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El Señor de la Muerte

(capitulo1)

Harry había cumplido con su misión, había derrotado a Lord Voldemort al fin. Todo había terminado, no más torturas ni tormentos, el Señor de Las Tinieblas había caído y con él, toda su maldad y sin embargo, había todavía una pregunta rondándole su mente, algo que lo inquietaba y que necesitaba saber: ¿qué sucedería con los seguidores del innombrable ahora que él ya no estaba? ¿Seguirían con su tarea de exterminar a muggles y a los sangre impura o elegirían, por fin, seguir el camino correcto? Y además, necesitaba saber, si todavía le quedaba alguna tarea por hacer. Necesitaba preguntárselo todo al anciano retratado detrás del escritorio. Estaba a punto de hacerlo cuando se percató de sus amigos detrás de él (tan absorto en sus pensamientos, se había olvidado de su presencia), tal vez no fuera adecuado que sus amigos escucharan esa preguntas, ni tampoco las respuestas, no quería que se preocuparan en caso de que el profesor le dijera que los mortífagos seguirían atacando o que todavía le quedaba alguna tarea por hacer, ya habían tenido suficiente por el momento.

Volteó y se dirigió a sus amigos, aún sorprendidos por su decisión de no conservar la Varita de Saúco.

- Me gustaría quedarme un rato más- les dijo, eligiendo cuidadosamente sus palabras para no resultar grosero al pedirles que se marcharan.

Desde su retrato, Dumblendore lo miró con cara de intriga, se dio cuenta de que todavía había algo que lo preocupaba, pero no podía imaginar qué era ese algo.

- No hay problema Harry- le respondió Ron- Nos quedaremos todo el tiempo que necesites-

Harry había escogido mal las palabras, sus amigos no habían entendido el mensaje. Volvió a intentarlo, no quería ofenderlos, pero, por otro lado, sabía que entenderían.

- En realidad… preferiría estar… solo-

Observó a Ron, luego a Hermione. La mirada de su amiga reflejaba preocupación. L e preocupaba lo que fuere que pudiera estar pasando por la mente de su amigo, pero lo entendía, era lógico que después de todo lo que había tenido que enfrentar quisiera estar a solas con quien lo había ayudado y guiado a través de aquel desafío.

Por otro lado, el rostro de Ron dejaba escapar un dejo de ofensa. Le molestaba que después de todo lo que lo habían ayudado, después de todo lo que él y Hermione habían sufrido por él, no fuera capaz de permitirles quedarse con él, de participar en aquello que quisiera hablar con Dumblendore.

-Oh…- dijo, tratando de ocultar su ofensa y sonar normal.- Harry… no sé si...- Hermione lo interrumpió.

- No, Ron, vamos- tomó al chico por el hombro- Harry. Te esperaremos junto a la gárgola-.

- No, no se preocupen, vayan sin mí. Estaré bien.-.

Hermione abrió la boca para protestar, pero volvió a cerrarla, no iba a discutirle a su amigo, no esta vez.

- De a cuerdo, vamos Ron- Ron continuó inmóvil, parecía querer decir algo, pero no emitía palabra alguna. La chica lo tomó de la mano y lo arrastró hacia la puerta, la abrió y, antes de salir, le echó una última mirada a su amigo. Y entonces, se cerró la puerta, al tiempo que Harry podía oír a Ron protestando.

-¡No puedo creerlo…!-

Harry hizo caso omiso de las palabras de su amigo. Ya tendría tiempo de hablar con él. Ahora, había algo más urgente.

- ¿Qué es eso que tanto te preocupa, Harry? – oyó la voz del profesor a sus espaldas.

El muchacho volteó y lo observó y entonces caminó hacia el escritorio, lo rodeó y se sentó sobre él enfrentando al anciano.

- Profesor, es que… - ¿cómo decirlo? - mi deber era matar a Voldemort, ¿cierto?-.

- Sí, Harry, así es, y lo has hecho de verdad muy bien -.

- Pero, ahora que él esta muerto, ¿qué pasará con todos aquellos que lo apoyaban? -.

- Eso no puedo decírtelo Harry, nadie puede. Sólo de ellos depende elegir que harán con sus vidas-.

- Pero, si deciden seguir atacando, ¿quién los detendrá?-.

- Harry, estoy seguro de que toda la comunidad mágica se unirá para detener a quienes traten de destruirla, y al final, no les quedará opción que poner fin a sus tormentos. Ellos mismos se darán cuenta de la gravedad de sus actos y de que sin la protección de su Señor, son tan indefensos como cualquiera de ustedes -.

- Entonces, ¿ya no hay de qué preocuparse? -.

- Muchacho, siempre habrá de qué preocuparse, porque en la vida nunca se sabe qué vendrá a continuación. Sin embargo, puedo asegurarte que Lord Voldemort no regresará, se ha ido para siempre, y tu trabajo en el asunto ha concluido. Has sabido enfrentarlo con valor y sabiduría y debes saber que estoy plenamente orgulloso de eso -.

- Gracias, profesor -. Dijo Harry, algo aturdido por tanto halago.

Dumblendore sonrió y su sonrisa confortó a Harry. Era una sonrisa pura y sincera, una sonrisa auténtica.

- Profesor…-.

- ¿Si, Harry? -.

- ¿Sabe usted por qué cuando Voldemort me mató en el bosque, yo no morí?-.

- Sabía que lo preguntarías, pero también pensé que lo supondrías -.

- Bueno, cuando estaba inconsciente y me encontré con usted, usted dijo que era en parte por la protección de mi madre, que como Voldemort había tomado mi sangre, ya no funcionaba como antes, pero sigo sin entenderlo. Si la protección de mi madre ya no era suficiente para salvarme, ¿entonces qué lo hizo? Y si la parte del alma de Voldemort que se alojaba dentro de mí murió, ¿entonces por qué no morí yo también?-.

