DISCLAMER:

La historia que estáis a punto de comenzar a leer, exceptuando a los personajes que son propiedad de Stephenie Meyer, es originalmente mía. Está registrada con derechos de autoría y difusión, por lo que queda prohibida total o parcialmente su reproducción, copia o publicación en cualquier otro medio que no sea este foro, sin mi expresa autorización.

Parcialmente, su contenido es altamente sexual, incluyendo violencia fisica y lenguaje soez, por lo que se avisa a las almas sensibles de ser heridas y a los menores de edad, que se abstengan de leer.

LIBRO I

Serás Mía... Quieras o No

Prefacio

Respiro.

Abro los ojos. No consigo enfocar nada de lo que me rodea. La luz es muy tenue, creo que aun es de noche pero tengo la sensación de haber dormido durante días enteros. Tengo una sensación rara en el cuerpo. Me pesa, me cuesta moverme, me duele.

Intento levantarme y al hacerlo una extraña sensación de mareo me inunda la cabeza. Tengo que pararme y sentarme en el borde de la cama para no perder el equilibrio. Respiro despacio para intentar recuperar el enfoque. Necesito llegar al baño, mi estomago parece que ha decidido darme los buenos días a su manera. La luz del amanecer empieza a filtrarse a través de las rendijas de la persiana. Me siento aliviada por este hecho pero… ¿por qué? No lo sé.

Empiezo a distinguir los contornos de la espaciosa habitación en la que me encuentro, no me resulta familiar… mi ropa descansa en una silla cercana. Observo la habitación buscando la puerta del baño. Hago un esfuerzo por levantarme de nuevo, esta vez más despacio intentando evitar terminar en el suelo. Cruzo la estancia con paso lento, observando a mí alrededor intentando recordar qué estaba haciendo yo allí.

Capitulo 1

Todo estaba en perfecto orden y limpieza, los elegantes muebles daban la sensación de no haber sido usados jamás. Todo olía a nuevo. No había rastro de ningún tipo de actividad nocturna, ni vasos con restos de bebida, ni bandeja de comida en el aparador… nada. El único rastro de presencia humana era mi ropa en la silla y la cama deshecha. Nada más. La cama… Giré la cabeza para poder verla desde mi posición, la luz había aumentado considerablemente, lo que hacía más fácil ver lo que me rodeaba. La ropa de cama estaba hecha un revoltijo, en ambos lados. No estuve sola…

Entré y cerré la puerta a mi espalda. El baño se me antojó demasiado frio, las baldosas del suelo en contacto con mis pies descalzos hicieron que de repente un escalofrío me recorriera la espalda dejándome a su paso la piel de gallina. Necesitaba despejarme, pensar con claridad. Me moje la cara y el cuello con abundante agua fría y me miré en el espejo, tenía pinta de haber dormido muy poco pero no me sentía cansada, al contrario, pero seguía acompañándome esa sensación extraña en el cuerpo. Dolor, pesadez, entumecimiento. El agua en la cara no era suficiente, por lo que decidí meterme en la ducha y permanecer un buen rato debajo del agua caliente, esperando que mi cuerpo lo agradeciera.

Cerré el grifo de la ducha, me envolví en una gruesa y suave toalla que olía a recién lavada. Me encanta ese olor, es muy reconfortante. Me acerque al espejo para comprobar si mi aspecto había mejorado algo. El vapor del agua caliente flotaba en la estancia así que lo desempañé con la mano y me miré de nuevo. Había mejorado bastante, incluso mi cuerpo volvía a comportarse como un cuerpo normal, aunque seguía teniendo molestias en determinadas zonas de la espalda y los brazos. Me fije más detenidamente en las zonas doloridas de los brazos y entreví las primeras muestras de lo que se iban a convertir en futuros moratones.

Con la toalla alrededor del cuerpo y el pelo mojado y aun alborotado abrí la puerta y salí del baño. Me quede parada en la misma puerta sin poder dar un paso al frente, completamente boquiabierta. La habitación había sido recogida, la cama estaba perfectamente hecha, las persianas estaban alzadas y las cortinas abiertas. Mi ropa había desaparecido. En su lugar encontré dobladas varias prendas que no pude reconocer como mías, pero que sin duda eran de mi estilo: unos vaqueros y una camisa. Rápidamente me enfundé los pantalones y solté la toalla de alrededor de mi cuerpo para ponerme la camisa, que, como pude comprobar nada mas terminé de deslizarla por mi cabeza y brazos, me quedaba demasiado grande. Sin duda era de hombre.

Me sentía más segura con algo de ropa encima y eso me dio la confianza para observar más detenidamente la habitación después de la visita tan silenciosa que había tenido. No sé cuanto tardé en salir del baño pero no creo que fuera más de una hora, hora y media como mucho. Todo estaba colocado en su sitio y no había nada fuera de su lugar. Exceptuando una bandeja con lo que parecía un desayuno, colocado en la mesita auxiliar que estaba ubicada al lado de la ventana. Mi estomago reaccionó a la visión de los croissants y me acerqué para explorar el contenido de mi desayuno. Constaba de café, los citados croissants y zumo de naranja natural, nada fuera de lo normal. Al lado de la bandeja había un sobre cerrado que no iba dirigido a nadie. Lo abrí.

"Volveré esta noche. E. "

Eso era todo. Una simple frase y una E como firma.

Deje caer la hoja de papel al suelo y empecé a temblar, la cabeza me daba vueltas ¿qué significaba aquello? ¿Que había ocurrido? ¿Porque estaba allí? ¿Por qué no recordaba nada?

