Naruto y sus personajes no son míos.
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Un nuevo pasado
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Sentada junto a la orilla del río, intentaba despojarse de los malos pensamientos que comenzaban a asediar su memoria.
¿Por qué Sasuke había huido de esa manera? Y peor aún ¿con qué fin los traicionó? A todos traicionó.
La aldea estaba envuelta en una locura total. Posiblemente una nueva guerra se desembocaría y eso inquietaba a todos por igual. Naruto iba y venía, entre batallas y sangre, luchando por recuperar la dignidad del joven Uchiha.
Y así, en un abrir y cerrar de ojos, ya habían trascurrido cuatro largos años.
Ino logró olvidar a Sasuke en todo ese tiempo. Ya ni siquiera recordaba su rostro. Lo había olvidado por completo.
Sin embargo, un manto de nostalgia comenzó a cubrir sus pensamientos. El deseo ferviente de regresar a la academia, donde la vida era toda mucho más fácil, y el sueño de convertirse en ninjas era demasiado bueno y refrescante.
Perdida entre imágenes de antaño, giró la vista. A lo lejos vislumbró la silueta de un animal, de enorme tamaño, que se aproximaba con gran rapidez. Un gesto de libertad, que expresaba con cada una de sus cuatro patas. Una vez que estuvo a la par de ella, giró unas dos veces sobre su propio eje para terminar acostándose sobre el pasto. De inmediato, el perro comenzó a dormir.
Ella sonrió.
Se preguntaba si la vida de los perros era así de tranquila como la de Akamaru.
Se animó a acariciarlo y nuevamente comenzó a recordar el pasado.
Hace cuatro años Akamaru era apenas un cachorro y ahora era casi una bestia. Los años son crueles.
—Dónde está tu amo, ¿eh?
El animal ni siquiera movió un músculo.
Se limitó a contemplar su físico, mientras sus manos viajaban por su grueso pelaje. Minutos después, comenzó a dormitar siendo presa del sueño.
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Se desconectó por unos segundos del mundo real, no supo en qué preciso momento logró quedarse dormida, pero no se había arrepentido.
Fue un gesto de paz.
En sus sueños se podía ver a un muchacho. Un chico al cual había visto en varias ocasiones y que incluso, había hablado pocas veces con él.
Pero su corazón fue feliz.
Aquel chico se acercó a ella. La miró directo a sus ojos. Sus miradas fueron especiales e Ino lo supo. Y cuando él la tomó por la cintura y la abrazó con fuerza, Ino sintió una fuerte electricidad que la recorrió de pies a cabeza.
Como si estuvieran hechos el uno para el otro. Como si su cintura estuviera predestinada a los brazos varoniles de aquel chico, y en ese cumulo de sensaciones se dejó envolver por él.
En un segundo, su dorada cabellera ya reposaba sobre su pecho. Ella escuchó su corazón latir al mismo tiempo
Eran tal cual, uno para el otro.
—El que controla el pasado, controla el futuro —habló él.
Su voz grave, pero a la vez tan gentil.
En ese susurro le expresó la respuesta que por tanto tiempo sus oídos habían querido escuchar. Se sintió aliviada.
—El que controla el futuro, controla el presente.
Selló sus palabras con un dulce beso. Ella descubrió el cálido roce de sus labios, tan real que le correspondió.
Sus labios se movían al mismo ritmo. Sus ojos se cerraron para poder disfrutar de las nuevas emociones que se hacían presentes en su cuerpo y mente.
Ino lo descubrió. La sombra que cubría su semblante se desvanecía y poco a poco descubrió a su salvador que, con un abrazo, logró rescatarla de la perdición de su propia melancolía.
Abrió los ojos, pero no se sorprendió.
En el fondo esperaba que fuera él.
—Kiba.
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Despertó lentamente. Reflexionando en las palabras de Kiba, ¿qué significado tenían?
—¡Kiba!
Su rostro se tornó rosado al recordar la escena del beso.
Fue tan real que juraba que Kiba la había besado de verdad.
Llevó sus dedos para tocar sus labios, ciertamente estaban húmedos y un poco hinchados, como tendrían que estar justo después si alguien la hubiera besado.
Nuevamente pensó en Kiba. ¿Por qué él?
No había intercambiado una conversación con ese chico, y no lo conocía a la perfección, pero innegablemente era atractivo. Había crecido, y lo había hecho muy bien. Ya no llevaba el mismo estilo y su fisonomía era madura.
El aire comenzaba a ser fresco, pero por alguna razón no le molestaba el frío. Bajó el rostro y cayó en cuenta de la chamarra que la cubría.
Ese objeto no le pertenecía a ella, de hecho, era una prenda masculina, con una fragancia ajena a la suya. Olía tan bien que se permitió el derecho de aspirar ese perfume.
Giró el rostro y descubrió que Akamaru no estaba más.
Había dormido tan profundamente por quién-sabe-cuánto tiempo que no se percató del momento en que Akamaru huyó de ahí.
A menos que… alguien hubiese ido en búsqueda del canino y se lo llevara con él.
Definitivamente, ese alguien fue la misma persona que le dejó la prenda. Y curiosamente, ese alguien tendría que ser el dueño de Akamaru.
—Kiba —repitió con gran satisfacción, sin dejar de respirar de la esencia que se desprendía.
Ahora, aquella chamarra se convertía en el pretexto perfecto para ir a verlo y comenzar a conocerlo a profundidad.
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Cuando dio con el lugar en el que se encontraba su perro, se encontró con una conmovedora imagen.
La chica rubia, de la que apenas conocía su nombre, yacía dormida junto a su perro.
Le provocó cierta ternura, y un instinto de protección nació de él.
La aldea era bastante peligrosa y más ahora con tantas guerras que se desembocaban. No se sabía a ciencia cierta en qué momento podrían atacar los enemigos.
Y el hecho de que ella estuviera ahí sola, representaba un gran riesgo.
Él sabía que ella era una kunoichi bastante fuerte y que fácilmente podría derribar a su oponte. Pero aún así, prefirió no arriesgarse.
Se sentó junto a ella y la contempló mientras dormía.
Examinó con sumo cuidado cada una de sus facciones y la encontró muy hermosa.
La tomó con cuidado e hizo que se recargará en él en vez de Akamaru, y se aventuró para acariciar sus mejillas.
—¿A ti también te preocupa el pasado? —le preguntó, como si compartieran miedos—. Algo que aprendí es a no aferrarme al pasado, porque si te aferras a algo que no volverá a suceder, no podrás vivir lo que se viene más adelante.
Ella sonrió, como si lo estuviera escuchando. Él se quitó su chamarra y la cubrió.
Una nueva necesidad en él. Después de haber dudado, se decidió por hacerlo.
La besó. Tan tiernamente que no quiso separase más de ella.
Poco a poco profundizó, todavía más cuando ella comenzó a corresponder.
Su corazón se aceleró y su olfato acrecentó.
Ella comenzaba a despertar, y con miedo se apartó de ahí. Escondiéndose en un árbol, seguido de su enorme perro.
Definitivamente, eran el uno para el otro.
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FIN
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Fecha de publicación: Jun 18, 2014
Editado: 2018
Mi primer KibaIno.