- Veo que aún no te has dado cuenta – Harry lo miró sin entender a qué se refería. Dumblendore prosiguió – En realidad son muchas las razones por las que pudiste haber sobrevivido, pero si tenemos en cuenta esas razones, como el que hayas dado tu vida sin siquiera oponer resistencia, entonces el alma de Voldemort también habría sobrevivido. Sin embargo hay una sola razón que hace que tú estés aquí con vida y Tom Riddle muerto. – Harry seguía sin entender – Harry, ¿es que no lo ves? ¡Tú eres el Señor de la Muerte! Las tres reliquias están en tu posesión. Tienes la capa, tienes la piedra, no con tigo, pero aún así te pertenece y tienes la Varita de Saúco, tú mismo se lo dijiste a Riddle, Draco Malfoy me la quitó a mí cuando me desarmó en la torre, pero cuando tú lo despojaste a él de su varita de espino, la Varita de Saúco también pasó a pertenecerte a ti, porque tú habías desarmado a su amo. Estando en posesión de las Reliquias, nadie puede destruirte, Harry -.

Harry estaba anonadado, ¿cómo no lo había pensado antes? ¿Cómo no se había dado cuenta?

- "El último enemigo que será derrotado es la muerte" - citó Harry de la frase en la tumba de sus padres.

- Así es muchacho -.

- Y usted lo sabía - la cabeza del chico maquinaba a toda velocidad – usted sabía que la única manera de que yo sobreviviera era consiguiendo las Reliquias, y me ayudó a encontrarlas, o mejor dicho, las trajo a mi -.

Permanecieron un momento en silencio durante el cual Harry recordó lo cansado que estaba. Ansiaba estar en su cama adoselada de cortinas escarlata, pero no todavía. Por las ventanas podía ver el sol brillando con un fulgor intenso y tiñendo el cielo de la mañana de rojo, rojo sangre, por toda la que había sido derramada aquella noche.

- Profesor – volvió a comenzar, apartando la mirada de las ventanas y dirigiéndola nuevamente al retrato frente a él. Algunos de los antiguos directores de Howarts dormían en sus marcos, otros se habían esfumado y el resto de los retratos escuchaban con una atención y curiosidad grotescamente indisimuladas.

- ¿Qué sucede Harry?-.

- Podré regresar siempre que lo desee, ¿verdad?-.

El profesor sonrió.

- Por supuesto muchacho, pero eso no dependerá de nosotros, sino de quien ocupe este despacho. Por otro lado, aún debes cursar tu último año en Howarts Harry, así que estoy seguro de que volveremos a encontrarnos el año próximo. Siempre estaré dispuesto a escucharte y a aconsejarte. Pero debes saber Harry, que yo no soy el verdadero Albus Dumblendore, soy sólo el reflejo de una pequeña parte de lo que alguna vez fui, y por eso, no siempre tendré una respuesta para ti. Solamente puedo expresar y trasmitir lo que ya estaba en mis conocimientos antes de morir o lo que ahora se me pide que haga o diga, y solo puedo sentir por algo o alguien lo que ya me hacía sentir en vida, pero no puedo pensar, ni razonar o experimentar sentimientos nuevos hacia algo, porque ahora soy sólo un retrato, sólo puedo recurrir a mis recuerdos, a mi memoria – se frenó un momento – Ahora vete a la cama muchacho, necesitas descansar-.

Harry asintió, se preguntó porque nunca se había preguntado cómo funcionaban en realidad las personas de los retratos. Harry le sonrió al profesor y sus ojos se humedecieron, pensó en todo lo que aquella figura le había enseñado, en lo que le había contado y en lo que no, y sintió una tremenda oleada de calor en su interior, "amor" le había dicho Dumblendore, "algo que nosotros tenemos y Voldemort no, y que tú tienes más que nadie".

Dumblendore lo observó y entonces recordó, aquel día en el número cuatro de Privet Drive, en que Hagrid había llegado montado en la moto de Sirius, trayéndolo a él en brazos. Él lo había tomado entre los suyos y había caminado hacía la puerta mientras lo observaba. Cabello negro azabache, ojos verdes iguales a los de su madre Lily y una cicatriz, un rayo dibujado en su frente, el único rastro, la única huella del maleficio asesino que Lord Voldemort, el mago más tenebroso de todos los tiempos había lanzado sobre él, apenas horas antes. Lo había depositado con extremo cuidado en la puerta de aquella casa, había dejado junto a él una carta, y había retrocedido al tiempo que le deseaba suerte al niño. Sabía que sufriría, era conciente de lo que más tarde tendría que enfrentar, y él lo ayudaría a conseguir el éxito en su empresa. Y ahora estaba allí y lo había hecho, lo había conseguido. Miró al hombre en se había convertido aquel dulce niño y se sintió orgulloso de él. Las lágrimas brotaron de sus ojos y no fue capaz de esconderlas, no quiso esconderlas.

El anciano se inclinó ante Harry en señal de veneración, y los retratos que aún los observaban lo imitaron.

Harry no sabía qué hacer o decir.

- Adiós Harry, nos veremos pronto muchacho- le dijo el profesor por cuyas mejillas algún caían tiernas lágrimas de emoción.

Harry le devolvió el saludo con un gesto de la cabeza y caminó hacia la puerta al tiempo que los profesores estallaban en aplausos. El chico sabía que lo merecía, pero no se sentía merecedor, tal vez era sólo cuestión de tiempo, aún había muchas heridas por sanar.