INDICIOS DE NUEVAS AMISTADES
Dumbledore miraba pensativo por la ventana de su despacho, un año más en Hogwarts, un año más de lucha contra el señor Oscuro, un año más de muerte y sufrimiento en el mundo mágico.
-¿Qué crees que pasará, Fawkes?-Le preguntó a su leal amigo, el fénix, que pió alegre por toda respuesta.
-Espero que Harry tenga el valor suficiente para afrontar lo que se le viene encima, pero sobre todo, espero que busque ayuda...
El "caso especial", así la llamaban. La rarita, la marginada, la solitaria...
Crystal había entrado en Hogwarts el mismo año que Harry, Ron y Hermione, pero a diferencia del resto de magos, ella ya tenía 19 años cuando entró en primero. Fue seleccionada para la casa Slytherin y ahora, ya en sexto curso, debería andar por los 25, y sin embargo, la chica no había cambiado ni un ápice desde el primer día en que la vieron los tres héroes. Además de eso, tenía muchas otras peculiaridades, demasiadas para el gusto de los magos de Hogwarts: ella no usaba la varita para hacer magia, de hecho, ni siquiera tenía una, aunque era más poderosa de lo que nadie creía, pero sólo unos pocos lo sabían, entre ellos Harry, Ron y Hermione, gracias a una charla con el profesor Dumbledore.
En ocasiones, intimidaba a los profesores sólo con mirarlos, incluso el mismo director desviaba la mirada ante aquellos ojos amarillos como soles, dos grandes pozos llenos de sabiduría, demasiada sabiduría para su supuesta edad.
Además, Crystal nunca se había puesto el uniforme de la escuela; siempre vestía ropa muggle, bastante ancha, e hiciera el tiempo que hiciera, pantalón pirata y camiseta de tirantes. Su larga melena, castaña y lisa, siempre estaba suelta. Sobre su tobillo izquierdo lucía un tatuaje con una flor de lis de diseño celta, en su hombro derecho, la cabeza de un enorme lobo aullaba a la luna.
En el colegio se rumoreaba que no tenía pechos, pero nadie lo sabía con seguridad. A pesar de todo, Harry, Ron y Hermione habían decidido que ese curso hablarían con ella para que se uniese a la orden, para que les ayudase en su lucha contra Voldemort, y así lo hicieron.
Después de clase, bajaron a las orillas del lago negro, donde solía estar la muchacha corriendo o nadando, pero no la encontraron allí. Si ella no quería dejarse ver, nadie podría verla, y es algo que tenían muy presente.
Los chicos se iban a dar la vuelta, resignados, cuando vieron una figura moverse algo más lejos, en terreno ya del bosque oscuro, y la reconocieron. Fueron hacia allí, mientras veían cómo la chica hacía flexiones agarrada a la rama de un árbol y con un sólo y fibroso brazo.
Ella parecía no haberse percatado de su llegada, aunque los chicos sabían de alguna manera que ella había notado su presencia mucho antes de que ellos la vieran.
Ninguno de los tres sabía qué decir, pero al cabo de unos minutos ella habló, sobresaltándolos:
-¿Qué queréis?-preguntó simplemente. Su voz era algo grave y firme, pero dejaba asomar un matiz curioso.
Al no oír respuesta alguna, Crystal se soltó de la rama a unos dos metros del suelo y aterrizó ante los estupefactos alumnos sin hacer apenas ruido.
-¿Y bien?- dijo, cruzándose de brazos y mirando a los tres.
-Bueno...-Comenzó Hermione, insegura-Somos Harry, Ron y Hermione,-no sabía muy bien cómo continuar-queríamos hablar contigo, si tienes un minuto.
La chica asintió y se sentó en la raíz de un árbol con aire despreocupado. Eso era lo más chocante, la gran naturalidad de sus movimientos. Los miró, a la espera de alguna pregunta o explicación.
-Verás, lo primero que queríamos hacer es saber más de ti-soltó Ron, de sopetón.
Harry y Hermione lo miraron, desaprobando su directo comportamiento, aunque sabían que él era así y no tenía remedio.
Crystal dibujó una media sonrisa en su rostro, y miró al cielo, con aire... ¿soñador? Unos instantes más tarde suspiró y dijo:
-¿Qué es lo que queréis saber?
Entonces se sucedieron una serie de preguntas, por turnos, a las que la chica iba respondiendo pacientemente.
-¿Por qué te entrenas tanto?-Preguntó Harry, verdaderamente curioso.
-Porque me proporciona un cuerpo con el que defenderme.-Contestó Crystal.
