ADVERTENCIA: Esta historia contiene lenguaje explicito, así como gore y situaciones sexuales subidas de tono. Si no te gusta, por favor da la vuelta. No es apta para personas sensibles.
Brainwash
Primera etapa: Desestabilización
Se dice que el proceso de lavado de cerebro se divide en cuatro etapas:
* Desestabilización
* Desmoralización
* Crisis
* Normalización
"Eres un arma...Acábalos.
No existe voluntad en ti...Mátalos."
Completa oscuridad acompañada del penetrante silencio que blandía espadas contra las voces en su cabeza, aquellas que tantas veces le dieron órdenes, provenientes de las únicas personas que vieron por él luego del hielo...H.Y.D.R.A.
Pasó varios años de su vida sirviéndole a la gente equivocada, protegiendo el trasero de los altos mandatarios que lo único que hacían era ridiculizarlo en patéticas giras atravesando toda la extensión del país con el fin de reclutar a pobres diablos que fuesen tan crédulos como para seguirle como rebaño a un viaje sin retorno...A una muerte segura.
Perderían la vida en medio de una guerra fría.
"Utilizaron tu cuerpo, lo moldearon según sus ideales de perfección y cómo todo producto defectuoso...Te desecharon."
Despertó de su largo sueño para ser golpeado por la realidad, una nueva perspectiva en la que todo lo que había hecho en un pasado no había significado nada, la sociedad seguía peleando, viviendo en una eterna injusticia, desglosándose en sobre escalonadas jerarquías.
Convirtiéndose en una mierda.
El mundo moderno ya no lo recordaba, ninguno de sus sacrificios o proezas. Steve no entendía si avanzaban o retrocedían. Lo único que le quedaba claro era que él estaba ahí, estancado. En un punto medio del cual no podía moverse. Los individuos que él tanto amaba se habían olvidado de su existencia. Peggy ya no estaba en un plano donde pudiera tocarla, Bucky era diferente tanto física como mentalmente. Cuando le vio estático, sin vida, como un títere parado frente a un gran artefacto de acero donde le reparaban el brazo metálico supo que su destino sería el mismo.
Y su gran amigo Howard estaba frente a él, no, imposible...No era él.
En su lugar un hombre en traje de negocios, portador de una pulcra barba de candado y ojos azules como el gélido océano en el que tanto tiempo descansó, yacía recargado sobre el marco de la puerta permitiéndole a la luz cegadora que entrase y entorpeciera sus pupilas. Se encontró bajando la mirada al sentir la contraria sobre su cuerpo examinándole, enfocó su vista en el suelo teñido de sangre, sintiendo la presencia del intruso acercarse a él a un paso lento y precavido.
Había vuelto a pasar.
Paseó sus ojos violentamente, observando detenidamente cada uno de los cuerpos inertes, unos más reconocibles que otros, algunos simplemente habían terminado mutilados, víctimas de su incontenible ira evocada por los recuerdos que se difuminaban en sombras borrosas cada que cerraba los ojos.
El sujeto se aproximó al apagador situado en el muro izquierdo de la habitación, al no obtener respuesta, oprimió un botón que al contacto emitió un beep, revelando de un pequeño hueco del techo una bombilla de emergencia que se encendió enseguida iluminando con un espectro anaranjado la estancia. Dándole un aspecto más tétrico y crudo a la escena.
El rubio dio un respingo y se levantó como resorte del húmedo suelo en el que estaba hincado, siendo testigo de cómo sus pesadas botas chapoteaban entre los charcos del líquido carmesí cada que daba un paso. Al no soportar la culpa carcomiéndole las entrañas, dio grandes zancadas hasta quedar frente a frente con su visitante, sintiendo su frío aliento chocar contra su cálido rostro.
Le vio sonreír de una manera tan cínica que le hizo hervir la sangre. Miró como sus carnosos labios revelaban su blanca dentadura, soplando hacia su rostro, impregnando el olor a menta en su piel.
