Disclaimer: NO poseo a Harry Potter de J.K. Rowling ni a Orgullo y Prejuicio de Jane Austen. Por lo demás, disfruten esta alocada historia.
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Es una verdad mundialmente reconocida, que un hombre soltero, poseedor de una gran fortuna, necesita una esposa.
– ¿Qué?– exclamó Hermione con sorpresa, mientras leía por segunda vez las primeras líneas del libro que sus padres le habían regalado por su cumpleaños número diecisiete. Orgullo y Prejuicio por una tal Jane Austen. Durante las vacaciones se había entretenido tanto en la madriguera, que pospuso la lectura del mismo hasta el inicio del año escolar.
Sentada a orillas del lago, una semana después de iniciada las clases, se preguntó en qué estaría pensando la autora al escribir aquello. Era una idea retrógrada, una línea de pensamiento por lo demás absurda. Sin embargo, antes de desechar el libro como material inservible, le dio una oportunidad.
Sin embargo, poco se sabe de los sentimientos u opiniones de un hombre de tales condiciones cuando entra a formar parte de un vecindario. Esta verdad está tan arraigada en las mentes de algunas de las familias que lo rodean, que algunas le consideran de su legítima propiedad y otras de la de sus hijas.
Hermione cerró el libro y suspiró. Si pensaba que era una tontería con la primera oración, ahora le consideraba una auténtica pérdida de su valioso tiempo. ¿Qué argumento podría tener aquella novela más que una historia rosa en tiempos de la regencia? Probablemente ningún otro.
Se levantó a prisa y recogió sus cosas dentro de la mochila. El sol de Septiembre le daba de lleno en el rostro y la cálida brisa jugaba con su cabello rizado. Ella era una persona amable y leal, siempre dispuesta a ayudar a sus amigos y defenderles. Tenía una agudeza mental de tal magnitud que hoy en día se le conocía como la bruja más brillante de su generación. Por igual poseía una capacidad extraordinaria de amar y perdonar. En cuanto a su físico, su rostro era expresivo y de una inteligencia jovial, de ojos serenos y labios finos. Su sonrisa se acentuaba más gracias a sus dientes alineados y la curva de sus mejillas era suave. Tenía manos ágiles, perfectas para la elaboración de pociones y piernas delgadas pero fuertes, ideales para correr si era necesario. En general se podría decir de ella que, aunque su complexión no era extraordinaria, era agradable a la vista.
–Eh, sangre sucia. – Draco Malfoy le daba el acostumbrado saludo matutino mientras ella pasaba las puertas del castillo; esta vez, para su sorpresa, sin la compañía de sus dos amigos –que parecían más orangutanes que humanos– Crabbe y Goyle. Él era un joven de apariencia ágil y deportiva, de porte ligero más que musculoso. Sus manos eran grandes y firmes; su cabello rubio iba por lo regular bien peinado hacia atrás. Tenía la mandíbula cuadrada y las facciones definidas; su nariz era fina, en armonía con el rostro y sus ojos, muchas veces inexpresivos, podían pasar rápidamente a ser maliciosos y despiertos. Su atractivo, sin embargo, se veía opacado por su personalidad. Nacido en una familia mágica tradicional, sumamente rica, Malfoy creció con la creencia de que todo el mundo estaba por debajo de él, incluso muchos que estaba en la misma escala social. Era orgulloso, fanfarrón y presumido.
–Tendré que hablar con Dumbledore seriamente. Hay una plaga de hurones en el castillo.
–Muy graciosa Granger. – dijo soez, le miró con ojos duros y le impidió el paso.
–Ilumíname Malfoy. ¿Hay alguna razón por la cual estorbes mi camino?– preguntó con una pizca de burla y sarcasmo.
–Reunión con Dumbledore, ahora. – dijo frío y desinteresado. Sin esperar respuesta, él se giró y empezó a caminar rumbo a la oficina del director. Hermione suspiró cansada, no quería pensar que siempre sería lo mismo con este chico, y le siguió. Cursaban el último año en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, para el cual había sido elegida como una de los premios anuales, el otro, para sorpresa de muchos, fue Draco Malfoy; por lo tanto tenía que hacer un esfuerzo sobrehumano para tratar de llevarse bien, en lo que cabía. Una semana no había sido suficiente para lograrlo.
Al finalizar la junta con Dumbledore, Hermione ya tenía otra tarea que agregar a su lista de preocupaciones. Con la guerra en el pasado y un nuevo futuro y porvenir para la comunidad mágica, el director pensó oportuno el celebrar con una fiesta de disfraces, que coincidiera con Halloween. ¿La parte difícil? Hacer que Malfoy cooperara lo suficiente, o al menos que no interviniera con su trabajo.
