Es mi primer fanfic de Supernatural, y espero que les guste.

Más o menos la historia se sitúa al final de la quinta temporada e irá tomando su propio camino. Todo ocurre suponiendo que Sam NO cayó al agujero con Lucifer, Cas decidió quedarse con los Winchester, y otros cambios similares.

ADVERTENCIAS: sexo explícito, parejas homosexuales (Destiel y Sabriel, principalmente), Mpreg, ángeles convirtiéndose en humanos y fetiches con alas.

Capítulo

1

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Calma. Era un concepto desconocido para Dean Winchester. Pero sucedía a su alrededor como un sueño que en cualquier instante podría convertirse en añicos. Los ángeles habían regresado al Cielo en relativa paz, algunos demonios menores continuaban merodeando la tierra pero no eran nada de lo cual los cazadores no pudiesen encargarse. Sí, continuaban habiendo nidos de vampiros, monstruos, pero, en fin, monstruos a los que Dean sabía cómo aniquilar. Por lo demás el mundo estaba bien… y era demasiado extraño que aquello en realidad sucediese.

Esa calma era demasiad buena para durar, se dijo Dean, la noche en que regresó al motel donde se estaba quedando con Sam y Castiel. Habían ido a un pueblo detrás de la pista de un demonio pero resultaron ser tres. Terminaron golpeados, y Sam con el hombro dislocado, pero los acabaron a todos. Castiel se mantuvo un largo rato escuchando a la nada. Dean sintió una punzada de miedo al verlo con la mirada fija en la ventana de la habitación, pero no preguntó qué ocurría.

Desde que todo terminó y el ángel permaneció con ellos, Dean había tenido tiempo para pensar. A veces detestaba sus pensamientos, y aún más sus reacciones. Dormía preguntándose por qué Cas continuaba allí con unos humanos tan problemáticos e insoportables como ellos.

Todos los ángeles estaban retornando al cielo, Dean, con cierta culpe, se atrevió a preguntarle.

-Cas- la madrugada tras dejar el motel. Sam se había quedado profundamente dormido en el asiento del copiloto. –Cas- llamó Dean, clavando sus ojos verdes en aquellos zafiros azules que le regresaron la mirada por el retrovisor.

-¿Sí, Dean?- respondió Castiel, con tranquilidad y despreocupación.

-¿Todavía eres…eres un ángel? ¿Verdad?- espetó Dean, con torpeza.

-Creí que eso quedó bastante claro cuando reviví a Bobby- dijo Castiel y asintió una vez, cerrando levemente sus ojos azules y apretando con gentileza sus labios carnosos.

Dean tragó saliva con fuerza y regresó bruscamente la atención a la carretera. El corazón le martilleaba contra las costillas con el solo gesto del ángel, y las manos se le ponían pegajosas con aquella voz áspera y grave. El rubio trató de apartar ese cosquilleo que le producía la mirada de Cas sobre su nuca, pero le fue imposible. Se maldijo por sentirse así con Castiel; pues ni tratándose de Lisa, había sido presa de la turbación, del rubor, de una boca seca y una mente tan abrumada por alguien que le impedía formular palabras con naturalidad.

-Me refiero a que…- respiró profundo, calmándose- ¡Por Dios, hombre! Eres un ángel, ¿Qué estás haciendo aquí? Quedándote con humanos- espetó en lo que esperaba fuese un tono despreocupado y jovial.

Sus ojos verdes fueron hasta el retrovisor, y se llamó mil veces idiota internamente al ver la reacción de Cas.

La voz de Dean había salido con demasiada precipitación, y las palabras que dijo resultaron hirientes. Castiel, siempre guardando su compostura y distraído quizá en las voces de los ángeles en la lejanía, bajó la mirada, jugueteó con sus propias manos y entreabrió los labios, sin poder responder.

-Me refiero a que…- intentó cambiar Dean sus palabras, pero Cas lo interrumpió.

-Lo entiendo Dean- dijo, cabizbajo, y alzó su mirada oceánica hacia la de Dean, por el retrovisor.

Después solo desapareció.

Pasaron cuatro días desde que solo se esfumó en el asiento trasero del impala. Al principio Dean fue inusual y casi enfermizamente optimista; comía en los restaurantes mirando siempre hacia la puerta, como esperando ver una gabardina agitarse por allí y unos ojos azules brillantes saludarlo; esperaba más de lo debido antes de abandonar un motel, con la esperanza de ver una cabeza azabache y un rostro moreno con rastros de barba atravesar la puerta. Pero eso no sucedió.

Para el quinto día Sam empezó a notar el comportamiento extraño de su hermano. Tras la cacería de un Wendigo que se puso difícil gracias a la distracción del rubio, Dean se paseaba de un lado a otro en la habitación de motel murmurando algo para sí. Sam no pudo evitar intervenir.

-Dean, sabes que regresará ¿verdad?- inquirió, su hermano lo miro, fulminante, pero después se hizo el desentendido.

