Sweet Lemon
Original author: Tokio San
Remake by Sumi-chan
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Misteriosa… labios suaves como pétalos de rosa
Piel de marfil y porcelana, dulce y silenciosa
Nunca sabes lo que va a decir cuando ella empieza a sonreír…
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Y ahora aquí,
Encontrándome en este extraño lugar, que tanto temo y venero al mismo tiempo…
De pie frente a mi, miró por segunda vez este par de ojos que tengo yo con una sensual expresión que me quitó el aliento, antes de poner fin a las luces de las demas velas en la habitación.
Ahora de la claridad que nos rodeaba, solo quedaba la luz de un par de velas casi marchitas, que con esfuerzo todavía me permitían ver su expresión fría, mientras que sus movimientos silenciosos y pausados hacían que se acercara poco a poco, lentamente, agonizante, mas… y mas… a mi.
Tomó fríamente mis dos manos aquella vez que nos conocimos, e hizo una sutil reverencia sin verme demasiado. Nuestros padres celebraban, aclamaban entre risas y sonidos de copas de cristal, la buena decisión que se había tomado y que se refería a nosotros dos. Los violines lloraban en el fondo del salón, los invitados eran felices.
Aún miraba yo el suelo, viendo los motivos perfectos en el mármol bajo mis pies, cuando de repente él me alzó con suavidad, rodeándome con sus brazos fuertes y viéndome por primera vez a los ojos. Esa fue la primera vez que me dejaba sin aire… Aquel hombre tenía los ojos más hermosos que hubiera visto en mi vida. Castaños, como almendra y chocolate.
Y argumentando que había muchas cosas por hacer y poco tiempo para cumplirlas, me llevó directo a sus aposentos, mientras los ahí presentes volvían a celebrar su elección de palabras…
Sin embargo esa noche no hicimos nada.
Me depositó con suavidad en su cama, la nívea seda flotando a mi alrededor como brisa de primavera. Me miró fríamente y se dio la vuelta retrocediendo. Aquella habitación olía a canela, a sándalo y a otra especia que no supe determinar. Las luces eran débiles y los rayos de la luna iluminaban más que las propias velas allí presentes. Se volvió hacia mí una vez más y se inclinó tratando de quitar el velo blanco que cubría mi cara. Sus manos temblaban sobre manera y hasta hacían juego con los latidos frenéticos de mi corazón. Finalmente, desvié molesta mi rostro, haciendo aplomo a la naturaleza rebelde que siempre me había caracterizado.
"Usted me da asco" reconozco que le dije, casi escupiéndole con furia las palabras.
Él mantuvo su mirada aún como si no me hubiera oído. Había logrado quitarme el tul y sentía a mi pesar la intensidad de sus irises oscuras estudiando mis rasgos. Nunca algún hombre me había observado de esa manera.
Luego se levantó, dejándome sentada en la enorme cama y se dirigió hacia la puerta. Un "Que mal" salió de sus labios desdeñosamente "Se que amas a otro" completó de igual manera "Pero vas a tener que aguantarte…" cerró la puerta de un golpe atroz y me sorprendió que no la hubiese rasgado al medio.
No apareció hasta después, a la mañana siguiente, solo para entrar rápidamente en busca de unos papeles y salir igual, sin siquiera mirarme.
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Sentí como una de esas noches frías de invierno, se acercaba a mí y me arropaba con cuidado, cuando creía que yo estaba dormida y no lo sentía. Arreglaba con suavidad las mantas, levantando mi cabello anaranjado de mi cuello, y desplegándolo sobre las fundas de las almohadas.
Aquel rito se hizo una costumbre. Casi no había noche que no lo hiciera. Mes tras mes, aquel ritual se repetía ceremoniosamente.
"Vas a resfriarte sino te cuidas"
"No lo creo, señor"
Me arropó con cuidado, y rozó ligeramente sus labios fríos en mi sien. Mas que nunca sentí ese gesto como una obligación.
"Eres mi responsabilidad, Kasumi" su actitud tan seria y misteriosa, hicieron que lo mirara a los ojos.
