacía raro ver todos los días a Caitlyn, pensaba Vi. La reina de hielo había regresado a su vida y desde luego no era un cambio que la molestara mucho. Se sentía más bien cohibida delante de ella pero al final siempre conseguía hacer que molestarla con una de sus sonrisillas de superioridad le alegrara el día.
La joven morena siempre había sido muy competitiva con ella, así que estaba la mayoría de veces encima suya para comprobar todos los proyectos en los que estaba trabajando para darle la tabarra y sacarle mil imperfecciones porque a ella no le gustaban.
Pronto por la oficina se empezaron a crear los rumores de que Caitlyn tenía encasillada a Vi y que no la dejaba ni a sol ni a sombra, como si fuera un bebé recién nacido que necesita que cuiden de él a todas horas. No le prestaba la misma atención que al resto de becarios que habían entrado ese año y había hecho que dos facciones se crearan en la empresa pasado un mes de la llegada de la pelirrosa.
Los que apoyaban a la recién llegada y la facción que defendía al ángel de la empresa, Caitlyn. Gente como la secretaria de la joven, como Leona, apoyaba a su jefa al cien por cien, mientras que otra parte del piso en el que se encontraban estaban a favor de Vi y de que la dejaran en paz, sobre todo después de ver que era una gran trabajadora.
Pero esa sonrisilla siempre estaba en su cara. Sacaba de sus casillas a la morena.
Sobre todo cuando Janna se acercaba a ella.
Esa mujerzuela.
No había día en el que la joven rubia no fuera a coquetear con Vi, quien fue la que empezó el juego con ella primero, todo sea dicho, pero que aceptó con gusto y lo siguió con una sonrisa de oreja a oreja levantando algunas miradas de envidia en la oficina no solo por la parte de la pelirrosa sino por la suya propia.
La rubia siempre se encaramaba al escritorio de la pelirrosa mientras estaba dibujando o repasando alguno de los bocetos nuevos para llevárselo a Caitlyn y que diera el visto bueno. Le sonreía con un aire seductor y charlaban hasta que alguna de las dos se acercaba demasiado y separaban caminos con miradas y risitas que llamaban la atención de todo el mundo.
Caitlyn odiaba que no le hicieran caso.
–No me molesta cuando estoy trabajando y tampoco me distrae, estás exagerando, jefa – le dijo con aire ausente un día que le sacó el tema.
–No sé para qué me molesto en decirte las cosas, de verdad – se quejaba ella antes de lanzarle una carpeta llena de bocetos –. Estos tienen que estar listos para dentro de dos días.
Vi en vez de quejarse por la cantidad de trabajo que le mandaba asentía con la cabeza y se retiraba de su despacho estrechándole la mano amistosamente. A pesar de que Caitlyn la detestaba, era la mejor trabajadora que tenía en la oficina en ese momento.
Al final del primer mes la empresa realizó su mensual baile para recaudar fondos para los niños necesitados y sus organizaciones benéficas. Todos los empleados iban a beberse hasta el agua de los floreros, ponerse al día con sus compañeros y pasar un buen rato con los últimos cotilleos que había en la empresa.
Ninguno de los altos cargos podía faltar en este tipo de eventos, así que Caitlyn se preparó para ir a la fiesta como siempre hacía. Guapa hasta decir basta. Seguramente al llegar allí encontraría a algunos y algunas que estrechaban más que lazos entre ellos, cosa que agradaba, ya que muchos de los presentes eran jóvenes, brillantes en algún aspecto, mientras que los veteranos hablaban entre ellos de política, el grupo de los jóvenes bailaba con los de mediana edad, quienes todavía sentían la juventud en sus venas.
La empresa al ser grande, solía tener muchos de estos eventos, donde la gente se relacionaba entre ellos con aire amigable después de una ardua semana de trabajo. Los trabajadores socializaban entre ellos mientras discurría la velada tranquilamente, entre copas, bailes, risas y jolgorio en general. Así que se dispuso a entrar en la sala con una sonrisa en la cara.
