Aclaración: Todos los personajes del universo Harry Potter pertenecen a la maravillosa JKR y la historia pertenece a Rosemary Rogers, con el mismo título. Yo solo la he adaptado para poder disfrutar de ella con una de las parejas que me hubiese gustado fuera Real.
Está historia es un Dramione, es decir, Draco x Hermione
Es clasificación M, por lo tanto habrán escenas subidas de tono bastante detalladas a lo largo de la historia.
Sin más que decir, espero disfruten la lectura.
Uno
Era una noche francamente desapacible. Aunque la lluvia que había estado cayendo sobre Kent durante los dos últimos días había ido amainando hasta cesar por fin, el aire aún estaba cargado de humedad y una capa de niebla cubría los pueblos y las fincas.
Sí, era una noche desapacible… al menos, para la gente honrada, porque era perfecta para los ladrones, los canallas y los villanos.
Al entrar dolorido en su modesta casa y dejar a un lado la capa roja y el sombrero, Wendell Granger tuvo que admitir para sus adentros que debería de haber sabido que el magistrado estaría alerta en una noche así. Los caminos lodosos y la espesa niebla entorpecían el paso de cualquier carruaje, por muy suntuoso que fuera, y unas presas tan fáciles resultarían demasiado tentadoras para cualquier salteador de caminos.
Sobre todo para el célebre Granuja de Knightsbridge.
Wendell fue a la cocina, y después de sentarse en una silla frente al fuego le echó una mirada a su hombro ensangrentado y maldijo su propia estupidez. Con casi cuarenta años, ya debería saber que el el hombre que subestimaba a su enemigo podía acabar muerto.
El anterior magistrado había sido un gañán dispuesto a hacer la vista gorda por la cantidad adecuada, pero Viktor Krum era muy diferente y en menos de un mes había dejado claro que con él no funcionaban los sobornos, la intimidación ni las amenazas directas. Nada podía doblegar su sentido del deber, ni su determinación por hacer que la ley del rey se cumpliera.
Pero lo peor del caso era que aquel tipo tenía una capacidad endemoniada para pensar como un criminal.
Con aquel tiempo lluvioso, cualquier otro magistrado habría supuesto que los bandidos estarían bebiendo cerveza en la posada, o calentitos entre los brazos de una ramera;sin embargo, Krum se había dado cuenta de que el Granuja aprovecharía los caminos embarrados y la niebla para salir a cazar.
Maldito entrometido.
Una pequeña sonrisa asomó por voluntad propia en el rostro curtido de Wendell. A pesar del dolor del hombro y de lo espinoso de la situación, lo cierto era que sentía una cierta admiración por el tenaz magistrado.
Desde que había dejado la marina, apenas había encontrado oponentes dignos contra los que poder medirse. Algunas de sus víctimas habían contratado a detectives para que le siguieran la pista, y algunos de los aristócratas de la zona, hartos de que elegantes invitados acabaran desvalijados al viajar por Knightsbridge, incluso habían recurrido a la milicia, pero nadie había estado a su altura hasta aquel momento. Aquel condenado magistrado se había ganado su respeto.
Su absurda digresión se cortó en seco cuando un criado de semblante severo entró en la cocina y se sobresaltó al verlo allí. Hagrid había trabajado como mayordomo en algunas de las mansiones más distinguidas de Londres, y quizás seguiría haciéndolo si no se hubiera descubierto que había falsificado la firma de su señor en una serie de talones bancarios. El hecho de que no hubiera usado el dinero para llenarse los bolsillos, sino para ayudar a un orfanato que luchaba por salir adelante, había carecido de importancia para las autoridades, y después de declararlo culpable le habían condenado a permanecer recluido en las colonias penales.
Hagrid había saltado por la borda del navío que lo llevaba hacia su prisión, y él o había rescatado del agua casi muerto.
