|
Maboroshi No Kaze - Una historia
de Rurouni Kenshin
Por Karura Varyin
Disclaimer: Lamentablemente Enishi-sama y los demás
personajes de Rurouni Kenshin no me pertenecen - si lo hicieran no necesitaría
escribir fanfics - Todos ellos son obra del genial Watsuki-sensei!!
Advertencias: Puede haber
spoilers para el arco argumental del Jinchuu en el Manga de Rurouni Kenshin,
así que si no quieres enterarte de cosas que aún no conozcas,
no sigas leyendo
Notas de Autor: Este fanfic está situado en un arco argumental
alternativo en el que Kenshin Himura es asesinado pocos años después
de haberse casado con Kaoru Kamiya. Por lo tanto, si alguno ha visto Seishou
Hen, puede olvidarse de todo lo que pasa en el OVA pues esta historia
está situada bastantes años antes.
Con respecto al formato, se usa la forma inglesa para señalar los
diálogos, por tanto los encontraréis entre " "
Capítulo 000 (Prólogo) - Descanse
en Paz.
Hacía casi ya un año.
Casi un año desde que se quedara sola con un hijo pequeño
a su cargo.
Casi un año desde que el pasado que había creído
ya enterrado había vuelto a irrumpir en sus vidas y se había
cobrado sus deudas en sangre.
Casi un año desde que su amado esposo había muerto.
Himura Kaoru miró tristemente la lápida que se alzaba en
el suelo frente a ella, bañada por la luz anaranjada del atardecer,
y se arrodilló en la verde hierba para poder pasar sus dedos sobre
la inscripción: ' Himura Kenshin, tu espíritu era
tu fuerza y tu corazón tu guía '. La joven morena
trazó lentamente con las yemas de sus dedos los caracteres grabados
en la fría piedra mientras una lágrima se deslizaba por
su mejilla.
Le echaba tanto de menos.
Cerró los ojos azules haciendo que más lágrimas fluyeran
y se permitió recordar la amable sonrisa de su marido, su expresión
de azoramiento cuando sus amigos le gastaban bromas, el rostro radiante
de felicidad cuando ella le había dicho que iban a tener un hijo...
En un instante Kaoru revivió todas aquellas pequeñas cosas
que le habían hecho querer tanto al vagabundo que un día
había recogido en su dojo.
A través de las lágrimas Kaoru sonrió tristemente
y abrió los ojos para volver a mirar la lápida. Kenshin
siempre había estado atormentado por los fantasmas de su pasado
como Hitokiri, haciendo que incluso en los momentos de mayor dicha una
sombra de tristeza fuera aún visible en las profundas pupilas violetas
del antiguo asesino. Y había sido uno de esos fantasmas el que
había dado con él y terminado con su vida.
La joven se incorporó y con un breve gesto se limpió las
lágrimas de las mejillas. Permaneció solemnemente frente
a la tumba y perdió su mirada en el infinito.
Habían sido tan ingénuos.
La tranquilidad que se había instaurado en su vida común
tras su boda les había hecho confiarse. Habían querido creer
que por fin habían dejado atrás a los asesinos sedientos
de sangre y las venganzas y se habían dejado envolver por un sentimiento
de falsa seguridad. Ahora Kaoru comprendía que Kenshin nunca podría
haber sido libre de su pasado. Había demasiada muerte, demasiada
sangre y sufrimiento como para que toda aquella época de violencia
quedara enterrada tan facilmente. Y al final había logrado alcanzarle,
ya debilitado por el uso de devastadoras técnicas de lucha, y acabar
con él en un oscuro callejón de Tokyo.
Kaoru nunca supo el nombre de quien había acabado con la vida de
Kenshin. Un ser sin rostro ni identidad que se había llevado al
único hombre al que había amado en toda su vida. Un ser
hacia el que tan sólo podía dirigir su amargura y rabia.
La joven morena parpadeó y volvió a enfocar su mirada, abstrayéndose
de los oscuros pensamientos que de cuando en cuando la embargaban. Tras
la muerte de Kenshin había tenido momentos en los cuales su único
deseo no había sido otro que el de poder acompañarle en
su camino al otro mundo, pero nunca había sucumbido a esa angustia
autodestructiva por el bien de su pequeño hijo, Kenji. Kaoru había
tomado las riendas de su vida con una determinación que había
sorprendido a muchos de los que la rodeaban, y había intentado
rehacer su existencia en la medida de lo posible, para asegurar que a
su hijo no le faltara nunca una madre que se preocupara por él.
"Anata, te echo de menos"
Llevaba un año pronunciando la misma frase a la misma piedra inerte
de su tumba. Y de corazón esperaba que estuviera donde estuviera,
él supiera lo mucho que le hacía falta en su vida y cuanto
le extrañaba.