Jayce, el gerente más cotizado y querido por todas las trabajadoras de la empresa se encontraba radiante, embozado en su camisa y sus vaqueros, ya que todavía era bastante joven, contaba con unos recién cumplidos treinta y su sonrisa, sus ojos y su cuerpo eran el deseo de más de una trabajadora de la empresa. Estaba flirteando con más de una de las jóvenes de la empresa hasta que la vio y se acercó a ella.
Entre las mujeres que no prestaban atención a la gente, pero sí a la barra del bar, se encontraba Vi quien siempre miraba a la gente interesada en sus hábitos, sobre todo cuando había alguna fiesta de por medio.
Pero los ojos de Vi no miraban en dirección a Jayce. Sentada en uno de los taburetes de la barra, con una cerveza en su mano, miraba a la mujer que acababa de entrar por la puerta y que tan gustosamente aceptaba los cumplidos zalameros de Jayce. Caitlyn.
Caitlyn.
Sólo ese nombre bastaba para despertar dentro de ella un sentimiento tan fuerte y una sensación tan indescriptible que le erizaba el vello de la nuca, sólo eso. Un nombre.
Pero Caitlyn era más que un nombre. Era una mujer muy bella, morena, con los ojos azules, vibrantes, cautivadores, perfectos. Pero incluso así, lo que más llamaba de ella era su personalidad, fuerte, decidida, pero siempre atenta, cariñosa y gustosa de ayudar a los demás, aunque Vi sabía que eso era mentira.
Caitlyn era la persona que más detestaba a Vi en toda la empresa, se podía notar la tensión que había entre ellas cada vez que se cruzaban en la oficina sobre todo después de este mes trabajando allí, rodeadas de gente, ninguna de las dos podía dejar de comportarse como una cría y dejar de lado sus diferencias.
Al parecer, el ángel de la empresa tenía sus fallas. Y Vi sabía cómo sacar ventaja de ella.
Su mirada se cruzó con los ojos azules de Caitlyn durante una fracción de segundo, lo suficiente para hacer que la joven mujer pusiera una mueca de desagrado que duró lo mismo que mantuvo el contacto con ella. Vi resopló divertida, esbozando una sonrisa y bebiendo de su cerveza.
Estaba dispuesta a cogerse un buen pedo, llegar a su casa y dormir la mona en su cama, esperando que al día siguiente no tuviera tanta resaca como la última vez que hizo eso. Caitlyn se acercó de nuevo a Jayce, quién empezó a ligar con ella, como todas las veces que estaban en esos eventos, aunque siempre se marchaba sin ella, ya que, al parecer, a Caitlyn no le iban los tipos como Jayce.
Vi se preguntaba por qué, pero tampoco le daba mucha importancia. No era amiga suya y desde luego, no quería serlo. Aunque sabía que eso en el fondo era una gran mentira.
La deseaba, la deseaba tanto que le quemaba por dentro de una forma demasiado incómoda, como cada vez que se encontraba cerca de ella, en su presencia o simplemente mirándola. La quemaba y le encantaba esa sensación. Quien juega con fuego se quema, o eso le dijeron de pequeña y miradla ahora, había acabado completamente quemada.
No podía soportar estar en su presencia simplemente porque no sabía si de verdad sería capaz de centrarse en la tarea que estuviera haciendo, sin tener que devorarla con la mirada, dejando de lado su imaginación, donde miles de escenarios se habían desarrollado en su mente, donde tantas veces la había deshonrado.
Tomó aire y se terminó su sexta cerveza. Ya le empezaba a subir a la cabeza y no sólo eso, si no que le empezaba a dar ganas de ir al baño. Así que se excusó ante sus amigos de la empresa, echó una última mirada terriblemente lasciva e involuntaria a Caitlyn y marchó al baño.
Sentía un hormigueo en sus dedos bastante común, una sensación que conocía de sobra, sobre todo mientras bebía. Sonrió pensando en lo idiota que parecía, estando parada en medio del baño mirándose las manos, dio gracias a que no había nadie.
Los baños estaban impecables, así que entró tranquilamente en el primero que encontró que todavía tenía papel y se bajó los pantalones preparada para descargar. Pasados unos minutos en los que miccionó en completo silencio y haciendo poco ruido, algo que apenas se oía debido a la música que había fuera de la sala, terminó.