—¿Problemas de temperamento, bonito? —Al tenerlo a milímetros de distancia pudo distinguirle mejor, era mayor que él por unos cuantos años, de piel acanelada, sus largas pestañas enmarcaban sus grandes ojos expresivos de un color azul que le pareció indescriptible, tan profundo que se perdió en su mirada hasta que el otro volvió a hablar. —¿Acaso te arrancaste la lengua tú mismo? Eso es injusto sabes, ¿cómo es que vas a contarme tus pecados?
En un movimiento rápido y brusco, le tomó de cuello de la camisa, jalando la elegante corbata guinda consigo, tirando sin querer el par de gafas de sol con cristales rojos que colgaban de ésta.
Una mano cubierta de metal, con una esfera cerúlea de luz brillante en el centro de la palma, se interpuso entre los pechos de ambos, disparando un rayo de energía pura que le arrojó hasta el fondo de la habitación, sintiendo el pecho arder miró como el sujeto se acercaba, dibujando una mueca de asco cada que sus costosos zapatos atravesaban los charcos viscosos de fluido que ya comenzaba a secarse para quedarse permanentemente en el suelo, como prueba tangible de su crimen.
—No te atrevas a ponerme una de tus sucias manos encima otra vez, ¿me oíste? —Steve levantó una ceja con desconcierto ante la repentina agresión, se puso de pie con rapidez, retomando una postura defensiva, acortando la distancia que los separaba, pero quedándose a una prudente para evitar un futuro ataque y poder propinar el propio fácilmente.
—¿Disculpa? Primero me atacas y ahora hozas amenazarme, ¿tú quién te crees que eres? —La risa desbordante de mofa del otro le hizo emitir un gruñido desde su garganta, su contrario buscó su mirada, hipnotizándole con esas místicas gemas que tenía por irises; el capitán vio como el extraño guante metálico que cubría desde la punta de sus dedos hasta su muñeca se desvanecía, convirtiéndose en un líquido parecido al mercurio, para después perderse en su piel cómo si ésta le absorbiera.
—Anthony Stark, Tony...Sí tienes suerte, bonito. —Un guiño, acompañado de una sonrisa que incitaba a algo más, fue lo único que obtuvo como respuesta, de ahí en fuera, se limitó a levantar los lentes del suelo, sacudirlos y acomodarles sobre su castaño cabello, dándose la media vuelta tan rápido que el vuelo de su saco gris Oxford se elevó con el airecillo provocado por su giro—Tu nuevo terapista, por cierto.
Y así, sin decir nada más, se perdió por los pasillos de la base militar, un pensamiento relámpago se instaló en la mente del soldado, el parecido con Howard era razonable ahora, ese tipo era su hijo.
Los villanos y los héroes se están fusionando.
No pasó mucho tiempo hasta que volvió a ver a Anthony, éste se encontraba sentado tranquilamente en la oficina de Alexander Pierce, el rubio había acudido al llamado de su superior, tiempo después de aquél percance en donde perdió el control de sus acciones y con ello eliminó a varios agentes, compañeros suyos.
El castigo que siempre le adjudicaban por tal masacre no era otro que encerrarlo en un confinamiento privado de cualquier cosa que le recordara que estaba vivo, cautivo en algo mucho más poderoso y paralizante que el hielo, un material cuyo fin era desterrarle de todo aquello que fuera real.
El siempre impenetrable, hierro.
Milagrosamente para Rogers tal repercusión nunca llegó, sin embargo se le envió misión tras misión sin oportunidad de un breve descanso, precisamente en ese oportuno momento caminaba a paso sigiloso hacia su destino, con el traje en tonos negros y rojizos, algunos de estos tirándole al marrón por la sangre ajena seca que se entremezclaba con las tinturas de los tejidos, con las pesadas botas escarlata manchadas de lodo y su dorados mechones desobedeciéndole, apuntando en todas direcciones reacios a permanecer en su lugar. Definitivamente eran las peores fachas para su presentación con su... ¿supervisor? No estaba seguro de cómo calificar la acción que desempeñaría Stark con él a partir de ahora.