"Aishiteru, Kenshin"
Durante unos momentos más, Himura Kaoru contempló con expresión
triste la lápida bajo la cual yacía el cuerpo de su marido,
pero ya no se permitió más lágrimas. Debía
ser fuerte, por ella misma y por Kenji, y dejarse llevar por el llanto
solo ahondaría más y más su pena hasta amenazar con
ahogarla. Decidió que era hora de regresar. Tendría que
pasar por el Akebeko para recoger a Kenji, que se había quedado
al cuidado de Tae-san, y luego debía hacer algunas compras para
la despensa. Centrada en sus pensamientos, Kaoru se giró para alejarse
de la tumba y frenó en seco al ver a un hombre que se hayaba contemplándola
unos metros más allá.
Durante un instante miró al recién llegado mientras un asfixiante
sensación de familiaridad la asaltaba. Ella conocía a ese
hombre...La joven morena no pudo evitar que un nombre que no había
esperado oir jamás -y mucho menos pronunciar- dejara sus labios
en apenas un susurro.
"Yukishiro Enishi..."
Allí, de pie junto la lápida de una tumba cercana, se hallaba
el hermano de la primera mujer de Kenshin, otro de los fantasmas del pasado
del Hitokiri Battousai. Pero este era uno al que Kenshin había
conseguido sobrevivir.
Kaoru entrecerró los ojos y estudió recelosa al alto hombre
que una vez había sido su captor. Lo primero que atrajo su atención
fue el cabello, corto, ya no blanco sino de un color intensamente negro.
Le daba un aire menos amenazador que el aspecto albino que había
lucido cuando había intentado obtener su Jinchuu. La ropa también
era diferente. Atrás habían quedado los extravagantes ropajes
chinos y las lentes oscuras que había llevado en aquella época.
El Enishi que estaba ahora ante ella vestía un simple gi y hakama
ambos en diferentes tonos de azul. Pero la mayor diferencia radicaba en
su expresión. Ya no era atormentada o insana. Lucía una
calma fría que le decía a Kaoru que el hombre por fín
había vencido a sus demonios internos y había llegado a
un equilibrio interior. Y eso la alegraba en cierta forma. Todos merecían
una segunda oportunidad en la vida...
"Así que es cierto"
La voz era tal como ella la recordaba: profunda y bien modulada, sin inflexiones
y sin ningún tipo de acento, una brisa fría en un día
de invierno. Kaoru miró directamente a los ojos azules de Enishi
y asintió con la cabeza a su afirmación. Era dolorosamente
consciente de a lo que él se refería.
"Himura Battousai finalmente muerto..."
Con movimientos fluidos y elegantes, Yukishiro Enishi se dirigió
hacia la lápida, pasando junto a Kaoru, y se detuvo para examinar
la tumba detenidamente. Kaoru lanzó una mirada de reojo al hombre
junto a ella y vio como un sin fin de emociones a las que no podía
poner nombre cruzaban su serio rostro.
"Había oído rumores, pero no quería creer que
era cierto hasta que viera su tumba." La voz de Enishi tenía
una cualidad monótona al pronunciar las palabras. "Por fin
se ha hecho justicia"
Kaoru se volvió totalmente hacia él, con los ojos muy abiertos
al oír su declaración.
"Creí que habías dejado eso atrás, Yukishiro-san."
Enishi se giró lo suficiente para mirarla y clavó sus fríos
ojos azules en ella.
"A pesar de todo el bien que hubiera podido hacer, de lo mucho que
pudiera haber amado a Tomoe y de que mi hermana muriera protegiéndole
por su propia voluntad, eso no cambia el hecho de que él fue el
que la mató. Eso nunca lo he olvidado"
Durante unos instantes, el hombre y la mujer frente a la tumba se miraron
en silencio. Kaoru podía comprender el dolor que había padecido
Enishi tras la muerte de su hermana. Cierto que no aprobaba los métodos
que había intentado usar para canalizar ese dolor y obtener su
venganza, pero sí que podía entender que le había
impulsado a ello. Era muy duro escuchar tan directamente la satisfacción
de otra persona ante la muerte de su esposo, pero a un nivel básico
podía comprenderlo. Aquel hombre había tenido a Kenshin
como personificación de todo lo malo ocurrido en su vida por demasiado
tiempo como para mantener una posición neutral ante su desaparición.
Kaoru se sobresaltó un poco cuando el hombre rompió el contacto
visual abruptamente para volver a fijar su atención en la lápida.
La joven le observó con calma, comprendiendo la importancia que
aquella tumba tenía para Enishi. Reprensentaba la desaparición
de su último fantasma, de su último demonio interno. La
manera en la que la calma se había instalado en el rostro de aquel
hombre que ella había conocido como un lunático la sorprendía.
