Hoy te escribí

Querido Terry,

Disculpa si esta carta tiene muestras inequívocas de nerviosismo y no te es fácil discernir mi escritura.

Hoy no me encuentro bien.

Con absoluta certeza te digo que no lo he estado desde el momento en el que cerré la puerta del hospital y tome una decisión. Pero descuida que hoy no pretendo hacernos recordar aquella tarde.

No debí escribirte, lo prometí y juro que lo he cumplido rigurosamente en los últimos tres años, sin embargo, toda la mañana me han plagado pensamientos que sólo saldrán de mi mente si los plasmo en papel.

Esta mañana vino él. Y soy tan cobarde que no me atrevo a escribir su nombre porque no sería justo para ti.

Finalmente me pidió matrimonio, y yo, como la cobarde que siempre he sido, acepté.

Adiviné sus intenciones cuando, con el paso del tiempo, sus muestras de afecto atravesaron la línea de amistad. Aun así me mostré sorprendida e incluso me atreví a sonreír.

Pero necesito explicar mi decisión. Quiero que sepas que el tiempo no se detuvo esa tarde y que los días siguieron su cruel curso. Pensé que al perderte ya no tendría miedo a nada, que con tu partida mi cuerpo había quedado inerte y ver la vida como un silente testigo sería mi único motivo. Pero he descubierto un nuevo temor que se esconde durante el día y saca sus frías garras por las noches sin permitirme descansar. Su nombre: soledad.

No puedo evitar tenerte presente diario, pero esta decisión hace desgarrador tu recuerdo y mi conciencia me grita que es un nuevo error que cometeré.

¿Casarme con él significaría traicionarte?

¿Te hiciste la misma pregunta el día en que le propusiste matrimonio?

Pasé mucho tiempo sin querer pensar, pero hoy no creo poder seguir más.

Le di una esperanza, la de amarlo y respetarlo todos los días de mi vida. El cariño que le tengo está lejos de ser el amor desenfrenado que me recorre las venas con sólo pensar tu nombre, pero deberá ser suficiente para vivir a su lado y hacerlo feliz.

Mañana espera anunciar a mis queridas madres mi respuesta. Vendrá antes del amanecer porque así lo prometió. Insiste en salir antes del alba porque la esperanza se refleja con los rayos del sol naciente.

Mañana comenzarán los preparativos y entonces tendré que arrancarte de mi corazón.

Al leer el periódico, no odies su apellido que muy pronto será el mío. Él no lo merece y culparme por la falta de carácter para defendernos es la verdadera razón de la desdicha que te causo nuevamente. Juraré ante Dios que lo amo pero en el fondo el juramente será para ti, así que la argolla que lleve será la representante de mi unión a un amigo, pero no al amor.

Los ruiseñores comienzan su canto y es preciso terminar. Querrá verme bonita, feliz, ilusionada y tendré que hacer un esfuerzo para aparentar que es así.

Termino ésta carta diciéndote que te amo. Que lo digo cada día como una plegaria por las veces que debí decírtelo. Hoy sé que de nada vale porque no estás aquí para escucharme y piensas que nunca lo sentí, pero es y será siempre una verdad absoluta.

Te amo Terry G. Grandchester,

Candice White.