Esta historia fue culpa de :) Gracias por ser mi mala influencia y mi hada madrina de las historias que me invento siempre Noe de mi corazón :D
ONCE I WAS SEVEN YEARS OLD…
"En eso consiste el amor. Cuando tienes un gran amor debes cuidarlo como si fuera una planta. Debes abonarlo y protegerlo de la nieve. Es muy importante tratarlo con esmero. Si el amor es pequeño, deja que se marchite hasta que muera."
Hiromi Kawakami
SEIS
Su madre lo está mirando mientras el pequeño niño intenta mantenerse de pie en medio de la enorme pista de hielo sobre la que su hermana mayor, Mari, le enseña a deslizarse mientras lo sostiene de la mano y le segura que jamás lo dejará caer. Los labios de Hiroko, su madre, están llenos de regocijo porque por primera vez en días la sonrisa de Yuri inunda aquel lugar desierto y frío al que no muchas personas suelen acudir por las mañanas. En la pista de hielo, el "Ice Castle" de Hasetsu que es el pequeño pueblo japonés en el que Yuri y su familia han vivido siempre, no hay más personas que ellos tres y de pronto, todo alrededor de ella parece tranquilo, perfecto.
Y es que Hiroko decidió que sus hijos no asistirían a la escuela aquella mañana. Fue una noche difícil para Yuri y el niño merece descansar, piensa ella. Su hijo no necesita que los demás chicos de la escuela se burlen de sus ojeras o del hecho de que a veces, Yuri suele quedarse dormido sobre su pupitre debido al cansancio que lo aqueja. No, lo que su pequeño hijo necesita es reír del modo en el que lo hace en este justo instante, eso es lo que hará fuerte el corazón de Yuri.
Porque Yuri está riendo, de verdad ríe y Hiroko siente cómo su corazón se hace un lugar más cálido y grande dentro de su pecho a pesar de que los últimos días han estado llenos de temor ya que Yuri ha pasado las últimas semanas de su vida sintiéndose asustado, Yuri se ha pasado los últimas días llorando. El pequeño suele despertarse en medio de la noche gritando de forma solitaria en su habitación vacía como si un monstruo enorme y despiadado estuviera observándolo y amenazándolo desde el rincón más oscuro de su habitación.
Las pesadillas que lo despiertan han estado sucediéndose de forma periódica desde hace casi más de dos meses, hay noches en las que Yuri no duerme y si lo hace, eso sucede solamente cuando el niño se queda agotado por las lágrimas que escapan de sus ojos debido al terror. Y es que Hiroko sabe que pánico es la palabra que describe todo eso que Yuri siente, pánico es el nombre del monstruo que ha estado acosando a su hijo menor.
Y su corazón de madre sufre por su pequeño, ese pequeño que fue un verdadero milagro desde que nació, ese pequeño dulce y tímido que siempre ha sido cercano a ella.
Yuri siempre ha sido un desafío a lo establecido. Los médicos le habían dicho a ella y a su esposo, Toshiya Katsuki, que el segundo embarazo de Hiroko sería peligroso y que había muchas posibilidades de que el niño no llegara a nacer pero aquello no amedrentó a la mujer. Ella podía sentir a su pequeño hijo creciendo dentro de ella y Hiroko decidió que si aquel niño luchaba por vivir, ella sería fuerte también, ella lo traería al mundo y lo llenaría de amor a manos llenas. Y los dos habían luchado, los dos habían vencido a todos los pronósticos pesimistas, y en aquel momento, mientras su niño ríe, Hiroko sabe que Yuri siempre ha sido un guerrero y que ni siquiera ese miedo que siente ahora podrá derrotarlo. Solo es cuestión de seguir luchando, de luchar sin rendirse, de luchar aunque todo siempre resulte cansado.
Hiroko también sabe que ella sería capaz de entregar su propia alma a cambio de que el terror que invade a Yuri se desvanezca por siempre pero no es posible hacerlo. Hay cosas que son simplemente imposibles, cosas que no cambian ni siquiera cuando uno parece desear que sean diferentes con toda la fuerza de su alma. Sí, ella sabe que hay cosas que no puede hacer pero todo lo que sí sea posible, ella lo llevará a cabo sin lugar a dudas con tal de ayudar a Yuri a dejar de tener miedo.
Hiroko suspira pensando en esas cosas que sí es posible hacer, ayudar a que Yuri se distraiga en otras cosas por ejemplo. Su mejor amiga, la maestra de ballet del pueblo, Minako Okukawa, fue la que le sugirió que Yuri necesitaba distraerse de algún modo hasta que llegara el día de ir a la ciudad para consultar con un médico pediatra experto acerca del mal que aqueja a Yuri.
Una sonrisa aparece en los labios de la mujer al notar que su mejor amiga tenía razón con aquello de las actividades para distraer a Yuri y Hiroko piensa que debe agradecerle a ella preparando cantidades industriales de su tazón extra grande de Katsudon que resulta ser también la comida favorita de su pequeño hijo. Minako ama la comida que ella prepara y también ama a Yuri. De algún modo, Hiroko sabe que su pequeño hijo suele robar el corazón de las personas de modo inevitable y la maestra de ballet no ha podido escaparse de ese amor instantáneo que su pequeño hijo siempre provoca a aquellos que lo miran por más de dos segundos.
— ¡Mamá, mira mamá! — grita el pequeño llamando su atención.
Yuri está deslizándose en medio del hielo sin ayuda de su hermana mayor, sus pequeños pies se mantienen firmes sobre la superficie resbaladiza con una maestría propia de un experto, y de pronto, Hiroko siente un presentimiento cálido dentro de su pecho porque Yuri parece haber encontrado un lugar donde jamás sentirá miedo.