Aún podía recordar perfectamente el tiempo que había
pasado prisionera en su isla y como aquella mirada y actitud insensibles
siempre habían causado una sensación de intranquilidad en
ella. A pesar de que había comprendido por sus acciones que nunca
sería capaz de dañarla, al principio de su cautiverio le
había considerado un monstruo. ¿Cómo podía
una persona disfrutar tanto haciendo sufrir a otra si serlo?
Pero había estado equivocada. Eso lo había comprendido cuando
había descubierto como las facciones de captor se suavizaban en
los momentos de delirio en los que su hermana se le aparecía. Y
aquello la había afectado profundamente. El hallazgo de que aquel
maníaco sediento de sangre poseía otro rostro, muy similar
al de un niño abandonado y privado de afecto, había cambiado
su actitud hacia él. También había cambiado su visión
del mundo, ya no más constituído por negros y blancos, sino
por una gama completa de grises.
"Kaoru-san." La voz del hombre la sacó de sus pensamientos.
Sorprendida le miró y se encontró con sus ojos azules nuevamente
clavados en ella. "No lamento decir estas palabras, aunque se que
te estarán haciendo daño. Pero es lo que siento, lo que
he sentido desde el día en que mi hermana murió ante mis
ojos con una herida de su espada en la espalda. Ese hombre había
cometido demasiados crímenes para merecer vivir una vida en paz
y armonía..."
Kaoru sintió un súbito acceso de rabia nacer en su interior.
Aquellas palabras no sólo cuestionaban el derecho de su marido,
si no el suyo propio. Si Kenshin no merecía ser feliz, ¿entonces
ella tampoco?
"¿Y que hay de tí, Yukishiro-san? ¿Tan diferentes
son tus crímenes de los de él?" El enfado hacía
que la voz de la muchacha se alzara cada vez más sobre el silencio
del camposanto.
"Nunca he dicho que yo mereciera esas cosas, Kaoru-san, ni mucho
menos." La respuesta fue pausada y con ese tono monótono en
el que el hombre era un maestro. "Pero tampoco me torturaré
el resto de mi vida por aquello que ya no puedo cambiar."
Las palabras le llegaron profundamente a Kaoru. Eran a la vez similares
y opuestas a las de Kenshin: Ambos habían asesinado aunque sus
motivos fueran distintos, y a la hora de hacer frente al presente ambos
se consideraban indignos de una segunda oportunidad. Pero la diferencia
radicaba en que Kenshin había volcado sus esfuerzos en la búsqueda
de una expíacion de sus faltas que aplacara su consciencia, mientras
que Enishi había aceptado sus pecados y los había dejado
atrás.
Kaoru le miró con los ojos muy abiertos, y se odió a sí
misma cuando sintió una lágrima rodar por su mejilla. No
soportaba que otros vieran su debilidad, y mucho menos el hombre que tenía
enfrente.
"Kaoru-san, no quería insultarte con mis palabras. Lo que
yo piense de Battousai no se relaciona contigo." Durante un instante
Kaoru hubiera jurado que había en su voz una traza de dulzura,
pero si alguna vez estuvo allí sólo duró eso, un
instante. "Pero lo que si sé, es que viviendo a su lado nunca
hubieras sido completamente feliz. Él no lo hubiera permitido."
Kaoru estaba presta a responder a la acusación pero Enishi alzó
una mano para hacerla callar.
"Eres una persona generosa y buena, Kaoru-san, y basas gran parte
de tu felicidad en la de aquellos que te rodean. Himura no se consideraba
digno de ser feliz, y eso tarde o temprano, te habría afectado
también a tí." Enishi se detuvo un instante, como buscando
las palabras correctas. "Battousai te quería, fui testigo
de ello, pero no se quería lo suficiente a sí mismo como
para hacer feliz a otra persona. Tarde o temprano su sentimiento de culpa
le habría alejado de tí."
Ella le miró durante un largo instante, sabedora de que sus palabras
portaban una verdad que se había estado negando a sí misma
durante mucho tiempo. Desde poco después de su matrimonio con Kenshin,
siempre había estado presente como una sombra que empañaba
su idílica vida. Y Kaoru siempre había tenido que luchar
contra su propias inseguridades, que inmisericordemente le surruraban
que algún día ella no sería suficiente para retenerle
y que él volvería a marcharse.
"Quizás estés en lo cierto, Yukishiro-san. Pero yo
habría hecho lo imposible para que las cosas hubieran funcionado."
La admisión no había sido tan dolorosa como ella hubiera
esperado.
"Sí, Kaoru-san, lu hubieras hecho." La voz monótona
del hombre tenía un toque de tristeza.
