Disclaimer: Todos los personajes y el universo de Harry Potter le pertenecen a Rowling, yo solo juego con su magia.

Resumen: Si le hubieran preguntado, seguramente Hermione habría respondido de todo, cualquier cosa, menos «sí». Pero aquel año cambió algo más que el devenir del mundo mágico. Fred y Hermione se descubren poco a poco. Y es que cuando hay magia de por medio, poco puede hacerse para que desaparezca. | Fic canonizado entre escenas del quinto libro.

(Saluditos y excusas: Llevo siglos desconectada de Fanfiction, pero se ve que la inspiración encuentra su camino hasta mí cuando más tengo que estudiar y aquí estoy, con un proyecto de 10.000 palabras escritas en un par de días. También he avanzado con Cambio de Planes, así que no temáis, que ese es mi primer fic y se terminará aunque sea desde el geriátrico.)

Explicación del fic IMPORTANTE: ¿Qué quiere decir eso de "canonizado entre escenas del quinto libro"? Pues que he hecho trabajo de investigación y, a raíz de un post en tumblr, en mi relectura de La Orden del Fenix fui señalando todas las escenas que tenían Fred y Hermione. Y básicamente he leído entre líneas. He usado lo que ya existe, lo que Rowling escribió, para dar pie a una historia entre Fred y Hermione que, si bien es pura invención mía, pretendo que tenga sentido. Por esto, todos los fragmentos que veáis en cursiva y en negrita están extraídos directamente del libro. Esto es una primera parte, iré subiendo más, y si gusta, quizás haga lo mismo con el sexto y el séptimo, quién sabe :)

Espero que os guste y... ¡Nos vemos al final!


Si le hubieran preguntado, seguramente Hermione habría respondido de todo: «Ya claro, ¡qué gracioso!»; «Por Merlín, ¡no!»; «Tiene que ser una de sus bromas»; «Es el hermano de Ron»; «Es incapaz de tomarse nada en serio»; «Ni lo plantees»; «Disfruta mostrando su inmadurez»...

Habría respondido de todo, cualquier cosa.

Menos «sí».

Sin embargo aquel año cambió algo más que el devenir del mundo mágico: se alteró por completo su perspectiva de las cosas, y de alguna persona en particular.

Con el regreso de Voldemort a escena, consideraron oportuno refugiarse en Grimmauld Place la mayor parte del verano. Sus padres lo habían entendido, y durante el tiempo que convivió con los Weasley y el resto de la Orden —casi dos meses—, les escribió cada semana y fue a visitarles un par de veces. Ginny y ella se habían hecho aún más cercanas al estar juntas casi las veinticuatro horas del día, así como con Ron, dado que la ausencia de Harry los preocupaba a ambos de la misma forma. Pero sobre todo había tenido la oportunidad de pasar más rato y conocer menos superficialmente a los gemelos.

Las discusiones no se habían hecho de rogar. Cuando dos personalidades tan opuestas eran obligadas a coexistir tan cerca la una de la otra, durante tanto tiempo, solo podían crear un caos. Fred era quien más se lo tomaba como algo personal. Aunque Hermione le caía bastante bien, en alguna ocasión le había sugerido una visita al herbolario del Callejón Diagón, ya que ellos conocían a un tipo que le daría algo «para ayudar a olvidarte un rato de todos tus problemas y responsabilidades». A lo que ella había replicado que «no, gracias» porque ya tenían a «suficientes personajes irresponsables merodeando por la casa» y alguien debía «conservar la cabeza». Respondía muy digna, con la barbilla en alto, pero siempre ocultaba una sonrisa.

Era lo que tenían Fred y George. Podían armar un lío impresionante, podías querer echarles el sermón de tu vida y castigarles «¡hasta que el Ministerio recupere la cordura!», pero siempre, SIEMPRE, lograban provocarte una sonrisa. Incluso aunque intentaras morderte las comisuras por dentro para disimularla. Hermione había descubierto esa habilidad suya tan particular, pero conseguía ser cada vez más inmune. Sin embargo, el hecho de que Fred siempre llevara la contienda a un terreno más personal, por algún motivo, dificultaba la tarea.

Cuando los nombraron prefectos a ella y a Ron, supo que en algún momento de aquel curso que avecinaba iban a acabar muy mal. Porque ellos iban a ser los de siempre y ella iba a tener que imponerse, cómo no, sin el apoyo de Ron.

Porque... ¿Quién no apoyaba a los gemelos Weasley?

Tan solo dos semanas después de empezar el curso se evidenció la inminente llegada de aquel caos total. Un par de días atrás, Hermione había encontrado en el tablón de Gryffindor un anuncio que invitaba a los más atrevidos a contribuir al desarrollo de sus experimentos. Ella los había encarado, pero cuando aquella noche llegó a la sala común y se encontró con alumnos de primero sirviendo como cobayas, supo que habían cruzado LA línea.

