Disclaimer: Todo lo que reconozcan, es de J.K. Rowling, lo demás, mío.


Hace meses que no sabe nada de Harry, ni de Ron, ni de Hermione. Está asustada, joder, muy asustada.

El colegio es un caos, todo es un desastre. Los hermanos Carrow son siniestros, tienen al colegio dado vuelta, asustan a los inocentes críos de primer año, los torturan con Cruciatus y Ginny no entiende cómo puede haber tanta maldad en las personas.

Ella siempre ha sido una chica dura y valiente.

Cuando Harry le dijo, en medio de la despedida de Dumbledore, que debían dejar lo suyo, ella sonrió, se lo tomó como debía hacerlo y Harry creyó que todo estaba bien. Que ella estaría bien.

Pero estaba destrozada. Rota. Sola.

Luna había desaparecido, no había vuelto después de las vacaciones y nadie sabía por qué. Ginny tenía varias teorías, todas malas, todas negativas y no le gustaba divagar sobre ellas.

Neville estaba escondido en la Sala de Menesteres por que los hermanos Carrow lo tenían demasiado fichado por todas las revelaciones que llevaba haciendo desde que comenzó el año.

La mayoría de sus compañeros no habían vuelto a Hogwarts, estaban escondidos en quién sabe dónde o tan solo decidieron quedarse en su casa, en el calor de su hogar donde se sentían más seguros que bajo el mandato de Snape.

Ella había decidido volver. Por orgullo y capricho. Porque no se quedaría en su casa a esconderse bajo las colchas con una radio a esperar, desesperada, cualquier noticia de Harry. Ella no era ese tipo de chica. Nunca lo fue.

Ella era luchadora, y se enfrentaba a lo que fuera.

Pero no pensó en lo difícil que sería sola.

Volvía a la sala común, después de un corto entrenamiento con los de la Orden, con los que estaban escondidos junto a Neville y otros pocos que habían vuelto.

Los pasillos estaban vacíos y carentes de sonido. Hogwarts siempre le había parecido el lugar más maravilloso y seguro del mundo. Ahora daba miedo. Todo lucía oscuro, apagado.

Cuando lo escuchó.

El llanto sin cesar, el grito agudo, una voz fina y aniñada rogando que paren.

Los ojos de Ginevra se llenaron de ira, y de lágrimas cargadas de un odio imposible de disimular. Corrió hacia donde venía el grito, con la varita en mano; decidida.

Fue cuando vio a Alecto cerrar una puerta, una que no conocía. Espero a que se vaya y entró a donde escuchaba los sollozos con un Alohomora.

Lo que encontró adentro la desarmó y la lleno de una cólera difícil de manejar. Las lágrimas se fueron y sus puños se endurecieron. ¿Cómo podían ser tan hijos de puta? Solo pensaba.

El niño alzó el rostro asustado, y cuando reconoció a una chica de su casa, sus ojos, húmedos, se llenaron de esperanza. Una esperanza rota.

— Vamos, te sacaré de aquí — el niño, con aspecto pálido y enfermizo, con el cabello húmedo de color negro azabache y rebelde – igual que el de Harry, asintió desesperado y se puso de pie, no sin quejarse. Ella le tomó de los hombros lista para llevarlo a su sala común cuando escuchó esa voz.

— Sal de ahí, Weasley — lo escuchó sisear, un sonido áspero y oscuro, pero directo. Cerró los ojos un momento, se mordió los labios quebradizos y ajustó más al niño contra ella.

— No sin antes sacarlo de aquí — Ginny giró, aturdida pero desafiante, con el niño acurrucado contra ella con lágrimas abundantes en los ojos y marcas por los brazos.

— Te torturarán, Weasley. Te matarán. Vete — insistió Blaise, sabiendo que a él también lo matarían si lo encontraran intentando salvar a una traidora a la sangre.

