Anatema

Notas:

Fick hecho sin fines de lucro, inspirado en el "Holocausto judío". Las personalidades pueden cambiar un poco debido a la trama de la historia, y a como se sientan los personajes. Los personajes no me pertenecen son propiedad de R.K.

Parejas:

Inukag y Sessh/Rin

Desde la perspectiva de un alemán.


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Capítulo I

"Cuando explota el corazón"

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...Escúchamos cada día como nos dicen lo bonita que es la vida...

...Pero por favor comprendan que tenemos una venda en los ojos...

...Que nos impide percibir eso tan bonito que dicen que existe en cada vida misma...

-Anónimo-

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-Campo de concentración, Alemania, Septiembre de 1938-

Se tocó la frente rozando con la yema de sus ensangrentados dedos la textura de su gastada y sudada piel. El tiritar de estos en su sien le hizo dudar de su capacidad para ejercer bien su profesión; involuntariamente, el brillo de sus ojos dorados pareció desvanecerse, convirtiéndolo en una marioneta guiada por cuerdas trasparentes.

-Asesino- aquella maldita palabra le envenenó la mente, persiguiéndolo y atormentándolo.

-Mereces ir al infierno, maldito alemán- estuvo seguro que si no fuera por su capacidad y voluntad para esconder el miedo que sentía, se habría vuelto loco en aquel mismo instante.

Perforó sus labios con sus colmillos luego de ello.

-Asesino- llevó sus manos de inmediato por sobre su rostro, ocultando la tensión y el pequeño hilo de sangre que acababa de brotar de su boca. El dolor de aquella herida le hizo reaccionar lentamente, como cientos de descargas eléctricas apoderándose de toda su cabeza. Ayudándolo a recobrar un poco la cordura luego de estar casi dos horas divagando entre innumerables penumbras.

¡Maldita la hora en que se había enlistado para defender a su Alemania!; ¡maldita la hora en que había jalado del gatillo de su sucia escopeta!.

Se sentía peor que la más asquerosa basura de su propia nación; ¡él no era nada!; ¡ni mucho menos merecía serlo!.

Respiró hondo, inhalando y exhalando.

-Ayúdame, Dios mío- sus palabras salieron lentas, aunque in entendibles. Cuando estuvo seguro que tenía control sobre sí mismo se dio el lujo de mirar hacia abajo.

Se quedó sin aire, cuando sus ojos dorados le dejaron en claro el cuerpo de su reciente víctima descansando bajo sus pies, tembló, los ojos le miraban en blanco; tembló de nuevo, la boca en quijada abierta yacía desperdigada junto a sus botas luego del grito, que seguro; aquella persona estuvo a punto de dejar salir cuando le hubo disparado con el arma.

-¡Asesino!- la voz de su propia conciencia seguía atormentándolo y fue peor cuando llevó su mirada a los ojos de su víctima.

Sintió miedo, pánico…terror.

Terror porque sus ojos no dejaban de mirarle. Terror porque el aroma de su cuerpo no desaparecería de su piel por más que la lavase, sentía el corazón latiéndole a demasiada intensidad, tan rápido como una ola chocando en medio de una roca; tan rápido como cuando se hubo percatado de que sus manos yacían apretándole las sienes, ojos desorbitados y boca siendo apretada con fuerza yacían ahora tratando de olvidar la imagen reciente.

Pero los ojos…tan extraños, tan vacíos…tan sufridos…

El color de la sangre que bañaba a ese cuerpo se grabó en algún rincón oscuro de su cerebro; y estuvo seguro de que aquella imagen le atormentaría en más de alguna pesadilla.

Que no podría volver a dormir.

A pesar de que era consciente de haber disparado el gatillo en contra de ese judío detestable no recordaba la voz de su superior, Sesshoumaru Taisho, ordenándole que le disparara.

-Dispara- la voz no estaba, el tono seguro yacía bloqueado en su cerebro.

Sintió que su mente era un manojo de nervios y por primera vez en toda su vida nada de lo que estaba haciendo o pensando tenía sentido, ni siquiera para él mismo.

