Diana había conseguido arrinconarla tras la larga pelea que habían comenzado hacía unas horas, Leona se encontraba exhausta, además de tener partes de su cuerpo herido debido a los golpes y cortadas que le había propinado la peliblanca, quién a pesar de estar igualmente herida, mostraba una firmeza en su rostro que le parecía anormal, no mostraba muestras de cansancio a diferencia de ella que tenía que apoyarse en la pared para poder reponer el aire que sentía que le hacía falta.
En un rápido movimiento, Diana, alzando su espada le arrebató la suya a Leona, alejándola de la campeona del sol. Se acercó y agarrándola del cuello alzó a la castaña, quién se repetía a si mismo que había llegado su fin. La señora de la Luna, se acercó a su oído:
- ¿Cómo voy a poder concederte una muerte digna, si ni siquiera eres capaz de aguantarme un enfrentamiento?- los ojos de Leona se mostraron sorprendidos ante aquellas palabras y aún más, cuando Diana seguidamente atrapó su boca en un duro y dominante beso.
No pudo reprimir el doloroso gemido que le provocó. Aquello era una locura, su enemiga le estaba mostrando que era más poderosa de la manera más inusual. Ella no quería... pero sus piernas dejaron de responderle y estaba apunto de desplomarse, pero uno de los fuertes brazos de la mujer la sujetaron y la pegaron a su cuerpo.
- ¿De verdad eres tan débil, Leona?- dijo mirándola a la cara, mientras mecía su cuerpo contra el de la campeona del sol.
Con un brillo hiriente en sus ojos, Leona la observó, sí en ese momento se estaba dando cuenta de que era débil, su cuerpo lo era y su mente comenzaba a sentirlo también.
- No... no contra tí.- dijo de la manera más convincente que pudo.
- Ya veo. -sentenció Diana con una pequeña sonrisa traviesa y arrogante- entonces tendremos que comprobarlo y no seré nada delicada... veremos cuanto me durarás en esta "batalla".
Terminando de decir eso, Diana le dio le vuelta a Leona, la tenía de espaldas. Apartó su cabello de la nuca y comenzó a besarla, mientras comenzo a masajear sus pechos por encima de su vestimenta destrozada. Leona pudo sentir como intentaban salirsele los gemidos... y se daba cuenta que mucho no tardarían. Pasado un rato, Diana se daba cuenta de como su íntima enemiga alzaba, poco a poco, por puro instinto su trasero, pegándolo a su pelvis, hecho que la satisfacía desmesuradamente, aunque no se lo mostrase. Una de sus manos abandonó sus pechos para acariciar y apretar aquellos firmes y bien proporcionados glúteos.
- Tu destrozada y brillante armadura comienza a molestarme, quitatela o tendré que terminar de arrancarla.- le susurró fríamente al oído, mientras aún pegada a ella la soltaba.
Después de que la respiración entrecortada de Leona se relajara, aún de espaldas a Diana, y con dudas... alargó sus brazos, hasta un pequeño y casi indistinguible cierre en la armadura, tras abrirla, se dio cuenta de que sus manos le temblaban, estaba nerviosa, muy nerviosa, estaba comenzando a racionalizar la situación en la que se encontraba.
- No... no puedo. Esto esta mal... eres mi enemiga, no dejaré que hagas conmigo lo que te plazca- encarando a Diana, al darse la vuelta.
- ¿Y que vas a hacer al respecto? - dijo Diana mientras con un rápido movimiento bajo parte de la armadura de Leona, exponiendo sus pechos. Pudo apreciar lo bellas que eran aquellas dos montañas. Dejando salir un profundo suspiro para calmar un poco sus ansias de poseerla.
- Me voy y si de verdad tienes algo de honor en ti me dejarás marchar.- dijo desafiándola a los ojos. No podía hacer más, ya que estaba indefensa sin su espada y sin su escudo, además de estar medio desnuda.
- Mi honor... deje de tener honor desde el día en que tu "noble" pueblo me sentenció a muerte por decir la verdad... desde el momento en que sentí el frío acero del verdugo en mi nunca, calculando la distancia para no fallar y también lo perdí desde el momento en que destrocé a espadazos sus débiles cuerpos y su sangre me salpicaba... - dijo fríamente, pero sin sentir rencor ni culpabilidad en su voz-... no, solecito...no me queda honor. Pero te dejaré marchar, por compasión, esta vez... la próxima, te mataré sin contemplaciones. - y por último, antes de marcharse, le susurró al oído- Bonitas tetas por cierto.- beso su mejilla fugazmente, se dio la vuelta y en abrir y cerrar de ojos desapareció de la vista de Leona.
Sus piernas pudieron entonces desplomarse, ¿se sentía aliviada de verdad? ¿que fue esa locura que acababa de pasar? A pesar de haberse ido Diana, no se sintió mejor, lo que la había hecho sentir... ¿sintió ella algo mientras la tenía a su merced? ¿O aquella fría e indiferente faceta suya de verdad era lo que tenía y sentía? Leona supo que para ella, no valía nada. Y en cambio, para Leona, ese fortuito encuentro había cambiado algo … o todo... su manera de ver a la hereje, y aún así, sentía miedo y vergüenza. Un ínfimo y desconocido sentimiento comenzó, con el tiempo, a crecer en su corazón... y ello nunca dejó de preocuparla.
Buenas, espero que os haya gustado esta mini historia :) es la primera que escribo de ésta pareja, así que no sean muy mal s conmigo. Espero sus opiniones al respecto. Y disculpen si he cometido alguna falta de ortografía.
Me he inspirado en la canción Labios Rotos del grupo mexicano Zoé (esta guapa la canción, os la recomiendo si no la habéis escuchado).