-¿Quién?- enarcó una ceja. Soltó una carcajada y crispó los labios. -¿Castiel? Ja, debe estar por ahí, quién saber persiguiendo abejas, o charlando con Gabriel o Baltazar quizá- gruñó, y caminó al baño, sin razón aparente.

Sam, sentado en el borde de una de las camas, cruzó los brazos y frunció el ceño. Ese par era un embrollo sin remedio; hasta un ciego podía notar el "algo" en las miradas intensas que se dirigían Cas y Dean, hasta un idiota afirmaría que en cuando conversaban les escocía los labios por arrojarse y devorar la boca del otro.

El menor de los Winchester bufó. Alguien tenía que darles un empujón o ambos se la pasarían una vida entera entre miradas, silencios incómodos y declaraciones de amistad demasiado intensas para ser solo de amistad.

Ahora que todo había terminado Sam rogó al cielo que esos dos…

De pronto detuvo sus pensamientos y se puso de pie de un brinco. Ahora que había paz, su hermano se merecía ser feliz, y él tenía un plan infalible para darles ese empujón. Se colocó su chaqueta y tomó las llaves del impala.

-¡Oye, a donde vas!- exclamó Dean, saliendo del baño y con el ceño fruncido.

-Necesito pensar ¿ok?- respondió Sam, con profunda preocupación- y conseguir algo de comida.

-¿Pensar? ¿En qué?- gruñó Dean, cruzando los brazos en jarras.

Sam se recargó en el marco de la puerta semi abierta y ladeó la cabeza.

-Ya sé que no te interesa que Cas regrese al cielo, pero a mí sí; es un buen amigo y un arma poderosa en las cacerías, Dean.- Se encogió de hombros. Cuando Cas había desaparecido en el Impala, Sam había estado medio despierto y lo había escuchado todo. –Quizá algo le hizo pensar que ya no tenía nada que lo atarse aquí, a los humanos. No lo sé…- dejó escapar el aliento- …quizá hasta ya se marchó al cielo, y ni siquiera se ha despedido.

Salió, cerró la puerta, aun fingiéndose preocupado; subió al impala y se marchó encendiendo el estéreo para escuchar una buena canción. Ya que las cacerías eran ligeras y no habían muchos peligros, Sam decidió tomarse muy enserio su plan

Dean permaneció en la habitación de motel, en silencio y de pie a la mitad de ésta como una estatua de mármol. Con el color escapando de su rostro y los labios temblándole. Las palabras de su hermano retumbaron en su cabeza:

"Quizá algo le hizo pensar que ya no tenía nada que lo atarse aquí, a los humanos…quizá hasta ya se marchó al cielo, y ni siquiera se ha despedido"

Un nudo apretado se formó en el estómago de Dean y la cabeza empezó a darle vueltas. No podía ser cierto, no podía. Cas desapareció por la estupidez que él dijo, pero no podía haber vuelto al cielo. No sin siquiera decir adiós.

Apretó sus puños, diciéndose que no pasaba nada, pero no le resultó. Caminó con pasos indecisos hasta la ventana y descorrió la cortina asegurándose que Sam ya se hubiera marchado. Se sintió estúpido por lo que iba a hacer, pero de todas formas lo hizo.

-¡Cas!- dijo a la nada- Cas, no sé si me escuchas- bajó su mirada al suelo-… pero espero que vuelvas. Por favor… espero… espero de verdad que no hayas levantado vuelo como un maldito bastardo y entrado en el cielo sin siquiera… sin…-las palabras se le atascaron en la garganta y pasó una de sus manos por sus cabellos rubios. Respiró profundo. ¿Qué quería decir? ¿Sin siquiera decir adiós? ¿Sin siquiera dejar que te agradezca por lo que has hecho por mí? ¿Sin dejar que te compense? ¿Sin dejar que te bese?

Esa ola de pensamientos lo abrumó y le trajo un recuerdo breve. Un sueño que había tenido después de dormirse preguntándose si Cas estaba cómodo acompañándolo a él y a Sam a las cacerías y a sus asuntos "humanos". Al principio estaba dormido, en el sofá bajo la ventana en la casa de Bobby. Todo parecía real, incluso la lluvia y la leña crepitando en la chimenea. Incluso las manos que lo acariciaron no estaban fuera de lugar puesto que podía haberse llevado alguna chica a casa y no recordarlo bien. Todo era real, hasta que notó esas manos ásperas, y un aroma familiar, a pasto y ozono. Un olor dulzón un tanto amargo; un aroma a Castiel. En el sueño abrió los ojos y se encontró a Cas sobre él, acariciándole el torso desnudo, y los brazos, y el cabello, meciéndose sobre él mientras susurraba:

-Dean…te amo…Dean…te deseo-.

Dean había respirado agitado al sentir el calor del cuerpo de Castiel, sobre él. Ambos estaban desnudos, aunque el ángel traía la gabardina, solo esa maldita gabardina proyectando una sombra sobre su cuerpo moreno torneado, sus piernas gruesas, y su hombría despierta. Dean no lo pensó en el sueño, y lo tomó. Lo devoró con besos, caricias, lametones hasta que sintió su polla hundirse en medio de las nalgas de Cas, y gimió arqueando la espalda.

