Sueño
"—Prometo que cuando sea grande me casaré contigo Kagome —decía convencido un pequeño niño de cabello renegrido y unos ojos dorados que iluminaban aquella noche sin luna.
— ¿De verdad? —preguntó en un susurro una pequeña de cabellera azabache larga y unos ojos color chocolate que se iluminaron con la afirmación de su compañero.
—Claro, tú serás mi novia para siempre, y cuando seamos grandes nos casaremos, ¿Quieres?
— ¡Claro que si Inuyasha! —respondió alegremente lanzándose al cuello del oji-dorado, quien respondió a su abrazo con la misma emoción."
— ¡Inuyasha! —gritó una mujer, enderezándose agitadamente en la cama —O-otra vez…
Otra vez ese sueño, otra vez. —Inuyasha —susurró pensativa, observando con la cabeza apoyada en uno de sus brazos, por la ventana quien recibía con timidez los primeros rayos de sol.
Hoy se cumplían once años desde aquella promesa, once largos años en los que no supo nada de él. Poco recordaba de aquel día en que había cumplido diez años, solo aparecía en esta fecha ese sueño que la despertaba temprano cada año.
Hoy cumplía veintiún años, había alcanzado la mayoría de edad por fin. Se mantuvo con la cabeza sobre sus manos, tratando de recordar el rostro de ese Inuyasha de sus sueños pero por más que lo intentaba no lo conseguía, tampoco podía precisar el sueño en su totalidad. Era tan extraño, cuanto más trataba de pensar en él, parecía como si se difuminara más rápido, hasta llegar a tener solo un nombre en su mente, Inuyasha.
Un nombre que por otro lado, y haciendo contraste con su sueño anual, no podía olvidar ni aunque quisiera. Cada vez que un hombre se le acercaba, ella no podía evitar sentir una extraña culpabilidad, aunque no recordara por qué exactamente, se sentía extraña, como si estuviera engañándolo. Loca, totalmente loca. Eso le decía su amiga Sango, la cual había conocido en la Secundaria, de la que se volvió amiga desde el primer momento en que se vieron y que gracias a la pasión que ambas habían descubierto poseían por la medicina, se habían anotado en la misma Universidad.
"Kag, no puede ser posible no puedas salir con nadie, por un sueño que tienes cada año en tu cumpleaños y que ni siquiera recuerdas."
Palabras sabias, lo sabía pero… ¿Qué podía hacer si su corazón no le permitía la entrada a nadie? No sabía si era su imaginación, o su deseo, pero sentía que el recordar ese nombre tenía una explicación, un sentido, algo que le valiera todos estos años de soledad. Años que le había dedicado al estudio y a su familia, puesto que no tenía muchos amigos. Con los hombres no se sentía cómoda, todos querían una cita al final. Y las mujeres, no se le acercaban aunque no sabía porque.
"No te preocupes, esas tontas no merecen tu amistad. Solo están celosas."
Ahí sí que se había equivocado, ¿Celosas? ¿De qué? ¿De pasar fin de semanas enteros estudiando? ¿De estar solo con su amiga Sango? ¿De espantar a cada uno de los muchachos que se le acercaban? No, eso era imposible. Ella no tenía nada que pudiera envidiarse, y no creía que lo fuera a tener nunca. Tenía buenas notas no podía negarlo, pero si después de pasar horas o a veces días estudiando no las tenía…
Cansada de esa tonta rutina anual se levantó pesadamente de su cómoda cama, para asearse y vestirse. Aunque era su cumpleaños ella no se ponía algo especial, lo de siempre era más que suficiente. Unos jeans claros algo ajustados, una bonita musculosa estampada con algunas flores y unas sandalias, solo le faltaba decidir que hacer con su cabello, y, por ser su cumpleaños eligió dejarlo suelto sujetándolo por un costado con unos clips.
