Disclaimer: Hetalia no me pertenece.
Lovino sabía que su abuelo no aceptaba su forma de ser y se lo demostraba cada vez que le comparaba con su hermano. Apenas iba a cumplir los diecisiete y ya se podía decir que tenía una vida de mierda, un padre muerto y una madre ausente, un abuelo que solo ve lo que él quiere y un hermano menor ''Perfecto''.
El italiano se sentía como un extraño entre su propia familia, un invitado indeseado y un error. Se despreciaba a sí mismo, culpándose por no poder ser como su hermano y cumplir con las expectativas de su abuelo, para no tener que volver a ver esa mirada decepcionada en su rostro de nuevo.
Su padre fue el único que le demostró lo orgulloso que estaba de él, pensar en eso hacía que sus ojos se cristalizaran al recordar que ya no podría sentir aquella calidez que le provocaban sus abrazos y las dulces palabras que usaba para hacerle sentir mejor.
¿Por qué le dolía?, ¡¿Por qué?!, su garganta se oprimía y solo podía sentir sus lágrimas derramarse. El daño que se provocaron a Lovino y que ahora, el mismo Lovino se hacía así mismo, lo estaba destruyendo de a poco, pero el italiano solo se esforzaba en ser fuerte.
Quería dejar de ser blanco de las burlas en su escuela, de los golpes y ataques verbales. Pero eso era algo que no diría, no quería decirle a su abuelo, porque tenía miedo de que esté solo se riera en su cara de lo débil que era y de lo decepcionado que estaba de que no se defendiera ''Como un hombre''.
No quería ser un estorbo en la vida de nadie, mucho menos en la de su familia. No quería que sus brazos sangraran más, pero era lo único que podía hacer ¿No?, dañarse para sentirse mejor.