¿Mataba porque le gustaba hacerlo?; ¿o mataba por una mera y estúpida orden?, giró su mirada del rostro del judío que yacía en el suelo; pero él bien sabía que le sería imposible olvidarse de su expresión, de su dolor.

De su mierda de cara.

Sus piernas flaquearon sin sentido, y se dejó caer tocando el concreto del pavimento bañado de aquella sangre. De inmediato la tela que cubría a sus piernas se volvió húmeda y fría al igual que su corazón.

¡Había matado muchas veces, pero jamás le había ocurrido algo como esto!. El verlos caer en guerra era digno para la milicia. ¡Pero había matado a una judía sin razón alguna!; ¡Un judía que quizás tendría familia, esposo, hijos!.

Sintió ganas de vomitar cuando recordó la voz de ese chico llamándolo asesino, y luego su cabeza le repetía esa maldita frase para que se sintiera peor, dios, y pensar que si contaba el chico al que yacía mirando era el tercer judío del día, otra vez la sensación de vomitar, otra vez la cabeza ardiendo.

-Levántate, Teniente Taisho- procesó la orden; y cuando experimentó aquello en su estómago fue capaz de ver como todo le daba vueltas. La voz de su superior ordenándole que se levantara, la maldita palabra llamándole asesino y el aroma de la sangre penetrando sus fosas nasales.

-Cállate…Sesshoumaru- susurró, cerrando un poco sus orbes, deseando que terminara la pesadilla. No quería reconocer que algo dentro de él había muerto cuando había jalado el maldito gatillo. ¿Cómo explicarlo?; ¡Cómo decirle a su coronel que su mejor hombre dudaba de sus capacidades!.

-¡Maldita sea, Levántate Inuyasha!- estaba seguro que su superior le estaba gritando, pero aquellas odiosas y nefastas palabras no querían ser asimiladas por su cerebro. A pesar de que abrió sus ojos, a pesar de que era consciente de que los labios del Taisho se movían en frente de su rostro, no fue capaz de acatar a sus órdenes.

Después de tanto tiempo su alma no tenía la fuerza de voluntad suficiente para obedecerle como si nada. Y el peso de todas esas muertes estaban a punto de hacerlo explotar. Y sabía, tarde o temprano terminaría consumiéndose por dentro, pudriéndosele el alma tan lento como cuando comienzas a hacer agujeros en una vieja prenda de ropa, porque al igual que ella, en su alma habían pedazos de agujeros.

-Más te vale levantarte Inuyasha, si no quieres que yo te levante- pero cuando Sesshuomaru exclamó aquello estuvo seguro que prefería irse al infierno.


-Casa Higurashi, bodega-

Se tapó los oídos y cerró los ojos.

-¡Revisen esta bodega!- no tuvo el suficiente valor para abrir la boca ni para mover sus piernas. El olor a humo le llegó de apoco hasta la nariz mareándole y asfixiándola.

-Por favor señor…que no me vea- sus lágrimas cristalinas amenazaban con hacer eco en aquella habitación sin luz aparente en donde se encontraba oculta. La penumbra de la oscuridad le hizo temblar más de lo debido y ni siquiera pudo moverse de debajo de la ventana de la bodega, sabía, sólo se reflejaba por ella la contextura de su espalada, sabía, sentía el olor del humo que venía de las calles por aquella misma ventana.

-¡Si no hayan nada quémenla!-

El sonido de la voz de esos hombres la descolocó; intentó pensar en otra cosa que no fueran las barbaridades que harían con ella cuando la encontraran. Pero era imposible, en especial sabiendo que sería un buen trofeo de guerra. ¡Odiaba con todo su corazón a los alemanes!; ¡odiaba a quien vistiese su maldito uniforme!

Pero no se avergonzaría nunca de ser Judía.

Lo mejor que podía pasarle era que la mataran si la descubrían…pero ¿y si no la mataban?...¿si querían jugar con ella antes de quitarle la vida?