Gimió tan fuerte, que despertó bañado en sudor y un con grito de placer atorado en la boca.

Sacudió ese sueño de sus pensamientos, y volvió a caminar por la habitación como león enjaulado. Sí, deseaba a Cas haciéndole eso, quería a Cas de todas las formas posibles, pero, aquel cazador capaz de matar monstruos, detener el Apocalipsis, burlarse de Miguel y Lucifer en sus caras, e incluso vociferar contra el cielo, había tenido miedo de admitir sus sentimientos por el ángel.

Quizá ya era demasiado tarde.

-¡Castiel!- gritó presa de la desesperación, -¡Maldición, Cas, agita tus esponjosas alas y trae el trasero aquí!- bramó, pateando una de las camas y apretando los párpados con ambas manos tras la nuca.

Recordó a todas esas mujeres que lo llamaban repetidas veces tras una buena noche de sexo, y a cuyos mensajes él jamás respondía. Se sintió como ellas, y se sintió el idiota más grande, pues ni siquiera sabía si Cas podía serle recíproco, o siquiera sentir. Ni siquiera sabía si era digno de pensar en un ángel de las maneras en que pensaba en Castiel.

-¿Ha sucedido algo malo?- la voz gruesa del ángel hizo que Dean diese un salto brusco, con el corazón cayéndole a los pies.

El ángel apareció a mitad de la habitación, con la mirada brillante, el rostro inexpresivo, aunque Dean juró que una sonrisa asomaba en sus labios.

-No…- respondió, como reflejo-…quiero decir, sí- ahora que lo tenía al frente, toda la valentía de cazador, se le fue al demonio. Tenía las manos temblorosas y, mirando esos ojos azules y la figura de Cas, olvidó que pudo perderlo.

Estaba allí, y eso reconfortó a Dean. Pero otra vez lo atestaron miles de preguntas, miles de culpas. Concluyó que Cas no regresaba al cielo por esos desates caprichosos suyos, esos momentos en que solo deseaba tenerlo para él y lo llamaba a gritos.

-¿Puedo ayudar?- inquirió Castiel, amable.

-Sí, te…te lo explicaré mañana- espetó Dean, fingiéndose exasperado. Ya conseguiría un caso para mañana y evitaría quedar como el idiota desesperado más grande de todos.

-Bien- añadió Castiel, -pero creí que irían a la casa de Bobby, o eso dijeron antes de terminar el caso anterior.

-¡Cierto!- fingió recordar Dean- Bobby, debemos… ir a verlo- trató de relajarse, y se dejó caer de espaldas en la cama. Castiel se sentó en la otra, mirándolo fijamente. -¡Deja de mirarme Cas!- bramó Dean.

-Creo que mejor me retiraré para…- se puso de pie, confundido.

-¡No!- y la exclamación casi chillona de Dean lo confundió aún más. Cas ladeó la cabeza, arrugando el entrecejo en un gesto tierno. –Quiero decir, sería muy bueno que nos acompañaras, Bobby, preguntará por ti, y… Sam, también…quiero decir… querrá saber…- tartamudeó otra vez.

-¿Te incomoda mi presencia, Dean?- inquirió Castiel, apretando los labios, con gravedad.

-No, para nada, viejo. Solo estoy cansado, ya sabes… necesito una ducha- se puso de pie y fue hasta el baño.

-Bien, entonces, regresaré mañana- murmuró Cas.

-¡No!- Dean casi saltó fuera del cuarto de baño- No, emprenderemos el viaje esta misma noche y en necesario que nos acompañes, creo que unos demonios nos están siguiendo la pista desde hace dos pueblos, y sería conveniente que…-

-Dean- lo calmo Cas, avanzando un par de pasos- Tranquilo, no regresaré al cielo. Me gusta aquí, contigo-.

La última palabra tomó a Dean tan de sopetón que su rostro ardió. Sacudió la cabeza y reaccionó de la única forma en la que sabía hacer.

-Puedes irte, si es lo que quieres, a nadie le importa, Cas.- Dean se lo pensó mejor, y se dijo que debía pensar en lo que era mejor para Cas- Eres un ángel, no necesitas permiso para largarte, solo no seas un infantil bastardo y desaparece si es lo que quieres-.

Cerró la puerta con fuerza, sin esperar a ver la reacción en Cas. Se apresuró a abrir la regadera, con un peso insoportable oprimiéndole el pecho. Se lo había dicho de una forma tan horrible que se odiaba.

Cas, del otro lado de la puerta, tomó asiento en una de las camas, y miró a la nada, pensativo. Pero pronto sus labios decayeron, y sus ojos perdieron ese brillo natural en él. Entrelazó sus propias manos, y se mordió el labio. Quizá era solo una reacción de su recipiente, pero las palabras de Dean hicieron el corazón le doliese y una punzada amarga le atravesara el estómago.

