Todo lo que no reconozcan salió de mi imaginación (la imagen la tomé de internet, no es mía ni por asomo xD)
Viaggiare.
De listas y bufandas.
Rose caminó por los pasillos de la academia de sanadores sin reparar en los detalles, con el corazón latiéndole fuertemente en el pecho. El momento que había esperado por tanto tiempo al fin había llegado. Sus compañeros pasaban a su lado sin que ella les hiciera mucho caso. Sus manos sudaban de nervios y expectación, y sus pies sólo tenían como objetivo transportarla hasta el tablero de anuncios que estaba al lado de la dirección. El pasillo estaba lleno de gente que quería conocer los resultados del programa Viaggiare, al cual Rose había presentado una solicitud meses antes y deseaba con todo su corazón ser aceptada.
Pudo ver a muchos que leían la lista y se marchaban con decepción, se sintió mal por ellos, pero una pequeña parte de ella no podía evitar pensar "uno menos". Vio a su mejor amigo de hace años, Dylan, observar la lista con una sonrisa triunfante.
-¡Estoy dentro!- anunció dirigiéndose a Rose, abrazándola efusivamente, tanto que la levantó varios centímetros del suelo.
Rose rio alegremente, sinceramente feliz por él.
-Bájame, bobo, tengo que ver si está mi nombre.
Dylan rodó los ojos, los cuales quedaban casi ocultos por su cabello castaño, el cual estaba ya bastante largo.
-Claro que te aceptarán, eres Rose Weasley, primer lugar de la clase desde que tengo memoria. Si el comité no te aceptó deben estar locos.
Rose asintió sin dejar de sentirse nerviosa y se acercó a la lista con su noble amigo pisándole los talones. La revisó una, dos, tres veces… y su nombre no estaba ahí ¡Incluso estaba Margarite Murphy! Y vaya que ella sí era tonta, Rose seguía sin saber cómo había entrado a la Academia de Sanadores.
Una oleada de decepción la golpeó tan fuerte como si se tratara de la marea en una tormenta especialmente enérgica. Pudo ver deshaciéndose pedazo a pedazo todos los planes que se había formado en su mente desde que se había enterado del programa, el cual consistía en ir a estudiar durante un año a Italia con todo pagado. Ya no podría visitar lugares maravillosos llenos de historia y arte, conocer gente nueva ni comprar libros en su idioma original.
Sintió ganas de llorar, pero contuvo las lágrimas, no iba a hacer el ridículo enfrente de todos sus compañeros de curso. Sintió un impulso muy grande de romper todo lo que se le pusiera delante, incluyendo esa estúpida lista que parecía estar burlándose de ella.
Todo su esfuerzo se había ido al caño ¿Qué haría ahora?
-Lo siento, Rose- dijo Dylan realmente afectado.
-No es tu culpa- dijo Rose de inmediato.
Dylan era lo que más le dolía, pues ya no tendría la oportunidad de explorar un país diferente con él. Lo abrazó con fuerza y dijo:
-Me alegro por ti, en serio. Es sólo que me habría gustado ir contigo ¿sabes?
Dylan asintió apesadumbrado y dijo:
-¿Quieres que te acompañe a clase?
Rose negó con la cabeza, queriendo marcharse para estar sola y hundirse en su propio sufrimiento.
-No, el señor Moore no podrá venir, así que tengo el día libre.
Rose se despidió de su amigo y caminó hacia fuera de la Academia, sintiendo su corazón destrozado y sin ganas de hacer algo más por el resto del día.
Caminó a paso lento hacia el departamento que compartía con su primo Albus, el cual seguramente estaba en su entrenamiento como auror. Al menos a él sí que le iba bien. Era el mejor de su generación, y poco a poco iba ganándose el respeto de sus compañeros no sólo por ser hijo del gran Harry Potter, sino por su habilidad en combate y gran corazón.
Por otro lado, Rose sólo era considerada una ratón de biblioteca que seguía una vida sistemática, aunque ella sabía que no era verdad. Era una chica aventurera que amaba a su familia y a quien le fascinaba todo lo relacionado con el cuerpo humano, pues su funcionamiento era tan perfecto que era imposible no notarlo.
Amaba lo que estudiaba y quería dedicarse a ello por el resto de su vida, y su más grande sueño era ser reconocida internacionalmente, pero ahora no estaba segura de cómo lo lograría, pues ese viaje de estudios a Italia iba a ser el primer paso de una larga y exitosa carrera.
Ahora sólo caminaba a oscuras en un camino sin explorar, sin tener nada a lo que aferrarse.
