Emma volvió a mirar hacia la mujer morena sentada junto a Henry y se preguntó cuántas jarras de cerveza le hacían falta para conseguir el valor para acercarse a hablar con ella. Pero cuando el chico se levantó dejando a Regina sola se decidió a ir, apuró la jarra de un trago y se acercó a la barra para coger una botella de vino y unas copas. Cuando se giró vio que la morena se había levantado del asiento y se dirigía hacia la puerta del Grany's poniéndose el abrigo negro.

La rubia se encaminó hacia la salida detrás de ella, cortándole el paso justo cuando la otra mujer iba a abrir la puerta.

- Espera, no puedes marcharte aun – dijo la rubia – y menos sin…

- Señorita Swan es tarde. – cortó la morena mientras salía a la calle.

La rubia la siguió con la botella de vino y las copas en la mano.

- ¡No puedes irte sin que nos tomemos una copa! - dijo Emma haciendo que Regina se parara en seco – Por favor Regina, una copa. Solo eso, por favor…

- Está bien, una copa. - cedió la morena a lo que la rubia contesto con una sonrisa de oreja a oreja.

Emma le pasó las copas vacías a Regina mientras ella quitaba torpemente el corcho de la botella, a lo que Regina sonrió al ver a las dificultades de la sherrif. Finalmente Emma abrió la botella y sirvió generosamente el vino.

- ¿Por qué brindamos? – preguntó la alcaldesa.

- Por ti. – contesto simplemente la rubia.

- ¿Por mí?

- Sí, ¿Por quién sino? Gracias a ti estamos aquí hoy Mary Margaret y yo.

- ¿Enserio quieres brindar por mí?

- Sí y así también te puedo pedir disculpas por lo de esta mañana, debí haber confiado más en ti. Lo siento de verdad Regina.

- Gracias… - dijo la morena sonrojándose – bueno, brindemos.

- Por ti Regina, por la mujer excepcional que siempre has sido y que tengo el placer de conocer. – dijo la rubia clavando sus ojos verdes en los marrones de su compañera.

Ambas mujeres brindaron con sus copas mientras se seguían mirando a los ojos. Regina no sabía porque motivo no podía despegar sus ojos de los de la rubia, ciertamente eran hipnóticos y más cuando estaban realzados por el ligero rubor rosado de sus mejillas.

- Gracias por invitarme. – dijo Regina después de un rato calladas – ha sido muy amable por tu parte.

- No hay de que, como ya te he dicho sin ti no habría nada que celebrar.

Se volvieron a mirar a los ojos, para Emma los de Regina eran los ojos más intensos que había visto en su vida, tenían tantos matices que era imposible captarlos todos de un simple vistazo, había que observarlos detenidamente para darse cuenta de una mínima parte de ellos.

- Es hora de que me vaya a casa – habló la morena.

- Oh… bueno, pues te acompaño al coche y no hay peros que valgan.

Regina empezó a caminar y Emma la siguió poniéndose a su lado sin decir nada llegaron al Mercedes negro de la alcaldesa.

- Bueno, buenas noches Emma, que descanses.

- Si, bueno… buenas noches a ti también Regina que descanses – respondió la rubia mientras llevaba sus manos a los bolsillos del pantalón. - ¡Espera! – exclamó la rubia cuando la otra mujer abrió la puerta del coche. Emma avanzó hasta Regina y la besó. Cogiendo tiernamente el rostro de la morena entre sus manos, Regina continuó el beso después de la sorpresa inicial.

Se besaron sin importar el tiempo, recayendo en los labios de la otra innumerables veces, solo importaba la suavidad de sus labios y esa danza que habían empezado sus lenguas. Los labios de Regina no habían decepcionado a Emma eran infinitamente mejor de lo que había imaginado la Salvadora, lo mismo le pasó a Regina sorprendida gratamente con la rubia, no había pensado nunca que fuera tan buena besadora. Cuando los pulmones les empezaron a arder se separaron apenas unos milímetros apoyándose en sus frentes y mirándose a los ojos y con una sonrisa en sus labios.

- ¿Te apetece almorzar mañana con Henry y conmigo? – preguntó la rubia separándose de la morena para poder mirarla mejor a los ojos.

- Claro que me apetece – dijo Regina entusiasmada

- Perfecto, pues sobre las 9 estaremos allí.

Emma dio un paso atrás dispuesta a irse cuando Regina la atrajo otra vez hacia ella y le dio un beso en los labios y se separó de ella con una gran sonrisa.

- Buenas noches Emma. – dijo con una sonrisa montándose en el coche.

- Que descanses Regina.

La rubia esperó a que el coche de la alcaldesa desapareciera al girar la calle para moverse de la calle en dirección al bar donde estaban sus padres y su hijo. Definitivamente había sido una buena noche y no podía esperar a que fuera mañana por la mañana