A partir de ello las cosas volvieron a la aparente normalidad. Castiel en el asiento trasero, Dean escuchando a todo volumen rock clásico en el estéreo del impala, y Sam…bueno, el comportamiento de Sammy si quera inusual. El castaño solía estar tecleando en su computadora cuando tenía tiempo, o leyendo alguna cosa, o charlando con Cas. Pero en lo que duró el viaje hasta la casa de Bobby, no se despegada de su celular. Tecleaba, esperaba una respuesta, sonreía con malicia, y volvía a responder. Dean no preguntó pero Cas lo hizo.

-Solo envió un par de mensajes, información a unos cuantos cazadores- respondió Sam con tranquilidad, aunque pasó una mano por sus cabellos castaños; Dean lo conocía lo suficiente para saber que estaba nervioso.

El resto del viaje fue tenso. Cas se removía en el asiento trasero, y Dean no dejaba de pensar que Sam podía estar comunicándose con otro demonio, otra Ruby, que lo arrastrase a algo terrible. Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando Cas apoyó la cabeza en la ventana, y poco a poco, se quedó dormido. Dean vio el rostro relajado del ángel, y después volvió sus ojos, aterrorizados hacia Sam.

-Quizá mucho tiempo con humanos- musitó el castaño, y volvió a su celular.

Finalmente llegaron a casa de Bobby, y este los recibió con una escopeta en mano. Claro que después los abrazó como a los hijos que eran para él, incluyendo a Castiel. Los invitó a pasar, para sorpresa de los Winchester y el ángel, en la mesa de la cocina se encontraba Jody Mills, la sheriff amiga de Bobby; estaba cocinando algo que olía delicioso.

-¡Se los explicaré luego!- gruñó Bobby, pero no hizo falta que lo hiciera.

Al cruzar el pasillo del segundo piso para acomodarse en un par de habitaciones, ya que le habían prometido a Bobby pasar un par de semanas allí y descansar, miraron de reojo la alcoba de Bobby. Era la misma, desordenada, con las cosas tiradas por todas partes, y un par de maletas hechas y listas por si tenía alguna emergencia y debía salir de improviso. Pero la destartalada cómoda había sido reemplazada por una peinadora, pequeña y sencilla repleta de cosméticos femeninos; habían un par de cajas en el suelo, a medio desempacar, donde Dean y Sam pudieron divisar un par de vestidos, y ropa de Jody.

Esa tarde almorzaron comida hecha en casa, y fue extraño. Jody dijo que debía volver al trabajo por la tarde, y tras su retirada Bobby gruñó algo sobre encontrarse con Rufus a un par de horas de allí para ayudarlo con un nido de vampiros. Sam se dedicó a teclear en su computadora, mirando de vez en cuando a su alrededor como si esperase algo; Cas se retiró a su habitación, diciendo que se sentía cansado, palabra que aturdió a Dean.

-Se está volviendo humano- comentó, asustado, una vez Cas ya no estaba alrededor.

-Tal parece que sí, Dean- respondió Sammy con indiferencia.

Dean rodó los ojos y abandonó la casa. Pasó la tarde dando vueltas en el patio, entre los autos viejos de Bobby, pensando. No sabía por qué preocuparse más, por Sammy y sus extraños mensajes, o por Cas y su decisión de quedarse con los humanos y volverse uno de ellos.

Regresó a la casa cuando una luz brillante iluminó las ventanas. Temió lo peor, atravesó al patio enfurecido y entró preparado para enfrentar lo que fuese. Lo que encontró no le agradó en absoluto. Castiel estaba de pie a mitad de la cocina, Gabriel con su sonrisa pícara paseaba por la sala, y Sam los miraba a ambos con la boca abierta y el rostro pálido.

-¿Qué está ocurriendo aquí? Creí que habías vuelto allí arriba después de hacerte el muerto con Lucy- gruñó Dean.

Sam suspiró, Gabriel enarcó las cejas en un gesto de suficiencia y arrogancia y dibujó una sonrisilla malévola. Castiel bajó la mirada y dejó escapar un respirar algo tembloroso. Entonces Dean lo comprendió.

-¡¿Qué estás tratando de hacer, malnacido?!- bramó en dirección a Gabriel.

Este levantó ambas manos, en señal de paz.

-Nada. Pero allí arriba, extrañan a Cassie, y necesitan que vuelva. A mi ya nadie me hecha de menos, así que al carajo, pero me han enviado a decirle a Cas, que mañana un arcángel vendrá por él- anunció, a Castiel parecieron temblarle las mandíbulas. Y Dean apretó su hombro, sin pensarlo.

-Ey, no permitiré que nadie te lleve si no quieres eso- las palabras saltaron de la boca del rubio, y Cas elevó sus ojos azules hasta él, con gratitud, y algo más intenso que eso…

Gabriel y Sam intercambiaron miradas, el arcángel- trickster contuvo una sonrisa y el Winchester menor se mantuvo inexpresivo.

-¿Y por qué debería quedarse, humano?- gruñó Gabriel, -¿Acaso tienes algo o alguien por quién quedarte aquí, Cas, hermanito?- miró al moreno.

