Capitulo 1Una llamada del pasado
( Who wants to live forever?)
Ginny y Harry estaban disfrutando de un agradable paseo, después de varios días de intenso trabajo, ya que la persecución y captura de mortífagos parecía estar en un punto álgido en esas fechas. Su primer aniversario había transcurrido en plena misión, y no habían podido celebrarlo, así que ambos habían pedido unos días libres y se habían marchado a Paris.
Su paseo por la rivera del Sena estaba resultando romántico y maravilloso. Un desconocido se apresuraba en su dirección, la mano en el bolsillo de su chaqueta. Pero era un simple muggle, y no representaba ninguna amenaza para ellos, por lo que Harry lo ignoró, retornando su atención a Ginny. De repente, un movimiento repentino que hizo saltar sus defensas, fogonazos y todo se volvió oscuridad y dolor. Sus reflejos le habían permitido retorcerse y arrastrar a Ginny con él al suelo, mientras levantaba un escudo en torno a ellos. Pero aunque su escudo paró las primeras balas que recibieron, dos individuos, magos esta vez, aparecieron y comenzaron a atacarles también, mientras los aterrados turistas corrían hacia todos lados, gritando y sollozando. El escudo se debilitó al repeler ataques mágicos y no mágicos al mismo tiempo y finalmente cedió a las maldiciones que les lanzaban. Ginny se interpuso y recibió el impacto destinado a su esposo. Harry no necesitó más que ver la chispa de amor apagarse en sus ojos al estremecerse en sus brazos y el infierno se desató.
La muerte de su esposa desató un estallido de magia pura que simplemente fluyó hasta sus agresores y los inmovilizó, extrayendo brutalmente recuerdos y memorias, drenando la magia de sus adversarios, como si les hubiese abierto las venas, mientras el pobre hombre que habían usado como señuelo simplemente se desplomaba fulminado.
Para ese momento, tanto la policía muggle como los aurores franceses estaban en camino. Harry sollozaba abrazado al cuerpo inerte de su esposa, destrozado, derramando su magia y la de sus enemigos a su alrededor. Pero cuando los aurores llegaron solo pudieron modificar los recuerdos de los testigos muggles, haciéndoles creer que solo se habían intercambiado disparos, ya que los dos mortifagos estaban muertos y el muggle inconsciente.
"Voldemort esta muerto, esta muerto para siempre…" pensó Harry una y otra vez, mientras el sudor resbalaba por su frente y dejaba pegajoso su cuerpo, revolviéndose y gimiendo entre las sabanas, atrapado en una horrible pesadilla una vez mas. Repitiéndose una y otra vez las mismas palabras, como una letanía protectora, Harry logró por fin deshacerse de su opresivo delirio sobre el cementerio donde Voldemort recobró su cuerpo y despertar. Aturdido, como siempre que el terror rondaba sus sueños, necesito unos minutos para recordar donde y por que se encontraba allí.
Un viejo y anticuado armario con las puertas de espejo, le devolvió su propia imagen, distorsionada y deformada por los sucios y desportillados cristales, sentado en una cama deslustrada y revuelta, recostado contra las desconchadas paredes de una vieja pensión muggle. A los pies de la cama, una pequeña mochila yacía entreabierta, dejando ver una prenda de fluida textura, brillante y multicolor, de apariencia casi líquida e irreal, que desentonaba totalmente en aquel ambiente. Por la pequeña ventana desvencijada y desencajada junto a los pies de la cama, y bajo la que había un sucio y pequeño lavabo y una silla algo destartalada y con la tapicería deshilachada, se filtraban los sonidos y olores procedentes del resto del edificio, mientras el mundo comenzaba a agitarse con la conmoción de un nuevo atardecer. Se miro al espejo, y apenas pudo reconocerse a si mismo, tal y como era cuatro años antes …..Pero no, ahora no podía pensar en esos dolorosos recuerdos, debía encontrarse con alguien que procedía de un mundo que quería evitar, pero al que debía algo, algo tan importante como para hacerle salir de su voluntario exilio.
Suspirando, repasó su imagen y contemplo el largo pelo negro, cayendo enmarañado y viscoso ahora por el sudor, hasta los hombros, la barba revuelta y sin afeitar desde hacia mucho, la cicatriz de su frente, menos visible ahora que entonces, y se levantó para asearse antes de recibir a su extraña visita.
