Buenas, buenas :D
Me estoy poniendo al día con ésta primera historia para el fandom de Digimon, corrigiendo cada capítulo para así retomar donde me quedé. ¡Seré cumplidora porque uds lo ameritan, queridos lectores! Gracias por haber iniciado la lectura hace tanto tiempo atrás y en honor a ustedes, me pongo la camiseta y aquí estoy :D
Obs.: Algunas cosas serán cambiadas en los capítulos, pero muy pequeñas :D A estar atentos.
Un saludo grande a todos y nos vemos al pie de página.
Guía Narrativa:
―Diálogo.
«Pensamiento»
"Énfasis"
Capítulo I:
«Me debes una, Tachikawa»
Caminó de un lado a otro, haciendo que sus tacos repiquetearan sobre el suelo azulejado del baño. A cada paso, en su mente brotaban mil palabras, las cuales estaban impresas en el pequeño papel que traía entre las manos, totalmente memorizadas. Se giró sobre sus talones para retomar su caminata sin rumbo dentro del pasillo del baño frente a los cubículos abiertos enseñando que no había nadie más que ella en aquel baño público para las damas.
Se giró en redondo cuando la puerta del baño se abrió y un ligero suspiro que había contenido en su boca, salió en un silbido cuando su amiga peliviolácea cruzó el umbral con sus lentes haciendo que las luces del cuarto se reflejaran en sus vidrios. Ella sonrió al verla, como cual amiga preocupada le sonríe a aquella que está a punto de enfrentar al chico que más le gusta, esperando que ese 14 de febrero pudiese aceptar sus chocolates.
Mimi se sentía más nerviosa de lo que aquella festividad pudiese significar para ella en esos momentos. No tenía comparación los nervios que bamboleaban en su estómago como mariposas revoloteando dentro de ella.
―¡Yols! –Profirió entre entusiasta y enfadada. -¡Te dije que tocaras la puerta en caso que entres! –Vio sonreír a su amiga mientras se encogía de hombros y caminaba hacia ella. -¿Ya están todos?
―Todos y cada uno de los interesados dispuestos a escucharte. –Posó sus manos en los hombros de la más alta y castaña. Al igual que Mimi, ella estaba conmocionada con lo que acontecería a continuación. –Ten calma. Has esperado mucho tiempo este momento, así que…
―No es necesario ni mencionarlo. –Atinó a decir, alejándose de su amiga para ir a parar frente al gran espejo del tocador y arreglarse los cabellos rebeldes que querían caérsele sobre la cara. Se los acomodó detrás de la oreja y lució su conservador recogido en un rodete pulcro, dejando su nuca totalmente descubierta hasta la intervención de un collar de perlas grandes. Una combinación excelente con aquel vestido al cuerpo color blanco de mangas que le llegaban hasta su ante brazo y el largor rozaba por dos dedos encima de las rodillas.
―Estás espléndida, Meems. –Dijo Miyako recostándose por el lavabo mientras miraba el reflejo de ambas. Ella tampoco estaba menos glamorosa con aquel conjunto de blusa color blanca y falda negra que tenía la misma medida que la de Mimi. Su cabello iba inmaculadamente cayendo sobre sus hombros mientras sus lentes los acomodó un poco más arriba de su tabique ya que parecía querérsele resbalar por su estrecha nariz. –Pareces toda una Primera Dama a punto de tomar el puesto.
Mimi sonrió y alejándose del lavabo para darse una última mirada aprobatoria, se dirigió a Yolei con un semblante confiado, como toda la líder-nata que era.
―No dijo dejando un ápice de sorpresa en su amiga, quien también se despegó del lavabo para seguirla–, luzco como toda una candidata para tomar el puesto de la presidencia.
La gente aglomerada en el patio trasero del Instituto Superior iba acercándose hacia el pórtico donde esperaban a la voz que los reunió en ese momento y en aquel lugar. El prado verde se extendía como si de una sábana verdosa se hubiese colocado momentos antes, reluciente y bien cuidada hasta donde un camino de cementado se abría paso hacia las alas norte y sur del gigantesco lugar.