Este relamió sus labios, y se lo pensó; miró a Dean, miró a Sam.

-Son mis amigos- dijo, dubitativo.

-¡Lo sé, lo sé! Pero eso no se compara con… tus hermanos, tu padre- replicó Gabriel. Tensó los hombros y añadió: -Mañana vendrá un arcángel por ti, hermanito, por favor, no hagas que las cosas se pongan sangrientas, solo despídete de estos dos, porque arriba te necesitan.-

Castiel negó, fuera de si.

-No quiero irme, Gabriel- afirmó, cruzando los brazos- Aquí tengo cosas que nunca tuve allí arriba.

Dean sintió que el corazón le daba un vuelco al escuchar esto. Castiel estaba decidido, no por él, no por nadie, simplemente porque le gustaba allí, entre humanos. Sintió un peso menos en los hombros; un poco menos de culpa.

-¿Humanidad?, te lo digo hermanito, no te pierdes de nada… allí estarás con tus hermanos y…-repuso Gabriel, torciendo los labios.

-Entonces por qué no vas tú- exclamó Castiel, Dean lo miró asombrado, jamás lo había visto furioso.

-Porque no me necesitan, porque soy un arcángel y mi poder, a pesar de menguar aquí entre los humanos, me ha ganado buenos nombres como trickster, o Loki. ¿A ti que te ocurrirá, serás un patético humano con recuerdos milenarios? ¿Con poder suficiente para mover un vaso si es que te esfuerzas mucho?- sonrió, pícaro, Sam, por alguna razón desvió su mirada. –Bueno, ya que no queda nada más que decir, tengo una maratón de Casa Erótica esperándome y un par de humanos, una chica sexy y un modelo que está de ensueño.

El fragor de un vaso rompiéndose sobresaltó a todos. Sam había dejado caer su vaso de whisky, recogió unos cuantos cristales ante las miradas confusas de todos, y se marchó a la cocina, escondiendo su rostro ruborizado.

-¡Espera!- detuvo Cas a su hermano antes de que este desapareciera. Gabriel, lo miró, interesado. –Dices que no tengo nada aquí, pero si lo tengo. Tal vez no sea como tener un hermano, pero tengo…-

-No querido hermanito…- Gabriel sacudió la cabeza y chasqueó la lengua. Dean lo fulminó con los mirada- eso no sirve… quizá lo único comparable con la familia que tienes allí esperándote, es el amor… no lo sé, pero veo que no lo encontrarás aquí abajo. Así que mejor, despídete esta noche de todos, que mañana volverás a casa…-

Con un chasquido de dedos, Gabriel desapareció.

-¡Este es mi hogar!- gritó Castiel, a la nada. Maldijo en un lenguaje que sorprendió a Dean, y se retiró de vuelta al segundo piso.

No salió de su habitación para la cena. Dean se mantuvo muy callado, y notó que Sam tenía la mente en otro sitio, como si algo le cabrease y le preocupase al mismo tiempo. Jody llegó ya entrada la noche, y Bobby unos minutos después. Ambos se mostraron enfurecidos cuando Dean les comentó el mensaje que Gabriel había entregado.

Sam dijo que compraría un par de cosas que faltaban en la nevera, y desapareció. Jody y Bobby permanecieron en la sala, leyendo, bebiendo un par de cervezas y conversando acaloradamente sobre la injusticia de obligar a un ángel a volver al cielo solo por capricho.

-Oye, creo que debes decirle adiós- dijo Bobby, notando que Dean no paraba de rebuscar en la nevera una y otra vez aun cuando ya la había registrado toda, maldiciendo entre dientes.

Dean asintió, turbado, y tras un par de refunfuños subió al segundo piso. Cada escalón aceleraba más su corazón. ¿Qué le diría? ¿Qué tenía que hacer en una situación como esa? ¿Bastaba un "adiós"? ¿Sería capaz de hacer algo más? EL valiente cazador moría cuando se trataba de Castiel, pensó una vez de pie ante la puerta de la habitación, pero esa era la última noche…

La última noche de Cas en la tierra. Suspiró ante la idea, pero se dijo que quizá Castiel tendría un plan, algún truco bajo la manga, lo que fuese.

Golpeó un par de veces la madera, y al no obtener respuesta giró la perilla, despacio. Entró, cerrando detrás de el. La habitación estaba oscura, y por la ventana rectangular ingresaba una luz tenue del patio. Una figura acurrucada sobre la cama, envuelta en una gabardina, recortaba la oscuridad.

-Cas- llamó Dean, y escuchó un respirar quebrado. –Cas ¿Estás bien?- se acercó un poco, poniendo una mano en el hombro del ángel.

Este, finalmente, se volteó. Tenía el rostro descompuesto, los ojos perdidos, los labios agrietados, y una mirada ausente en esos zafiros. Sacudió la cabeza.

-No quiero irme- musitó, incorporándose hasta quedar sentado al borde de la cama. Dean se sentó junto a él, apretándole un hombro con la mano- No quiero, Dean-.

