-¿A dónde mierda estabas?- grité furioso al verla entrar tambaleandose por la puerta del departamento.
-Yo...- dijo, y se tomó la cabeza con su mano derecha, sosteniendo a su pequeña a cartera negra y su copia de las llaves en la izquierda. Cerró la puerta y caminó unos pasos hasta llegar al desayunador sin poder mantenerse de pie. Se quitó los zapatos de taco alto y los dejo en el piso.
Me miró , y luego se acercó un poco más para caer en mis brazos.
-Te amo, Harry- susurró. Y me dolió, mucho. Porque yo la amaba, y la amaba más que a nada.
En el momento que pude sostenerla para recostarla en el sofá se largó a llorar desconsoladamente y me miró a los ojos.
-Gracias, gracias. Te amo.
Cada vez que ella hablaba, sonreía, cantaba, pestaneaba y hasta respiraba (estuviese ebria o no) me hacía sentir vivo. Lo único hacía bien era amarla - aunque a veces me sentía algo sobreprotector. Me gustaría poder desprenderme, dejarla respirar. Si hubiera sabido que cada vez que la veía me abrumaban las ganas de abrazarla hasta no dejarla respirar... pero ¡no! nunca la lastimaría. No sería capaz. El sólo hecho de saber que algo o alguien podría lastimarla me aterraba, y era por eso que la protegía; que la esperaba todas las noches después de sus multiples fiestas para asistirla cuando llegaba ebria, mareada o incluso cuando vomitaba.
Me recosté a su lado y ella puso la cabeza sobre mi pecho. Le besé la frente y cerré los ojos.
-Yo también te amo- susurró. No podía resistirme al simple hecho de escuchar su respirancion chocar contra mi pecho. Comencé a acariciar su cabello nerviosamente y respiré hondo.