-¿Tienes familia?-dijo Hermione, al recordar que era la única que no llegaba ni se marchaba de Hogwarts en tren.
-No. Supongo que alguna vez la tuve, pero ya no lo recuerdo.-Contestó, con nostalgia.
-¿Alguna vez?-indagó Hermione.
-Sí, supongo... Hace mucho, mucho tiempo.-Suspiró.
-¿Por qué no usas varita?-dijo Ron. Harry y Hermione lo miraron sorprendidos, aquella era una buena pregunta.
-La varita concentra y canaliza la energía de alguien con poder sobre ella. Yo soy energía casi por completo, y no necesito nada para concentrarla. Además, puedo sacarla del entorno o de mí misma, lo que resulta bastante útil en casos de urgencia, aunque no es del todo práctico, pues me agoto enseguida.-Concluyó.
A Hermione en particular le resultó bastante interesante y lógica aquella explicación de la magia como energía, y los magos como entes capaces de utilizarla sin necesidad de tecnología.
-¿Por qué no tienes amigos?-Dijo Harry, en un tono casi temeroso.
Para sorpresa de los tres, Crystal echó una carcajada. Nunca la habían visto reírse, y les pareció estar observando algo único.
-Sí que tengo amigos, Harry. Tengo dos amigos muy, muy especiales, que me comprenden y me animan, y siempre están conmigo porque son parte de mí. Uno se encuentra muy lejos en estos momentos,-dijo, mirando al cielo- pero el otro, si queréis, os lo puedo presentar después.-Dijo, animadamente.
-Vale.-Dijo Harry, satisfecho. Se disponía a abrir la boca para preguntar de nuevo, pero Ron se le anticipó.
-¿Es cierto lo que se dice?¿No tienes tetas?-Soltó atropelladamente.
-¡Ronald!-le riñó Hermione, dándole un codazo, enfadada.
-¿Qué? Me pica la curiosidad.-Dijo, exculpándose a sí mismo.
La chica lo miró, con un brillo divertido en sus profundos ojos amarillos, y le dijo, sencillamente:
-Es cierto.-Dicho esto, sonrió y volvió a mirar al cielo, de nuevo con un deje nostálgico en la mirada.-Muchas veces he deseado ser una chica más, o chico, ya puestos. Me daba igual. Sólo quería ser normal, pero después me recordaba a mi misma para lo que estaba en este mundo, mi función en la vida, y me sentía normal... a mi manera.
-No entiendo nada.-Sentenció Ron, diciendo lo que pensaban los tres.
La chica se volvió, seria.
-Es complicado. Mi raza ya no existe. Sólo quedo yo, y no hay constancia nuestra más que en mitos y leyendas, tanto del mundo mágico, como del muggle. Mi raza era antigua y poderosa, pero se destruyó a sí misma por egoísmo.-Hizo una pausa, ordenando la explicación que les iba a dar.-Veréis, yo soy una protectora. Los protectores nacemos con la función de proteger, como obviamente el nombre indica. Durante toda nuestra vida crecemos hasta los veinte o treinta años, y nuestra misión es proteger a personajes importantes en la historia, que nos son asignados al azar, por un vínculo mortal. Si el protegido no muere naturalmente, tu mueres con él, para que lo entendáis.-Dijo al ver su cara de confusión.-Los protegidos se suceden uno tras otro, hasta que encontramos a uno con el que el vínculo se hace más fuerte, más estrecho. Pasa de ser tu protegido a ser tu mundo y tu vida. Cuando nos encontramos con dicha persona, y notamos el vínculo, comenzamos a envejecer de nuevo. Yo fui un miembro de la primera estirpe de nuestra especie. Por entonces sólo nacimos cinco, pero el número aumentaba o bajaba dependiendo del crecimiento de la población mundial. Por algún motivo, algunos protectores comenzaron a desvincularse de sus protegidos, lo que los malograba hasta caer en la más profunda oscuridad. Así, poco a poco, me he quedado sola.-Concluyó, tristemente.
-¿Entonces, no eres humana?-preguntó Harry.
-En parte sí.-Sonrió la chica, con misterio.
-¿Sabe alguien más todo esto?-Dijo Hermione.
-Supongo que no.
-¿Por qué?
-Nadie preguntó antes.-Contesto la muchacha, encogiéndose de hombros.
-Y... ¿quién es tu protegido?-Preguntó Harry, tras una pausa.
Crystal se envaró. Se tensó tanto que todos los músculos del cuerpo se le marcaron el triple de lo habitual, delineándose en un poderoso aviso de potencial peligro. Incluso pareció que se le erizaba un poco el vello de brazos y piernas.