Una vez que llegó al departamento, justo antes de abrir la puerta, escuchó la suave risa de su mejor amiga, Azura, seguida de la fuerte y varonil de Albus. Rose recargó la frente en la pared del pasillo y suspiró. Ellos dos llevaban saliendo desde hace un año, cuando se habían graduado de Hogwarts y eran casi inseparables. A Rose nunca le había molestado que su mejor amiga pasara la mayor parte del tiempo en el departamento, pero ajusto ahora quería estar sola, sin ver las miradas de lástima que seguramente le dirigirían.
Dio media vuelta y salió del edificio, con su bufanda roja ondeando con el frío viento de diciembre. Su cabello rojizo estaba atado detrás de su cabeza para evitar que se despeinara aún más, y sus botas negras a juego con su abrigo largo resonaban en la acera con cada paso que daba.
"Necesito un nuevo plan" pensó Rose para sí, mordiéndose el labio como siempre que estaba indecisa, "pero primero tengo que alejarme de este frío". Buscó a su alrededor y se topó con un viejo establecimiento de café al que no muchas personas iban, pues no era tan moderno como los Starbucks de alrededor y generalmente sólo iban personas de más edad.
Lo que más le gustaba a Rose es que era un lugar muggle, por lo que las probabilidades de encontrar a alguien conocido eran muy escasas. Se acercó a la barra y pidió un chocolate caliente para después quitarse su bufanda y dejarla a su lado, en el lugar que había elegido para sentarse, al lado de una ventana helada en un asiento acolchado. Tal vez ver pasar a las personas ayudaría a aclarar su mente.
En el local sólo estaba el sujeto que atendía que no tendría menos de setenta años, una anciana en una esquina que trataba de comer un biscocho con su dentadura postiza y un sujeto rubio más o menos de su edad que escribía rápidamente en una laptop. El ambiente era muy muggle.
Después de cinco minutos en los que no pasó ni un alma por la calle, se dio por vencida y tomó su libreta preferida, era de color azul con portada hecha a mano; regalo de su padrino Harry cuando comenzó en la Academia. Le gustaba porque las páginas nunca se acababan, estaba hechizada para que, al llegar a la última página, nuevas hojas se agregaran y sus apuntes no se perdieran. Pero no la utilizaba sólo para la escuela, esa libreta era su diario, agenda y el lugar donde anotaba ideas y expectativas.
Abrió su libreta esperando poder escribir algún nuevo plan, pero diez minutos después se dio cuenta de que no tenía uno. La realización la hizo tener ganas de llorar, y apagó el sentimiento con varios tragos de su bebida, que le quemó hasta el esófago y la hizo tener más ganas de llorar.
Definitivamente ese no era su día.
Debió sospecharlo cuando en la mañana entró champú en su ojo mientras se bañaba, cuando casi sale sin su abrigo y muere de frío o cuando camino a la Academia un sujeto en una bicicleta le tocó el trasero mientras pasaba.
Se hundió en su asiento, dejando que el sentimiento se apoderara de ella. Su mamá siempre le decía que estaba bien sentir, que tenía que identificar el sentimiento para después sanarlo. Ya había hecho lo primero, sólo le faltaba lo último, que no iba a ser nada sencillo.
Terminó de beber su chocolate esta vez con más cuidado, pagó al hombre de la caja y salió del local a paso rápido. Sólo se le antojaba llegar a casa, hundirse en un baño de burbujas, ponerse su pijama más calientita y amanecer hasta el día siguiente olvidando que alguna vez quiso entrar al proyecto Viaggiare.
Pero eso no era posible, pues en tres días comenzaban los exámenes finales y no podía darse el lujo de descansar. Tal vez sólo tomara ese baño…
-¡Oye, espera!- gritó una voz tras ella, interrumpiendo sus pensamientos sobre las burbujas y el jabón de lavanda, haciéndola dar un brinco de la impresión.
Era una fortuna que no hubiera decidido ser una auror, pues si alguna vez iba en una misión, sería un blanco fácil. Instintivamente volteó hacia el lugar de donde provenía la voz, dándose cuenta de que era un chico rubio que llevaba a la espalda una mochila negra y en sus manos la bufanda que Rose había dejado accidentalmente en el café.
Rose se detuvo y esperó a que el chico llegara hasta ella, lo cual tomó menos de un minuto.
-Vaya que caminas rápido- dijo él recuperando el aliento-. La dejaste en el café- dijo tendiéndole la bufanda, la cual Rose tomó con cuidado y, antes de que se diera cuenta, se echó a llorar con la bufanda estampada en la cara para acallar sus sollozos.
-Hey, tranquila, es sólo una bufanda- dijo el chico rubio sorprendido.