Excelente—escuchó que decía Fred. Hermione se acercó a él con paso decidido.

¡De excelente nada! —exclamó, al tiempo que le arrebataba la bolsa de bombones que sostenía en sus manos.

Fred la miró mosqueado.

Claro que sí, ¿están vivos, no?

No podéis hacer eso—continuó. Él chasqueó la lengua—. ¿Y si alguno se pusiera enfermo de verdad?

No se van a poner enfermos porque los hemos probado nosotros mismos —aclaró, tratando de tranquilizarla—. Esto lo hacemos para ver si todo el mundo reacciona igual.

Hermione no podía creerlo, ¿tan lejos llegaba su grado de irresponsabilidad? ¿Tanta seguridad tenían en sí mismos, que no eran conscientes del peligro que podían suponer aquellos experimentos?

Si no paráis voy a...

¿Castigarnos?insinuó Fred, con una mueca que decía «inténtalo y verás».

¿Ordenar que copiemos algo?intervino George con una sonrisa burlona.

Se escuchó un murmullo general y risas contenidas alrededor suyo, en la Sala Común. Hermione temblaba de rabia, pero una idea que conseguiría bajarles los humos se cruzó por su cabeza.

No —dijo, con un brillo perverso en la mirada—, pero voy a escribir a vuestra madre.

Los gemelos retrocedieron y el rostro de ambos adquirió una expresión de horror.

No serás capazreplicó George. Fred la miraba estupefacto, estaba claro que consideraba aquello un golpe bajo.

Ya lo creolo desafió Hermione sin acobardarse—. No puedo impedir que vosotros os comáis esas tonterías, pero no pienso permitir que se las deis a los de primero.

Ante la atónita mirada de ellos, alzó las cejas en una expresión que les retaba a ponerle a prueba, y le arrebató de las manos a Fred el resto de bombones. Acto seguido, se dio la vuelta, complacida por haber logrado el efecto deseado.

Las voces y la actividad de la Sala Común habían regresado a su ritmo normal, pero a ella le era imposible concentrarse en sus deberes después de aquel numerito. Sabía que no era la primera vez que se ganaba el seudónimo de «aguafiestas», ¿pero qué podía hacer, si Ron le dejaba todo el trabajo sucio a ella? Malhumorada, le echó en cara su actitud, y dejó un par de gorros que había tejido para los elfos escondidos al lado de la chimenea. Se despidió de Harry y de Ron toscamente, y subió a la Torre de las chicas.

Llevaba ya un rato tumbada en la cama con las cortinas cerradas, cuando el resto empezó a llegar a la habitación. No dijo nada y fingió estar dormida, pero lo cierto es que no había podido pegar ojo en todo el tiempo. Poco después apagaron las luces y, al cabo de un rato, cesó cualquier tipo de mumullo nocturno. Hermione continuó tratando de dormirse, pero sin éxito: se sentía demasiado frustrada. Pasó lo que parecieron dos horas, y en realidad era solo media, y Hermione creyó que así no llegaba a ningún lado, por lo que decidió bajarse a la Sala Común e intentar terminar sus deberes. Pensó que entonces sí podría disfrutar de algo de tranquilidad.

Pero conforme bajaba los escalones de la torre, divisió un tenue resplandor amarillo proveniente de la zona cercana a la ventana. Entrecerró los ojos ¿quién más permanecía despierto a aquellas horas?

Rodó los ojos.

Tenía que ser una broma.

—¿Qué haces aquí? —inquirió.

Fred, que se había quedado prácticamente dormido sobre una pila de pergaminos, levantó la mirada cuando escuchó su voz, sobresaltado.

Su voz sonó más ronca de lo normal, adormilada, cuando respondió.

—Nada —dijo, comenzando a recoger los papeles—. Estaba... —Pero Hermione se adelantó, e ignorando las protestas de Fred, se hizo con uno de ellos. Lo observó atentamente.

«En función de las pruebas recientes, tener en cuenta que es importante perfeccionar el lado reverso de los surtidos saltaclases, para que pueda frenarse en el momento exacto que se quiera la reacción por el primer mordisco. También sería aconsejable mejorar el sabor de...»

Ilusa, ¿había creído que eran apuntes?

—¿Seguís con esta tontería? —le espetó, alzando el pergamino.

Fred se puso muy serio. Hermione juraría que nunca antes había visto esa expresión en su rostro, que parecía esculpido para sonreír.

—No es ninguna tontería —replicó, y aunque estaba sentado, por un instante Hermione se sintió diminuta a su lado—, es nuestra forma de vida. Que la tuya sea arruinar los sueños y aguar las fiestas de los demás, no es asunto mío.