— No me importa — sentenció. Y vio aquellos brillosos ojos pardos mirarle con una seguridad altiva. Era una jodida leona terca.

— jJoder, Wesley! ¡Deja de ser la digna novia de Potter y sálvate el culo! — ella le miró extraño, suspiró y le tomó al niño del rostro.

— Corre, vete a la sala común — el niño asintió y salió corriendo. Fue entonces cuando giró hacia el moreno — No soy la digna novia de nadie, Zabini. Las cosas que hago, las hago por mi cuenta, porque a diferencia de algunos, tengo dignidad y no apoyo una causa que tortura niños.

Dicho aquello, y mirándole con un rechazo que hasta al mismo Blaise, con el autoestima alto que tenía, lo hizo sentir pequeño y asqueroso, se fue, no sin antes chocarle contra su hombro con dureza.

Blaise Zabini no pudo dejar de pensar en Ginevra Weasley después de aquello.


La encontró días después, deambulando por los pasillos con un aspecto cansino y demacrado llamativo.

La Weasley siempre había sido bonita, y aquello nunca le gustó mucho notar a Blaise. Él siempre había tenido buen gusto con las mujeres y la Weasley siempre le había llamado la atención; con aquella larga cabellera roja y lacia, con su piel pálida y manchada por pecas que, normalmente le parecía vulgar en otras, a la pequeña comadreja siempre le había sentado demasiado.

La notó por primera vez en el Torneo de los Tres Magos, cuando llegó con el idiota de Longbottom y con aquel vestido aniñado. Pero Blaise, como buen observador que era, noto en el menudo cuerpo de la pequeña Weasley, que se aproximaba una mujer con un gran atractivo. Obviamente a aquello se lo reservó para él mismo.

Pero la transformación recién se dio al año siguiente, lo notó en medio de un partido de Quidditch; la Weasley los estaba destrozando, joder que era talentosa y eso generó cierto resentimiento en Zabini. Aunque no estuvo seguro de por qué.

Dejando ya todos sus rasgos aniñados, la Weasley se presentó aquel año con una figura llamativa, mucho más alta, con unas piernas que enloquecieron a más de uno en Hogwarts, y la chica empezó a ser muy popular. Demasiado.

Era inevitable no fijarse en ella, porque todos lo hacían.

Pero fue algo del momento, de aquel año, con sus hormonas enloquecidas y en plena adolescencia, Blaise Zabini se fijaba en todas. Ginny había sido de las tantas en las que él se fijó, pero como digno purista que era y ella como traidora a la sangre orgullosa, nunca se acercó. Además, los Weasley en su mundo, eran personas de bajo nivel, de poco status y una escoria, al igual que cualquier sangre sucia. Ginevra podía ser todo lo atractiva, valiente, competitiva, popular y graciosa que quería, pero eso no le quitaba lo que era; una pobretona, como todo Weasley.

Pero fue inevitable, aquel atardecer, viéndola tan sola y aislada, no perseguirla.

En su mente, se excusaba con la buena idea de que era un método de saber que tramaba la Orden ahora; Blaise no se comía el cuento de que todos escaparon y solo había aquellos pocos que se presentaban en las clases.

Él reconocía la lucha interna que se libraba en medio de Hogwarts, lo reconocía en las miradas cómplices de los pocos compañeros de la Weasley que quedaban, en los momentos en que ellos desaparecían.

La vio entrar por una puerta, de un piso alejado, de un aula abandonada.

Esperó unos minutos fuera, esperó que alguien más entrara, que sucediera algo. Pero nada sucedió con el correr de los minutos y decidió entrar.

Despacio abrió la puerta y se encontró con el aula a oscuras debido al anochecer acercarse y prácticamente vacía.

Excepto por ella; estaba en un rincón, doblada en sí misma llorando como nunca antes pensó que vería a la Weasley. A esa chica que enfrentaba a las autoridades sin importarle las consecuencias, y que siempre iba por allí defendiendo a los de su casa y repudiando a los de la suya. Que siempre parecía tan dura y valiente. Tan frívola e imponente. Tan invencible. Tan decidida.

