Del poema "Para entonces" de Manuel Gutierrez Nájera.
Quiero morir cuando decline el día,
en altamar y con la cara al cielo,
donde parezca un sueño la agonía,
y el ama un ave que remonta el vuelo.
Alzó la mirada, la claridad del cielo azul le lastimaba la vista pero no la desvió, aun no era el momento pero realmente ya no faltaba mucho, el sol estaba avanzando y el ocaso no tardía en aparecer por el horizonte. Cerro los ojos dejando escapar una sola lágrima que rodo por su mejilla hasta caer sobre la madera, la pequeña barca se mecía suavemente al compás de las olas, a su alrededor no podía ver más que el azul del mar y del cielo rodearle.
Un pequeño gruñido de su estómago le recordó que no había probado alimento en todo el día y esbozo una sonrisa triste por ello sabiendo que no importaba más, pronto todo terminaría, no tendría que seguir sonriendo con una alegría que no sentía, no habría más desplantes, más golpes, más miradas fulminantes… tampoco habría más besos robados ni más caricias furtivas, abrió los ojos asustado por ese pensamiento y soltó una carcajada un poco histérica antes de tallarse los ojos que comenzaban a nublarse.
No escuchar en mis últimos instantes,
ya con el cielo y el mar a solas,
más voz que mis plegarias sollozantes
y el majestuoso tumbo de las olas.
Era su decisión, él así lo quería, y ni si quiera los recuerdos de los buenos momentos iban a hacerle cambiar de parecer, no… había demasiada amargura tras ellos para que cambiaran nada.
Fijo su vista nuevamente en el sol, ya se veía un matiz rojizo y estaba pronto a tocar el agua, sonrió pensando que él era como ese astro, luz… luz que moría lentamente, dando sus últimos suspiros al amparo del mar, del rumor de las olas a su alrededor, de la fortaleza con que chocaban con los acantilados, con la esperanza de un nuevo renacer… esperanza que él no compartía.
Morir cuando la luz triste retira,
Sus aureas redes de la onda verde,
Y ser como ese sol, que lento expira,
Algo muy luminoso que se pierde.
Se recostó contra la banca, tenía cientos de años y aún era joven, una próspera nación que realmente no era joven, pero que estaba en su mejor momento, cerro nuevamente los ojos, la gran nación de Dinamarca era pequeña en territorio quizá, pero la riqueza de su gente, de su cultura, de sus habitantes, ellos estarían bien, estarían bien… sin él.
Abrió los brazos a los últimos rayos del sol y dejo escapar un suspiro, su aliento se entremezclo con las olas del mar y formo una pequeña nube blanca que se elevó por los cielos, así como había hecho el alma de la sirenita del cuento cuando decidió sacrificarse por su amor.
Joven morir y cuando el tiempo aleve,
aun no ha destruido la gentil corona,
cuando la vida nos dice, aun soy tuya,
aunque sepamos bien que nos traiciona.