Lo único que tenía perfectamente claro y grabado con cincel en su memoria era la sensación que le dejó el estrechar la mano del moreno, el cómo se regocijó cuando la cabeza de H.Y.D.R.A. le presentó cómo Superior Iron Man, el cómo se formaban los hoyuelos en sus mejillas cada que reía ante las bromas que en conjunto hacían, humillando a Los Vengadores, la manera en la que sus espesas pestañas se blandían cada que parpadeaba, ocultando brevemente el espectro celeste que proyectaban sus ojos, Steve se encontró comparando los suyos con los impropios, notando como el azul en su mirar era más cómo un cielo despejado, vacío de emociones; en cuanto a los de Tony despedían un brillo completamente artificial, como si fuesen producto de algo antinatural. Algo que por extraño que parezca relacionó inmediatamente con la especie de bombilla plana a la altura de su pecho, que destacaba por la luz del mismo tono cromático de sus irises.
El ruido de la pluma cayendo pesadamente sobre el papel, le avisó de que ya había pasado demasiado tiempo apreciando la belleza inalcanzable que le invitaba a firmar ciertos documentos.
—¿Qué? —Preguntó así sin más, escuchó como la mano de Pierce se estampaba fuertemente con su frente mientras bufaba por lo bajo, estaba seguro que le había murmurado un insulto.
—Firma el contrato, Steve. Ya sabes, ¡papeleo! Molesto pero necesario. —Sólo eso le faltaba, que el sujeto de su trance le llamara por su nombre con esa voz cantarina que hizo a su pecho vibrar.
—¿Para qué? ¿Tú también vas a experimentar conmigo? —Algo no cuadraba aquí y era claramente que su cerebro y su cuerpo estaban desconectados.
A ninguno de los presentes les tomó por sorpresa esa respuesta, por un lado, Alexander bajaba la mirada más por molestia que por culpa y Stark se encogía de hombros mientras le sonreía, cuanto odiaba esa maldita expresión, en cada una de sus facetas, de burla, desprecio y arrogancia. Tan única e impredecible.
Sin previo aviso sintió como se le erizaban cada uno de los vellos del cuerpo, al sentir el frío aliento del hombre de hierro chocar contra su cuello y posteriormente subir hasta su oído izquierdo.
—No experimentaremos, a menos que tú lo quieras...Yo más bien, voy a utilizarte. —El doble sentido abofeteaba la poca cordura que le quedaba, ¿cómo se atrevía a proponerle semejante cosa sin esperar represalias por su parte?
Probablemente el capitán estaba en un canal completamente diferente al de ellos.
Y nada más, absolutamente nada hizo falta para que el rubio firmara gustoso y por voluntad propia el contrato, rompiendo el bolígrafo cuando una amigable mano, acariciaba gentilmente su muslo por debajo del escritorio. Su superior al notar el obsceno comportamiento de ambos hombres le ordenó que se comportase, para luego dirigirse en plural y despedirlos formalmente de su despacho.
Merodeas como un colibrí, me persigues mientras duermo.
Tony había ofrecido su lujosa torre como lugar para comenzar el tratamiento, Steve se negó inmediatamente, argumentando que si lo que harían era arreglar sus ataques de locura, en el caso de que algo saliera mal, Alexander no lo perdonaría el asesinar a la bola de superhéroes sin estar bajo su mandato. No era un secreto que tanto S.H.I.E.L.D. como H.Y.D.R.A. eran una misma organización, operando bajo las faldas de su enemigo, siempre fungiendo el papel que les correspondía en el acto, complementándose, llevando el teatro del bien contra el mal a nivel de una ópera prima.
Fury y Pierce eran de hecho muy buenos amigos, ambos tenían asuntos pendientes, pero eso no les impedía comercializar desde armas hasta servicios de ciertos agentes a cualquier parte del mundo que los requiriese.