Era la primera vez que me llamaba por mi nombre.
"Solo eso… ¿Verdad…?" le pregunté sin saber porque.
Se apartó rápidamente como si yo lo hubiera quemado, y salió de la habitación….
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Y yo seguía aquí recordando…
"Eres sublime…" susurró mientras pasaba la punta de uno de sus dedos, lentamente, a lo largo de mi brazo desnudo, sentándose tras mío en la enorme cama. Un pequeño tintineo se oyó.
Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo.
Ya habían pasado doce meses desde nuestra boda aquella gélida noche de invierno.
"Tu piel es más blanca que la luz que desprenden las luciérnagas en el verano…" ladeé mi cabeza hacia un costado, el cascabel diminuto en mi cuello sonó, quejándose. Su mano libre apartó con suavidad mi larga cabellera de la espalda, revelando el atrevido escote del vestido de seda azul "Eres muy fría…" pronunció de nuevo, tomándose su tiempo para hablar, mientras su aliento tibio me corría por la piel "Hoy ni siquiera me has mirado…"
Encogí un poco mis hombros, jamás me tocaba y la sola idea de sentirlo tan cerca hacia que me ardiera la cara. Silenciosamente agradecí que no estuviera viéndome de frente.
Amarró sus brazos en torno a mi pecho, y descansó su barbilla con delicadeza en uno de mis hombros.
"Hay cosas que no podemos reprimir…" su voz sonó con una calma enorme, me oprimió un poco mas. Sentí el latido de su corazón en los omoplatos "Por mas que se luche por controlarlas… el cuerpo humano es demasiado débil como para sobrellevar la carga…" era una de esas raras veces que estaba de platicador, casi nunca me hablaba de ese modo. Mejor dicho, no solía dirigirme más que algunas palabras a lo largo del día. Aunque ahora había cambiado un poco. Su abrazo era diferente también.
Me moví ligeramente "Se que no quieres estar conmigo… ¿no es así?" suspiró cerca de mi cuello antes de hundir la nariz en el nacimiento de mi cabello. Su aliento era calido y húmedo. Cerré los ojos "¿No es así…?" detecté un ligero tono de dolor, algo que no iba con él.
"No lo se… señor" mis labios se movieron por inercia, incapaces de seguir manteniendo aquel silencio.
"Lo sabes…" aún hablaba quedo "…y muy bien…"
Agaché la cabeza. El cascabel sonó de nuevo.
Se levantó y entreabrió la pesada cortina de terciopelo rojo que cubría aquel gran ventanal. Yo me quedé ahí, indefensa y pequeña, no entendiendo el porqué me había tocado con tanta delicadeza.
Me dirigió una mirada seria, la misma que ya me había enamorado.
"-Ahí esta tu prometida, hijo-..." dijo con amargura. Se quedó callado por unos momentos y me dio la espalda "Fueron las primeras palabras que escuche aquel 25 de noviembre, mientras los copos de nieve tras la ventana, adornaban ese crudo crepúsculo" me estremecí un poco, jamás me había hecho comentarios como ese "Yo no tenia ni idea de lo que decía él... solo tenia diecisiete años..."
Bajé la cabeza avergonzada.
"Y yo dieciséis, señor"
"Así es" se apresuro a decir suavemente "Y aunque ya he cumplido los dieciocho nunca supe la real responsabilidad que tu significabas para mi"
Alcé la vista sorprendida.
"Siempre renegué de las cosas y nunca acepte la realidad. Tu eres una persona, no un objeto y como tal, mereces cariño, comprensión y... amor"
Abrí más los ojos, aquella última palabra desató un delicioso caos dentro mío. Aún así no abandonaba su voz grave ni fría
Seguí viéndolo y al parecer se percató de ello, por que después se acerco a mí, lentamente, sentándose en la cama, ocupando el mismo sitio de antes.