De aquello ya hacía veinte años, y nunca se había arrepentido de aquel acto impulsivo. Hagrid le había demostrado con creces su lealtad inquebrantable, y además le había enseñado los bueno modales necesarios para poder pasar por un verdadero caballero.
Aunque a pesar de la elegante imagen que mostraba al exterior seguía siendo un granuja, y sabía que el único culpable de eso era él mismo.
Al ver que tenía la camisa empapada de sangre, Hagrid se apresuró a acercarse a él.
-¡Buen Dios! Señor, le han herido.
-Eso parece, Hagrid.
-Dios sabe cuántas veces se lo he advertido. Un hombre de su edad tendría que estar sentado junto al fuego, y no correteando por el campo como si fuera un mozalbete. Estaba claro que iba a pasar algo tarde o temprano. Supongo que ese engendro del demonio que según usted es un caballo lo ha tirado al suelo, ¿verdad?
-Claro que no me tirado, insolente. No soy ni un vejestorio ni un jovenzuelo incapaz de controlar su propio caballo, por muy endemoniado que sea
-Entonces, ¿qué...?- Hagrid se inclinó un poco para ver mejor la herida, y se quedó de me aspen, le han disparado.
-Sé, eso me había parecido a mí- Wendell se quitó la camisa con una maldición ahogada, y la tiró junto a la chimenea-. Maldito Voldemort y su dichosa panda de conservadores, les encanta arruinar a los ciudadanos a base de impuestos y entonces se sorprenden de que la gente tenga que recurrir al crimen para subsistir.
-¿Voldemort le ha disparado?
Wendell soltó una carcajada seca y carente de humor.
-No, simplón. Ha sido el magistrado.
-Ah... claro- Hagrid sacó un trapo de un cajón, y volvió a su lado-. Bueno, vamos a echar un vistazo.
Cuando el criado apretó el trapo contra la herida, Wendell inhaló con brusquedad.
-Ten cuidado, Hagrid. Duele como un condenado.
Hagrid hizo caso omiso de sus protestas, y siguió limpiándole la herida.
-La bala sólo le ha rozado, alabado sea Nuestro Señor. Aunque la herida es bastante profunda, y va a necesitar algunos puntos- Hagrid retrocedió un paso, y se las ingenió para mirar a su señor con una expresión aún más seria que de costumbre.
-Me lo temía- dijo Wendell con resignación. No era su primera herida y sin duda tampoco sería la última, pero resultaba un fastidio-. No te quedes ahí como un pasmarote, Hagrid. Ve por el hilo la aguja...ah, y trae también el brandy. Si voy a tener que aguantar que me cures con esas manazas que tienes, será mejor que esté medio inconsciente.
Hagrid alzó las manos de golpe, y empezó a retroceder apresuradamente.
-Dios me libre. Soy un criado, no un matasanos. Si necesita que alguien le cosa, llame al viejo Slughorn.
-¿Para que le cuente a todo el mundo lo de la herida en cuanto beba un trago de más?, no seas más tonto de lo necesario.
-¿Qué más da lo que diga Slughorn?, nadie le presta atención cuando está borracho.
-Te aseguro que al magistrado le interesará mucho cualquier información sobre un hombre herido, porque sabe que ha conseguido alcanzar al Granuja de Knightsbridge- Wendell hizo una mueca al pensar en lo estúpido que había sido.- Ponme la soga ya si quieres, para ahorrar tiempo.
Hagrid permaneció en silencio durante unos segundos, y finalmente se dio cuenta de lo peligrosa de la situación.
-Por todos los diablos, ya sabía yo que ese tipo sería un incordio. Es impropio de un caballero meter las narices en los asuntos ajenos.
A pesar del dolor del hombro, Wendell esbozó una sonrisa al oír el tono de indignación de su criado.
-Mi querido Hagrid, me parece que él considera que es su deber meter la nariz en todos los asuntos que le conciernen a esta zona.
