Era uno de esos hermosos días de otoño, el aire frio azotaba su cara alborotando su hermosa cabellera de la que los débiles rayos de sol arrebataban destellos cobrizos, dándole un aura mágica a su caminar.
Se dirigía a la escuela pero había salido de casa muy temprano y para no llegar demasiado temprano decidió irse por el camino más largo que conocía que pasaba por su lugar favorito. Era un pequeño parque abandonado, nadie iba ahí mas que Maia, era un lugar muy cómodo con tanta paz, era su lugar.
Llego corriendo a su clase por haberse quedado demasiado tiempo en el parque. El día pasaba lentamente, ansiosa esperaba su última clase, era la única en la que estaba con Marcus, el amor de su vida y su amigo, él era el único que le alegraba verdaderamente el día.
-Que aburrida clase- decía Marcus después de bostezar mientras se estiraba y empezaba a guardar las cosas.
-Sí, creí que caería dormida en cualquier momento- contesto Maia sonriendo –oye crees que podamos platicar un momento, no te quito mucho tiempo.
-Claro, ¿aquí en el salón o en otro lado?
-Pues preferiría en otro lado…- Salieron del salón y en silencio un tanto incomodo caminaron unos momentos, sus pasos los habían llevado al jardín trasero de la escuela, muy pocos estudiantes iban ahí, los frondosos arboles solo permitían que unos débiles rayos de luz se filtraran entre sus copas, dando como resultado un lugar frio y hermoso para estar.
-¿Qué te parece aquí?- preguntaba Marcus mientras se tumbaba en el césped bajo la sombra de un hermoso árbol que mecía sus ramas al suave ritmo del viento.
-Me parece perfecto
-Y bien… ¿de que quieres hablar?
-Pues… mira… yo… yo quiero decirte algo muy importante, yo te… yo a ti… tu a mi… tu m-me g-gu… tu me gustas- diciendo esto cerro fuertemente sus ojos, no era capaz de mirarlo directamente sentía como su cara iba poniéndose cada vez más roja…
-Wow… realmente me sorprendes… no se que decir… wow…- Marcus la miraba fijamente con esos hermosos ojos de miel, le intrigaba saber porque no lo miraba directamente pero no se atrevería a preguntar.
Ella se arriesgo a mirarla de soslayo y a sonreír tímidamente, un sinfín de emociones se arremolinaban en su interior.
-Pues… piénsalo ¿no?... no hay prisa…
-Bueno…pues gracias… me hace muy feliz saber lo que sientes… desde que te conocí supe que serias alguien muy importante para mi… te quiero mucho pero… pero solo te puedo ofrecer mi amistad…- Marcus espero alguna respuesta pero Maia no dijo nada solo cerro sus ojos azules y suspiro.
-Me parece bien-dijo al fin abriendo los ojos y sonriendo tristemente- entonces seguiremos como hasta ahora ¿no?... bueno… eh… me tengo que ir… ehm cuídate… nos vemos….- se puso de pie lo más rápido que pudo y se alejo de ahí sin esperar alguna respuesta. Marcus se quedo ahí sentado sin saber que hacer mientras veía como se alejaba… la imagen de ella viéndolo y sonriéndole tristemente no desaparecía de su mente.
Ella caminaba como autómata, no sabia a donde iba cuando se dio cuenta que se encontraba en el parque abandonado, su lugar favorito… cayo de rodillas y se puso a llorar sabia que nadie la vería o escucharía, estaba sola… sola con su tristeza sintiéndose morir…
-¿Por qué lloras?- pregunto una dulce voz de una niña –no llores, no estas sola…
Ella se sobresalto no había escuchado a nadie acercarse, busco a la niña que le había hablado pero no vio nada, no esta asustada pero…
-No llores… nosotros estamos contigo…
-¿nosotros?
-Sí, nosotros… los que vivimos en este parque…
-¿Quién eres?
-¿Yo?... pues… me llaman Sofía… hace mucho que vivo aquí… tu eres la única que nos visita y eso me hace feliz, por eso no quiero que llores
-Gracias… pero yo nunca te he visto, ¿dónde estas?
-Aquí- Maia volteo y vio a una hermosa niña con aspecto fantasmal que le sonreía- siempre he estado aquí…
Cada tarde desde esa tarde iba a platicar con Sofía, regularmente aparecían otros fantasmas que las veían y se acercaban a escucharlas platicar pero no les decían nada. Una tarde ya que se despedía de sus amigos fantasmas uno de ellos quien siempre se quedaba alejado del grupo se acerco a Maia y le dijo:
-Grandes fuerzas te rodean, ten cuidado no todas son buenas, tu talismán de protección esta cerca no te alejes…- diciendo esto desapareció justo frente a ella.
Maia no entendió nada de lo que el fantasma le quiso decir y tampoco le dio mucha importancia, ésta ultima semana había sido la peor de su vida, ella y Marcus casi no habían cruzado palabra mas que un triste "hola" de vez en cuando, su relación se había vuelto incomoda.
Maia sufría por la indiferencia de Marcus pero no sabia que hacer y tampoco se sentía capaz de hacer algo para acercarse a él nuevamente. El refugio para su dolor eran los libros y los fantasmas, últimamente las armas eran su obsesión.
Entre los fantasmas se encontraba un General con el que disfrutaba mucho platicar, él le contaba sobre las innumerables batallas que enfrento y a Maia le gustaba imaginarse en el campo de batalla dirigiendo un poderoso ejercito llevándolo a la victoria.
Un día como por arte de magia su relación con Marcus regreso a la normalidad, ninguno de los dos menciono lo pasado debajo de aquel árbol, Maia ya no esperaba nada de Marcus mas que su amistad, le había ayudado mucho desahogarse con Sofía ahora ya tenia un poco de paz. Jugaban juntos y bromeaban, volvían a platicar como si nada hubiera pasado, lo único que necesitaban era tiempo para digerir lo que había pasado y volver a la normalidad aunque siempre quedaría ese recuerdo de que él ya sabia lo que Maia sentía y eso era por una parte muy agradable pero por otra hacia que ella sintiera su alma morir cuando el la veía, sentía que su miraba la delataba, no podía controlar el sentimiento que vivía en su corazón y que cada día solo aumentaba más…