-¡Malditos, malditos demonios alemanes!- gritó, al darse cuenta de lo patética que era. ¡Que vengan a buscarla si tanto la querían!; ¡ que le intenten poner un solo dedo encima en su piel!; ¡porque ella los mordería y les dejarían en claro que no era una cualquiera que se acostaría con algún alemán para salvar su pellejo!.

Movió rápido sus manos buscando con el tacto de sus dedos algo con que defenderse. Apretó los dientes cuando sintió un extraño dolor en sus yemas.

-Un trozó de vidrio- se dijo, llevándolo hasta su rostro. Su propia sangre bajó por una de sus yemas en el momento en que apuntaba hacia delante de ella, suerte que había un pedazo del cristal roto, y suerte que estaba al lado de ella justo en ese minuto. De inmediato unas gotas de sudor descendieron por su frente mezclándose con la sangre.

-¡Clock!- el eco resonó en toda la bodega.

-¡1.2.3!-cuando llevó su vista hacia la puerta contempló como unas botas militares penetraban su refugio.

Sus ojos fulminaron aquellos ojos. Frente a frente.

-No te atrevas a dudar…Kagome- se dijo, apretando el vidrio en el momento en que aquel demonio le apuntaba con una linterna.


-Campo de concentración-

La primera bofeteada le había hecho reaccionar. El dolor que experimentó alrededor de todo su cuerpo fue suficiente para hacerle mover las piernas. Sus manos temblaron cuando su superior le entregó su arma manchada de sangre.

No fue capaz de guardar silencio cuando la boca de su hermanastro se movió divertida en señal de sarcasmo. ¡Y qué si creía estaba enfermo de locura!, ¡no había podido soportar más! ¿Acaso era un pecado tener humanidad por dos minutos siquiera?

-¡Tú no sabes nada de lo que me pasó Sesshoumaru!- Había osado contestarle a su "coronel"¡y que!; ¡que le dieran veinte días de presidio si era necesario; ¡por él toda esta mierda de rutina se podía ir al carajo!

Cuando los ojos dorados de su hermano le fulminaron volvió a guardar silencio. Frunció el seño, dientes que se apretaron en señal de rabia, dios, quería tirarle el arma en plena cara. Guardó silencio otra vez, dejó sólo que un gruñido de disgusto se notase por el suyo. Sintió como una de las manos del coronel se apoyaban en sus hombros, sobando y apretándolo.

-Es mejor que vayas a la iglesia, Inuyasha- ¿había escuchado bien?; ¡a una maldita iglesia!; ¿qué tenía en la cabeza Sesshoumaru para decirle que fuera a una iglesia?¡ lo que el necesitaba era a un loquero!; ¡porque hace tiempo que estaba perdiendo la razón!.

-El remordimiento de culpa te hará caer-

-¿Tú que sabes?-

-Lo suficiente- la voz sonó hueca y cruda.

-Dile a otro que vaya a una iglesia, a mi no me interesa-

-No fue una sugerencia teniente, fue una orden- se quedó en silencio vislumbrando sus ojos dorados fríos.-Y más te vale acatarla-


-Bodega casa Higurashi-

-¡No te resistas preciosa!-

Sus manos la tocaban, la recorrían mugrosamente.

-¡Serás un hermoso obsequio para el Fuhrer!- exclamó el hombre en el momento en que le atajaba el rostro impidiéndole defenderse con el trozo de vidrio manchado de sangre. ¡Un maldito regalo!; ¡Ella no estaba para ser obsequio de nadie!.

-¡Ni lo sueñes!- de inmediato le mordió.

Mala idea

-¡Perra Judía!-exclamó el militar golpeándola, lanzándola hasta la mugrienta madera. Kagome se quedó estática, vislumbrando las botas militares que se movían alrededor de ella. ¿Qué había pasado con su familia?; ¿les habrían lastimado?, ¡los habrían matado!. De sólo imaginar tal cruel escena sintió como muy en el fondo nada tenía sentido. ¿Y si lo mejor era dejarse llevar por esa escoria, que al igual que ella era una creación de Dios?