Stark era un ejemplo, él no sólo prestaba sus servicios cómo ingeniero consultor, fabricaba nuevo armamento y aportaba gendarmería biotecnológica, su último invento o más bien su más nuevo juguete consistía en una versión perfeccionada del virus extremis—robado de la única muestra viviente en la que funcionaba exitosamente, Virgina Potts, víctima de I.M.A.—, el millonario se mantuvo renuente a la propuesta de utilizarlo con usos catastróficos, aquél uso tan desmesurado no le generaría ganancia alguna y sólo le traería problemas por montón.
Natasha Romanoff en una de las múltiples juntas con los miembros más importantes de S.H.I.D.R.A., cómo decía sarcásticamente Hawkeye, había dado una brillante idea que al moreno le hizo correr y abrazarla con euforia.
"El uso del extremis cómo cura nos traerá beneficios a ambos bandos, además de que si sale al mercado su demanda será alta."
Tony no lo pensó dos veces antes de crear una manera ingeniosa y sencilla de atraer a los consumistas como moscas a la miel; una app, capaz de hacerte perfecto, librarte de todo mal tanto físico como mental y como bonus te convertía en un adonis. Obvio que por un pequeño precio tras expirar el periodo de prueba. La gloria a un toque de tu smartphone por sólo noventa y nueve dólares diarios, ¡una ganga! La desesperación de la gente por conseguir la bendita aplicación consecuente a los robos y asesinatos entre los mismos ciudadanos obligó al playboy a retirarla del mercado. Orillándolo a darle un uso más médico.
De ahí lo demás había sido relativamente sencillo con la creación de diminutas cápsulas con una dosis de extremis en forma de partículas efervescentes que, al contacto con los jugos gástricos, amplificaban su absorción de manera extraordinaria, convirtiéndose pronto en la cura inmediata a enfermedades de categoría terminal.
Un éxito en personas comunes y corrientes, pero ¿tendría el mismo efecto en los súper humanos?
Es ahí donde entraba Steve, el sujeto favorito de pruebas de H.Y.D.R.A. resistente a prácticamente todo y compatible con cualquier químico que se le administrara, Superior Iron Man casi vomita de la emoción cuando recibió el llamado urgente de uno de los Maximoff que le citaba para tratar al no cuerdo capitán.
"Ha ocurrido una tragedia, Rogers se ha vuelto inestable, su mente está colapsando, se le han suministrado todo tipo de drogas y la cosa parece empeorar cada vez más, si esto continúa nos terminara matando a todos. Tienes que hacer algo Stark, trae tus pastillas plateadas y arréglalo".
La oportunidad perfecta para probarlo, después de todo ¿qué podría salir mal? Él había ido mucho más lejos por su cuenta anteriormente, inyectándose una buena dosis del virus aliado con otros compuestos que le ayudarían a tener un mejor control tanto de la armadura como del poder de su reactor ARC, como resultado obtuvo un lapsus mental en que todos los recuerdos que tantos años de alcoholismo desvanecieron, le golpearon sin compasión ennegreciendo sus memorias, llenándole de amargura y cierto odio por el mundo a cambio de hacerlo más inteligente, más saludable, más fuerte, haciéndolo...Superior.
Nada había cambiado, la personalidad arrogante y déspota de Anthony se había elevado a la potencia de diez sin afectar demasiado sus relaciones con las personas, se había alejado de Pepper ya hace un tiempo así que esa era arena de otro costal.
En cuanto a cambios visibles, estos se basaban en los colores de su armadura, pasando del rojo y el dorado a un platino, las armas cómo eran los repulsores, ahora eran de una luz azul brillante que resaltaba la magnitud de su poder, actualmente tenía un completo control sobre toda la tecnología, dejando atrás los chips auto implantados y los brazaletes de acero, reemplazándolos por el extremis en estado líquido que envolvía su cuerpo y se transformaba a conveniencia.
Nadie le cuestionó nada, ni su personalidad, ni su cromática armadura, a excepción de una sola cosa que a su parecer era por demás irrelevante, el color de sus irises había cambiado, abandonado la calidez del color chocolate, cubriéndola del frío tono invernal que no era otro más que el celeste emanante de energía.
Navegas desde otro mundo, hundiéndote en mi mar, alimentándote de mí energía.