Tras levantarse y desperezarse como un gran gato, se despojó de la húmeda camiseta y de la ropa interior, y se flexiono para lavarse el torso, la cara y el pelo en el lavabo. Los músculos de su espalda se marcaron bajo su piel, suavemente bronceada y cruzada por varias cicatrices, y el joven comenzó su rudimentario aseo. Su cuerpo de adolescente larguirucho y desgarbado se había desarrollado y madurado, y el intenso ejercicio de su vida entre los muggles había desarrollado plenamente una musculatura envidiable, dándole el aspecto de un joven atleta, y su piel morena y adornada de vello negro, lucía saludable y atractiva. Mirándose en el espejo, ahora con el pelo y el cuerpo limpios de sudor y húmedos de agua, peinó los siempre rebeldes mechones y los dejó sueltos sobre sus hombros, retirando los mechones detrás de sus orejas, para variar de la eterna coleta que ahora llevaba casi siempre. Dudaba sobre su barba, que ahora siempre llevaba sin afeitar, y a la que se había acostumbrado como a una máscara, pero en el último momento decidió recortarla en vez de eliminarla. Un gesto casual de su mano y la barba descuidada se esfumó de su rostro, transformándose en una barba incipiente, como si llevase varios días sin afeitar, devolviéndole un aspecto más juvenil y acorde con su edad. Con pereza, se enfundó unos vaqueros y una camiseta limpia, y con otro gesto indiferente, la ropa sucia se dobló y se introdujo en la mochila y el agua derramada por el suelo desapareció, mientras la cama se hacia , quedando la habitación ordenada y dispuesta para recibir a su visita, mientras su varita saltaba hacia su mano y él la guardaba cuidadosamente en un bolsillo disimulado de sus pantalones, más a mano que en su ubicación habitual en sus negras botas de gruesas suelas y llenas de hebillas.
Minutos antes de la hora señalada para su cita, los hechizos protectores que había colocado sobre el edificio, se activaron, revelando la llegada de un mago, concretamente la de Narcisa Malfoy. Nunca le había parecido una persona cálida o afectuosa y su relación con ella había sido muy escasa, hasta el día en que ella le salvó la vida, mintiendo a Voldemort y asegurando que su maldición había acabado con él, lo que finalmente le había permitido derrotarlo y darle muerte. Habían pasado ya cuatro largos años desde la derrota, y él no era el mismo de antes, pero seguía en deuda con ella, le debía su vida, y había acudido a su llamada, atado por su propio carácter, tan Griffindor como siempre, una vez que comprobó que tras la misiva no se escondía nadie más con intenciones homicidas.
Una breve y seca llamada en la puerta le hizo saber que su visita estaba ya allí. Percibió el hechizo revelador de la Sra Malfoy y sonrió para sus adentros. No solo él estaba siendo precavido, por lo visto, y se levanto para abrir la puerta y permitirle el paso.
Narcisa estaba mucho más delgada y pálida de lo que la recordaba, ojerosa, pero seguía teniendo la misma lánguida elegancia de siempre, tal vez acentuada por el intenso contraste de su piel casi blanca con la ropa negra que la envolvía. Una leve inclinación de cabeza, y sin una palabra de respuesta al saludo de Potter, Narcisa penetro en la habitación, escrutándola con una rápida mirada y se sentó en la única silla disponible, y lo miró, fría e impasible, con sus enormes ojos azules, mientras el muchacho se acomodaba en los pies de la cama.
Un incomodo silencio cayo sobre la habitación, congelando el aire de aquella tarde de mediados de octubre. Harry mantuvo tercamente los ojos verdes, ahora libres de sus eternas gafas, fijos en Narcisa, dejándola observarle a placer, negándose a ir más allá, ya que no tenia idea de cual era el tema que la Sra. Malfoy deseaba tratar con él. Por último, Narcisa salió de su mutismo, y comenzó a hablar.
- Potter… Harry, no se si estas al tanto de lo que ha sucedido en los últimos meses, después de… - dijo la dama con evidente turbación y sin saber como abordar el tema.
-No- dijo secamente el joven mago, sin querer facilitarle las cosas a su visitante.
La inquietud de la mujer se hizo más evidente, y Harry se encontró preguntándose cuando había visto a la Sra Malfoy tan perturbada, sin encontrar respuesta.
- Veras, después de tus últimas… capturas, los pocos mortífagos de bajo nivel que permanecían libres, perdieron toda cohesión y fueron presa fácil gracias a la información obtenida - susurró la pálida mujer, retorciéndose las manos con angustia creciente, pero manteniendo aun la compostura.
Harry no veía a donde quería llegar y parpadeo, confuso.
- Se descubrió un refugio hace unos meses, y al asaltarlo, se dio por finalizada la búsqueda de los mortifagos… y se rescataron varios prisioneros - la voz de la mujer se quebró y sus hombros se hundieron, su pose orgullosa, derrumbada.
Narcisa Malfoy perdió el control, y comenzó a llorar, sin sollozos, silenciosa y lentamente, evitando la mirada del joven. El Griffindor no pudo evitar que su corazón le llevase a inclinarse hacia ella y tomar una de las manos de la mujer entre las suyas, para estrecharla afectuosamente, sintiendo una profunda punzada de compasión hacia ella, ya que empezaba a tener sospechas de cual podía se la causa de la angustia de la habitualmente fría bruja.
Narcisa se deslizó de la silla para arrodillarse frente a él, abrazando sus rodillas, y exclamo entre sollozos ahogados:
Mi hijo, Harry, mi Draco…