-Dios no crearía tales blasfemias- se quedó quieta en el momento en que experimentó como la bota del alemán le pisaba la cabeza. Manchando sus cabellos y llenando de polvo su pálido rostro.

-Ahora no te crees tan fuerte; ¿eh judía?-la voz hueca y sin compasión del alemán le dio miedo. Kagome respiró hondo en el momento en que los brazos de ese hombre la levantaban del piso y la obligaban a mirarle.

-Antes jugaré un poco contigo, preciosa judía-


-Iglesia Alemana Cristiana-

Sintió un dolor inexplicable en el pecho. ¿A esto se refería su hermano?, no…¡no era posible que él sintiera estas tonterías!. Él era un teniente, digno de la más grande elite de los que pertenecían a su casta sangre.

Alemanes.

Dejó de pensar en aquellas tonterías cuando se coló ante su visión la estructura omnipotente de la iglesia alemana cristiana. Tenía que ser sigiloso si quería entrar al confesionario. ¿Qué le esperaba a él y a su hermano si el mismo Fuhrer se enteraba que había osado pisar terreno santo, indigno de un alemán?

-Me espera la misma muerte, pero no puedo más con mi alma- Cerró sus ojos al quitarse su boina militar y guardar su arma por detrás de su espalda. Aquella iglesia estaba repleta de judíos.

Le miraron de los pies a la cabeza como si estuvieran viendo al mismo diablo.

-Sigan mirándome, y la pagarán caro-amenazó, y de inmediato dejaron de mirarle.


-Bodega casa Higurashi-

-¿Por qué me miras así? …¿eh judía?- la sola pronunciación de su raza le hacía hervir la sangre. ¡Judía!; ¡Perra judía!; ¡preciosa judía!. Ella era mucho más que una maldita judía, era una Higurashi; ¡una judía de alta clase!. Y nadie le pasaba por encima.

-¡Suéltame desgraciado!- cuando la bofeteada resonó en toda la bodega, creyó y sintió como lo único palpable eran los latidos mordaces de su asustado corazón.

Él la miró en el momento en que se tocaba el rostro y se sobaba la mejilla hinchada.

-Ya me cansé de esta mierda, te llevaré de inmediato con mi capitán- cuando aquellos brazos le apretaron los suyos algo, algo muy dentro de ella se rompió.

Dios no estaba junto a ella, y ella lo sabía muy bien. –Y morirás como una maldita perra, Judía-


-Confesionario-

-Perdóname padre, porque he pecado- sus ojos contemplaron la entrada del confesionario, no estuvo seguro de hablar hasta que sintió el peso de las gemas azules del padre.

-¿Cuántas veces esta semana, Inu?- la sonrisa seductora de este pareció destellar más con la luz de la vela dentro del confesionario.

-Demasiadas Miroku, hasta creo que he perdido la cuenta- sus manos temblaban más de lo previsto, no supo como pero estaba entrando en un estado de cólera.

-¿Mataste a alguien…Verdad?-

La pregunta de su amigo le dejó en blanco. ¿Matar a alguien?..No, esa no era la frase indicada para describirlo. La frase era…masacrar a alguien.

-Me duele decirlo, pero…-

-Aquí no hay Sesshoumaru, Inuyasha, no hay nadie en frente tuyo para que finjas ser alguien que no eres, habla con tranquilidad, amigo mío-

¿Fingir alguien que no era?...¡claro!; ¡todo el tiempo estaba fingiendo ser alguien que podía seguir algunas malditas órdenes!; ¡alguien que resistía y no dudaba nunca!

-Todo ocurrió esta mañana, esta maldita mañana Miroku-

-Continua-

-¿Escuchaste que han declarado un estado de alerta en contra de las familias judías?-

-¿Las leyes de Nuremberg?-

-Exacto-

-Continua- la voz del padre le indicó que siguiera, después de todo de alguna manera tenía que comenzar a hablar, y aquel chico con corazón de piedra parecía estar más confundido que cualquier otra persona.