Mismos que observaban al enfurruñado soldado frente a él, las "terapias" iban viento en popa, hablaban de su pasado, de todas esas vivencias que por azares del destino los conectaban, Steve describiendo a Howard como un amigo incondicional y Tony insultándolo por lo mal padre que había sido con él, ambos lograron establecer una especie de amistad correosa, en la que las miradas intensas y los improperios entre disputas nunca faltaban.
Tras cumplir un mes, el millonario decidió empezar con la dosis diaria de extremis, al inicio del proceso no hubo sido necesario ya que el rubio se calmaba con sólo sentir su presencia, aquello lo desconcertó en cuanto el velocista de H.Y.D.R.A. se lo comentó, está por demás decir que vigilaban detenidamente el comportamiento de su paciente cada que se veían, en caso de que perdiera la razón y le atacara letalmente.
Mentiría si no dijera que la sonrisa que se plasmó en su rostro en cuando se enteró de esa curiosa reacción de parte del capitán no le llenó de dicha, todo iba conforme la marcha a su verdadero objetivo.
Un día cualquiera, luego de darle la dosis acostumbrada, Tony tuvo el detalle de regalarle un chocolate, la expresión de circunstancias forjada con las facciones en la cara del ahora mercenario, le hizo reír internamente, el hombre cómo era de esperarse examinó interrogante el presente, encontrando a la reversa del empaque una nota, no había otra cosa que no fuera una dirección y una hora.
"Nos vemos hoy a las 9:00pm, a las afueras del bar de Luke Cage, te tengo un trabajo especial, sé puntal, bonito".
Para cuando pudo procesar la invitación, e indagar en busca de respuestas, del excéntrico genio no quedaba rastro más que el exquisito aroma de su colonia, el militar trató de hacer conjeturas sobre el favor que le pediría Stark, porque no podía ser otra cosa más que eso, sabía a la perfección que el de hebras marrones nunca se rebajaría a decírselo usando semejante palabra, enmascarando la situación lo más formal y laboral que pudiese.
Steve suspiró en cuanto una idea pasó por su mente, tan fugaz como la estrella en su antiguo uniforme, sí Tony quería obtener un servicio de él, le costaría, eso sí, no estaba dispuesto a aceptar dinero como paga.
El asesino de América, estaba ansioso de algo que iba más allá de su actual relación, si bien era amigos y continuaban con el coqueteo, más de parte del playboy que propia, ya que si daba un paso en falso terminaría de mala manera con esto.
El capitán se estaba ¿enamorando? No lo sabía a ciencia cierta, desconocía ya los sentimientos que emociones tan molestas podían provocar, lo único que le era familiar era la viva imagen del hijo de los Stark en sus pensamientos, inundando cada parte de su ser, manteniéndolo aferrado a cada segundo que contaba con su presencia.
Esa misma tarde afortunadamente para él, no recibió aviso alguno que requiriera su presencia en una misión o algo parecido. Agradeció a la fuerza del universo que así fuera, ya que, aunque tuviese que matar a un dios asgardiano se abstendría de acudir a su ¿cita? con Tony. Primero se moría presa de una creatura repugnante antes de cometer semejante sacrilegio.
En su camino a su habitación compartida en la base, se encontró a Bucky, quién junto a Crossbones charlaban de banalidades, les saludó con un movimiento de mano antes de girar y adentrarse en el pasillo que le llevaría a su hogar.
Cuando entró por la puerta su sorpresa fue grande al encontrarse a un par de agentes desnudas y con las piernas abiertas esperando por su llegada, su primera reacción fue reírse de ellas y echarlas a patadas. Ninguna vagina necesitada iba a impedirle que viera a ese que tanto deseaba, ese que lograba despertar sus instintos más bajos, ese que sí le ponía aún sin quitarse una prenda de ropa, ese que era elegante y lleno de gracia. Ese que no se portaba como una ramera; los agentes de ambos sexos rogándole por un polvo ya le empezaban a pesar con demasía, si bien él se había hecho de una fama entre las piernas de las personas, cuando conoció Stark el asunto quedó más que finalizado, sin embargo, parecía haber gente que ni con palabras y golpes entendía.
