Historia de amor desde la cárcel

Capítulo 1

-No, suéltenme! Yo no hice nada!- exclamó el chico mientras intentaba escapar.

-Quédate quieto! Estás arrestado por el homicidio de tu compañero de clase!- le dijo el policía forzándolo a entrar en la patrulla.

-Ya se los dije, yo no hice nada! Soy inocente!- afirmó.

-Sí, dile eso al juez. Estoy seguro que te darán unos buenos años de cárcel para que pagues lo que has hecho-

-Pero yo...-

-Debiste haberlo pensado antes de cometer esta locura- habló el hombre interrumpiéndolo.

-No hice nada! No fui yo, lo juro!- exclamó el joven. Sin embargo, nadie le puso atención.

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-El jurado encuentra a Yugi Mutou culpable de homicidio- El pequeño bajó su mirada. -"Yo no hice nada... Por favor, no quiero ir a la cárcel"- pensó mientras las lágrimas mojaban sus mejillas. El tiempo se detuvo para él al igual que su vida. Que cruel destino le esperaba.

Sin siquiera darse cuenta, dos hombres lo llevaron hasta una patrulla, que lo llevaría a lo que sería su casa durante 5 años.

-"Por qué a mí? Que voy hacer ahora?"- se preguntaba el chico una y otra vez. Las imágenes del exterior pasaban por la ventana sin parar. Yugi las vio, poniendo atención en cada detalle. Por que esta sería la última vez que las vería. De pronto, toda civilización desapareció dando espacio a la naturaleza compuesta por árboles y plantas. En ese momento comprendió que ya habían salido de la ciudad. La naturaleza continuó siendo lo único que veía, hasta que unas enormes paredes, muy parecidas a las murallas de un castillo, rompieron con el hermoso paisaje.

-Hemos llegado- avisó unos de lo hombres. Yugi suspiró, sus nervios no lo dejaban en paz. Qué iba a ser de él ahora? De seguro lo abusarían de todas las formas existentes; al menos eso es lo que siempre creyó que pasaba en las cárceles. La autoridad era el más fuerte. Todos debían de obedecerlo a menos que en verdad no apreciaran sus vidas.

-Que esperas, muévete!- exclamó el hombre mientras empujaba al chico. -Nada de lo que hagas podrá salvarte ahora- agregó.

-Este es?- preguntó el director.

-Sí señor- contestó el otro.

-Bien, llévenlo con los del este-

-Pero este chico cometió homicidio, no robo- le dijo.

-Ya lo sé, pero no creo que sea capaz de lastimar a alguien- afirmó el director. -Hagan lo que dije. Ya después veremos su comportamiento- Los hombres asintieron.

-Ya oíste mocoso, camina!- Yugi obedeció.

-"Este es uno de los mejores que he visto en mucho tiempo. Sería muy divertido jugar con él"- pensó. -Oye, tú!- le dijo al guardia que llevaba a Yugi.

-Que quieres ahora?- le preguntó el aludido. Ese hombre que lo había llamado era uno de los más peligrosos de toda la penitenciaría.

-Hagamos un trato, qué dices? Tú llevas a ese niño al oeste y yo te doy una buena recompensa- El guardia sonrió.

-Como digas- respondió mientras empujaba a Yugi hacia el otro lado. El chico estaba muy asustado, la etapa oeste era donde se encontraban los criminales más violentos, los violadores y los peores asesinos de todos. No había seguridad en esa zona. Hasta los policías tenían miedo de entrar en ese lugar. -"Que voy hacer? Que va a ser de mí?"- pensaba el chico.

-Ya llegamos... espero que disfrutes tu estadía- le dijo el hombre con sarcasmo. De su bolsillo sacó las llaves de una de las celdas y la abrió con cautela. Dentro estaba el mismo hombre que había visto hace unos minutos. Pero no estaba solo, por lo menos 10 reos más lo acompañaban, todos con una sádica sonrisa en sus rostros. -Que esperas, entra!- exclamó el guardia mientras lo empujaba con fuerza, haciéndolo caer dentro de la celda.

-Pero miren que hermoso angelito nos han traído- habló el hombre. -Lo menos que podemos hacer es darle la bienvenido, no creen?- preguntó. Todos asintieron y se lanzaron sobre Yugi de una sola vez, como si ellos fueran los leopardos y el pobre chico fuera su presa.