-Hoy una familia de judíos incendio una joyería alemana, mi pelotón fue designado a la búsqueda de tales criminales- la voz salió despectiva…reacia y tosca. –No supe en qué momento los encontré, pero…mi rabia, mi ira fue más potente que yo mismo, no pude controlarme…ni tampoco contenerme-

Los ojos de Miroku le fulminaron, si, definitivamente este chico estaba enloqueciendo.

-Maté a un maldito niño Miroku, lo descuarticé, y…y luego seguí con la madre….no supe cómo pero, yo…yo no era consciente de que les estaba disparando, era como si una maldita presencia me dijera que hacer, que decir- de apoco, y aunque nunca se lo esperó el comenzó a llorar.

Unas lágrimas silenciosas acumuladas por tantos años…por tanta batallas.

Aquellas lágrimas no cedían…

-Sólo escuchaba mi corazón, mi maldito corazón diciéndome ¡dispara!; ¡dispara!-

-Tranquilo-

-¡No me digas que me calme una mierda!- sus puños golpearon la madera del confesionario, aquella acción pareció dolerle al sacerdote. –Fue tan irónico…cuando deje de disparar-

-¿Por qué?-la pregunta le dejó sin aire, y pareció que ese chico estaba en un trance.

-El ruido en mi cabeza…ese ruido que escuchaba cuando les estaba disparando, desapareció y me sentí tan bien, pero…-

Miroku pestañeó, presintiendo lo que vendría a continuación.

-No me sentí feliz cuando miré abajo mío, cuando contemplé sus cuerpos, su sangre; ¡sus malditas caras!-llevó sus manos hasta sus cabellos albinos, jalándoles. –Cuando me di cuenta de lo que había hecho, creí y sentí que algo dentro de mí se moría. ¿Cuándo disparé?; ¡Cuando los maté!, no tenía esos recuerdos en mi cabeza, para mí era como si todo lo que había acontecido hubiese sido una tonta ilusión, un deseo irrefrenable y perverso-

El sacerdote se quedó perplejo; ¿qué podía aconsejarle?, unos ave maría y padres nuestros no servirían ahora para tranquilizarlo, tal vez en otras ocasiones, pero no en esta.

-Es mejor que descanses hoy, no le digas nada a nadie, Inu-

-Lo peor es que no puedo Miroku- sus mejillas estaban demasiado húmedas y rosadas.-Hoy es día de fusilamiento, y tengo que ir-


-Campo de concentración-

-¡Camina perra!- apresuró el paso de sus exhaustas piernas cuando experimentó un dolor en todo su cuerpo, producto de las cuerdas atadas en sus tobillos. ¿Cómo saldría de esta situación?.

Cerró sus ojos en el momento en que percibió el caer de una gota de lluvia. Una cristalina y solitaria gota de lluvia.

El sentirla bajar por su piel fue más que perfecto. Le hizo saber que aún estaba viva, y que aún tenía fe en su Dios.

-¡Azarías!; ¡Azarías! (el señor es mi ayuda)- la voz de ella descontroló al alemán; ¿qué tanto balbuceaba?; ¡que era esas palabras extrañas para él y por qué parecía tan tranquila?.

-Adonai (mi señor) – no soportó verla así, feliz como si nada estuviera pasando. Ella debía sufrir, por sus manos y las manos de sus compañeros. Jaló las cuerdas, provocándole más dolor. Kagome se mordió el labio inferior, provocando que un poco de sangre descendiera por su boca. El alemán se le acercó divertido ante su situación.

-Eres una joya- los dedos de él se atrevieron a recorrer sus labios, y en aquel momento ella lo mordió otra vez.

-¡Perra!-

Estuvo a punto de golpearla cuando otras manos se posaron en sus hombros.

-No es bueno insultar a los invitados, cabo- el alemán se giró, y de inmediato unos dorados ojos fríos le fulminaron.

-¡Im schade Sesshoumaru Taisho! (perdóneme capítan)- se llevó de inmediato sus manos hasta la cabeza, arrancando de golpe su boina militar para esconder su rostro.

–Ponla en medio de la calle para que la fulmine mi pistola, cabo-


-Camino al campo de concentración-

-Asesino- su cabeza le daba vueltas.

