Él.

Ni siquiera he dicho un nombre, pero ya tienes a alguien en la cabeza, ¿verdad?

Imagina que lo ves todos los días, y cada uno de ellos, te dan unas incontrolables ganas de revolverle el cabello. De hacerlo reír sólo para recibir una de sus sonrisas, que, por cierto, son algo incontinuas. Incluso hay veces que te callas cosas erróneas que éste hace, le cubres la espalda sin que se dé cuenta, y lo buscas con la mirada cada día de tu miserable vida. Cuando no lo encuentras, simplemente el día se te arruina.

Le conoces desde que tienes memoria. Vamos ya, que te ha visto vomitar, hacer berrinches, y hasta ha jugado contigo a las muñecas.

Gustan de cosas similares, si no es que completamente iguales. Y, además, a tus ojos es el ser más atractivo que jamás existirá.

Pero tú no lo eres.

Y te sientes deficiente, inútil. Porque, ¿Cómo es que alguien como él pueda si quiera fijarse en alguien como tú?

Te las das de diva, de diosa. Incluso trabajas arduamente en una máscara que oculte todas tus inconformidades, todas tus inseguridades. Te repites cada día que eres guapa, bonita. Que tu personalidad es definida, que las puedes todas; que te comerás al mundo. Te lo dices todas las mañanas, mientras te ves al espejo. Ignoras lo rota e insignificante que se refleja, y te pones la careta.

Crees que quizá, si te lo recitas demasiado, acabarás creyéndolo, y por consiguiente, él también. Quizás, si tan sólo ve lo que tú quieres que vea, logres hacer que sienta algo por ti. Algo más que indiferencia.

Pues esa persona, vendría siendo tu amor platónico. Yo en lo personal prefiero llamarle dolor platónico. Es un pequeño romance que jamás será mutuo. Y lo sabes. Y duele, ya que las malditas mariposas de tu estómago sólo están ahí para atormentarte. Y no sirve huir de ellas, ya que las llevas por dentro, arraigadas a ti.

Porque no eres lo suficientemente guapa como para gustarle.

Porque no tienes la personalidad que él busca en alguien.

Porque cuando tomas una pizca de valentía para decírselo, quedas rechazada, humillada. O al menos, eso temes.

Porque no importa cuánto intentes acercarte a él, no lo conseguirás.

Porque duele tanto amar a alguien antes que a ti misma.

Y, Draco Malfoy; temo decirte que eres mi dolor platónico.

P.P.