Y puedo ver a través de ti, somos iguales, es completamente extraño sentirte correr en mis venas.
Tony llegó elegantemente tarde, sonriendo cínicamente cuando el rubio le reclamó su impuntualidad, antes de empezar a hablar de negocios, el millonario le ofreció un trago, cosa que fue aceptada inmediatamente. Adentrándose en el bar como personas normales, camuflándose al igual que los gatos pardos en la oscuridad de la noche.
—Así que, ¿a quién tengo que sacar del mapa? —El tono de Steve sonaba firme e imponente, no se permitiría revelar el plan que traía en mente.
—Es un imbécil, un grano en el culo, Justin Hammer, un inútil que no hace nada más interesante de su vida que no sea copiarme, aunque no lo culpo. —Ni yo, eres la persona más cautivadora que he conocido en mi vida.
—Hammer... ¿Es dueño de una industria importante al igual que tú no? —Sus pensamientos continuaban resguardados, hablando en su interior cada que le respondía.
—Sí, pero es basura, irónicamente su mierda está en la lista de espera de H.Y.D.R.A., no lo soporto, buenos para nada cómo él, deben ser eliminados, se llevan nuestro valioso oxígeno para procesarlo sin hacer un bien útil con su cerebro. —Son cómo parásitos. Aquella idea no era de su autoría, una de las tantas memorias que los miembros de la organización para la que trabajaba habían implantado en su cabeza.
—Hablemos de la paga. —Sin titubeos, el mercenario apuntó al único inciso que le concernía realmente.
—¿Cuánto? —Una negativa fue lo que recibió como respuesta, bebió más de su whisky antes de soltar una carcajada que gracias a los altos niveles de alcohol en los parroquianos del lugar, ni se inmutaron. —¿No quieres dinero eh, bonito?
Los perlados dientes de Steve surgieron como respuesta mientras dibujaba una sonrisa sugerente. Stark captó el mensaje y tras dejar un par de billetes por las bebidas, salieron de ahí hasta encontrar una bodega abandonada en un lugar de mala muerte en Hell's Kitchen.
Una vez aquí entraron de manera ruidosa, explorando el lugar que prontamente se convertiría en el centro de desahogo de sus deseos carnales, Tony haló de la bastilla de la chaqueta negra de cuero de Steve y lo condujo hasta lo que parecía ser una vieja oficina, al parecer era frecuentada para todo tipo de actividades, menos para el uso que ellos iban a darle.
Le ordenó con una seña que tomara asiento sobre el escritorio de madera, el rubio al hacerlo hizo retumbar el crujir del material, invitó después al moreno para que se sentara sobre su regazo, pero el otro renuente se acercó para susurrarle al oído.
—Aquí las órdenes las doy yo, bonito.—El soldado alzó las cejas y luchando contra sus impulsos dominantes se dejó hacer, cuando las tersas manos del excéntrico ingeniero se entrelazaban con las suyas en ¿un gesto dulce?, vio con horror como la misma sustancia desconocida—recuerdo de su primer encuentro—se deslizaba desde las muñecas del castaño hasta sus dedos, formando después una especie de cuerdas metálicas que le inmovilizaron, llevando bruscamente sus brazos por detrás de su espalda, era incapaz de moverse a voluntad propia, aquél mercurio extravagante lo controlaba en su totalidad, forcejeó un poco antes de sentir como el frío hierro cercenaba sus antebrazos por el movimiento.
—¿Qué mierda es ésta cosa? —Una nueva risotada, seguida de una mirada felina, que reflejaba la luz de la luna en sus pupilas dilatas por la excitación del momento, le provocaron sensaciones que nunca se imaginó ni en sus más húmedas fantasías con el genio.