Los tres muchachos se encogieron y retrocedieron ante el enorme poder que emanó de pronto de la chica. Ella miraba al agua, con un semblante absolutamente pétreo y la mirada fija en algún punto del lago.
Pasados unos minutos interminables para los chicos, ella se relajó, pero los miró con semblante agresivo y serio, y les dijo, advirtiéndoles:
-Jamás, nunca jamás volváis a preguntarme por mi protegido si no os habéis ganado mi confianza plena. Nunca jamás. Es una ofensa para mi, y un peligro para mi protegido, pues destruyéndole a él, podrían destruirme a mi. ¿Entendido?
-Sí.-Se apresuraron a decir los tres, aún algo amedrentados.
-Creo que ya son suficientes curiosidades por hoy,-comentó, queriendo quitarle peso al asunto.-¿Queréis venir a conocer a mi amigo, entonces?-Les preguntó, levantándose de un salto, sonriente.
Ellos se levantaron animados y curiosos. La chica comenzó a internarse en el bosque prohibido, despreocupada, y ellos se quedaron al borde, indecisos e inseguros.
-Vamos, os prometo que no os pasará nada.-Sonrió ella, y los tres supieron que decía la verdad.
Al cabo de unos minutos, llegaron a un pequeño claro, mucho menos oscuro que la espesura del resto del tétrico bosque.
-Quedaos al borde-indicó Crystal-y no os asustéis, ¿vale?
Los tres asintieron, temiendo lo que les esperaba.
Crystal avanzó hasta el centro del claro, y para sorpresa de los chicos, aulló imitando a la perfección el aullido de un lobo, y alguien o algo le contestó en la lejanía.
-Pronto llegará.-Dijo.
Al poco rato, algo hizo moverse unos arbustos en el extremo opuesto del claro al que estaban los magos, y se escucho un gruñido.
-Vamos, Sitka, no seas tímido. Son amigos.-Dijo Crystal, en dirección al gruñido.
Entonces, un lobo enorme salió de la maleza. Su cruz estaba a la altura del hombro de Crystal. Su plateado pelaje relucía con la luz que se filtraba al claro, y sus ojos naranja intenso observaron a los tres chicos, que se apretujaron asustados ante la dantesca criatura. Juntos, eran igual de imponentes; la chica y el lobo.
Sitka se tumbó, queriendo parecer menos imponente para los muchachos, que no se habían atrevido a moverse. Crystal le rascó entre las orejas, sonriendo, y el lobo cerró los ojos, complacido.
-Vamos, acercaos. No muerde.-Les dijo Crystal a los chicos, con un tono irónico.
Sitka la miró, confuso, pero divertido, y volvió a mirar a los chicos, que no se decidían. Entonces se levantó y se acercó a ellos, y agachó la cabeza, metiéndola debajo de la mano de Hermione. Ésta lo acarició sin poder resistirse, al contacto con su suavísimo pelaje, y sonrió ante la calidez que le transmitió la mirada del enorme lobo.
Ron y Harry pronto se sorprendieron tocándolo también, y Sitka cerró los ojos, encantado.
-Hacía mucho que no me sentía así de bien-dijo una voz en la mente de Crystal.-¿Por qué no me presentas amigos más a menudo?
-Sabes que no los tengo, y no mucha gente se acerca amablemente a hablar conmigo.-Contestó ella, mentalmente.-A Altaïr le gustaría conocerlos.-Añadió.
-No sé...-Dudó el lobo.-Él es mucho más esquivo. Sólo le gusta tu contacto. Apenas tolera el mío siquiera.
-Lo sé.-Suspiró ella.-Ojalá vuelva pronto.
-Dudo que tarde, me lo dijo antes de ayer.-Contestó el lobo al deseo de la muchacha.
-Eso espero.-Dijo, dando por finalizada la conversación.-Bueno chicos,-dijo, ya en voz alta-debéis volver al castillo, o no llegaréis para cenar.
-Encantada de conocerte, Sitka.-Dijo Hermione, rascándole bajo la mandíbula por última vez.
El lobo asintió, y la chica entendió que también estaba encantado, sorprendida por su inteligente mirada.
Los muchachos se despidieron, y Crystal los acompañó hasta la linde del bosque, donde se separaron no sin antes quedar para el día siguiente.
A medio camino, los tres se volvieron para descubrir que la chica había desaparecido, probablemente en pos de su amigo Sitka de nuevo. Sacudieron la cabeza y se dirigieron de nuevo al gran comedor. Tenían muchas cosas en las que pensar...