-Oye, viejo,- dijo el de ojos verdes, controlando su voz que amenazaba con romperse. No miró a Cas al rostro, porque sabía que si lo hacía no podría más. – ser humano apesta, lo sé. Pero si he aprendido algo, es que aun siendo tan poca cosa si eres humano y deseas algo lo tomas con los dientes y la uñas y no dejas que se vaya. No puedes darte por vencido, no si lo que quieres es quedarte-.

Cas se apartó de su tacto, y con paso vacilante fue hasta la ventana. Se cruzó de brazos como si tuviera frío. Sacudió la cabeza otra vez, y se volteó, Dean admiró su rostro en la oscuridad, sus facciones, eran fuertes bajo esa maraña de cabellos azabaches; pero a la vez los gestos de Cas eran tan inocentes…

-No quiero irme, Dean, pero quizá- su voz finalmente se quebró- quizá Gabriel tiene razón. Ustedes son mis amigos y los aprecio, pero no es suficiente. Y no voy a pelear con un arcángel…

Dean se puso de pie de un salto.

-Entonces te vas a dar por vencido- exclamó y crispó el rostro.

-No tengo opción, Dean.- los ojos tristes de Castiel hicieron al cazador arder en rabia. Había detenido el plan divino del Apocalipsis, Castiel había ido contra el cielo y el infierno, y justo ahora decidía darse por vencido y comportarse como un maldito bastardo.

-¡¿Qué demonios te ocurre, Cas?! ¡No puedes solo aceptar que te pateen el trasero y llamar hermanos a quienes lo hacen!- bramó Dean, colocando sus manos en los hombros de Cas.

-¡Tú dijiste que no te importaba que me fuese!- acusó de pronto Cas, sus ojos refulgiendo- ¿Ahora te preocupa? Debería alegrarte, ¿No? Ni siquiera soportas mi presencia- añadió, dolido- ¿Ahora resulta que quieres que me quede? ¿Y qué si quiero irme?-

Dean retrocedió, impactado, y dolido. Asintió un par de veces y respondió

-Si eso es lo que quieres, creo que solo…- iba a decir, sin gota de valor; anteponiendo como siempre el bienestar de otros al suyo. Pero la mirada acusadora que le dirigió Cas fue la gota de colmó el vaso. No podía, y si Cas se largaba al día siguiente al menos, no se habría resistido de decir: -Quiero que te quedes- con un egoísmo que sonó a libertad.

-¿Qué?- musitó Castiel, sin comprender.

Dean cerró el espacio que había entre ellos y tomó a Cas por el rostro, con ambas manos. Lo miró directo a los ojos y respiró sobre el aliento del ángel.

Castiel relamió sus labios, nervioso.

-Quiero que te quedes, por favor.-

-Dean…yo, no puedo contra un arcángel…además, tú dijiste…- susurró Cas.

-¡A la mierda lo que dije!- bramó Dean. –Si te vas mañana, al menos, quiero que me recuerdes- su voz tembló.

-¿Cómo?-…

Cas no tuvo tiempo de completar su pregunta. Dos labios cálidos envolvieron su boca, moviéndose sinuosamente sobre sus labios. Los cuerpos del cazador y el ángel se encontraron apretándose entre sí. Las manos del rubio se enredaron en los cabellos negros, y Cas gimió entreabriendo la boca. Dean aprovechó esto para colar su lengua dentro en esa húmeda cavidad, y entonces Cas lo empujó.

-¿Qué haces?- preguntó chochando su espalda con la ventana, sus labios estaban brillantes y ligeramente rojos.

-Te quiero, Cas- Dean sacudió la cabeza, volviendo a la realidad. Quizá Cas no lo veía de esa forma, no lo deseaba como él lo deseaba- Lo siento, creo que solo debo decir adiós- trató de retroceder.

Pero algo brilló, el suelo tembló, las luces del patio se agitaron y sintió una caricia suave y cálida envolverlo por la espalda arrojándolo de vuelta hacia su ángel. Antes de que pudiese ver las alas, Castiel lo besó.

Los labios del ángel se movieron sobre los de Dean, y él no tardó en responder. Apretó al moreno por la cintura; sus lenguas se unieron en una danza húmeda y dulce.

Castiel mordió su labio inferior, y Dean besó su cuello. Sintió que esa calidez de las alas de Cas se retiraba, y abrió los ojos. Las contempló; eran enormes, de un color negro azabache como la noche espesa, pero con ciertos matices que parecían constelaciones; sus plumas debían medir más de un metro, y la envergadura llenaba la habitación.

-¿Cómo es posible que pueda verlas?- preguntó, asombrado.

-Estoy volviéndome humano, Dean, mi forma real ya no es tan poderosa. Por ello ya no te daña mirar mis alas- explicó Cas, en un ronroneo.

Dean jadeó, extasiado ante la visión de aquellas alas, y extendió una mano para tocarlas.

No lo consiguió.

