Slow Poison

Rating M. Lemon. Es un caluroso verano, y Rose se ha quedado unos días en la casa de sus tíos. La atracción entre ella y su primo James no sólo es evidente: es insostenible. La lujuria los consume como un veneno lento que o bien los conducirá a la cima, o bien a su mutua destrucción. Escrito para la comunidad LJ Retos a la Carta. Tabla Lemon 1. RW/JSP

Disclaimer: Todo lo que reconozcan, le pertenece. Y lo que no, todo mío. Obviamente Rowling no habló del sexo.

Nota de la autora: Bienvenidas a la lectura de este fic, el primero con el que empiezo a incursionar con esto de la ficción erótica. Este capítulo es más bien introductorio, pero prometo que en el segundo habrá Lemon. Por cierto, considero esta historia un M muy pero que muy M, no sé si MA, así que Si no te consideras amante del Lemon y/o del incesto, esta historia no es para ti. Desde ya, gracias por leer. Espero lo disfruten!

1. Beso

Hacía un calor infernal aquella tarde de verano. Rose se apartó los rizos de la frente y luego se abanicó con una mano, intentando inútilmente deshacerse de aquella temperatura tan sofocante. Dejó su libro a un lado, sobre la mesita que tenía Lily junto a la cama, y soltó un suspiro hondo, profundo, que tampoco sirvió para aplacar su sofoco en lo más mínimo. Levantó el vaso de jugo distraídamente, pero al llevárselo a los labios notó que ya estaba vacío. Fantástico.

Se levantó soltando un nuevo suspiro para llevar el vaso a la cocina, entre resignada y frustrada. Lily estaba afuera, jugando con la manguera, pero aquella no era una diversión que la satisficiera demasiado, pese a que podía resultar refrescante. Albus estaba encerrado en su habitación, jugando juegos de video con Hugo por compañía. Y James…bueno, James siempre estaba en su mundo.

Rose entró en la cocina y se sirvió jugo de manzana, al tiempo que miraba en silencio por la ventana. No había nadie. Seguramente Lily se estaba rociando los pies con la manguera, sentada en una reposera bajo el cerezo en el patio trasero, por eso no podía verla.

–Qué calorcito, ¿Eh?

Rose se volvió velozmente, sobresaltada al encontrarse con James en la cocina. El muchacho le sonrió, apartándose el cabello oscuro de la frente. Traía puestas unos bermudas y llevaba el torso descubierto. Si bien no era musculoso, si firme y bronceado. Y algo se alcanzaba a notar, a distinguir marcadamente un contorno a través de los pantalones cortos…

–Sí–Rose apartó la vista, mirándose los pies. Se estremeció involuntariamente, y sintió cómo se le erizaba la piel. Karen Simmons tenía razón, los pantalones le marcaban mucho a James. Había pensado que Karen era una pervertida exagerada, pero ahora…–Estoy ardiendo–Dijo, sin pensar, y enrojeció violentamente.

–Quítate la camiseta–Bromeó James, y Rose soltó una risa nerviosa. Si su primo pudiera leerle la mente, creería que ella era una pervertida también, qué espanto.

–Quizá debería ponerme un bikini–Murmuró, tomando un sorbo de jugo–. ¿Quieres?

–No, gracias–James le sonrió con indulgencia, como si aquella bebida inocente le causara gracia. Lo cual seguramente era ciento por ciento verdad–. Tengo algo más divertido.

– ¿Qué tan divertido?

–Eso depende–James le sonrió con picardía, enarcando las cejas–. ¿Qué estás haciendo?

–Leía–Repuso Rose ligeramente avergonzada. Sabía que James se burlaría. El muchacho soltó una carcajada.

–Vamos, Rose, ¿En serio? Hace mucho calor para eso.

Rose sonrió un poco.

–Hace mucho calor para todo.

–No para unas cervezas–James le guiñó un ojo al tiempo que le enseñaba dos botellas pequeñas–. Son mexicanas, de las mejores. ¿Te unes?

A Rose no le gustaba mucho la cerveza, pero no lo dijo. La idea le gustaba mucho como para poner pegas.

–Bueno.

–Genial–Sonrió él, y le hizo un gesto con la mano para que lo siguiera–. Vamos.

– ¿A dónde vamos? –Inquirió Rose, yendo tras el de todos modos.

–A mi cuarto.

– ¿A tu cuarto? –Repitió Rose sorprendida.

–Tengo dieciocho años, puedo tomarme una cerveza en mi cuarto. Es legal–James puso los ojos en blanco.

–Sí, ya lo sé–Murmuró Rose. Quiso agregar que nadie nunca entraba en su habitación, pero tampoco lo dijo–. Te sigo.

La habitación de James estaba empapelada con pósters de bandas alternativas y post grunge. El muchacho tomó un mando a distancia y encendió una radio, donde empezaron a sonar sin ningún asomo de dudas los Foo Fighters. Luego se arrojó sobre la cama, quedando medio sentado sobre la almohada.

–Ven, Rose–La llamó dando palmaditas sobre el colchón al ver que ella se quedaba allí de pie en medio de aquel cuarto. La muchacha dio un respingo, perpleja. ¿Quería que se acostara con él?

No, Rose, estúpida. Quiere que te sientes junto a él.

–Amo esta canción–Comentó una vez que se hubo acomodado junto a él, sobre la almohada. Ella sin embargo, siendo más bajita tenía que mirar hacia arriba para verle la cara a James. Todavía estaba sonrojada. ¿Qué carajos tenía que hacer pensando de esa forma?

– ¿Ah, sí? –Le preguntó él, retador. Se llevó la botella a los labios– ¿Cómo se llama?

