Destino.
Los siguientes personajes no me pretenecen, son de la grandiosa Rumiko Takahashi.
Este fic participa en el "Reto temático de Abril - Sumisión: Cadenas y látigos" del foro de InuYasha "Hazme el amor".
Advertencia: El siguiente fic contiene alto contenido sexual, no recomendado para menores de edad o personas sensibles, sino te gusta por favor simplemente pasa de largo e ignóralo. Leerlo queda bajo tu responsabilidad.
Capítulo I de II: El lobo disfrazado de araña, o la araña disfrazada de lobo.
Nací para ser esclava.
Cuando era bebé, mi madre me abandonó en un convento, según lo que me contaron, a tan sólo unos días de haber nacido; las monjas están lejos de ser mujeres amables, no digo que no lo sean, pero al parecer no toleran demasiado a otra personas, ni siquiera entre ellas se entienden, yo se lo achaco a la frustración de no haber cumplido con lo que su reloj biológico dictaba. Crecí atada a un sinfín de reglas, haciendo labores duras y en muchas ocasiones asquerosas, claro que siempre fui rebelde y me gané más palizas que el número de hojas que tiene la Biblia, además de que mis tutoras esperaban que siguiera el camino de Dios, o así es como ellas lo llamaban. — Ni loca me vuelvo monja, no quiero ser tan amargada como ustedes —. El día en que me animé a hacerles saber mi opinión me fui a la "cama" sin cenar, golpeada y teniendo que rezar varios Rosarios completos; así transcurrió mi vida durante doce largos años, hasta que un día, mientras regaba los rosales, un hombre mayor que yo, que pasaba por afuera de la calle, clavó sus ojos en mí, en todo mi cuerpo, hasta que nuestras orbes carmesí se encontraron, sentí tanto miedo en ese instante que corrí a rezar a la capilla. Por eso no creo en su Dios.
Unos meses después me llevaron la alegre noticia de que alguien iba a adoptarme, al principio me sentí emocionada de poder salir de ese lugar, pero algo en mí me alertó: Para empezar ese no era un orfanato, las personas no iban ahí a adoptar niños, yo era la única menor en todo el lugar, además por muy mala que fuera, la Madre Midoriko siempre era bondadosa y atenta conmigo, supuse que ella estaría feliz por mí pero al girar a verla me encontré con un rostro pálido y con sus ojos conteniendo lágrimas, pude leer sus labios "Huye", en automático mis piernas comenzaron a correr a todo lo que daban, la sensación que experimenté en ese momento me hizo sentir realmente feliz, olvidé por qué corría, el viento chocando contra todo mi cuerpo me hacía pensar que era libre, que realmente saldría de ese lugar y que podría hacer lo que quisiera, sí, todo iba muy bien, pero en mi emoción olvidé ver por dónde iba y me terminé estampando contra algún bulto alto, terminé en el piso, mareada, y para mi desgracia aun dentro del convento, cuando pude ver contra qué había chocado, todas mis ilusiones y felicidad del momento se desvanecieron junto con la brisa, era el mismo hombre que meses atrás me había comido con la mirada, y ahora estaba extendiéndome la mano para que me pusiera de pie.
— Mucho gusto, ¿Kagura, verdad? Yo soy Naraku, y voy a adoptarte, tranquila, no te faltará nada, soy un hombre poderoso —. Ni siquiera se esforzó en ocultar su sonrisa macabra, yo rechacé su invitación para levantarme, pero él de todas formas me jaló y me hizo pararme a su lado, agradeció un par de cosas y me llevó casi a rastras a su lujoso auto. Lo curioso es que unas semanas después me enteré que la madre superiora había hecho grandes mejoras al convento y que hasta una pequeña iglesia planeaba hacer, así que en definitiva la maldita me vendió.