Llegó a la sala común donde encontró a sus dos mejores amigos jugando al ajedrez mágico y a Ginny observando la partida. Los años habían sido generosos con ellos. Harry era un chico simpático y afable, un tanto entusiasta, discreto en sus asuntos e ingenioso. Su rostro mantenía una expresión serena e inspiraba confianza. Luego de la guerra sus ojos pasaron de ser tristes a unos completamente soñadores, hasta tiernos en ciertas ocasiones. Llevaba el cabello negro desordenado y los anteojos que usaba no eran capaces de ocultar la bondad de su mirada. Ron y Ginny eran realmente parecidos, como hijos de la familia Weasley tenían el pelo de color pelirrojo, de una tonalidad bastante viva. Ambos tenían los ojos de color azul, pero la expresión del primero era traviesa y vivaz, mientras que ella poseía una mirada intensa y fresca.
–Hola chicos.
– ¿Qué tal Hermione?– contestó la pelirroja con una sonrisa. Los chicos levantaron la cabeza y le saludaron con gestos, muy ocupados en el partido de ajedrez para contestar con más de dos sílabas. Ella sonrió y se sentó en el sillón frente a la chimenea. Abrió la mochila para adelantar la tarea de Runas y sacó el libro que intentó leer esa mañana. Lo volvió a hojear, y tal vez por su naturaleza curiosa, regresó a la página en la que se había quedado –la primera– y siguió leyendo.
El señor Bennet era una mezcla tan rara entre ocurrente, sarcástico, reservado y caprichoso, que la experiencia de veintitrés años no habían sido suficientes para que su esposa entendiese su carácter. Sin embargo, el de ella era menos difícil, era una mujer de poca inteligencia, más bien inculta y de temperamento desigual. Su meta en la vida era casar a sus hijas; su consuelo, las visitas y el cotilleo.
Ese fue el fin del capítulo uno. ¿Qué había aprendido hasta entonces? Que una tal señora Bennet quería casar a una de sus hijas con un hombre sumamente rico acabado de llegar al vecindario y cuyo esposo era demasiado sarcástico e inteligente para ella. Debía admitir que el personaje del señor de la casa le produjo curiosidad, aunque el de la señora era un tanto previsible, el de él era un poco más desarrollado y confuso. Tal vez la novela no terminara siendo un fiasco. Cerró el libro y se dedicó las siguientes tres horas a traducir textos rúnicos.
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La mañana de lunes llegó mucho más rápido de lo que a muchos les hubiera gustado. A primera hora tenían pociones dobles con Slytherin, luego transformaciones con Ravenclaw, una hora libre, el almuerzo. En la tarde encantamientos con Slytherin de nuevo y por último runas con Hufflepuff.
Como era usual, el frío de las mazmorras les caló hasta los huesos, pero una vez comenzaron a preparar la poción asignada por el profesor Snape, el vapor les hizo entrar en calor. La clase pasó relativamente tranquila; Neville no ocasionó ningún accidente, lo que malhumoró al profesor que estaba esperando con ansias bajar algunos puntos a Gryffindor.
Cuando terminó el período, Hermione se quedó un poco atrás para esperar a que Malfoy saliera, tenían que hablar sobre ciertos puntos del baile. Harry y Ron le preguntaron si no quería que se quedaran con ella, por si las dudas, pero ella rechazó el ofrecimiento, diciendo en tono despreocupado que solamente se trataba del hurón.
–Malfoy– dijo cuando éste salió del aula con Pansy Parkinson colgada del hombro.
–Granger– contestó haciendo un extraño mohín. Su acompañante pelinegra la miró por encima del hombro.
–Necesitamos hablar del proyecto del director.
–No veo el por qué debamos de perder nuestro tiempo conversando Granger, soy una persona muy ocupada. – dijo con una sonrisa burlona en los labios. Pansy rió por lo bajo.
–Malfoy, a mí tampoco me agrada la idea de tener que trabajar contigo, pero debemos de hacer esto los dos, como premios anuales que somos. Tenemos mucho trabajo por delante: Elegir el tema, repartir las tareas entre los prefectos, organizar la música, comida y decoración.