Rose lloró más fuerte. Estuvo así durante algunos minutos, hasta que recordó que estaba en la calle y no en su habitación. Trató de buscar un pañuelo en su bolso, pero el chico rubio le tendió uno de inmediato.
Rose se dio la vuelta, avergonzada por haberse puesto así delante de un desconocido y sorprendida de que él no se hubiera marchado.
-¿Te encuentras bien?- preguntó él- ¿Quieres que te acompañe a algún sitio?
Rose negó con la cabeza, pues era la respuesta a ambas preguntas. Cuando consideró que su cara estaba considerablemente más limpia, se volvió, encontrándose con el muchacho. Su cabello rubio estaba cubierto ahora por un gorro de lana color gris, sus delgados labios temblaban de frío, su nariz recta y puntiaguda estaba ligeramente roja al igual que sus mejillas y sus ojos grises denotaban una preocupación sincera. Rose se sintió vinculada hacia él de inmediato, había algo en él que le daba mucha paz.
-Lo siento, no quise asustarte- dijo Rose con la voz entrecortada-. No ha sido un buen día, es todo. Gracias por tomarte la molestia de devolverme la bufanda.
Sin tener muchas ganas de hacerlo pero sintiéndose obligada por la vergüenza, Rose comenzó a alejarse por la calle, pero pudo sentir que él la seguía. No supo si alegrarse o salir corriendo.
-¿Estás segura? ¿Hay algo con lo que pueda ayudarte?- insistió él.
Rose detuvo su paso y negó con la cabeza. Él esbozó una sonrisa y dijo:
-Lo siento, debo parecerte un lunático acosador. Pero te aseguro que no lo soy. Te vi en el café y parecías muy triste, así que…
-Estaré bien- dijo Rose con una sonrisa sincera-. Gracias de todos modos…
-Scorpius- se presentó él tendiéndole la mano cubierta por un guante gris.
-Mucho gusto, Scorpius, soy Rose- contestó ella estrechando la mano que él le ofrecía.
-Eres bonita- dijo él como en un impulso, e hizo reír a Rose.
-Sólo si te gustan las lloronas que se quiebran emocionalmente frente a extraños- dijo ella por lo ridículo de la situación.
Scorpius se sonrojó y rio con ella.
-Como lo dijiste, tuviste un mal día, todos los tenemos a veces- dijo como tratando de animarla.
-Sí, supongo que sí. Tal vez sólo exagero. No es como si fuera el fin del mundo o algo así. Sólo fue una solicitud rechazada, ya habrá más… espero.
-Por supuesto- aseguró Scorpius asintiendo con la cabeza.
Rose no pudo evitar reír.
-Ni siquiera sabes de qué hablo- replicó divertida.
-Bueno, tal vez… ¿quieres contarme?- preguntó como tanteando terreno.
Rose alzó una ceja.
-¿Y qué harías con esa información?
-No lo sé, tal vez convencerte de que salgas conmigo un día… no lo publicaré en El profeta ni nada de eso…
La mención del diario mágico puso a Rose alerta.
-¿El profeta?- preguntó con los ojos entrecerrados.
-Oh, ya sabes, es una forma de hablar…- explicó Scorpius nervioso.
-¡Eres un mago!- exclamó Rose abriendo mucho los ojos.
-¿Qué? ¡No! ¿Cómo…?
-¡Merlín! Creí que eras un muggle, usabas una laptop- rio Rose.
Scorpius rio con ella y dijo:
-Sí, bueno, es más cómodo que escribir a mano en un pergamino. Además, no cualquier muggle tendría la desgracia de llamarse Scorpius. Eso le aseguraría burla de por vida.
La observó por un momento que a Rose le pareció eterno. Ella lo observaba también, tratando de recordar de dónde lo conocía. Se veía más o menos de su edad y su nombre lo había escuchado en algún sitio, seguramente habían sido compañeros en Hogwarts.
-Eres Rose Weasley- dijo él cayendo en cuenta-. Ibas en mi mismo año en Hogwarts, pero en Gryffindor.
Entonces Rose recordó quién era él. El chico a quien su padre le había advertido que no se acercara. El chico solitario que se sentaba a veces con dos amigos en una esquina de la biblioteca y casi no hablaban. No recordaba mucho de él, lo cual era una lástima, pues era muy apuesto. Pero de todos modos ella siempre estaba enfocada en sus estudios y en ayudar a Madame Pomfrey en la enfermería para aprender lo más posible, tampoco era como si hubiera tenido una gran vida social, fuera de sus primos, Dylan y Azura.
-Scorpius Malfoy- dijo Rose con una pequeña sonrisa. Él hizo una mueca y replicó:
-Sólo Scorpius, gracias- corrigió él sin sonar molesto.