Unas amplias escaleras se alzaban en el pórtico dando paso al interior de las doble puertas traseras del Instituto hacia el patio en donde estaban todos y a cada extremo se ubicaban dos pares de parlantes, encimados uno sobre el otro, dejando a la vista del público los cableríos negros yendo en picada contra los escalones hasta Izumi Koshiro, quien manejaba los equipos y la amplificación del micrófono que descansaba sobre el estrado de madera con la insignia del Instituto en la parte baja luciéndolo con orgullo. Y no solo era aquello lo que parecía ondear con toda la algarabía que poseía, sino también los banners y pancartas adornando los finos pilares de cemento pintado de blanco. Y si uno observaba con mayor atención, en las manos de los presentes habían banderines escritos en la tela rosa "Go, Meems" que les fueron entregados por el grupo de la candidata a futura presidenta.
Todos los presentes expectantes y sentados en las sillas de plástico blancas a lo largo y ancho del césped bien cuidado, observaban hacia el pórtico. Algunas de ellas estaban vacías como otras no, pero el número solo involucraba como veinte a treinta personas. Considerando el número total de alumnos que el Prestigioso Instituto Secundario de Odaiba, no era muy ventajosa tal cantidad.
Pero cuando Mimi se abrió paso entre las puertas tan digna como ella sola podía ser y sentirse, sonrió con entusiasmo al ver la cantidad de personas. Incluso los alumnos a cargo del periódico escolar estaban presentes con sus cámaras y filmadoras, deseando que esto diese inicio. Se aproximó hacia el estrado de madera lustrada y tomando el micrófono, observó a todos con una mirada emocionada pero cargada de ambición. «Esto es solo el inicio» Se dijo mentalmente.
Así era. Desde que tenía uso de razón hasta sus dieciséis ―casi diecisiete― años, muchos objetivos se habían trazado por cumplir, con la finalidad de llegar a ser como sus padres: Exitosos empresarios y banqueros. Ellos le habían dado una vida tan digna de toda una princesa, una que ella no renunciaría por nada del mundo, dándole todo lo que ella deseara y cuando deseara. Era ambiciosa por ende y uno de sus tantos objetivos ―la de ser Presidenta del Instituto Odaiba― estaba por cumplirse.
Había trabajado muy duro para llegar a aquel estrado y que su campaña electoral fuese nominada. Y eso implicaba estar en todos los clubes más importantes, ser sociable y amigable con todos aunque no te agraden, ser mejor alumna y llevar los mejores puntajes en todas las asignaturas… Sí, era un trabajo duro lo que tuvo que hacer esos tres años. Y ahora estaba dando frutos.
Dio unos golpecitos para verificar que su voz resonaría por los parlantes ubicados a cada extremo de donde ella estaba.
―Compañeros, tengan todos un hermoso día. ―Saludó sonriéndoles y mirando a todos los presentes, que era como ver una larga pancarta blanca y verde, los colores del uniforme que llevaban puesto―. Antes de decir otra cosa, quisiera agradecerles por su presencia en este lugar. Eso habla del interés que existe en la sociedad estudiantil por el futuro de la misma ―Hizo una pausa bajando sus notas ya que se las sabía de memoria―. Como todos sabrán, los he reunido aquí para hablar no solo de una campaña presidencial como todos los años, los alumnos del último año de secundaria deben de ofrecer al pueblo. Sino que, deseo más que otra cosa…
Un rugido metálico y agresivo resonó desde los parlantes que provocó a Mimi cerrar los ojos de sorpresa. Observó los parlantes junto a ella en un rápido movimiento y luego, con una mirada iracunda, se dirigió hacia Koshiro que monitoreaba los aparatos de sonido. Éste se encogió de hombros y negó con la cabeza diciéndole que no fue obra suya o de sus artefactos.
Instintivamente, su mirada se posó hacia Yolei, quien se encontraba tras la puerta, visualizando que todo esté en orden, y ésta comprendió al instante lo que debería de hacer. Se giró y echó a correr hacia los altavoces de la dirección, mas se sorprendió de no hallar nada que pudiese ocasionar aquel trémulo de resonancia.
Mimi sonrió penosamente a los presentes y acercando el micrófono nuevamente para hablar.
