La tibia luz del amanecer se filtro con delicadeza por las ventanas, iluminando su rostro dormido. Abrió sus ojos con molestia y, soñoliento, se sentó. Los recuerdos de la noche anterior golpearon en su mente, él como Antonio lo había seducido, sus besos, sus caricias, su calor. Se había entregado a él, por completo. Sonrió suavemente, totalmente sonrojado, pero su sonrisa desapareció cuando un pensamiento cruzo por su mente ¿y si todo el amor que Antonio decía tenerle era solo para llevarlo a la cama? Tal vez después lo dejaría solo, o incluso únicamente lo uso para llegar a su hermano, como ya le había sucedido algunas veces. El rumbo que comenzaron a llevar sus pensamientos lo aterraron y giro su vista para buscar al español. No estaba.

Comenzó a remover con desesperación las cobijas mientras sus ojos se llenaban de lágrimas, empezaba a creer que en verdad solo había sido cosa "de una noche". Ha como pudo enredo la sabana en su cintura y se acerco a la orilla de la cama. Intento ponerse de pie, pero un dolor en la parte baja de su espalda lo hizo perder el equilibrio. Resbaló hasta caer por un lado de la cama.

Cerró sus ojos esperando el golpe, mas este nunca llegó, en vez de eso, sintió algo relativamente suave debajo de él. Abrió sus ojos de nuevo y se encontró con el rostro dormido de su amante.

De nuevo comenzó a llorar y lleno de furia comenzó a golpear el pecho de su amante.

— ¡Tu, maldito bastardo! ¡Idiota! ¡Te odio! ¡Imbécil! —gritó mientras comenzaba a golpear con enojo su pecho.

El español se despertó con el griterío de Lovino.

— ¿Lovi? ¿Qué sucede? ¿Estás bien? ¿Te lastime? ¿Por qué lloras? —preguntaba preocupado. Se sentó con cuidado y abrazo a su amante.

El italiano se refugió en el pecho de Antonio aun llorando —Imbécil…bastardo. Creí que te habías ido…creí que no te importaba—susurró bajito.

—Lovino…—dijo con ternura, para después abrazarlo—Tranquilo, estoy aquí, no te abandonare. Por favor no llores, no me gusta verte así.

El chico del rulito levanto la vista, con sus ojos aun vidriosos.

—Bastardo, mas te vale que no me abandones —dijo en un susurro.

—No lo hare Lovi, eres lo mejor que me ha pasado en la vida, te amo, jamás te dejare ir.

—Y-yo ta-tambien te a-amo, idiota. Pero explícame… ¿¡QUE MIERDA HACIAS DURMIENDO EN EL SUELO?! —Le grito lleno de furia.

— ¿Eeh? —volteo hacia los lados confundido —Supongo que me caí mientras dormía…

Lovino puso los ojos en blanco —Idiota.

Antonio se sonrojó de pronto y se removió incomodo.

—Eeehm Lovino.

— ¿Ahora qué?

—Deberías dejar de provocarme de ese modo.

— ¿eeh? ¿D-de qué rayos hablas bastardo? —la cara del italiano comenzó a ponerse roja…de nuevo.

—Bueno…estas sentado sobre mi…con solo una sabana encima, eso es demasiado tentador —dijo Antonio suavemente sonrojado y con una expresión un tanto…pervertida.

—¡C-CHIGIIIIIIII! ¡ALEJATE DE MÍ, PERVERTIDO! —Trato de huir, pero el español se lanzo sobre él y después, bueno, lo que sucedió después…solo digamos que no es apto para menores de edad.