Lo que pasó después de ser vendida a Naraku me hace tener nauseas de sólo recordarlo, el muy imbécil quería que lo llamara padre ante las personas, por supuesto no lo complací, pero en la soledad de su lujoso apartamento me hacía desnudarme, me hacía tocarme frente a él hasta llegar al punto de masturbarme, me compraba ropa interior y trajes pervertidos caros para que me los pusiera y quitara para él, yo siempre puse resistencia, y me golpeaba por eso, me golpeaba tanto, y tan seguido que le tomó gusto, eso empezó a excitarlo, restregaba su erección en mi vagina, sólo nos separaba la delgada tela de mi ropa interior y su carísimo traje sastre, a mí, se me revolvía el estómago y sentía ganas de llorar, aunque siempre me hacía la fuerte, no le iba a dar el gusto. Otra de sus costumbres era contratar prostitutas y gigolós, hacer orgías, atarme, obligarme a mirar y permitir que todos y todas tocaran algunas partes de mi cuerpo, después, con voz rasposa me miraba y me decía lo que se convirtió en rutina: — Ya cederás, aprenderás a obedecer y me rogarás que te tome. Y sino lo pides, puedo esperar hasta que tu hermoso cuerpo madure lo suficiente, hasta que cumplas dieciocho años, y entonces te tomaré aunque no quieras.
La vida era amarga y monótona para mí, hubo un tiempo en el que incluso creí que terminaría cediendo a sus asquerosos deseos, lo odiaba, pero al paso de los meses tomé la suficiente confianza para retarlo, burlarlo y restregarle las fallas que cometía, sí, puede que eso me hiciera ganarme algunas palizas, pero me bastaba la satisfacción de ver su rostro furioso, no sólo porque estuviera loco, sino porque yo tenía razón.
Para mantener su fachada de "padre amoroso y salvador" había contratado a una maestra para que me diera clases privadas, es lo único que le agradezco haya hecho, en parte gracias a eso terminó de esa forma, cavó su propia tumba. Mi institutriz era una mujer hermosa, de largo cabello azabache y ojos castaños llenos de bondad y cierta fiereza, era agradable, y muy buena en su trabajo, tanto que logró que a mí se me quedara más que lo que cualquier otro maestro hubiera podido lograr en tan corto tiempo; ella miraba con malos ojos a Naraku, en su sagacidad intuyó que no era el hombre que fingía ser, miraba discretamente todas las acciones de mi captor y brincaba todas las trampas que éste intentaba poner para evitar a cualquier persona con intenciones de liberarme.
— Señor Naraku, creo que Kagura se merece un respiro de aire fresco, ha aprobado de manera muy satisfactoria todas sus materias de primaria y la próxima semana podremos empezar con las de secundaria; si usted me lo permite puedo llevarla por un helado a la heladería de enfrente y al mismo tiempo me serviría para explicarle un fenómeno físico muy interesante. — Ella no tenía miedo, eso en cierta forma alertaba a Naraku, pero sus palabras y rostro estaban cargadas de tanta sinceridad y dulzura que ni el mismo demonio pudo negarse a ella.
— Cinco minutos señora Izayoi, no más. — Sentenció con voz áspera, pero sólo obtuvo una sonrisa de regreso por parte de mi única conexión con el mundo exterior.
Podía sentir la mirada de Naraku seguirnos hasta la heladería, clavándose en nuestras espaldas, intentando leernos los labios, y de paso intentando desnudarnos, en ese momento yo intentaba con todas mis fuerzas concentrarme en el viento acariciando mi rostro, sanando mis heridas, limpiando mi cuerpo de su aroma, porque, ya sabía que como todos los días, después de mis lecciones lo único que me esperaba era la tortura que su perversión dictara, todos los Jueves le gustaba hacerme bailar como si fuera una ramera, para depositar dinero en mi diminuta ropa interior y restregar su indeseable miembro erecto sobre mis nalgas. En ese momento me sacó de mi profunda tortura mental la melodiosa voz de Izayoi, quien me ofrecía con ternura un cono de helado de fresa bañado con chispas de chocolate, ella sabía animar a un pobre cadáver viviente.
— Disculpa si no es de tu agrado, pero como no respondías sólo pedí lo primero que me vino a la mente. — Mi expresión era de sorpresa, me parecía increíble que alguien como ella hubiera aparecido en mi vida, incluso me pregunté si alguien en este mundo podría no amar a esa mujer.