Ahí estaba otra vez: «aguafiestas». Le hervía la sangre.

—¿Crees que disfruto fastidiando a la gente, o que me gusta que se tenga semejante concepto sobre mí? —preguntó. Quizás fue el tono, profundamente dolido, o que a lo mejor realmente era eso lo que esperaba de ella, pero Fred suavizó la mirada y le contempló con atención—. Solo me preocupo porque haya algo de orden porque... ¡Por Merlín! Alguien tiene que hacerlo, y Dumbledore ha confiado en mí para esto.

—Dumbledore ha confiado en ti porque eres la bruja más responsable y aplicada de todo el colegio —le interrumpió—, pero no por ello tienes que hacerte cargo de todo. No sé, ayuda a los alumnos que se sientan más perdidos, oriéntales, y...

—¿Y qué se supone que debo hacer con aquellos que emplean como cobayas? —replicó, frustrada—, ¿dejar que los exploten porque creen que así serán más valientes, más Gryffindor?

Fred soltó un suspiro.

—No les pasará nada Hermione, esos productos están probados y perfeccionados por nosotros —aseguró—. Solo investigamos el mercado, de verdad. No tienes nada de que preocuparte.

Hermione le miró a los ojos un par de segundos, decidiendo si debía fiarse de él o no. La expresión de Fred estaba llena de sueños, proyectos, y risas, ¿y qué podía hacer contra eso?

Exhaló un gran suspiro y se dejó caer en el sofá, exhausta. Fred se dejó caer junto a ella, y le ofreció unas grajeas asegurando que estas eran normales.

—Me desesperáis, Fred —Vio de refilón como él sonreía, probablemente orgulloso, el muy condenado—, de verdad que sí.

—Por cierto —saltó de pronto—, ¿cómo has sabido que era yo?

Hermione forzó una carcajada.

—Os conozco desde hace cinco años y he pasado más de un verano conviviendo con vosotros —contestó—. Iría muy mal, si a estas alturas no pudiera reconoceros —Fred asintió, y Hermione le oyó murmurar algo como «Touché»—. Además —añadió—, tú eres más directo que George.

Permanecieron un par de minutos más contemplando el fuego de la chimenea, escuchando el chisporroteo de las cenizas: Hermione, combatiendo el insomnio; Fred, demasiado cansado para siquiera levantarse.

Fue él quien interrumpió, de pronto, el cómodo silencio que se había instaurado entre ambos.

—¿Quieres saber cómo funciona el doble reverso del surtido saltaclases?

Le explicó algunas de las técnicas que usaban para materializar los hechizos y guardarlos dentro de objetos, aunque obviamente no le desveló todos sus secretos. Ella le preguntaba, alentada tanto por su eterna curiosidad como por la pasión que brillaba en los ojos de Fred cuando hablaba de Sortilegios Weasley. Durante un buen rato, rieron, discutieron, y olvidaron sus respectivos problemas de sueño. Y al final de la noche, quedó clara una cosa.

Nunca podría confundir a los gemelos.

George le caía estupendamente, pero... Sencillamente, no era Fred. George destilaba la misma arrogancia que su gemelo, propia de aquel que se conoce a sí mismo, a sus capacidades y sus limitaciones; pero no llegaba a resultar tan descarada. Sus palabras no eran un gancho directo, ni empleaba aquel tono de su hermano que sonaba a desafío continuo. Destilaba pasión, pero Hermione nunca la había visto bailar en sus ojos, de la misma forma que ocurría con Fred en ese momento.

Cuando apenas quedaban un par de horas para el amanecer, Hermione le ayudó a terminar de recoger sus cosas de la mesa. Subieron juntos la Torre Común, aún discutiendo si...

—... No podríais usar esa inmensa capacidad vuestra para algo más grande —decía ella—. No sé, me da rabia.

—Esto es lo nuestro Hermione —rió Fred—. Pero te digo una cosa, es el año de los TIMOS, cuando menos lo espere aparecerás suplicándome que te regale un surtido saltaclases —advirtió. Hermione ya giraba hacia los dormitorios de las chicas y alzó las cejas, escéptica ante su comentario—. Y veremos quién ríe entonces.

¿Con Fred? Estaba claro que cualquiera.


Bueno, pues espero que os haya gustado mucho mucho mucho y pronto os traeré algunas escenas más que ya tengo escritas. Ya sabéis, halagos, sugerencias, tomatazos y otras hortalizas, o cualquier otro comentario son bienvenidos en la casilla de abajo. Podéis decirme si os gusta la idea de canonizar las escenas o no, lo que queráis. ¡Pasad buen fin de semana, personajillos!

(abrazos eléctricos.)