Caminó pausadamente hasta la cocina de su departamento, que se encontraba bien ordenada, como el resto de las habitaciones. Vivía sola desde hacía 3 meses, pero las enseñanzas de su madre la ayudaron a tener todo ordenado perfectamente. Además de todos aquellos sentimientos que traía su cumpleaños, tenía uno en especial. Una corazonada o algo por el estilo, intuición, o lo que sea. Era el primer cumpleaños que pasaba en esa casa, su casa ahora. Pensarán que estaba loca, pero eso terminó por adaptar ese lugar a ella misma, para poder considerarlo definitivamente como su hogar.
Encendió el televisor, puso agua en la pava para hervir y hacerse un té, y, mientras comía algunas galletas de desayuno sonó el teléfono.
— ¿Hola? —preguntó con desconcierto, eran las 7 de la mañana. ¿Quién la llamaría a esa hora? Además se había mudado hacía tan poco, que solo su familia y Sango tenían su número.
— ¿Hija? Feliz cumpleaños cielo —respondió una voz sumamente suave desde el otro lado de la línea.
— ¡Mamá! ¡Gracias! ¿Cómo…? —. Sus ojos se habían llenado de lágrimas, era el primer cumpleaños sin su mamá.
—De nada cielo, ¿Cómo? Se muy bien que en todos tus cumpleaños te despiertas muy temprano, te conozco.
—Mamá… —susurró con gratitud. —Te extraño.
—También yo hija, dime ¿Tuviste este año ese sueño tan extraño?
—Sí —respondió. Pero antes que su madre pudiera preguntar nada dijo —Y no recuerdo nada, como siempre.
—No te preocupes, ya lo recordarás, sino no lo soñarías cada cumpleaños ¿No? —dijo con afecto su madre.
Cómo adoraba a su mamá. A pesar de que todos los años ocurriera lo mismo, era la única que la apoyaba incondicionalmente creyendo es su teoría, de que algo bueno saldría de todo esto.
—Tienes razón, te quiero.
—También yo, ¿Cómo estás? ¿Todo en orden?
—Sí gracias.
— ¿Vendrás a comer cierto?
—No me lo perdería por nada del mundo, pero me iré temprano porque a la noche salgo con Sango, ya sabes… me insistió tanto que no me pude negar esta vez —dijo riendo con pesar.
—Y tiene toda la razón, que ese Inuyasha se te aparezca todo el tiempo, no quiere decir que no puedas divertirte ¿Sí?
—Cierto —aceptó. —Bien nos vemos en unas horas mamá, te quiero.
—Nos vemos, y yo también hija.
Cortó la comunicación para preparar su té y terminar de desayunar, como nunca le agradaron los noticieros lo cambió rápidamente al alguno musical pero tampoco le agradó la música. Aburrida, lavó la taza, apagó la televisión y se fue a su cuarto a preparar la ropa que usaría en la noche. Nada muy elegante, según Sango era un bar común, por eso eligió una falda tubo con una remera de breteles finos, debajo, y unos tacos que su amiga le había prestado para la ocasión, mientras que su cabello lo usaría recogido en un rodete casual. En cuanto al maquillaje, como mucho no le gustaba, había encontrado algo sutil, un poco de sombra y brillo labial, muy natural.
El teléfono volvió a sonar.
— ¿Hola?
— ¿Kag? ¡Feliz cumpleaños amiga!
— ¡Sango! Gracias, ¿Cómo estás?
—Muy bien, ¿Y tú? ¿Cómo te sientes al haber alcanzado por fin la mayoría de edad? —dijo con una risita malvada.
Soltó un sonoro "JA" y respondió —De maravilla —. Su amiga cumplía veintidós en dos meses.
—Me alegro —contestó riéndose. —Escucha, te paso a buscar a eso de las diez ¿Si? Por si tengo que retocarte.
—De acuerdo, de acuerdo —aceptó. —Nos vemos a esa hora y gracias por llamarme tan temprano.
—No seas tonta Kag, somos amigas ¿No? ¡Nos vemos en unas horas!
Colgó el teléfono, ya eran las 10:30. Lo mejor sería dejar todo listo y salir para el templo. Quería llegar más temprano para ayudar a su madre con la comida, y ver a su hermano y abuelo.
