A ver... este regalo atrasado es para Lunatik-love. La verdad, es que me has dado un dolor de cabeza con esto y para colmo, en ningún momento tuve tiempo como para sentarme a escribir y dedicarme por completo a él. Y la verdad, es que te pido disculpas si no es lo que querías. Pero prefiero mostrarte el intento y que lo juzgues, para saber si vale la pena este esfuerzo de última hora.


Disclaimer: Todos los personajes le pertenecen a Stephenie Meyer.

Sam, Leah y Emily.

Leah se miraba al espejo por enésima vez, girando sobre sus talones y dar una vuelta en trescientos sesenta grados. Luego, se fijó en los detalles de su perfil izquierdo, después en el derecho y por último, el maquillaje, el escote, la caída de la tela blanca que contrastaba con su piel broncínea y al final, en sus zapatos, tan blancos como el vestido. Emily, al ver que la chica comenzaba a realizar la acción nuevamente, le habló exasperada.

- ¡Por Dios, Leah! ¿Cuántas veces necesitas verte en el espejo para convencerte de que te ves bien? - La aludida le sonrío levemente, en señal de disculpa, lo que hizo sonreír a su prima. - Además, es una cita más, no el día de tu boda.

Las últimas palabras congelaron en su sitio a Leah, provocando que toda aquella emoción que sentía al juntarse con su novio, se desvanecía, dando paso a la preocupación.

- Leah, ¿Qué pasa?

La chica se sentó en el borde de su cama, suspirando sonoramente.

- Sabes muy bien que Sam desapareció durante dos semanas. - Emily asintió silenciosamente, para que su prima pudiera continuar hablando. - Pues bien, he estado tratando de sonsacarle algo, pero no me ha dicho absolutamente nada.

Emily la miró sin saber que decir, pero no tenía idea de si acaso debía quedarse callada o no. Así que mejor se fue por la tangente, diciendo una frase que al final, no decía nada.

- No te preocupes, tal vez...

- El problema es ese: no puedo dejar de preocuparme. Porque si antes buscaba mi mano para entrelazarla con la suya, ahora evita tocarme. Y las veces que he podido rozar su piel, está ardiendo en fiebre, aunque no se vea enfermo e insista en que está bien. Y sus rasgos son más duros, como si tuviera muchos más en realidad. Además, siempre está cansado y desaparece durante tiempos muy prolongados.

Emily nuevamente se quedó en silencio. Pero al ver que una lágrima resbalaba por la mejilla de Leah, se acercó a ella y le abrazó.

- Mira, si no quiere decirte nada, es porque aún no reúne el valor suficiente para decírtelo. Sam nunca te haría daño, Leah.

- Lo sé.

En eso, se sienten voces abajo. Toda tristeza desaparece y Leah comienza nuevamente con la revisión de su atuendo. Emily le dió un par de palmadas en la espalda y caminó hacia la puerta.

- Le diré a Sam que ya bajas. Y si no babea por tí en cuanto bajes, es un tonto. - Emily bajó las escaleras y vio a Sam. Éste la miró como si nunca la hubiese visto en su vida. Y ella le miró con ternura. Se acercó para acariciarle el rostro, cuando Leah bajó las escaleras.

- Sam, ya estoy...

Sam la miró sorprendido, Emily retiró la mano de donde estaba y Leah unió las piezas.

El no babearía por ella nunca más.