En ese momento, Rose sintió sobre su nariz algo helado. Observó el cielo, que se había vuelto bastante gris y de donde comenzaban a caer delicados copos de nieve.
-Será mejor que me vaya- dijo Rose sintiéndose decepcionada. Por alguna extraña razón, quería quedarse conversando con él todo el tiempo posible.
Scorpius no contestó por un momento y luego dijo con rapidez:
-¿Puedo invitarte a almorzar?
La pregunta tomó a Rose con la guardia baja, quien no pudo detener su lengua antes de decir:
-Claro ¿Cuándo…?
-¿Qué tal ahora?- sugirió Scorpius de inmediato, esperanzado.
Su autenticidad y la manera en que iba directo al punto atrajeron a Rose como una abeja a la miel, quien asintió con una sonrisa nerviosa. Comenzaron a caminar juntos en un agradable y nervioso silencio, el cual Scorpius rompió minutos después cuando preguntó:
-¿De qué es esa solicitud que me mencionaste hace un rato?
Rose tomó aire profundamente antes de responder:
-Es un programa llamado Viaggiare, cada año escogen a cierta cantidad de alumnos de la Academia de Sanadores para estudiar un año en Italia. Estaba tan segura de que me escogerían… me esforcé mucho, pero no valió la pena.
-Pero puedes aplicar el siguiente año ¿no?
-Supongo que sí, pero sería mi última oportunidad.
En ese momento entraron a un pequeño restaurante muggle abarrotado de parejas y familias reunidas para el almuerzo. Scorpius encontró una mesa para ambos al lado de una familia que llevaba a un niño pequeño que se negaba a comer. Una mesera llegó enseguida y les dejó el menú, para luego desaparecer rápidamente. Mientras leían la carta, Scorpius dijo:
-Hay otra razón por la que querías ser aceptada, no sólo el viaje en sí.
Rose lo miró a los ojos, pero no encontró malicia alguna. Supo que podía confiar en él. Además ¿qué más daba?
-Quería alejarme un tiempo- confesó-. Vivir tantos años rodeada de un montón de familiares sin realmente valerme por mí misma ha llegado a ser un poco sofocante. Los amo, pero últimamente ha habido demasiados dramas. Los únicos cuerdos ahora parecen ser Albus y Dominique.
-¿Albus Potter? Me agrada, siempre fue amable cuando los demás se metían conmigo- comentó Scorpius pensativo-. Pero ¿Es tan malo como para querer irte hasta Italia?
-No tanto- razonó Rose-, pero era una experiencia única. Nuevos lugares, nuevas personas, diferente idioma, diferentes ideologías… ¿Tú nunca has querido irte de aquí?
En ese momento llegó la mesera a tomar la orden y, una vez que se volvió a ir con el pedido, Scorpius contestó:
-Muchas veces, pero si me aceptan como reportero en El profeta, tal vez tenga la oportunidad de viajar mucho.
-¿Trabajas en El Profeta?- se sorprendió Rose abriendo mucho los ojos.
-¿No lo parece? Tampoco es la gran cosa, es algo de medio tiempo mientras termino un curso de escritura de dos años. Básicamente sólo se trata de soportar los intentos de Rita Skeeter para arruinar a tu familia y pasar mensajes. No es muy difícil, pero espero comenzar a hacer contactos.
Rose asintió comprensivamente y preguntó curiosa:
-¿Sobre qué tipo de temas escribes?
Scorpius se sonrojó, y se rascó la parte posterior del cuello.
-¿Has visto las noticias que publican últimamente, con todo ese pesimismo?
Rose asintió a medias, pues no había leído mucho los diarios últimamente.
-Bueno, yo trato de irme al otro extremo, verle el lado positivo a la vida.
Rose abrió mucho los ojos, pues no lo habría imaginado de un Malfoy. Nunca.
-Eso está bien- opinó Rose-. Todos necesitamos una dosis de optimismo para sobrevivir, supongo- dijo pensativa, pero pensando que no había ningún lado bueno en haber sido rechazada en la que habría podido ser la oportunidad de su vida.
Sin embargo, cuando su mirada se topó con la de Scorpius, no le quedó de otra más que aceptar con una sonrisa que él había sido el arcoíris en esa tormenta.
¡Hola! ¿Adivinen quién volvió? xD siento que fue hace milenios desde que escribí una historia para fanfiction y la verdad lo he extrañado mucho. Lo cierto es que entre la universidad y varios proyectos personales no me había sido posible volver a publicar aquí, pero espero poder actualizar periódicamente. No sé qué tal larga será la historia, pero espero que sea de su agrado =D
¡Nos leemos!