–Ya, ya, Granger. Respira o te vas a infartar. Esto es lo que haremos. Tú trabajarás en esto, le asignarás a los prefectos su trabajo y yo me quedaré observando y al final– agregó sonriendo como sólo él sabía sonreír– tomaré parte o todo el crédito por lo que hiciste. – Antes de que la chica pudiera replicar, Malfoy se alejó por el pasillo y la dejó boquiabierta. Era insufrible, en todo y cada uno de los sentidos de la palabra. Hermione se fue hecha una furia a su clase de transformaciones.
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Al entrar al aula de encantamientos, lo primero que la Gryffindor hizo, fue fulminar al otro premio anual con la mirada. Él estaba sentado en la parte media del salón y sintiendo que alguien le miraba, miró hacia atrás para luego devolverle una sonrisa sardónica.
–Trata de no matarlo. – se dijo a sí misma.
– ¿Decías algo Hermione?– preguntó Harry a su lado.
–Oh no, Harry. Estaba repasando los materiales que voy a usar. – Esto pareció ser respuesta suficiente para él y se giró para hablar con Ron.
El profesor Flitwick entró apresurado al aula. Su estatura no era mayor a la de un niño de cinco años y con su voz chillona mandó a que todos tomaran asiento. Cuando llegó a su escritorio, se sentó encima de una pila de libros para poder observar el salón y saludó a la clase.
–Muy bien alumnos. El día de hoy empezaremos la clase intentando hacer un hechizo que le de vida a lo inanimado. A decir verdad, no le infundimos vida a algo que no lo tiene, si no que lo dotamos de movimiento. Por ejemplo, – dijo señalando a una hoja de papel sobre su mesa– si movemos la varita de esta forma y decimos Tribuo Vita, entonces el objeto cobrará vida. – La hoja de papel se transformó en una avecilla y comenzó a volar por todo el salón.
–Ahora chicos, es su turno. Traten de dotar de movimiento cualquier objeto inanimado que tengan cerca.
–Me pregunto si el cerebro de Longbottom cobraría vida si uso este hechizo en su cerebro. – se escuchó a un Slytherin decir desde alguna parte del aula. Neville se sonrojó violentamente y se encogió un poco en su asiento.
Media hora después, Hermione estaba cansada de hacer que pequeños objetos a su alrededor cobraran vida. Harry y Ron aún no lo habían logrado, a decir verdad sólo algunos estudiantes lo habían logrado. Para no aburrirse mientras tanto, decidió sacar la novela de Jane Austen y seguir leyendo.
El señor Bennet fue uno de los primeros en presentar sus respetos al señor Bingley. Siempre tuvo la intención de visitarlo, aunque, al final, siempre le aseguraba a su esposa que no lo haría; y hasta la tarde después de su visita, su mujer no se enteró de nada.
Así que al final el señor Bennet decidió ir a visitar al nuevo integrante del vecindario. Aquel hombre pudo haber pertenecido a la casa de Slytherin sin ningún problema. Pensaba Hermione a punto de pasar a la siguiente hoja, cuando de repente sus manos se quedaron vacías.
–Vaya, vaya. ¿Pero qué tenemos aquí Granger?– preguntó divertido Malfoy mientras sostenía el libro en una mano, de pie frente a ella. Instintivamente Hermione miró hacia el escritorio del profesor, pero no estaba allí. A decir verdad no estaba en el aula.
–Realmente estabas concentrada leyendo esto. Longbottom ha vuelto a hacer una estupidez y le han tenido que llevar a la enfermería; potty y el pobretón le han ayudado al profesor a llevarlo. Este libro debe de ser muy interesante para que no te hayas percatado. Me pregunto de qué será.
–Devuélvelo Malfoy– le dijo entre dientes.
–¿Y arruinar la diversión?– le preguntó con falsa inocencia. –Yo creo que no.
–No te lo voy a repetir hurón. Devuelve el libro.
–No te pongas agresiva Granger, cuida el vocabulario. Además, solo cumplo órdenes del profesor. Dijo que debíamos animar objetos a nuestro alrededor, y este libro es un objeto.
Tan pronto como dijo esto su varita apuntó al libro. Lo que pasó a continuación fue un poco confuso. Malfoy lanzó el hechizo al mismo tiempo que Hermione tocaba el libro y lanzaba un hechizo protector, y un tercer rayo, que no les dio tiempo a discernir de dónde venía, impactó la novela que ambos tenían en la mano. De repente todo se volvió negro.
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¿Qué les ha parecido? ¿Dónde creen que despertarán nuestros amigos? Tendrán que esperar al próximo capítulo para averiguarlo. Ya saben que si me quieren decir cualquier cosa, sugerencias y comentarios, solo deben de dejar un review. Nos vemos en el siguiente capítulo ^_^