Se puso despreocupadamente sus auriculares y se dejó llevar por la música, tenía más o menos una hora de viaje para escucharla tranquila, pues se había mudado a un departamento en medio de la ajetreada ciudad, cercano a la Universidad y a la vida comercial con el fin de tener más autonomía y movilidad. Miraba con despreocupación las calles que pasaban mientras su mente divagaba por los cielos, hasta que sus pensamientos se desviaron nuevamente hacia aquel joven que tanta curiosidad le provocaba, Inuyasha.
Tendría que recordar ponerse un anotador al lado de su cama el año siguiente para poder escribir su sueño ni bien se despertara, antes de que se borrara de su mente. La curiosidad la carcomía, ¿Qué soñaría con ese Inuyasha, para que sintiera esa culpabilidad al estar cerca de algún muchacho? ¿Sería que lo conocía de algún sitio? ¡Qué molesta la ponía no poder recordar nada!
De pronto las calles comenzaron a hacerse muy conocidas para ella, se levantó y tocó el timbre para que se detuviera en la siguiente parada. Cuando descendió, ya podía observar el templo familiar, comenzando a caminar con tranquilidad hacia él. Cuantos años había pasado en ese lugar, cuantos recuerdos. Todo se encontraba tal y como lo recordaba desde que tenía uso de razón, la entrada, la vegetación, la casa y el árbol. El árbol que la había visto reír, llorar, correr, jugar…
— ¡Kagome! —gritó una voz desde la puerta de la casa. Un anciano se dirigía hacia ella a paso suave — ¡Feliz cumpleaños niña!
— ¡Gracias abuelo! —respondió abrazándolo fuerte, vaya que extrañaba esos abrazos en su casa.
— ¡Feliz cumpleaños hermana! —gritó, abalanzándose a sus brazos, un niño de apenas once años.
— ¡Sota! Gracias a todos de verdad, los extrañé mucho.
—Y nosotros a ti hija —dijo una voz melodiosa completando así su gran saludo familiar.
— ¡Mamá! —gritó, abrazándola con fuerza.
—Entremos cielo, la comida está lista.
— ¿Puedo ayudar en algo?
—Claro, diviértete —respondió con una de esas sonrisas que hacen pasar desapercibido hasta un amanecer desde la playa.
Soltó una pequeña risita y junto a su familia se encaminó al interior de la casa. Para almorzar, charlar y disfrutar de un almuerzo de esos que le gustaban, puramente en familia.
—Mamá debo irme ya —. Eran las cinco de la tarde, todavía tenía una hora de viaje, debía bañarse y arreglarse.
—Está bien cielo, pero antes… —dijo saliendo de la habitación. Regresó con una pequeña cajita de raso roja —Toma esto.
— ¿Qué es?
—Tu regalo de cumpleaños.
Abrió la caja con delicadeza, para encontrarse con una hermosa pulsera plateada, con una palabra en el centro: "Esperanza" con pequeños brillos incrustados en la primer letra —Es… es hermosa.
—Tu padre y yo la compramos cuando nos enteramos que serías una hermosa mujer con el fin de que este sentimiento grabado en la pulsera te acompañe durante toda la vida, cuando estés feliz o triste, siempre. Decidimos dártela cuando cumplieras los veintiún años, y aunque él ya no esté con nosotros estoy segura que querría que te la diera de todas maneras.
Sus ojos se poblaron de gruesas lágrimas, al abrazar con emoción a su madre. Su padre había muerto hacía ya seis largos años; y lo extrañaba horrores. —Gra-gracias, no sabes lo que significa esto para mí.
—Lo sé cielo, pero no llores en tú día debes estar alegre.
—S-sí tienes razón —respondió secándose las lágrimas y abrochándose la pulsera que no saldría de su muñeca jamás. —No quisiera pero debo irme.
—Ve y diviértete —. La despidieron entre todos.