-Sin duda quiere darse a conocer en Londres, y le da igual a cuántos tipos decentes tenga que colgar para conseguirlo.
-O tipos indecentes.
Hagrid soltó un bufido mientras tiraba el trapo ensangrentado a un pila con agua. Era un hombre simple, que tenía su propia noción de lo correcto y lo incorrecto, y jamás vería a su señor como un infame criminal.
Con cierta ironía, Wendell se dijo que era una pena que no todo el mundo se mostrara tan indiferente ante sus más que cuestionables acciones.
-El viejo Dumbledore sí que era un magistrado de verdad, un hombre que sabía realizar sus funciones- dijo el criado.
-Y que tenía la decencia de aceptar un amistoso soborno cuando se lo ofrecían- bromeó Wendell.
-Sí, era un tipo sensato.
-Pero tenía una lamentable inclinación por la ginebra barata y las rameras, y eso lo mandó a la tumba antes de tiempo- Wendell sacudió la cabeza, y no pudo evitar hacer una mueca cuando una punzada de dolor le recorrió el hombro-. Que lamentemos su pérdida no cambia el hecho de que nuestra misión de ha vuelto bastante más peligrosa, viejo amigo.
-A lo mejor debería quedarse en casa y no llamar la atención durante una temporada.
Wendell intentó ponerse un poco más cómodo en la silla de madera. Lo único que quería era un baño caliente y una cama mullida, pero sabía que antes tenía que ocuparse de la herida. Y para eso tenía que convencer al testarudo de su criado de que se pusiera manos a la obra.
-No te preocupes, Hagrid. Por culpa de esta dichosa herida, voya a tener que estar inactivo días, puede que incluso semanas. Y deja ya de perder el tiempo, no pienso desangrarme hasta morir porque eres demasiado delicado para pincharme con una aguja.
-No pienso hacerlo, señor.
-De acuerdo, entonces dame la condenada aguja y lo haré yo mismo- le espetó Wendell, cada vez más impaciente.
-¿Queréis que os ayude?
Los dos hombres se tensaron al oír la suave voz femenina. Wendell cerró los ojos por un segundo, y se se preguntó por qué se había levantado de la cama aquella mañana. El cielo plomizo y el aire frío deberían haberlo convencido de que lo mejor era cubrirse la cabeza con la manta y dar el día por perdido.
Como no podía escapar de lo inevitable, volvió la cabeza poco a poco para mirar a su pequeña, que estaba observándolo desde la puerta de la cocina.
No tuvo más remedio que corregirse a sí mismo a regañadientes. Su Hermione ya no era una pequeña, porque se las había ingeniado para convertirse en una mujer mientras estaba en el condenado convento francés en el que había sido educada.
Sí, su única hija era una mujer de una belleza notable, y eso era algo que no dejaba de sorprenderlo. Aunque había sido un tipo atractivo en sus tiempos y su esposa, que había fallecido años atrás, había sido un doncella guapa, nada había hecho sospechar que llegarían a crear una... obra de arte.
Ésa era la única descripción posible para la joven mujer que tenía ante sus ojos.
Bañada por la luz de las velas, su belleza era luminosa. Su piel de marfil resplandecía con un brillo perlado, y sus ojos almendrados ligeramente rasgados estaban enmarcados por unas espesas pestañas que le conferían un seductor aire de misterio. Tenían la nariz delicada y respingona que contrastaba con su boca plena y carnosa, culminando con delicadas pecas sobre su nariz y mejillas ideadas para llamar la atención de los hombres.
En aquel momento, su rostro aún parecía somnoliento, sus densos rizos color ámbar estaban recogidos en una sencilla trenza que le llegaba casi hasta la cintura, y llevaba una bata un poco raída que cubría su cuerpo esbelto de pies a cabeza. Lo normal sería que pareciera un niña desaliñada, pero lo cierto era que estaba tan radiante y bella como un ángel.