―Disculpen. Problemas técnicos ―Se giró nuevamente hacia la puerta donde apareció Yolei con la respiración entrecortada y fue hasta ella para decir que no había nada que pudiese estar provocando aquel estallido de ruido. Mimi asintió y se volvió con el micrófono―. Antes de ser interrumpida, quería decir que el deseo de ésta fiel servidora del Instituto es lograr que…
Y como si de una broma pesada se tratara, otro rugido le prohibió continuar, pero no solo se trataba de un sonido sordo y atroz como el anterior, ésta vez era una guitarra rugiendo con cada rasguito y cambio de nota que daba. Mimi observó cómo los alumnos presentes cabeceaban al compás de la guitarra, haciéndole más caso a aquello que a ella misma, e indignada se giró hacia Yolei y ella palideció, negando con la cabeza.
―No había nada en la sala del Director o en el de la Radio Estudiantil. Todo está perfectamente ―Defendió la de lentes pero Mimi no detuvo su ceño fruncido para con su amiga.
―¿Entonces por qué sigo sin poder terminar mi discurso? ―Preguntó con molestia y dejando que sus labios fuesen una fina línea nerviosa. Trató de que el público no viese aquella faceta suya y más con algunos alumnos del periódico allí presentes―. Revisa los salones de música, el gimnasio, el teatro, no sé, Yols. ¡Haz algo! ―De prisa, la chica se volvió para entrar por las puertas dobles y recorrer los lugares mencionados por su amiga.
Nada. Nada en la sala de música, nada en el gimnasio, pero continuó trotando con el alma que quería salírsele por la boca, hasta el teatro en donde halló el problema. Infló los cachetes y entró a él.
Mimi estaba desesperada hablando con Koshiro quien tampoco podía solucionar el malhumor de su amiga con decirle que no se trataba de un problema técnico en cuanto a sus equipos implicaba.
Desahuciada observaba como algunas personas se levantaban y se marchaban, haciendo que su respiración se volviese irregular y un estrujón de la boca del estómago la invadiese. Inconscientemente se llevó ambas manos al abdomen y lo apretó con fuerza. Sabía que tendría que haber desayunado, pero no podía dejar que el más ínfimo carbohidrato le hiciese verse mal en aquel vestido tan hermoso.
Exhaló un chillido de exasperación y sentía que iba a explotar. Izzy la miró con extrañeza y sentía que lo más sensato era alejarse de ella a una distancia prudencial de ―quizá― cincuenta kilómetros.
―Tranquila, todo estará bien ―Ella hizo más fuerte el chillido que Koshiro empezó a sudar frio―. ¿Q-Quieres que llame a Tai?
―¡Oh, claro! ¡Llámalo, él es experto para resolver problemas técnicos! ―Expuso molesta y elevando la voz, dejando que Koshiro se encogiera de hombros.
«No problemas técnicos, pero sí es bueno para calmarla.» Pensó el pelirrojo, recordando las ocasiones en que Mimi entraba en crisis, el primero quien lograba calmarla era él. Quizá no con palabras de aliento, pero la hacía reír así que eso bastaba para tranquilizarla. «Si tan solo Tai no tuviese práctica con el equipo de Fútbol en ese momento…»
De un momento a otro, las puertas traseras se abrieron en par dejando a la vista a una agotada Yolei. Sus cabellos estaban enredados por el correteo que habría hecho y su blusa como la falda que traía puesta, se encontraba desordenada.
―¿Y bien? –Preguntó Mimi acercándose a ella con aire impaciente. Los rugidos de la guitarra eléctrica no dejaban de sonar por los altavoces del Instituto haciendo que Mimi frunciese el ceño―. Se oye aún la guitarra. ¿Por qué se oye aún la guitarra?
―Se trata de Ishida-san. ―Dijo tras una bocanada de aire. Koshiro se acercó a la muchacha y le tendió un vaso con agua que tenía a mano para él, pero viendo el estado deplorable de su amiga, no dudó en darle apoyo. Yolei le agradeció con la mirada pero antes de beber un sorbo siquiera, Mimi habló nuevamente.
―¿Quién se supone que es ese? ¡Está arruinando mi candidatura!
―Él solicitó utilizar el teatro y está en derecho de hacerlo, Meems. ―Aquello fue la gota que colmó el vaso. Mimi atravesó a sus amigos casi empujándolos con ira y luego las puertas conocieron la fuerza que residía en la delgada figura que poseía.
Yolei y Koshiro suspiraron en un acto unánime. Conocían el temperamento de Mimi y lidiar con él era una de las grandes muestras de fe que enseñaba su amistad por ella.