Durante todo el trayecto de vuelta hasta su departamento, no dejó de observar su pulsera. Sentía como si con ella estuviera su padre, cuidándola. Si la tristeza de la soledad la había embargado en la mañana ella ya no lo recordaba, aquel almuerzo y el regalo, la habían hecho recuperar su ánimo, y hasta tenía ganas de salir con Sango. Solo un mínimo espacio de su mente seguía sintiendo esa curiosidad extraña —Inuyasha… —susurró sin intención, no sabía cuándo había recaído en eso. —No, basta de pensar en eso, al menos por hoy.
Decidida bajó del autobús, para llegar rápidamente a su apartamento y bañarse con tranquilidad. Las nueve llegaron en un suspiro, haciéndola entrar en una casi crisis. Corría por todo el lugar en ropa interior buscando las prendas que debía ponerse, —Qué tonta soy —murmuraba una y otra vez, — ¿Cómo iba a usar esto? —. Cuando se encontraba vistiéndose se había dado cuenta de que, el cumpleaños pasado se había vestido igual. Definitivamente tenía la mente en cualquier lado esa mañana.
Gracias al cielo, había comprado hacía unos días un solero blanco, strapples, estampado con unas bonitas y frescas flores rosas. Se calzó unos tacones veraniegos con plataforma de corcho y se maquilló como lo había planeado en la mañana. En una de sus últimas corridas, mientras llenaba uno de sus bolsos blancos, pasó por un espejo de cuerpo entero que tenía en la puerta de su ropero, divisando su figura entera, verificándola con avidez —Estoy perfec… —. ¡El cabello! Lo había olvidado, tomó una de las hebillas que tenía en la mesa de luz, recogió su melena en un rodete casual y lo abrochó con ella —Ahora sí.
El timbre de la puerta sonó distrayéndola. Al abrir la puerta una joven, de su misma altura, ya que también llevaba tacos, de cabello castaño al igual que sus ojos, unas calzas negras y una remera totalmente bordada en lentejuelas apareció en ella. Llevaba un maquillaje algo más fuerte que el de la peli-negra, pero se veía hermosa.
— ¡Amiga feliz cumpleaños! —gritó abrazándola efusivamente. — ¡Estás preciosa! Definitivamente no tengo que retocarte —mencionó, mirándola de arriba abajo.
— ¡Gracias amiga! Tú también estás preciosa.
— ¡Basta de halagos! Sino no saldremos nunca de aquí —respondió riendo divertida.
—Buen punto, vamos.
Las dos mujeres se encaminaron hacia el bar en cuestión, pasando por algunos grupos de muchachos que también se dirigían al mismo lugar, recibiendo chiflidos, gritos, aullidos y hasta propuestas de matrimonio.
Luego de varias cuadras llegaron al un lugar llamado "Ángeles" tenía una fachada muy bonita, todo blanco, cosa que contrastaba bastante con el resto de lo bares. Al entrar observaron lo lleno que estaba el lugar como para conseguir una mesa, por lo que decididas se fueron a la barra, para tomar algo. La castaña pidió un "Sex on the beach" mientras que la peli-negra un simple "Daikiri" de frutilla. Conversaron alegres y bailaron bastante, muchos jóvenes se acercaron a bailar con ambas y ellas no dijeron que no.
En uno de los descansos en la barra el celular de Sango comenzó a sonar — ¿Hola?
Con todo el alboroto y la música del lugar no podía oír la conversación de su amiga, pero su rostro había cambiado bastante — ¿Cómo? No puede ser —respondía la castaña.
—De acuerdo, prometo buscar a alguien para mañana —dijo con pesar. —Está bien no te preocupes, nos vemos.
— ¿Qué sucedió? —preguntó curiosa la peli-negra.
—Taisho, eso sucedió —dijo con una expresión de cansancio.
Continuará…
Hola! Cómo están? :)
Para los que ya leyeron estos cuatro capítulos les digo que solo cambién la forma de escritura, para volverla, a mi gusto, más correcta y pequeños detallitos especialmente en la ortografía, no es nada esencial :P
Nos vemos pronto!