Le había roto el corazón tener que mandarla lejos a los doce años, pero su difunta esposa deseaba que estudiara en el mismo convento donde ella había estado. Separarse de Hermione la había supuesto un sacrificio insoportable, aunque no podía negar en el fondo había sentido cierto alivio al alejarla de allí.
Ya que aquella época su belleza empezaba a despuntar, y él sabía que los nobles de la zona no tardarían en volver sus miradas lujuriosas hacia ella. La cercanía de un bocado tan delicioso habría sido una tentación irresistible para ellos, y sin duda habrían intentado seducirla a toda costa.
Sí, lo mejor había sido que estuviera fuera del alcance de los peligros del mundo, pero, tras su regreso, las viejas preocupaciones habían dado paso a otras nuevas.
A pesar de que Hermione había adquirido la madura sofisticación que le permitía saber eludir una seducción, carecía de la dote y de los contactos necesarios para que un caballero se planteara darle un puesto permanente en su vida; ademá, aquella nueva elegancia que la caracterizaba impedía que encajara entre los granjeros y los comerciantes. No alcanzaba a encontrar su sitio en la comunidad, y no tenía ni madre ni hermanas que pudieran hacerle compañía.
Wendell soltó un profundo suspiro, y alargó la mano hacia ella.
-Bueno, supongo que era inevitable que todo este jaleo te despertara, cariño. Anda ven.
Hermione se acercó a él, y frunció el ceño al vero bien.
-Estas herido.
-Sí, ésa parece ser la opinión general. Hagrid, sírveme un brandy y ve a ocuparte de mi caballo.
-Gracias a Dios- murmuró el criado. Se apresuró a sacar una botella de licor y un vaso de un armario, y se volvió hacia la puerta en cuanto los dejó sobre la mesa.
-Hagrid- le dijo Wendell con voz suave.
-¿Qué?
-Asegúrate de que no quede ningún rastro del trabajo de esta noche. Seguro en los próximos días habrá quien se interese por nuestra cuadra.
-Por supuesto. La dejaré tan limpia, que el magistrado no encontrará ni excrementos de ratón.
-¿El magistrado?- dijo Hermione, cuando Hagrid salió de la cocina y cerró la puerta.
-Me temo que es una historia larga y tediosa.
-De hecho, sospecho que será fascinante.
-Puede, pero por el momento preferiría que fueras por hilo y aguja para coser a tu pobre padre- Wendell se aferró con fuerza a la silla cuando lo asaltó una nueva oleada de dolor, y finalmente añadió-: A menos que quieras quedarte ahí mientras me desangro, claro.
Hermione lo observó en silencio durante unos segundos, y asintió al ver la tensión de su rostro y el sudor que le cubría la piel.
-De acuerdo, padre.
Wendell se sintió aliviado al ver que salía de la habitación y volvía después con un hilo y aguja. Su hija nunca había sido una persona aprensiva; de hecho, siempre había tenido más empuje y más agallas que los muchachos de la zona. Era capaz de subir cualquier árbol, de saltar de cualquier tejado, de atravesar a nado cualquier lago que se le pusiera por delante. Y también tenía la clase de aguda inteligencia que conducía de forma irremediable a algunas preguntas indiscretas.
Ella lo arrancó de golpe de sus divagaciones al verter una buena cantidad de brandy sobre la herida.
-¡Dios mío! Es...es una herida de bala, padre.
Wendell soltó un gruñido mientras el licor actuaba en la herida.
-¿Qué sabes tú de heridas de bala, cariño?
Hermione se colocó tras su hombro, y empezó a cosecharlo con cuidado.
-Padre, quiero saber lo que ha pasado.
-Siempre has sido demasiado curiosa. Los asuntos de un caballero no siempre son adecuados para los oídos de una mujer.