-Mereces el infierno, maldito alemán- intentó pensar en otra cosa, cuando sus piernas se dirigieron de la iglesia hasta el centro de fusilamiento judío. Estaba consciente, de eso estaba seguro, pero…sus sentidos…su cuerpo...Parecía moverse producto de los deseos de otra persona; él no quería ir más a ese lugar, entonces ¿Por qué simplemente no acababa esta mierda y se largaba a otra parte?.

-Es tu deber de soldado- se dijo, cuando el letrero imponente del campo penetró sus ojos dorados.

Fulminándole y condenándole.

El rostro del sacerdote pareció volver hasta su cerebro, sus palabras…sus ojos.

-Es mejor que descanses, no le digas nada a nadie- si fuera eso posible hace tiempo que lo habría hecho. ¡Hace tiempo que se habría largado de esa mugrienta realidad!

Se detuvo de golpe cuando experimentó el dolor del alambre de púas que protegían la entrada al campo bajo sus piernas. Cuando levantó la vista se encontró con los ojos del vigilante, exigiéndole que se identificara.

-Inuyasha Taisho, pelotón de la muerte número 5- sus palabras viajaron hasta los oídos del vigilante y de inmediato le permitió la entrada. Estuvo a punto de poner un pie dentro del campo cuando las manos de ese hombre le detuvieron.

-El Coronel Taisho, te está esperando; manda a decir que te tiene una encomienda- de inmediato suspiro, una encomienda, cuando Sesshoumaru dictaba las famosas "encomiendas" no eran otras cosas que para matar a un nuevo criminal. Cerró sus ojos antes de quitar la mano del vigilante de su hombro.

-Entiendo-

En aquel momento algo dentro de él pareció descomponerse.


-Centro de fusilamiento, dentro del mismo campo-

Habían atado ahora sus manos y vendado su boca. No podía gritar, ni tampoco escapar.

Vaya tormento.

-Adonai- sus ojos era lo único que no habían vendado. Las palabras del alemán que la había traslado desde la bodega hasta aquel campo lleno de alambres de púas volvió hasta su cerebro.

Torturándole

-Tienes que ver la cara de tu ejecutor, preciosa- su sonrisa, sus dientes relucientes se grabaron en su memoria. No olvidaría ese día jamás si es que llegaba a sobrevivir. Aunque en estas circunstancias era ridículo pensar en seguir viviendo.

Cuando escuchó el silbato de aquel alemán sonar desde sus labios, supo que moriría en ese lugar a manos de un demonio peor o igual a ese hombre.

-Anatema- (hombres dedicados a la destrucción)

Y si lo pensaba, esa palabra le quedaba como guante a su desesperada situación.


-En el mismo campo-

Sintió como le sudaba la frente, y como las pequeñas gotas cristalinas le manchaban la punta de la camisa de su uniforme militar, mezclándose con las gotas de lluvia. Hacía frío, mucho frío. Sus cabellos albinos se enredaron un poco alrededor de su chaqueta en el momento en que comenzaba a desabrochar los botones dorados con sus dedos.

Aquella angustia no quería desaparecer.

-Bienvenido Inuyasha- la voz sarcástica de su superior le descolocó. ¿Cómo podía estar así de tranquilo?

-Obviaré tu estúpido comportamiento de la mañana, sígueme, y más te vale obedecerme-

-¡No me mandes, Sesshoumaru!- otra vez le faltaba el respeto.

-"Coronel", teniente, yo soy tu coronel, tu mi sirviente, y obedecerás mis órdenes a menos que quieras que te trate como a esos judíos y te meta en uno de los campos. Se fulminaron. –Porque yo mismo te mataré-

Guardo silencio.

-Presenta tu arma teniente y sigue mi dedo- como odiaba cuando su hermano se comportaba así, bien; ¡era el maldito coronel!, el maldito al que todos debían de obedecer y no podían darse el lujo de dudar en frente de sus ojos. Cuando ellos dudaban él los mataba, y los masacraba.

Se quedó sin aire, cuando sus ojos contemplaron el cuerpo de su próxima víctima, atada de pies y manos.