Cas volvió a besarlo, y las agitó mientras la boca de Dean respondía. Arrojó al cazador sobre la cama, con la fuerza de sus alas, y se sentó a horcajadas sobre el rubio. No rompieron el beso, y las alas se mantuvieron un poco alejadas.

Los labios del ángel recorrieron el cuello de Dean, y él empezó a mecer las caderas contra las de Cas. El pelinegro respondió el movimiento, jadeando a mitad del beso. Las manos de Castiel viajaron bajo la camisa de Dean, y la deshicieron de un tirón.

Dean se encargó de sus propios pantalones, y mientras Cas deslizaba sus manos por el pecho del cazador, éste acarició los muslos aun vestidos del ángel, apretando el paquete semiduro que se había formado en la entrepierna del moreno.

-¡Ah!- gimió Cas, y apretó los ojos. Dean supo lo que haría. Se alzó un poco para besarlo en el cuello, y mordió la oreja del ángel.

Para cuando rodaron en la cama los poderes de Castiel deshicieron el resto de ropa en ambos. La tibieza del cuerpo de Cas sobre su piel era diferente a la que Dean percibía en sus sueños; era real, palpitaba, era suave y áspera al mismo tiempo, húmeda y deliciosa.

Recuperó los labios del ángel una vez más, acariciándole el pecho, y la cintura.

Castiel se acomodó alineando sus erecciones y comenzó a mecerse con violencia contra las caderas de Dean. El espaldar de la cama golpeteaba contra la pared de madera, pero no importó. Castiel mordió su labio, y enarcó la espalda, cuando Dean deslizó una mano hacia sus omóplatos.

Antes de que el ángel se diese cuenta, Dean palpó el suave nacimiento de sus alas. Cas se detuvo, y Dean lo miró atento, temiendo hacerle daño. Movió un poco los dedos por el hueso cubierto de plumón negro, y acarició las plumas. Castiel abrió los ojos de par en par, abriendo los labios pero sin dejar escapar el gemido.

Dean sonrió, y acarició la otra ala. Castiel respiraba agitado, su pecho y rostro enrojecidos, Dean volvió al nacimiento de las alas, y estas se agitaron repiqueteando contra la ventana. Apretó en el centro, donde era tibio y más suave que las mismas nubes.

Castiel dejó de acariciar su pecho, y se cubrió la boca con ambas manos. Dean apretó la erección del ángel con otra mano, y bombeó despacio.

-Cas, Cas… ¿Qué quieres que haga? – preguntó. Castiel era incapaz de hacer otra cosa que no fuera temblar y agitar las alas. Dean apretó en el nacimiento de estás, y Castiel arrojó la cabeza hacia atrás. –Cas, háblame, por favor.

El ángel respiró varias veces, tratando de concentrarse.

-No…¡Ah! No lo sé, Dean. Yo nunca he hecho esto, no sé lo que me estás haciendo…pero- Dean apretó otra vez las alas y giró su muñeca en la punta del miembro de Cas- ¡AH, DEEEAAN!- bramó el ángel, clavando las uñas en el pecho del cazador.

-Está bien, mi ángel- susurró Dean, con la tristeza de tener que perderlo, mezclándose con la fascinación de verlo así, sudoroso, ruborizado, jadeando, gimiendo su nombre, sobando su trasero contra la dureza palpitante y húmeda de Dean. – Haré que jamás me olvides.- añadió, preguntándose por qué no había hecho eso antes, y sintiéndose un idiota por esperar tanto.

Dean apartó la mano de las alas de Castiel, y la dirigió al rostro del ángel. Acarició la piel rasposa por la barba colocando dos de sus dedos en los labios del ángel. Lo miró a los ojos, esos océanos azules, y Cas empezó a chuparlos. Con la otra mano sujetó firmemente las caderas de Cas para que dejase de intentar autopenetrarse.

-Shh, tranquilo, nene, esto te va a molestar un rato- musitó Dean besándole el pecho, mordiendo sus pezones duros, y finalmente uniendo sus bocas.

Cas crispó las alas cuando el primer dedo de Dean se deslizó en su entrada.

-Dean…Dean- jadeaba como si fuese una plegaria. El dedo de Dean se movía en su interior, y aunque no era placentero tampoco se sentía incómodo.

Dean soltó las caderas de Cas y deslizó su mano hasta las alas. Volvió a acariciarlas, con parsimonia, mientras movía el dedo en la estreches del ángel una y otra vez arqueando un poco los nudillos en búsqueda de un bulto allí dentro. Apretó el nacimiento de las alas de Cas, y agregó otro dedo, dilatándolo.

-¡Oh, Dean!- gimió Castiel, con ambos brazos a los costados de la cabeza de Dean, sus bocas casi unidas, y su cuerpo recostado sobre el rubio.

El tercer dedo llegó hasta el fondo, y rozó ese algo en el interior de Cas al mismo tiempo en que la mano en sus alas presionaba el centro de éstas. Castiel dio un respingo, arqueó la espalda, y gritó.

-¡Oh, sí DEAAn, joder! ¡Sí!-.