-No, suéltenme!- gritó el joven mientras sentía como de un solo jalón se deshacían de sus prendas hasta dejarlo en boxers solamente. -Suéltenme... por favor- susurró en medio del llanto.

-Lo haremos... cuando terminemos contigo!- En ese momento, los diez hombres comenzaron a tocarlo y besarlo. El chico sentía que estaba en el mismo infierno siendo torturado por los demonios más perversos de todo el inframundo. Nunca había sentido algo peor que lo que estaba sintiendo ahora. Se sentía sucio. Pero eso era solo el comienzo. Yugi cerró sus ojos y se preparó para lo peor; pero nunca llegó. Al abrir sus ojos vio que todos los reos se habían levantado y estaban mirando al frente. Al hacerlo él también, vio a un hombre en frente suyo el cual tenía un curioso parecido a él, sin embargo, sus ojos marcaban una gran diferencia. Eran de un color rojo carmesí y no demostraban bondad alguna.

-No te atrevas Faraón. Yo pagué por este niño!- exclamó el hombre por quien había empezado todo. El otro solo lo miró por unos momentos y luego, en una milésima de segundo, sacó un cuchillo y lo puso en la garganta del otro.

-Espero que esto te enseñe a no responderme, sobretodo cuando ni siquiera te he dirijido la palabra- le dijo amenazante mientras presionaba el cuchillo contra la piel del otro, causándole una pequeña herida. -Marik, Bakura!- llamó. Ambos jóvenes se acercaron. -Llévense a ese niño- les dijo. Los dos hicieron lo dicho, ayudaron al pequeño a levantarse y lo sacaron de ahí sin que nadie intentara detenerlos. -Me llevaré tu premio como un castigo por responderle a tus superiores- susurró antes de salir del lugar. Todos se hacieron a un lado para dejarlo pasar.

-"Si hay algo que odio es que lastimen a personas inocentes"- pensó el Faraón mientras caminaba por los solitarios pasillos.

-Por fin llegas, pensamos que te había pasado algo- le dijo el albino.

-Solo me entretuve más de lo que había pensado Robatumbas- contestó el joven.

-Debo admitir que me sorprendiste unos minutos atrás por llamarnos por nuestro nombre- comentó el otro joven.

-Lo sé, al parecer se me olvidó que aun estamos aquí- Fue la respuesta del Faraón.

-Como sea, qué quieres que hagamos con el mocoso?- le preguntó el Robatumbas. El joven miró al chico. Aun estaba en ropa interior y al parecer estaba muy asustado.

-Dejaré que se quede aquí. Después de todo nos sobra una cama- afirmó el Faraón.

-No entiendo para que deberíamos preocuparnos. Sé que no te gusta que lastimen a los inocentes, pero con una obra de caridad nos vas a evitarlo- comentó el Cuidatumbas.

-Ya lo sé, pero aun así no importa que se quede... no nos hace daño, que yo sepa no tiene lepra-

-Está bien, has lo que quieras. Yo ya me voy a dormir- habló el albino.

-Yo también- afirmó el moreno.

-Cómo te llamas?- le preguntó el Faraón al chico.

-...Yugi...- respondió el pequeño suavemente.

-Ese ya no será tu nombre... desde hoy te llamarás... Tenshi- le dijo. Yugi lo miró un poco confundido. -"Ángel?"- se preguntó. -Es un nombre que va contigo y estoy seguro que con tu personalidad también- explicó el Faraón. -Por cierto, no te he dicho como debes llamarnos. El albino de allá es el Robatumbas y el otro es el Cuidatumbas y a mí puedes llamarme Faraón, te quedó claro?- le preguntó. El chico asintió. -Bien, quiero que siempre estés con alguno de nosotros. No quiero que estés solo en ningún momento, entendiste?- Nuevamente, el chico asintió. -Perfecto, puedes ir a dormir si quieres- le dijo.

-Sí- susurró el pequeño mientras se acostaba en una de las camas y cerraba sus ojos. -"Como quisiera que esto fuera solo una pesadilla. Quiero despertar en mi habitación como todos los días. Pero por alguna razón, me siento protegido. Sé que el Faraón no dejará que nada malo me pase"- pensó Tenshi antes de caer en un sueño profundo.