A cada paso que avanzaba, el sonido se hacía más fuerte y su ira no se quedaba atrás. Subió los últimos escalones que la llevaban hacia el teatro, desplazado hacia el final del largo pasillo que daba la bienvenida a las múltiples puertas de salones de clases a sus costados.
Caminó con determinada furia y una vez que estuvo frente a las puertas de madera, ni se molestó en notarse educada al llamarla. Directamente las empujó con fuerza y entró con toda la alcurnia que una dama poseía ante aquellos sinsabores.
Y ante la amplia habitación con innumerables sillas dispuestas en filas horizontales, todas ellas enfocando su atención a un solo punto que era el escenario, lo reconoció. Un muchacho sentado en una silla de madera con una guitarra color negra con detalles en azul sonando salvajemente como aquellos majestuosos dedos le permitían. El instrumento "demoniaco" iba conectado a un amplificador, el causante de que su candidatura fuese interrumpida tan bochornosamente.
Recordarlo, solo la obligó a avanzar con la misma determinación y confianza que traía minutos atrás y estando frente al no tan elevado escenario, habló con fuerte voz.
―¡Ey, tú! ―El chico no dejó de ejecutar aquella pieza que pareció irreconocible para Mimi, pero por lo menos levantó la mirada hasta ella, dejándola simplemente anonadada. El no saber que aquel sujeto terriblemente atractivo, con una tez pálida, ojos azul zafiro y profundos como los confines del mar en conjunto con una cabellera rubia que le caía rebeldemente sobre el rostro, era un crimen. O al menos pensaba eso al ver cuán atractivo resultaba con aquel semblante inexpresivo suyo. Él la miró con el ceño fruncido a lo que ella reaccionó de inmediato. ―E-Este… ¡¿Tienes idea de qué estás haciendo?! ―Él pareció emitir un bufido burlesco para regresar la vista al puente donde sus dedos se movían gráciles. Ella enfurecida, siguió hablando― ¡Por si no lo has notado, me estás arruinando uno de los momentos más importantes de mi vida tocando…, ―señaló la guitarra―, esa cosa! Te agradecería que dejes de hacerlo o por lo menos, desconectaras el amplificador ―Terminó lo último con una voz un poco más rogona, tratando de que el chico pudiese comprenderla.
A diferencia de ello, él no se inmutó en lo absoluto, como si ella no hubiese abierto la boca hace un momento él continuó tocando con tanta tranquilidad que la desesperaba. ¡No podía estarle ignorando! ¡Nadie la ignoraba!
―¡Escucha! ―Gritó más fuerte, tratando de que su voz no fuese opacada por el de la guitarra. ―¡Necesito con urgencia que dejes de hacer eso! ―Tampoco funcionaba. Ni siquiera la miraba.
Mimi pudo ver cómo los labios de aquel muchacho, finos rasgos ligeramente sonrojados y húmedos, se movían pero claramente no eran palabras dirigidas a ella. De seguro eran los versos de aquella canción que tocaba calculó ella.
Molesta y sin ganas de esperar más, subió los escalones ubicados hacia el costado derecho del escenario hasta donde se encontraba él y parecería que eso pasaba inadvertido por el chico. Entonces, Mimi metió la mano dentro de su bolsillo y sacó su linda billetera rosa para desplegarla y sacar de él unos billetes de 100 yenes. Se dirigió hasta estar frente al chico sentado en la silla con su guitarra y le enseñó su dinero.
―Oye, podemos ahorrarnos todo este dilema. ¿Ves? Tengo dinero y si dejas de tocar y te marchas, será todo tuyo ―Él levantó el rostro a lo que Mimi sonrió triunfal, como cual hombre que siente que algún pez jaló de su anzuelo.
Pero para sorpresa de la chica, el rubio le sonrió divertido y negando con la cabeza, siguió tocando. Peor no podía creérselo. ¡Había rechazado su dinero! ¡Todos morían por él pero ese sujeto parecía como si le valiese tres cominos aquello! Roja de la ira, se apartó de él y guardó su dinero nuevamente en la billetera.