Best of you–Repuso Rose fingiendo estar ofendida. Tomó su cerveza, pero no la bebió–. Tú me la enseñaste, ¿Recuerdas? La escuchabas todo el tiempo. Era tu favorita.

–Sigue siéndolo.

–También la mía–Rose suspiró, y se dio cuenta de lo a gusto que se encontraba allí–. Aquí no hace calor.

–Tengo aire acondicionado–Repuso James, escueto, mirándola fijamente desde su altura.

–Eso lo explica, casi que hace frío–Bromeó Rose. Paseó su mirada por la habitación–. Esto no ha cambiado nada. Y la última vez que entré tenía trece años.

– ¿Te acuerdas? –James sonrió, tomando otro trago–Nos pasábamos horas así, recostados escuchando a los Foo Fighters.

–Y a Nirvana, y a Nickelback–Rose también sonrió–. Decías que ibas a ser músico.

–Y mírame ahora, sin un futuro ni un prospecto–La sonrisa de James desapareció, y tomó otro trago de cerveza.

–Eso no es verdad–Exclamó Rose velozmente, alzando la cabeza para mirarlo–. Solamente estás buscando tu camino. Tienes tiempo.

–Es fácil para ti decirlo, sólo tienes dieciséis–Murmuró James con amargura, apartándole el cabello de la frente, un gesto tan fortuito e inesperado que el corazón de Rose se aceleró–. Te falta para terminar Hogwarts, para tener que decidir por ti misma. Todos los demás han hecho algo con sus vidas, y yo…yo sigo viviendo de sueños. Todo lo que siempre he querido han sido mentiras.

–Tu familia es real. Tus hermanos, tus padres, tus primos–Rose le acarició suavemente un hombro, con la intención de reconfortarlo. James tenía aliento a alcohol, más fuerte del que deja sólo una cerveza–. Yo soy real.

–No te estás bebiendo tu cerveza, Rose–Protestó James, volviendo a llevarse la suya a los labios–. Es como cuando tenías trece, y no querías probar ese cigarrillo.

–Odio el cigarrillo–Protestó Rose, enrojeciendo repentinamente. Recordaba muy bien esa tarde.

–Sí, pero lo fumaste de todas formas–James se terminó su cerveza, y arrojó la botella a un lado, dejándola golpear contra el suelo. Tomó la cerveza intacta en manos de Rose y le dio un trago–. Porque yo te lo pedí.

–Sí–Repuso Rose, e hizo ademán de levantarse–. Porque yo era idiota.

James la tomó por un codo y tiró de ella para evitar que se marchara. Rose no opuso resistencia.

–No, no fue por mí; Fue porque Patrick fumaba–James sonrió, una sonrisa amarga, y tomó un trago largo–. Siempre te gustó Patrick.

Rose suspiró, soltando una carcajada nerviosa.

–Por supuesto–Intentó bromear–. Es muy sensual.

–No es verdad–Sentenció James, aun en la borrachera incipiente, y Rose abrió los ojos como platos. Y no por la evidente contradicción que le generaba el alcohol–. No de esa forma, y lo sabes.

– ¿Qué quieres decir?

–Sabes que lo de Patrick es mentira.

–Estás siendo redundante–Farfulló Rose, volviendo a intentar marcharse. Y otra vez, James no se lo permitió.

–Estoy siendo franco.

–Por esto nos alejamos–Rose sacudió la cabeza, una enorme desazón en su pecho–. Te dije que dejaras de hacerlo y tú dijiste que no lo ibas a dejar.

–Dilo. Di las cosas por su nombre–James le dio otro beso a la cerveza–. Dilo: te besé. Te besé esa tarde.

Las mejillas de Rose se volvieron escarlata, y cerró los ojos con fuerza.

–Habíamos fumado marihuana–Susurró–. Y yo no debería estar aquí. Dame esa cerveza, James, estás diciendo idioteces.

–Déjame en paz.

Rose tiró de la botella con fuerza, haciendo que a James se le resbalara entre los dedos. El líquido se derramó por el suelo, creando un charco.

– ¡Maldita seas! –Le gritó James, y ella dio un respingo. El alcohol en su aliento la mareaba, y también la fijeza de sus ojos oscuros. Lo miró, un momento, sin parpadear, y vio como la mirada de James bajaba inevitablemente a sus labios. Supo lo que iba a pasar. Se le erizó el vello de los brazos.

–No lo hagas–Susurró cuando la boca de su primo –su primo, por amor de Dios– estuvo prácticamente sobre la suya. La rozó, una única vez. Rose cerró los ojos, y entonces James la besó a conciencia, como un adicto desesperado que ha estado en abstinencia por mucho tiempo. Su lengua encontró la suya, sus labios la tantearon y la exploraron a fondo, sus respiraciones se entrecortaron y Rose empezó a sentir mucho calor incluso con el aire acondicionado. Se le tensaron los pechos. James la tomó por el pelo y la instó a enderezarse un poco, y entonces la abrazó fuertemente e hizo el beso más cercano.

Rose se desesperó, sin saber qué hacer con sus manos, si apartarlo o sujetarlo fuertemente para que no se alejara nunca. Apretó la camisa dentro de sus puños, aferrándose a algo tangible en medio de aquella vorágine, y fue cuando una mano de James se coló por debajo de su camiseta que reaccionó. Rompió el beso con un gemido que era medio de angustia y medio de deseo, y empujó a James, quien se tambaleó hasta que su espalda chocó contra la pared.

No lo miró, no quiso hacerlo. Se levantó de la cama y salió del cuarto a toda velocidad. Todavía sentía aquel beso desesperado latiéndole en los labios, igual que la primera vez.