Durante unos momentos simplemente se miraron en silencio, compartiendo
esa sabiduría que sólo poseen los que han sufrido profundamente
en la vida. Tristemente, Kaoru dedicó una última mirada
a la tumba de su marido y luego alzó la vista hacia el cielo, que
iba perdiendo los ardientes colores del atardecer y dejaba paso a la penumbra
de las primeras horas de la noche.
"Ah, es muy tarde." La voz de la joven tenía un tono
cansado. "Yukishiro-san, me alegro de que estés bien. Espero
que todo te vaya bien." Kaoru hizo una respetuosa inclinación
de cabeza y se dispuso a pasar junto al hombre para salir del cementerio.
Una mano en el brazo la detuvo.
"Kaoru-san, si me lo permites te acompañaré un rato.
Yo también debo regresar, y además no es aconsejable que
una mujer sola se adentre en la ciudad una vez anochecido"
Kaoru le miró con lo ojos muy abiertos por la sorpresa. Enishi
siendo amable no era algo a lo que estuviera acostumbrada. Su primer impulso
fue el de desconfiar de la oferta, pero tras pensarlo un momento decidió
aceptarla. Había dejado su bokken en el dojo con lo que sus posibilidades
de defenderse ante un encuentro no deseado eran considerablemente más
bajas de lo normal. Con un acompañante masculino sería muy
complicado que algún malintencionado decidiera molestarla.
"Gracias Yukishiro-san, eres muy amable" La mujer hizo otra
inclinación de cabeza. "Tokyo no es la más segura de
las ciudades..."
El hombre se limitó a asentir mudamente y comenzó a caminar
hacia la salida del pequeño cementerio con Kaoru a su lado. Ambos
caminaron por las calles de Tokyo en un incómodo silencio. A Kaoru
no le gustaban ese tipo de situaciones, pero tampoco se le ocurría
nada que pudiera preguntarle al hombre junto sin parecer impertinente.
Su paradero en los últimos años podría ser un tema
adecuado, pero tenía la impresión de que Enishi preferiría
no tener que hablar de ello. Al fin y al cabo no era realmente de su incumbencia.
La joven morena arriesgó una mirada a su acompañante y de
repente se volvió a fijar en algo que había estado llamándole
la atención desde que se encontrara con él en el cementerio.
Se detuvo un instante para preguntarle.
"Ah, Yukishiro-san... No quiero ser indiscreta, pero..." Kaoru
titubeó un instante cuando los ojos azules de Enishi se clavaron
en ella con expresión interrogante. "Pero desde que nos encontramos
no he podido evitar preguntarme... ¿Cómo es que tu pelo
es negro ahora?"
Enishi la miró unos segundos antes de apartar la vista y ofrecerle
una respuesta.
"Es tinte."
Por un instante Kaoru creyó que esa sería toda la explicación
que iba a recibir, y resignada volvió a retomar su camino. Se detuvo
de nuevo al escuchar la voz de Enishi continuar.
"La policía aún me busca, y mi color de pelo es demasiado
llamativo. Así que me lo teñí."
La joven asintió silenciosamente, reprimiéndose mentalmente
por no haber pensado en esa explicación con anterioridad. Conociendo
la férrea tenacidad de Saitoh Hajime cuando de su deber -o una
venganza- se tratabe, era muy probable que el oficial de policía
aún siguiera interesado en encontrar al antiguo líder de
la mafia china. Y a pesar de ello Enishi se había arriesgado en
volver a Tokyo sólo para cercionarse de que Kenshin estaba muerto.
Tanta era su necesidad de poder enterrar el resentimiento que había
albergado durante tantos años...
"Kaoru-san" Kaoru se giró para mirar al hombre junto
a ella. "Nuestros caminos se separan aquí. No creo que tengas
problemas para llegar hasta tu casa a salvo. Esta parte de la ciudad es
bastante tranquila."
"Gracias por acompañarme, Yukishiro-san." La mujer hizo
una inclinación de cabeza respetuosa.
Enishi se limitó a devolver la cortesía y luego se alejó
caminando tranquilamente mientras Kaoru le observaba fundirse con el resto
de los caminantes hasta desaparecer de la vista. Durante unos instantes
Kaoru miró pensativa hacia donde Enishi se había dirigido,
pero rápidamente recordó que otros asuntos más importantes
requerían su atención y no tenía tiempo de analizar
lo que había pasado esa tarde. Con pasos pequeños pero rápidos,
la joven se dirigió hacia el Akabeko a recoger a su hijo con la
esperanza de que no hubiera causado ningún problema a Tae-san mientras
apartaba de su mente el extraño encuentro con aquel hombre de su
pasado.
|