Sintió algo similar a la pena, y luego culpa. Culpa por haber irrumpido.

Ella se secó los ojos y enderezó su rostro, cuando lo vio, sus facciones se endurecieron y se puso de pie enseguida. Caminó hacia él a zancadas y le apuntó con su varita al cuello. Pero Blaise ni se inmuto, se limitó a mirar los pardos ojos de la chica que tenía en frente, cargados de humedad y dolor, de desolación y miedo. Como se sentía él.

— Deja de entrometerte en mi camino — dijo amenazante — ¿Buscas alguna manera de entregarme a los Carrow? ¿Alguna excusa para torturarme? Estas perdiendo el tiempo. No la encontrarás — su tono duro y directo le aceleró el pulso y le erizo la piel, pero su rostro siguió sereno.

Tardó unos segundos en contestar, pero cuando lo hizo, tomó con fuerza la muñeca de la pelirroja con la que tenía puesta su varita al cuello, le quitó la misma y le doblo la muñeca hacia la espalda, y poco a poco fue llevándola contra la pared. Ginevra jadeó e intentó patearlo pero Zabini fue más rápido, y brusco, y la sostuvo contra sus piernas evitando cualquier movimiento.

— Si quisiera aquello, Weasley ¿No crees que te hubiera entregado el día en que salvaste al niño de allí? ¿No crees que hubiera tomado las medidas que dices, por mí mismo sin pensarlo? — Ella le seguía mirando desafiante, con su mentón pálido altivo y los ojos pardos enrojecidos.

— ¿Entonces porque me sigues, Zabini? — al moreno le golpeó el aliento cálido de la pelirroja. Parecía una pregunta tramposa, cargado de algo que Blaise no podía definir.

— Porque llamas demasiado mi atención, Weasley. Demasiado como para no hacer algo respecto — eso fue lo más cercano a una declaración que Blaise podría hacerle. Y Ginny la entendió demasiado bien.

Miró detenidamente su atractivo rostro, la piel canela, que lucía más morena debido a la oscuridad del aula, sus labios gruesos, las facciones marcadas, las mandíbulas alineando su rostro, los ojos verde oliva.

Su acercamiento, casi letal, como la digna serpiente que era tomando a su presa. Pero ella era una leona. Ella no se dejaba tomar de esa forma.

— Suéltame — exigió pero Zabini torció una sonrisa. Una sonrisa demasiado atractiva.

— No quieres que te suelte, Weasley — contraatacó él.

Es verdad, pensó Ginevra, no quiero que me suelte.

Pero Harry.

Harry no está aquí.

En su mente se libraba una batalla difícil de tratar, entre la lealtad y le necesidad, entre lo que debía hacer y lo que quería, entre lo que era correcto y lo que estaba mal.

Blaise Zabini era un Slytherin. Un purista. No se podía dejar mancillar así.

Pero parecía lo único que podía calmarla en la desesperación que estaba viviendo, en la ansiedad constante, en el miedo atormentándole, en el peso invisible sobre su pecho.

Se sentía tan sola, tan vacía. Nadie se enteraría, solo ella y él. Sería solo por hoy.

Pero como digna leona que era, no se dejaría tomar. Así que ella, con su otra mano libre, fue quien tomó la nuca del moreno y lo acercó hasta tomar su boca.

Blaise enseguida soltó la otra mano que tenía tras su espalda, y tomó la cadera de la chica, obligándola a que le rodee la suya con sus piernas. Ginevra lo hizo sin pensárselo demasiado y se besaron con una necesidad destructiva.

La tenía contra la pared acorralada, y ella comenzaba a ponerse furiosa en el medio del beso. Le mordía, le succionaba, le arañaba con sus uñas los hombros pero Blaise le seguía el ritmo. No se quedó atrás. Tomo todo su aliento, tomó toda la tristeza de la Weasley y la convirtió en lujuria.