Dean sonrió ante la palabrota de Castiel, y volvió a realizar ese movimiento. Sus dedos sincronizados con su mano en las alas negras del ángel.

Las manos de Castiel apretaron las sábanas a los costados de la cabeza del rubio, su amplia mandíbula tembló, y apretó los dientes; su cuerpo entero se estremeció, sus alas se erizaron, y su polla se agitó entre su cuerpo y el de Dean. Viendo estrellas en el techo se corrió con violencia.

El apretón de su entrada alrededor de los dedos del cazador hizo que este ya no lo resistiera más.

-¡CAS!-jadeó, retirando los dedos de esa apretada entrada y alineada su erección.

Castiel respiraba agitado tendido sobre Dean con piernas temblorosas, removiéndose, y jadeando. El cazador lo abrazó, recorriendo ambas manos las alas negras. Le besó el cuello, y después la boca, con una lenta devoción, esperando que se recuperase un poco.

-Te amo, Cas- susurró, elevando un poco las caderas, y penetrando los primeros centímetros en el interior del ángel. -¡Ah, Cas! ¡Mmm, joder!- gruñó empujando con una sola estocada hasta el fondo.

Castiel murmuró algo ininteligible, escondiendo su cabeza en el cuello de Dean, y mordiendo la piel del rubio quién se mantuvo quieto, acariciando las alas temblorosas del ángel. Movió un poco sus caderas.

-¡Dean…- las movió otro poco-…no, espera! Duele…-pidió Cas.

Dean entendió, y se detuvo. Lo besó, apoyando su espalda en la cama, y rodeando a Cas por la cintura con las manos cruzadas sobre el nacimiento de sus alas. Lamió su cuello y sus hombros, mordió sus pezones y paseó la lengua sinuosamente por el ombligo del ángel. Deslizó la manos desde las alas hasta las nalgas de Cas y se movió una vez.

El ángel se tensó, pero no emitió ningún quejido. Dean se movió otra vez, sujetando las caderas de Cas. Lo penetró lento y masturbó la nueva erección del ángel. Su otra mano fue de vuelta a las alas y presionó en su nacimiento al mismo tiempo en que la punta de su polla rozaba la próstata del ángel.

-¡Dean, ah, sí, Dean!- gritó de improviso Castiel, sus manos impactando con violencia en el espaldar de la cama. Como poseído por otra fuerza más allá de la celestial empezó a mecerse sobre la polla de Dean.

-¡Oh, Cas! ¡Demonios!- gruñó Dean, apretando las alas azabaches, y sincronizando sus embestidas con el movimiento de las caderas de Cas.

Cada penetración tocaba a Cas en ese punto tan sensible, y su polla se agitaba, y sus alas se abrían y cerraban temblando, porque también los dedos de Dean acariciaban ese lugar sensible en medio de los omóplatos del ángel. Sus gemidos, sus cuerpos sudados, y el chocar de las nalgas de Castiel con las caderas de Dean, resonaban al compás marcado por el espaldar chocando contra la pared.

Ascendieron a una nube alta, y desde allí descendieron en picada. Dean mordió los labios de Castiel saboreando una gota de sangre, mientras sus penetraciones se volvían frenéticas. Castiel clavó las uñas en la pared, gimiendo incoherencias como:

-¡Ah, Dean… más…sigue…sí! Espera… van a…escucharnos…sigue, no te detengas ¡Justo ahí, Dean, sí, así sigue así!-

Castiel se corrió por segunda vez esa noche, y sus alas golpearon la ventana resquebrajándola. Dean apretado por los espasmos del interior de Castiel, apenas pudo clavar los dedos en las plumas de sus alas, y embestir un par de veces más. Se corrió llenándolo de su semilla, y arqueando la espalda en el colchón.

Recuperaron el aliento paseando perezosamente las manos en el cuerpo del otro. Castiel lo besó desesperado, y retrajo las alas. El beso subió de tono en poco tiempo. Y ya sin las alas en el camino, Dean estampó a Cas sobre el colchón, colándose entre sus piernas. Los gemidos volvieron, y el golpeteo del espaldar contra la pared armonizó el segundo encuentro de sus cuerpos esa noche. Cas sintió a Dean en su interior, y lo envolvió con las piernas deseando que jamás se fuera; Dean percibió a Cas alrededor suyo, y solo pudo gemir como si estuviese por perder la cordura.

Entre jadeos y embestidas cargadas de placer Dean dijo:

-¡Ah, nene… ah, Cas, no me olvides, no te olvides de mí, amor!-.

-No lo haré, Dean, ah, mmm… nunca te olvidaré.- respondió Cas, primero acariciando la marca de su mano en el hombro del cazador para después hundir sus dedos clavando las uñas en las espalda del rubio dejando profundos surcos. –Nunca- prometió, porque quizá era la última noche que se verían.

Continuará….

..

Es mi primer intento de escribir Destiel así que toda sugerencia, opinión, y tomatazo, es bien recibida en los REVIEWS.

Xoxo

Gracias por leer.