No había otra salida, al menos si quería salir vencedora de aquel lugar ―cosa que planeaba― se dirigió hacia el amplificador del chico y viendo que éste no caía en cuenta de su presencia cerca de él, tomó el cable de la guitarra y lo desconectó sin más. El sonido amplificado y feroz de hace un momento se apagó de repente y ella sonrió triunfal al oír como sólo se trataba de la púa del chico por las cuerdas de metal sonando como si estuviese pasando un bolígrafo por las rejas del ventilador de pie de los empleados en su casa.
El chico dejó de tocar y dejó la guitarra a un lado para ponerse de pié y dirigirse hacia una sonriente Mimi, quien se hallaba cruzada de brazos con el cable aun sosteniéndolo en su mano izquierda. Sus largos flecos rubios le prohibían observarle el rostro, pero una vez que estuvo frente a ella, lo levantó y la miró inexpresivamente.
―Tú me has obligado a hacerlo ―Contestó Mimi frunciendo el ceño aún con la sonrisa en los labios, mirándolo desafiante―. Has sido muy tonto al rechazar mi dinero o irte por las buenas de aquí. Pensé que eras retrasado o algo así, pero veo que entendiste mi punto, así que te agradecería que…
―Me estorbas, niña ―Fue lo único que dijo, interrumpiéndola y dejándola con cierta sorpresa en su rostro aunque aquello fue suplantado por la indignación. Infló el pecho y colocando sus manos como jarras sobre su cadera, lo increpó.
―¡¿Yo te estorbo?! ¡Tú eres el imbécil que ha estado estorbándome todo este tiempo! ¡¿Tienes idea de lo mucho que he trabajado para este día y tú vienes y lo arruinas todo?! ―Él no se inmutó ante sus palabras, hasta parecía que ni siquiera la oía―. Y tengo nombre y es Tachikawa Mimi, idiota.
Entonces él extendió la mano como exigiéndole que le devolviese el cable de su guitarra, aunque ella ni tonta ni perezosa, lo ocultó tras su espalda.
―Dámelo ―Exigió―. Dámelo así perdonaré esta intromisión tuya, niña.
Parpadeó con sorpresa e indignación ante sus palabras. Trató de calmarse, aunque la sonrisa satírica en su rostro no ayudaba a que lo pudiese lograr.
―Al parecer no estaba equivocada, eres un retrasado ―Ladró molesta―. Estás muy equivocado si crees que te daré esto. ¡Aquí el único que está arruinándolo todo eres tú!
―Perfecto. Me obligas. ―Comentó sin quitar aquella sonrisa de pura altanería en su rostro, dando pasos hacia ella. Aunque claro, ella fue retrocediendo a cada paso que él avanzaba. La mirada del chico cambió y eso asustó a Mimi, parecía como toda una fiera caminando acompasadamente hacia la presa, la cual estaba acorralada y no mentía al decir que se sentía como una.
Aquellos orbes azules la observaban de arriba abajo, como si estudiara en silencio cada esquina de su cuerpo. Se sentía desnuda ante él, sin nada que pudiese protegerla de su mirada. Sus mejillas fueron tomando un color más febril y trató de rehuir de él pero ante aquel descuido, él fue más rápido y la tomó por la muñeca en cuya mano estaba el cable.
―¡Suéltame! –Exigió molesta, tratando con su otra mano de alejarlo, pero parecía imposible. Bajo su mano sintió los músculos macizos que ocultaban la camisa blanca del uniforme y la piel tibia que aceleró aún más los latidos en su propio pecho―. Escucha, sólo déjame terminar mi discurso y dejaré que toques tranquilamente el tiempo que desees.
―No sé si te has fijado y como veo, no lo has hecho, hay un libro de reservas para el teatro y mi nombre está allí. Si dejo que hagas lo que dices, mi tiempo pasará y luego será el turno del otro que reservó seguido a mí ―La atrajo con fuerza y ella chilló chocando de lleno contra su pecho. Sintió la tibieza que emanaba y levantó la mirada para encontrarse con el rostro del hombre, muy cerca del suyo. Nunca antes había estado tan cerca de un chico o al menos uno muy apuesto como lo era ese sujeto.
El sonrojo la traicionó por completo al igual que el ligero suspiro exhalado por sus labios en cuanto sus cuerpos hicieron contacto. Como una descarga eléctrica, punzante y placentera la recorrió por completo. Él enarcó una ceja y su sonrisa se volvió una que se acomodaba a un lado, mirándola con altanería. Se alejó de él de inmediato estirando el cable con toda la fuerza que podía y batalló contra el chico o eso fue hasta que él jaló del cable y como si de una muñeca de trapo resultara Mimi, ella nuevamente fue a parar contra él aunque el impulso fue tan grande que ambos cayeron al suelo.