Una vez con los pantalones subidos, se ajustó la camiseta que llevaba encima de los vaqueros y se la sacó, arreglándose el tipo. Tiró de la cadena y salió del cubículo para encontrarse de frente con los ojos azules vibrantes de Caitlyn.
La miró de arriba abajo, sorprendida de verla en el baño. Curiosamente, sólo estaban ellas dos. Vi sacudió la cabeza y caminó hacia el lavabo para lavarse las manos, pero entre su torpeza natural, el alcohol y la inquietante presencia de Caitlyn, se tropezó y trastabilló hacia adelante. Justamente, quedó encima de la joven, quién la miraba sorprendida e intentó abrir la boca para quejarse, sobre todo al darse cuenta de la posición en la que se encontraba.
Su cuerpo había quedado atrapado entre el lavabo y el cuerpo de Vi, quién había situado sus manos a los dos laterales de su cuerpo, haciendo que ella pusiera una mano en el lavabo para no perder el equilibrio después de la ligera embestida y colocando la otra en el hombro de Vi. Incluso podía notar el calor que desprendía encima de la camiseta que llevaba.
–Perdona – le dijo en apenas un susurro, sorprendida del trastabillazo que había hecho. Caitlyn levantó la mirada para intentar ver los ojos de Vi, pero la joven agachó la mirada intentando mantenerse en pie, sobre todo ahora que la cerveza le había subido demasiado a la cabeza.
–¿Te encuentras bien? – preguntó en un tono de voz mucho más humano del que normalmente le dirigía. La cabeza le daba vueltas y no encontraba una manera o un punto en el que fijar su mirada sin que los pensamientos hacia Caitlyn y su maravilloso cuerpo entraran en su mente.
Echándole la culpa al alcohol hizo lo único que no quería. Acabó acercándose mucho más a ella, notando su calor, su aroma embriagador, incluso los latidos de su corazón, erráticos, rápidos, cerca de ella. Apoyó la cabeza en su hombro y apretó las manos en el lavabo, estirando su espalda, separando la cadera de la suya, intentando mantener el control sobre su cuerpo. Caitlyn no se movió, no hizo ademán de apartarla.
Respiró fuertemente, exhalaciones tranquilas, una detrás de otra hasta que fue capaz de separarse de ella lentamente, esperando que sus ojos no mostraran todo el deseo que sentía hacia ella en esos momentos, intentando no hablar porque tenía un gran nudo en la garganta y desde luego, esperando que Caitlyn no hubiera oído los latidos de su corazón.
Pero fue incapaz.
Caitlyn no cambió la cara, impasible ante la situación, mirando cómo Vi se separaba, la miraba llena de lascivia y se marchaba dando tumbos y golpeando su hombro contra el Jayce de la puerta. Los ojos negros de la joven tardaron más de una fracción de segundo en dejar de mirarla y Caitlyn notó cómo el vello de la nuca se le erizaba tras esa mirada. Una vez Vi hubo salido del baño, soltó todo el aire que estaba guardando, sin recordar haberlo mantenido.
Se llevó la mano a su errático corazón y agachó la mirada, haciendo que su pelo liso cayera sobre su cara, notando todavía el calor residual que le había dejado en el hombro izquierdo. Dirigió una mirada hacia la puerta, intentando controlar las lágrimas que afloraban a sus ojos y esbozó media sonrisa incrédula mientras se mantenía en el lavabo, antes de entrar al servicio.
Como ustedes podrán ver he vuelto. Jijijijiji.
Esta historia va a ir rápida y directa al grano. Prometo mucho sexo del bueno y cosas nazis, jijijijiji. Cosas... erótico festivas, jajaja.
Espero esta semana continuar el fic ya que estoy ahora mismo en Taiwán y aquí no tengo mucho tiempo para escribir lo que me gustaría, pido paciencia y seguro que poco a poco esto cogerá forma. No tengo pensado darle muchos capítulos, pero siempre digo eso y me salen un montón así que mejor me callo y dejemos todo esto en un... quizás sea largo, quizás no. XD
Sin nada más que añadir, me retiro.
Un besazo a todos y gracias por leer. Si queréis cualquier cosa, una review, follow o fav será bienvenido. ^^