Su cuerpo no tuvo ganas de respirar.

Se movió sigiloso por el campo, cruzando la vereda y las púas metálicas. Por un momento estuvo seguro que no podría apretar el gatillo.


-Centro de fusilamiento, en el mismo campo-

La lluvia le había limpiado el rostro, ya no quedaban rastros de tierra ni de sangre. Tuvo miedo, y al mismo tiempo el frío producto de aquella tarde tormentosa penetró en todo su cuerpo. Pasando desde sus poros hasta sus huesos.

Se quedó estática cuando unos ojos dorados y uno cabellos albinos quedaron n frente de ella. ¿Sería uno de los suyos?

De inmediato aquella pregunta se desvaneció cuando vislumbró el traje militar.

Otro demonio, otro maldito alemán.

No pronunció palabra. El chico pareció moverse y detrás de él la imagen de otro hombre se coló por su visión.

El coronel del campo.

-Hazme los honores, Inuyaha- ¿Inuyasha?, un nombre muy bello para un ser tan despiadado. Le fulminó.

¿Qué tenían esos ojos dorados cuando la miraban?; ¡Por qué parecía que dudaban de las ordenes de su superior!.

La morena contempló como los dedos del alemán se posaron en el gatillo del arma que el otro hombre le había entregado, y la llevaba encima de su sien.

El contacto con esa arma le produjo una descarga eléctrica en todo su cerebro. A sus dieciocho años el mundo pareció dar un giro de ciento ochenta grados.

-Asesino-pronunciaron sin quiere sus labios en el momento en que el gatillo comenzaba a moverse.


-Dentro del mismo campo-

Se sintió peor cuando escuchó esa palabra.

No fue capaz de mirar su arma ni de mover el gatillo más rápido. ¿Por qué no podía cerrar sus ojos?; ¡por qué tenía que mirarle!.

-No me mires- pronunció, pero aquella judía no giro ni cerro su vista. ¿Por qué tenía que ser tan hermosa?... ¡Por qué demonios tenía que matarla él!.

-Pruébame que eres de los míos, hermano-.volvió a dudar cuando los labios de su hermano se posaron en sus oídos, rozando y alarmando.

-Perdóname- exclamó en el momento en que apretaba el arma más en la sien de ella. Después de todo ella era la indigna, ella era la judía que no merecía seguir viviendo. Él debía vivir, el debía convertirse en el dueño de los elogios de sus compañeros, en el hombre que junto a su coronel y a su tropa habían librado a su Alemania de esa raza. El escogido por Dios. .¿O no?..

Continuará-


Nota histórica.

Durante los años de 1935 -1938 ocurrieron las primeras manifestaciones ilegales en contra del pueblo judío que residía en Alemania, sin embargo en octubre de 1938 se aprueban las famosas leyes de "Nuremberg" donde se les permite a los pelotones alemanes la discriminación hacia los judíos, gitanos y homosexuales. Se les niega asistir a las fiestas, rezar en voz alta, entre otras cosas más crueles.

La milicia alemana estaba dividida en esos años en 6 pelotones. El llamado "Pelotón de la muerte" era el encargado de los fusilamientos tanto en los Ghetos como en los campos de concentración

Sobre los "campos" no son otros a que los denominados "Ghetos", sin embargo en los años de 1938 no se utilizaban aún para la matanza judía, eran usado para castigar tanto a alemanes como a judíos por creer o atreverse a pronunciar el nombre de Dios.

Espero les haya gustado este fick, quise hacer algo distinto, y en respuesta al desafío de KittyWolf y Sakuno-Chan he decidido publicarlo. Probablemente me demoré en actualizar por todos los términos de historia que requiere, por lo que les pido me tengan paciencia.

¡¡Recuerden dejarme reviews!!

Re-editado: Abril del 2010


Porque siempre nos da un ataque al corazón y un inmenso dolor…

Pero cuando esto se acabe tu respirarás de nuevo…

Tu respirarás de nuevo…

...Te lo juro con mi vida...

-Crash and burn-

Savage Garden