"Se que debo parecerte un ogro... y...y" bajó la cabeza "Nunca te hablo..." un mechón de cabello negro resbaló cubriendo su ojo derecho. Ahogué el súbito impulso de acomodárselo y centré la vista en los mosaicos "Quiero, que sea diferente..." no pude decir nada, por que después de doce meses de habernos conocido, por fin veía al hombre amable y bondadoso que se escondía bajo la frialdad de aquellas pupilas oscuras. Me miro por segunda vez a los ojos "kasumi... mi esposa..."
Me abochorné todavía más y solo baje la vista. Me abrazó otra vez, de repente.
"Sabes que estoy enfermo y aun así... No te vas de aquí..."
Puse atención a su cuerpo, era muy cálido, sí, pero no de un enfermo.
"Y-yo..." tembló ligeramente y descansó su cabeza en mi hombro, su suave cabello me hizo cosquillas "Te escuche aquella vez que..."
Me acordé como un flechazo... aquella vez que tenia una fiebre enorme... pasaban las semanas, y no se le iba. Me preocupé mucho. Ver al hombre alto y fuerte que era desgarbado por una simple enfermedad, era terrible. Esa vez, me acerqué a él, y pasé varias noches en vela junto a su cama, a pesar de lo que me decía toda la servidumbre.
Se quedo callado, considerando mi reacción. Me sonroje por un momento... sin duda se acordaba de aquella vez que lo estaba cuidando... "-Él es mi esposo-" grité furiosa a la servidumbre que se hizo hacia atrás "-¡Nada me alejara de mi esposo!... ¿entendido?-"
Me apené todavía mas al recordarlo, Satoshi me apretó aun mas "Tu voz me pareció un canto..."
"Yo pensé que tu…" tartamudeé.
"No estaba desmayado... además..." me aparto con cuidado de su lado y me miró con enorme sensualidad.
Yo estaba temblando de nervios mientras sentía su escrutinio. Resultaba imposible que a la vez no viera sus rasgos, su piel bronceada por el sol... esos ojos color almendra... el cabello sedoso y azabache. Sus ojos se suavizaron al ver como me esforzaba yo por sostenerle la vista. La ternura se apoderó de ellos.
Volvió a acercarse a mí con cuidado... Me paralizó por completo cuando descubrí lo que intentaba hacer.
Estaba sintiendo algo diferente, cada vez se acercaba más y más. Podía ver sus ojos más de cerca... sus labios... sus sensuales labios... Y no atiné a moverme.
Sus dos manos tomaron mi rostro con cuidado, apartaron el fleco naranja de mis ojos y lo recibí...
Por fin sus dulces labios se juntaron con los míos en un momento mágico... El primer beso en toda mi vida… y el primer beso con el hombre que amaba.
Su sabor era tan dulce... tan largamente acariciado... tan suave, tan perfecto.
Si, yo ya me había enamorado de Satoshi... después de que me besó la sien con sus labios fríos aquella noche de canela y sándalo... siempre olía a eso en la habitación... Con los meses asociaba ese aroma con el perfume natural que él tenía.
Me besó con cuidado... con mucho cuidado, mientras sus brazos me rodeaban una vez más, acercándome a su cuerpo. Yo me desvanecía junto a él, y sin embargo quería hacerlo. Fundirme con él si eso fuera posible, y no despegarme nunca más.
Sus labios jugaron lenta y pausadamente con los míos, tomándose su tiempo para acariciarme, para conocerme... Su respiración era suave así como los movimientos de su cabeza al besarme. Cuidándome como si yo fuera una joya muy preciada.
Yo también lo besé…
Continuara...
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-© De Tokio san-
Remake by Sumi-chan
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Esta historia fue originalmente escrita por Tokio San -donde andarás amiga bella?- yo solo me tomé el pequeño trabajo de reescribirla, porque me pareció una bella historia y creo que todos merecían conocerla. Espero que alguien más la encuentre de su agrado, consta de tres chapies en total los cuales espero -si a Uds les convence- publicarlos rapidamente.
Nada más por decir, gracias por leer este nuevo fic.
Sumi Chan
pd: Estoy trabajando en el nuevo chapie de Meu Anjo, pero no puedo prometer para cuando lo haya de subir u.u