Y es que en aquel justo instante Yuri parece una pequeña flor de invierno que se abre a la vida ante la adversidad y aquello conmueve a la mujer de un modo inhumano. Quizá Yuri nació para vivir en el hielo. Quizá el hielo es el lugar donde una gran historia para su hijo empezará a ser contada a partir de aquel preciso momento.
— ¡Y él es Yuri Katsuki, el campeón japonés de patinaje artístico sobre hielo!— grita la voz clara y potente de la maestra Minako quien llama la atención de Hiroko y de los hermanos Katsuki los cuales ríen alegremente al verla llegar—. Katsuki es nuestro as japonés, la esperanza dorada de la nación, un hombre nacido para hacer historia…
— ¡Minako! ¡Maestra Minako! — grita Yuri mirando a la profesora y corrigiéndose automáticamente al llamarla sin que su madre tenga que decirle que debe dirigirse a sus mayores con respeto— ¡Mire, mire maestra Minako! ¡Puedo volar!
— ¡Vuela alto entonces! — grita la mujer—. No dejes de volar, Yuri…
Yuri ríe complacido por las palabras de la profesora mientras sigue deslizándose sobre el hielo. Hace rato que Mari no tiene que sostenerlo de la mano para que pueda hacerlo. El cabello oscuro del niño cae sobre su frente blanca que está perlada por pequeñas gotas de sudor y sus pequeñas mejillas redondas están sonrojadas. Las dos mujeres que lo miran, e incluso su hermana quien sigue patinando cerca de él para evitar que Yuri se asuste si llega a caerse, lo miran con adoración.
Yuri es sin duda un niño adorable usando aquella sudadera azul con mangas amarillas que tiene una enorme letra "Y" dibujada en medio. Su pancita de niño pequeño sobresale de su sudadera y le da el aire de un querubín cuyas alas están en sus pies y no en la espalda porque parece ser verdad que el niño vuela sobre el hielo. Yuri parece ser feliz. Yuri parece haberse olvidado del miedo al surcar el hielo.
—Tenías razón con respecto a que era buena idea buscarle un pasatiempo a Yuri…— dice Hiroko acercándose a su mejor amiga, tomando a la profesora del brazo como siempre suele hacer al estar a su lado.
—Suelo tenerla ¿verdad? Al menos en algunas cosas, aunque me gustaría tener más razón en aquellas cosas que involucren ayudar a nuestro Yuri — dice la profesora con una sonrisa llena de preocupación— ¿Volvió a quedarse llorando hasta la madrugada otra vez?
—Sí…—dice Hiroko con un suspiro cansado—. Es horrible cuando no puede dejar de llorar.
—Espero que los médicos a los que Toshiya y tú consultarán sean buenos de verdad, odio verlo sufrir…— dice Minako en voz muy baja y Hiroko sonríe porque en realidad la profesora de ballet no suele expresar sus emociones de aquel modo lo que le demuestra a la madre de Yuri que Minako se preocupa de forma sincera por su Yuri.
—Si nuestro Yuri es capaz de sonreír así ahora es porque todo tendrá remedio ¿No lo crees? — dice Hiroko sin dejar de mirar al niño quien ha empezado a dibujar giros con su cuerpo con una habilidad impresionante.
—Nuestro Yuri parece estar hecho para el hielo, míralo…— dice Minako aplaudiendo a Yuri cuando éste deja de girar y se queda quieto sobre el hielo en una pose que pretende impresionar a su audiencia.
— ¿Crees que haya encontrado algo verdaderamente especial el día de hoy? — pregunta Hiroko sabiendo que aquella pregunta solo puede tener una respuesta afirmativa.
—Ya veremos…— dice la maestra Minako con una sonrisa dulce en los labios—. Llévalo más tarde a mi estudio de danza, creo que a Yuri le gusta bailar de verdad, yo puedo enseñarle bien.
—Tú estás tramando algo, Minako…— dice la madre de Yuri con una sonrisa divertida que hace que Minako la mire con las mejillas llenas de rubor.
—Yo no estoy tramando nada, solo quiero que Yuri sea feliz— dice la profesora con aire resuelto—. Y deja de mirarme así, Hiroko, a veces odio que me conozcas demasiado bien.
Las dos mujeres se echan a reír. Su amistad ha sido igual, llena de risas y de mutuo apoyo, desde que las dos estudiaron juntas en la escuela elemental, e incluso siguió viva cuando las giras de ballet de Minako las alejaron un poco ya que la profesora solía viajar por todo el mundo con su compañía de baile.
Y es increíble notar que esa amistad también protege a Yuri y de pronto Hiroko se siente menos sola. Hay muchas personas que no dejaran que Yuri se consuma en medio de esos terrores nocturnos. Hay muchas personas que evitarán que la pequeña flor que ha descubierto su fuerza sobre el hielo aquella mañana, se marchite antes de tiempo.
Es en ese instante cuando Hiroko decide que todo estará bien y que Yuri tiene un futuro brillante esperando por él y que ella y todos lo que lo aman, no van a dejarlo solo, sino que lo llevarán a hacer historia si eso es lo que Yuri quiere hacer y las palabras "Yuri Katsuki, el campeón japonés de patinaje artístico sobre hielo", resuenan en su alma con la fuerza de una profecía que se hará realidad.
Pero quizá sea demasiado pronto para imaginar un futuro dorado sobre el hielo, después de todo Yuri solo tiene seis años y sin embargo, con cada paso que el niño da sobre el hielo, aquella historia empieza a parecerle un poco más posible a la mujer que le dio vida a ese niño que de verdad puede convertirse en un hacedor de historias increíbles si logran erradicar de su corazón aquel terror que tanto le hace daño…