-¿Desde cuándo te muestras tan considerado con mi sensibilidad femenina? De niña crecí rodeada de marineros borrachos que me contaban historias que habrían ruborizado al sinvergüenza más descarado, y tú me enseñaste a cabalgar y a disparar.
Wendell tuvo que admitir que aquello era cierto. Siempre había estado rodeado de tipos curtidos que no se andaban con contemplaciones, y en demasiadas ocasiones había tratado a su hija como si fuera un pilluelo, en vez de una joven bien educada.
Se había sentido mucho más cómodo fingiendo que ella era un hijo, porque no había tenido ni idea de cómo criar a una hija; al fin y al cabo, eran extrañas y misteriosas criaturas que ningún hombre podría llegar a comprender jamás.
-Pero ya has dejado de ser una niña, cariño- murmuró, con cierto pesar-. Eso es algo que ni siquiera tu pobre padre puede seguir negando. Te has convertido en una dama preciosa que debería estar en elegantes salones, y no viviendo entre marineros en una casa ruinosa.
A pesar de que su hija siguió cosiéndole la herida como si nada, Wendell notó que se tensaba un poco, como si sus palabras las hubieran afectado de verdad.
-Supongo que es una idea preciosa, pero como mis invitaciones para acudir a esos elegantes salones parecen perderse por el camino, seguiré siendo lo que soy: una Cenicienta.
-¿Una cenicienta?
-Sí, es la protagonista de un cuento francés que trata de una tontorrona que sueña con vestidos bonitos y con un apuesto príncipe.
Wendell inhaló entre dientes mientras la aguja le penetraba la piel.
-¿Por qué es una tontorrona por soñar con esas cosas?
Tras un instante de silencio, Hermione suspiró y le dijo:
-Porque se trata de un sueño imposible, y soy lo bastante sensata como para no perder el tiempo anhelando lo que no puedo tener.
Esta vez, Wendell sintió que la aguja había dado de lleno en su corazón, y se volvió a mirar a su hija.
-Hermione...
-No, padre. No importa, de verdad- con una sonrisa que se reflejó en sus ojos oscuros añadió-: Anda, deja de intentar distraerme y cuéntame lo que ha pasado.
Wendell se volvió de nuevo hacia el fuego. Maldición, había sido necio de creer que podría mantener su ocupación en secreto delante de las narices de hija. Ella ya no era una cría a la que podía distraer con facilidad, sino una mujer dispuesta a hacer lo que fuera con tal de conseguir lo que se proponía.
Con un suspiro de añoranza, pensó en lo mucho que se parecía a su madre.
-Supongo que vas a darme la lata hasta que te cuente la sórdida verdad, ¿no?
-Yo nunca me rebajaría a "dar la lata", pero me gustaría recordarte que estoy realizando una delicada intervención quirúrgica, y no me gustaría cometer un error.
-Por el amor de Dios, no puedes amenazar a tu propio padre. Es una indecencia- Wendell dio un respingo cuando ella dio un ligero tirón con el hilo-. Maldición.
-¿Vas a contármelo?
Esperó hasta cortó el hilo y le vendó la herida con eficacia y calma y entonces claudicó a regañadientes. ¿Qué otra cosa podía hacer?, no iba a darse por satisfecha hasta que le hubiera sacado hasta el último sórdido detalle.
-De acuerdo, te lo contaré, pero esta noche no. Estoy cansado, y necesito un baño caliente y un buena cama. Hablaremos por la mañana.
Ella se colocó delante de él, y lo miró con expresión seria
-¿Me das tu palabra?,¿me contarás la verdad?
-Sí, te doy mi palabra.
Y así comienza la primera entrega de la historia "Cautiva del Amor". Espero que les parezca llamativa y sus comentarios sobre la impresión que tengan de ella. Personalmente es una historia que me agrada mucho como se va desarrollando, ojalá y a ustedes también.
Muchas gracias por leer hasta este punto.
Nos leemos pronto, saludos!