Ambos dejaron de forcejear pues estaban ocupados con el dolor que sentían al golpearse las cabezas y el cuerpo entero, Mimi contra él y él contra el suelo. Entonces, ella liberó un pesar por el dolor y cuando sus ojos se entornaron con más claridad a lo que sucedía, comprendió lo que sucedía.
Ella se había caído sobre el chico, haciendo que su rostro se encontrara entre la unión del cuello del joven y su hombro, respirando agitadamente, mientras que la mano del mismo descansaba bajo el cuerpo de Mimi, precisamente bajo su vientre. Las piernas de la joven habían acabado abiertas y con el vestido a medio trayecto de enseñar su trasero, pero que lo sintió más fue el hecho de que la pierna del chico estuviese entre las suyas, rozándola tan íntimamente que se abofeteó mentalmente por pensar que aquello pudiese resultar agradable en cualquier otra situación.
―Si tu último recurso era el entregarte a mí, lo hubieses dicho en un principio. Quizá nos hubiésemos ahorrado mucho ―La voz del chico sonó ronca y en un susurro arrastrado que erizó hasta el último cabello en su nuca. Su sonrojo aumentó a niveles críticos cuando ella elevó el rostro y lo vio sonreír muy cerca del suyo propio.
Se apartó casi de un salto, sentándose sobre su trasero mientras se arreglaba el vestido blanco y la mirada la tenía gacha. Lo vio incorporarse también a él y vio que su respiración estaba ligeramente alterada. Sus ojos se encontraron y ella vaciló. Estaba débil y la ira desapareció para darle lugar a la vergüenza. Desvió la mirada con el ceño y labios fruncidos, como cual niña caprichosa a la cual se le acabó de reprender por haberse comido las galletas que había sobre el refrigerador.
Ella volvió su vista a él cuando lo vio ponerse de pié, tomando el cable para así comenzar a enroscarlo, acercándose hacia su guitarra y desconectar de ella el otro extremo del cable. Mimi lo observaba atentamente y comprendió que había ganado la batalla. Echó un suspiro de alivio y se puso de pié, pero no había advertido que él se encontraba nuevamente violando su espacio personal. Casi se echó para atrás cuando él se acercó a su oído ―de no ser por el cuerpo de la guitarra con el cual él le impidió dar otro paso hacia atrás― para decir de manera queda y privada.
―Te dejaré ganar ésta, pero me debes una… Tachikawa ―Susurró aún más por lo bajo y sus ojos se volvieron a encontrar, en donde ella halló unos ojos azules obscuros que enseñaban peligrosidad en el brillo que emanaban. Se quedó sin aire y solamente cuando lo vio salir del teatro, cerrando la puerta tras de sí, dejó escapar el aire contenido en sus pulmones.
De pronto, se sintió como una estúpida. ¡¿Cuándo había dejado que un chico se dirigiera de esa manera a ella?! ¡Nadie la hacía quedar como una tonta y mucho menos alguien tan tosco y poco tratable como aquel sujeto! Su rabia volvió y ella se dirigió hacia los escalones, aún podía retomar su discurso y rogaba al cielo para que aún haya gente presente allí abajo.
Antes de salir por las puertas, visualizó el tablero de reservas y sin poder evitarlo, se acercó a él leyendo el nombre de aquel sujeto. «Ishida Yamato.»
N/F:
¡Hola! :D
Te felicito por llegar hasta aquí, eso quiere decir que no has repudiado mi historia *llora* ;n; Gracias!
Hice a Mimi un poco más escandalosa xD la amo :'3 y con ese carácter suyo, típico de las alumnos presidentas, chocó de lleno en el rebelde Ishida ¡Yey!
Espero que les haya gustado tanto como para dejarme un review, alimentarán a niños precarios si lo hacen… Ok, no pero alimentaran mis aires de pseudo-escritora (xD) y así sabré que desean leer el segundo capítulo :D
Ok, amo los emoticons de letritas :3 añañaña
Anyway… ¡Me despido!
Sayo!~