—Se llama extremis y hará de esto algo divertido. —A paso lento cómo si fuera un depredador frente a su presa, rodeó el cuerpo del militar que lo seguía con la vista hasta que se perdió detrás suya. El tamborileo de sus dedos que acariciaban curiosos su nuca, mientras subían parsimoniosos hasta enredarse con sus mechones dorados, dándole un suave masaje, fue cortado de golpe al ser halado de sus cabellos con rudeza, arqueándose hacia atrás y gruñendo por la repentina agresión, aún con los parpados cerrados avisándole de su dolor. Su cuello le secundó en la cadena de sensualidad a manos del playboy, ya que de manera tosca sus labios y lengua probaban un poco de su piel rosada, uniéndose después a la fiesta sus hambrientos dientes, mordisqueando cuanta piel se le figurara apetitosa.
Siguiendo con el juego, la fría mano de Tony se coló por su camisa roja, cargándose los primeros dos botones por la fuerza que empleó, rasguñándole con ferocidad, asegurándose de marcarlo cuanto le fuera posible, cómo si por medio de sus acciones pactaran un contrato firmado con sudor y sangre.
Todo tacto se detuvo y en segundos el de hebras marrones se erguía al frente suyo, saboreando de sus labios el sabor ferroso del líquido carmesí que en el último mordisco a la delicada piel de la clavícula ajena arrancó por accidente.
El tiempo en el que Steve se mantuvo expectante, en espera de lo que seguía a continuación, se le hizo eterno.
Posteriormente sus muslos fueron tanteados por las bruscas manos ajenas, subiendo tortuosamente hasta la hebilla de su cinturón que de un tirón fue despojado, colocándoselo después por sobre la boca, incapacitándolo de maldecir a su captor.
Fue atraído hacia el cuerpo más pequeño de forma violenta, sintiendo como la pierna del hombre de hierro se colaba entre las propias, rozando su entrepierna con rudeza, arrancándole bramidos de placer, no era la forma en la que se imaginaba que pasaría, pero la forma tan bruta en la que le sometía se le antojaba sexy.
Acompañando los roces con su creciente erección, la áspera lengua del millonario repasaba cada pulgada de la epidermis yaciente desde la parte de su hombro que se asomaba por la prenda mal arreglada—ni siquiera se dio cuenta cuando fue que su chaqueta había terminado colgando de sus antebrazos cautivos del frío metal—enterrando su filosa dentadura en éste, disfrutando del gemido que batallaba por salir con el cuero sintético de la mordaza improvisada que portaba.
Rogers, en el momento en que sintió su pene arder, ansioso por ser atendido, empujó sus caderas contra el muslo del castaño, buscándole con su mirada aún nublada por el cúmulo de sabores que le golpeaban con furia.
Su cielo oscurecido se encontró con las luces chispeantes para iluminarle, estableciendo una conexión que los unía, en algo más allá de lo físico.
Yo seré la sangre, si tú eres los huesos.
Te estoy dando todo.
Las hábiles falanges del filántropo se encaminaron traviesas hasta el botón de su pantalón, botándolo, haciendo click cuando lo alcanzaron, le siguió el zipper con el cuál se tomó la molestia de bajar con sus dientes, siguiendo luego el frente frío de su aliento chocar con su ardiente miembro por sobre la fina tela de su ropa interior.
Usó el mismo método para librarse de ese nuevo obstáculo, pero mandando muy lejos la delicadeza anterior y por el contrario arrancándola de golpe, Steve gimió con libertad cuando el cinturón fue destrozado por sus dientes claustrofóbicos, gruñendo después cuando el hierro se cernió ajustándose más a sus extremidades, casi hasta cortarle.
Los cuarzos blancos formaron una sonrisa gatuna en el rostro del mecánico, quien antes de empezar a calmar los bajos deseos del rubio se dispuso a admirar el órgano frente a él, era sin duda más grande que el suyo, que el de cualquiera que hubiera visto antes.
No era la primera vez que se acostaba con alguien a cambio de un favor, lástima que el capitán no corriera con tanta suerte.
Así que eleva mi cuerpo y pierde el control.