Instintivamente me lancé hacia la puerta con el corazón desbocado. Me invadió un miedo atroz y mi cabeza empezó a repetir una y otra vez… "sal de aquí, sal de aquí, tienes que salir de aquí… ¡ya!" Tenía que alcanzar la puerta y salir pitando de allí. Me impulsé hacia delante y agarré el pomo de la puerta, intentando con todas mis fuerzas convencerme a mi misma que estaría abierta y que en unos segundos estaría de nuevo en la calle, a salvo de lo que fuera que me había llevado hasta esa casa, pero en el fondo de mi mente tenía la certeza de que la iba a encontrar cerrada.

Cerrada a cal y canto. No se movió ni un ápice de su lugar. La golpeé con todas mis fuerzas sin parar, grite pidiendo ayuda. Alguien tendría que escucharme, la persona que había hecho la habitación seguiría en la casa y escucharía mis gritos. Vendría a abrirme en cuanto los escuchara pero pasaban los minutos y todo seguía igual. Me dejé las manos doloridas forcejeando con el pomo de la puerta e intentando que obedeciera a mis movimientos y se abriera. Pero todo fue en vano. Desistí.

Necesitaba calmarme, estaba fuera de control, necesitaba centrarme y pensar que podía hacer ante esta situación. Respiré profundamente varias veces hasta que conseguí controlar la respiración y apaciguar los latidos del corazón, que luchaba por salirse de mi pecho. Volví hacia la mesa donde estaba el desayuno, despacio me agaché para recoger la nota tirada en el suelo. La volví a leer, la leí cien veces intentando encontrar alguna pista, algún indicio que aclarara el porqué de mi situación, pero no encontré nada… "Volveré esta noche"…

Volverá. Las lágrimas se derramaron por mi rostro.

… . …

Mi vida se podía relatar con unas pocas palabras. Nací y crecí en el seno de una familia de clase media, no tengo hermanos. Mis padres fallecieron hace catorce años en accidente de tráfico, cuando yo tenía 16 y pasé a estar bajo la tutela de una tía lejana de mi madre. Una señora reservada y extremadamente educada que hizo su labor como buenamente pudo, teniendo en cuenta que a la edad de 16 años, y después de tan trágico accidente, yo no era precisamente una adolescente muy sociable. Soltera y sin hijos se propuso sacarme adelante con lo único que tenia bien aprendido, disciplina, una buena educación, y mano izquierda. El cariño no fue una constante en nuestro tiempo juntas, pero conseguimos instalarnos en el respeto mutuo y nos fue bastante bien.

Terminé mis estudios y conseguí un buen empleo. Decidí independizarme en cuanto tuve la suficiente autonomía económica como para sufragar mis gastos, pagar el alquiler y vivir modestamente. Mi tía no se extraño en absoluto cuando le dije que me marchaba, de hecho creo que recibió la noticia con alivio y alegría. Por fin su tarea había finalizado, volvía a recuperar su vida y a ser una mujer solitaria y libre de cargas familiares. Hablábamos de vez en cuando por teléfono y siempre recibía una tarjeta de felicitación suya por mi cumpleaños o por Navidad. Murió un par de años después de mi marcha.

Tenía pocos pero buenos amigos, algunos de mi época de estudiante y otros resultantes de relaciones profesionales. Me considero una persona bastante independiente y he de reconocer que también un poco dura a veces. Lo normal para alguien que ha tenido que aprender a vivir sin el cariño que solo unos padres saben dar. En el plano sentimental he tenido de todo… amores, desamores, momentos de soledad… he querido y me he sentido querida, pero no puedo decir que me haya enamorado jamás. Perdí mi virginidad a la tardía edad de 21 años y recuerdo a aquel muchacho con bastante cariño, aun después de que lo nuestro se acabara.

Ahora me encontraba en un momento de soledad sentimental. Mi vida giraba en torno a mi trabajo y disfrutaba de la libertad de ir y venir a mi antojo. Hacía ya varios meses de mi última relación… él quería más compromiso y yo no… y ahí se acabó. Al no terminar bien decidí tomarme un tiempo para mí misma y mi adorada independencia.

Parte del tiempo libre que me dejaba mi trabajo lo dedicaba a pasear por el parque de enfrente de casa, me relajaba mucho leer y me pasaba las tardes tirada en cualquier jardín con un libro en las manos disfrutando de la lectura, me ayudaba a desconectar de la realidad.

De hecho, haber estado ese día en el parque, era de lo poco que recordaba del día anterior a mi encierro forzado. Necesitaba centrarme y pensar qué podía hacer. Me acerqué a la ventana y me asomé. Las vistas eran espectaculares, un extenso bosque cerrado se extendía ante mis ojos, con un verde tan intenso que parecía irreal. No reconocí la ubicación ni me sonaba de nada el entorno en el que se ubicaba la casa, tampoco se veía ninguna otra edificación cerca, ni casas, ni carreteras, nada. Solo un camino de tierra apisonada que sin duda sería el camino de acceso a la casa, que iba de derecha a izquierda por delante de la ventana y se perdía girando mas allá de donde alcanzaba mi vista. La habitación donde estaba se encontraba en la segunda planta de aquella casa. Intenté abrir la ventana pero no me asombró encontrarla cerrada también. Estaba claro que quien me había llevado allí no iba a dejarme salir tan fácilmente. Tendría que esperar a que quien había hecho esto conmigo volviera por la noche. Un escalofrío me recorrió el cuerpo.