Tomé el helado con una sonrisa, noté como algo se deslizaba por mis dedos al mismo tiempo que el dulce de fresa, me mantuve sin ninguna reacción aparente, ella con su mirada me dio a entender que lo hiciera. Regresamos a casa, ella se despidió y antes de hacer el maldito show para Naraku me tomé un respiro para poder ver la nota que me había entregado mi maestra:
InuTaisho
Abogado.
56-35-90-37
"Linda, él te podrá ayudar; y quema esta nota por favor"
No había pasado ni un año en ese maldito cautiverio y ya aparecían luces frente a mí. Obedecí a la nota y recuerdo ese día haber podido ignorar por completo el cuerpo de Naraku contra el mío. Me gané un descanzo, como Naraku se la pasaba trabajando todo el día, siempre después de la tortura a la que me sometía quedaba noqueado y se dormía, aproveché para llamar al abogado y contarle mi desgraciada situación, me sentía avergonzada, tanto que incluso me ruboricé, pero eran más mis ganas de verlo sin escapatoria alguna y de tocar mi libertad que pude decir con lujo de detalle la maldad y perversión que poseía el que se hacía llamar mi padre.
Pasaron semanas y no sabía nada del abogado, supuse que como yo no tenía dinero le había importado poco mi situación, pero un día un hombre bien vestido, de cabellera plateada, rasgos extraños en el rostro y mirada dorada, tocó a nuestra puerta interrumpiendo el maratón de pornografía que debía ver al tiempo que Naraku se masturbaba y me pedía hacer lo mismo, está de más decir que se puso furioso.
— Buenas noches, Soy "InuTaisho", y temo informarle que usted está acusado de varias cosas que sinceramente no me complacería decir enfrente de una menor. — Naraku sonrió con desdén y con una mueca me indicó que saliera; no sé de qué hablaron, ni si hubo amenazas a muerte (pero estoy segura de que las hubo), estaba distraída notando que mi espectacular abogado no iba solo, llevaba a su hijo, quién ni siquiera se esforzó en notarme, lucía unos años mayor que yo, ahora sé que en esos días tenía 17, cinco años más que yo; intenté entablar alguna conversación, pero lo único que obtuve fue una mirada despreciativa, como si no mereciera estar en su presencia.
Nadie me había despreciado nunca, precisamente esa era la razón de mi cautiverio.
Mi abogado salió hecho una furia del departamento, me miró y logró esbozar una sonrisa algo forzada. Al entrar me topé con la mirada escarlata que heló momentáneamente mi cuerpo, después una sonrisa confiada y la orden de ir a dormir. Esa fue una mala noche, y no porque me hubieran golpeado, porque no lo hicieron, sino porque esa noche tuve el primer sueño de muchos de su tipo…
Soñé con el hijo de InuTaisho, con su despreció, su frialdad, eso me hacía enojar, en verdad me ponía furiosa, pero a la vez me excitaba, cuando desperté me reprendí, pero ahora entiendo que después de tantos años de vida como esclava le tomé gusto, sólo que Naraku no era merecedor de mí y sólo me causaba repugnancia.
Me pareció extraño el de pronto no saber nada de Izayoi, me sentía asustada, habían pasado meses desde la aparición del peliplata frente a Naraku y realmente nada había cambiado, sólo, un día ella dejó de ir a darme clases; al llegar Naraku de trabajar me pidió desnudarme, y después de lograr que lo hiciera comenzó a golpear mis pechos, nalgas y demás partes de mi cuerpo con un periódico enrollado, como si fuera una perra, cuando se aburrió me hizo ver el encabezado: "InuTaisho e Izayoi Taisho fallecen víctimas de fuego cruzado." Mi corazón se rompió, yo había sido la culpable.
El primer capítulo, agradezco infinitamente a Cecil Pierce quién fue mi Beta en ésta ocasión y espero el fic sea del agrado de ella y de mis demás lectores, recuerden dejar un review, se agradece.