Primero sus dígitos se hicieron del falo, tocándole sin pudor alguno, acariciando desde el glande rebosante de líquido pre seminal, aprovechando el mismo cómo lubricante natural, deslizándolo por toda la superficie, sintiendo cómo los músculos se contraían bajo su tacto, ascendió lentamente hasta tocar su bien marcado abdomen y dibujar con las huellas de sus uñas el camino de regreso, logrando que el cuerpo de su víctima se irguiera en conjunto al grito ahogado en su garganta.
Le vio sufrir por su culpa y sintió pena, tanta, que se contuvo para no devorarle el pene y en su lugar pasear su helada lengua, remarcando cada parte de su bien dotada anatomía, el mercenario comenzó a simular un vaivén que le molestó en demasía, el extremis atento a sus necesidades le jalaron hasta pegar su espalda contra la polvosa madera, sacando un estruendo gracias al golpe seco que dio su cuerpo.
Tony suspiró, su aliento frío como el invierno chocando sobre su ardiente polla, provocándole un escalofrío que hizo rechinar el escritorio consecuencia de su estrepitosa sacudida.
Stark quedó fascinado ante la imagen que tenía enfrente y se apresuró a degustar con suma maestría el miembro con su boca, rodeándolo con sus carnosos labios primero, succionando entre tanto y rozándolo con sus dientes para escuchar más de esos encantadores sonidos obscenos evocados por su autoría.
El ritmo fue subiendo al igual que la temperatura en el ambiente, él siempre se mantendría gélido, pero, por otro lado, Steve se incendiaba con cada lametón, cuando el moreno cambiaba de estrategia y engullía uno de sus testículos siendo sus dedos los encargados de darle placer a su falo.
Llegó un momento en que las chupadas de Superior Iron Man se volvieron voraces, como si quisiera alimentarse de él, capaz de robarle la vida con cada mamada a su virilidad, enredando su lengua con una agilidad impresionante, acompañando el acto con caricias que recorrían desde su camino feliz hasta la base de su vientre, haciéndole perder la cordura. Empezó con las embestidas a la garganta profunda del genio, causándole arcadas que al enfadarle traían consigo el corte del metal en su piel, aquello le encantaba, el dolor mezclado con el placer era simplemente embriagante, sintió la humedad en su espalda baja, señal de que probablemente estaba sangrando, orillándole a violar esa cavidad de hielo que tanto le quemaba, irónico pensó.
En cuanto notó el cosquilleo que le avisaba que su clímax estaba a la vuelta de la esquina, listo para descargar todo su esplendor dentro del ingeniero.
Sonidos vulgares salían producto del éxtasis para terminar como armonías en los oídos de Steve, quien exhausto de imaginarse la expresión del otro mientras se lo comía, se apoyó sobre sus codos, congelándose ante el cuadro entre sus piernas.
Las mejillas, sonrojadas, el sudor en su frente, y la ropa mal puesta eran cosas en común que compartían, pero los gestos hambrientos que le regalaba cada que le engullía por completo, los hilillos de saliva brotando mezclándose con el presemen, las falanges juguetonas en su escroto y la barba de candado rozándole cada que se acercaba a la base lo conmocionó.
Unas cuantas estocadas profundas más tarde, en las que golpeaba frenéticamente la garganta ajena, su esencia salió llenándole por completo, desbordando incluso de sus labios hinchados, se dejó caer, tomándose un momento para descansar luego del fuerte orgasmo, valiéndole un comino estar sobre su ropa empapada de sangre, alcanzando a oír el sonido de la manzana de Adán de Tony que subía y bajaba al tragarse su semen.
Le miró gatear hasta quedar a la altura de sus labios entreabiertos para besarle con fogosidad, sus lenguas danzaban en una pelea por la dominancia de aquél beso tan demandante del otro, olvidándose del oxígeno que se les escapaba poco a poco.
Al separarse en busca del bendito aire quedaron unidos no sólo por su sabor que formaba un hilo semi transparente, sino también por las miradas llameantes que los reflejaban en los ojos contrarios.
Yo respiro lo que es tuyo.
Tú respiras lo que es mío.
Habían empezado un juego en el que la regla principal era que no estaba permitido retirarse.