Le quitó la camisa que se ajustaba dentro la pollera y empezó a acariciar el abdomen delgado y pálido de la chica, y la Weasley empezó a pasar sus manos por el de él, desprendiendo un par de botones a su paso.

Fue cuando sintió un gusto extraño y salado en el beso, y descubrió que la Gryffindor lloraba, suavemente y en silencio, pero lloraba mientras le besaba y gemía algo desesperada. Se sintió algo culpable pero ella no le dejaba alejarse. Era como si estuviera buscando un alivio imposible en él.

Ella se sentía como una traidora, besando a alguien que no fuese Harry, siendo éste encima Blaise Zabini, un futuro Mortífago si es que ya no era uno.

Pero su mente estaba nublada y cansada, su cuerpo le dolía por el Cruciatus de la mañana y necesitaba algo para recobrar energías. Necesitaba alguien que la tratara bien. Aunque no fuera real. Aunque no estuviera bien. Aunque no fuese correcto. Aunque no la quisiera.

Entonces lo empujó y tomo una bocana de aire. El sabor caliente de Zabini, el aroma a café recién hecho, el cuerpo viril y fibroso.

Abrió los ojos y se encontró con los oliva de él, viéndola en silencio.

Él, suavemente, sabiendo que la Gryffindor podía empujarlo devuelta en cualquier momento, le quitó las lágrimas con sus manos y ella se lo permitió viéndola abstraída y directamente. Luego él la miró y corrió un mechón fogoso de cabello tras su oreja.

Ella le quitó la mano luego y tras suspirar, habló;

— Esto muere aquí, Zabini — dijo, sin dejar de mirarle a los ojos.

— Tampoco me conviene que se enteren, Weasley — concordó él. Ella asintió, parecía confundida pero sin dejar de verse altiva y desafiante.

Se encaminó hacia la puerta pero en el marco se detuvo. Pensó en un segundo si estaba bien decirlo. Pero al parecer, él le leyó la mente.

— ¿Mañana… — comenzó Blaise.

— Misma hora. Mismo lugar — finalizó ella. Dicho aquello, Ginevra se fue con el mentón en alto sabiendo que no estaba bien lo que estaba haciendo, pero sintiendo que, a fin de cuentas, era lo único que podía ayudarla a seguir adelante. O a simplemente seguir.

Blaise quedó unos largos minutos sentado sobre un banco viejo y roto, pensando en lo que sucedió. Y en como ansiaba que se repita.


Me siento rara escribiendo sobre Ginny porque por mucho tiempo fue un personaje que directamente no quise, al nivel de que me caía mal.

La Ginny de la película siempre me pareció insulsa y sosa, y la del libro, bueno es todo lo contrario, de la nada nos encontramos con que JK nos planta una chica graciosa, dura, muy atractiva, poderosa (como bruja) y buena en el Quiddicth. Como que la quiso hacer, de repente, perfecta para Harry. Capaz eso me molestó, no sé. Luego me empezó a parecer indiferente, y ahora como que la acepto más jajaja.

Pero nunca fui fan del Harry/Ginny, así que la idea que se empezó a plantear en los fics del Blaise/Ginny me gustó mucho, aunque nunca leí algo sobre ellos solos, siempre en conjunto al dramione, así que no sé qué tan popular sean.

Por ende, es mi primer Blinny y no sé cómo ha salido XD Espero que no tan mal.

En las pelis como en los libros vemos más como, obviamente, vive Harry esa temporada lejos de Hogwarts, y no tenemos en claro que sucedió dentro, aunque Neville nos da unas buenas ideas. Así que hice esto en base a esas ideas.

Si alguien se ha pasado por aquí ¡No duden en hacérmelo saber!

Saludos!

PeaceLilith.