Hola chicas bueno aqui les dejo esta historia.
Espero y les guste
LOS PERSONAJES NO ME PERTENECEN SON DE LA ENCANTADORA STEPHENIE MEYER, LA HISTORIA TAMPOCO ME PERTENECE SOLO LA ESTOY ADAPTANDO LA HISTORIA LE PERTENECE A CAROLINE ANDERSON.
Prologo.
-NO VOY a ir contigo.
Su voz invadió el silencio de la habitación y Edward se enderezo para mirarla.
-¿Qué? ¿Qué quieres decir con que no vas a venir conmigo? Llevas semanas trabajando en esto, ¿Qué tienes que hacer antes de marcharte? ¿Y de cuánto tiempo estás hablando? ¿De mañana? ¿Del miércoles? Necesito que estés allí, Bella, tenemos mucho que hacer.
Bella negó con la cabeza.
-No. Quiero decir que no voy a ir a Japón. ni hoy, ni la semana que viene, ni nunca. Ni tampoco a otro sitio.
No podía marcharse.
No podía empaquetar sus cosas y marcharse a Japón.
Edward volaría a Japón. Ella no. Ella no iría a ningún sitio. Otra vez no. Sería la enésima vez que lo hiciera durante el agitado tiempo que habían pasado juntos. No podía volver hacerlo.
El metió una camisa en la maleta y se volvió hacia ella con expresión incrédula.
-¿Lo dices en serio? ¿Te has vuelto loca?
-No nunca he estado más en serio. Estoy harta- le dijo-. No quiero hacerlo mas, estoy cansada de que me digas vamos, y lo único que yo te pregunte sea ¿A dónde?. Me dices que tienes que cambiarte de lugar y yo te ayudo a hacerlo…. En cualquier idioma, en cualquier país, en el sitio donde hayas decidió ir.
-Eres mi secretaria personal, ¡es tu trabajo!
-No, Edward. Soy tu esposa, y estoy cansada de que me trates como cualquier otro empleado. No permitiré que sigas haciéndolo.
El la miro un instante, se paso la mano por el cabello y miro el reloj antes de guardar otra camisa.
-Has elegido un mal momento para los problemas conyugales- se quejo el.
-No es un problema- dijo ella, tratando de mantener la calma- Es un hecho. No voy a ir, y no sé si estaré aquí cuando regreses. No puedo soportarlo más, y necesito tiempo para pensar que quiero hacer.
El arrugo la camisa entre las manos, pero a ella no le importo. No había sido ella quien la había planchado. Solían llevar la ropa a la lavandería. Ella estaba demasiado ocupada asegurándose de que todo funcionara correctamente.
-Diablos, Bella, haz elegido el peor momento.
Edward, tiro la camisa dentro de la maleta y se acerco a la ventana. Paso la mano sobre el cristal y contemplo el horizonte londinense.
-Sabes lo que esto significa para mí, sabes lo importante que es este contrato. ¿Por qué hoy?
-No lo sé- dijo ella- quizá haya llegado al límite. Estoy harta de no tener vida propia.
-¡Tenemos una vida en común!- se quejo él, y se acerco a ella- Una buena vida.
-No, siempre estamos trabajando.
-¡Y tenemos mucho éxito!
-En el ámbito laboral estoy de acuerdo. Pero eso no es vida- lo miro fijamente a los ojos, para demostrarle que no la intimidaba-. Nuestra vida personal no es un éxito porque no la tenemos Edward. No hemos ido a ver a tu familia en Navidad, hemos trabajado el día de año nuevo…… Por favor, ¡si vimos los fuegos artificiales desde la ventana del despacho!. ¿ Y sabias que hoy es el ultimo día para quitar los adornos navideños?. Ni siquiera los hemos puesto Edward. No hemos celebrado la Navidad. Todo ha sucedido a nuestro alrededor mientras nosotros trabajamos. Y yo quiero algo más que eso. Quiero una casa, un jardín, tiempo para dedicarle a las plantas, para tocar la tierra con las manos y oler las rosas- bajo el tono de voz- Nunca nos detenemos a oler las rosas, Edward. Nunca.
El frunció el ceño, suspiro y miro su reloj.
-Tomate tiempo libre, si es lo que necesitas, pero ven conmigo, Bella. Date un masaje, ve a ver un jardín Zen, pero por favor basta de tonterías.
-¿Tonterías? No puedo creerlo Edward. No has escuchado ni una palabra de lo que te he dicho. No quiero ir a visitar un jardín Zen, no quiero que me den un masaje. No voy a ir, necesito tiempo para pensar, para decidir que quiero hacer con mi vida, y no puedo hacerlo contigo a mi lado, caminando de un lado a otro de la habitación de un hotel a la cuatro de la mañana, tratando de contagiarme tus ansias de poder. No puedo hacerlo y no lo hare.
El se pasó la mano por el cabello cobrizo otra vez, y después metió la bolsa de ropa sucia y los zapatos que estaban junto a la cama en la maleta y lo cerró.
-Estás loca. No sé qué te pasa, será el síndrome premenstrual o algo. Y, en cualquier caso, no puedes marcharte sin más, tienes un contrato.
-¿Un con…?- ella soltó una carcajada-. Pues demándame- dijo con amargura, se volvió y salió de la habitación.
Todavía estaba obscuro, y las luces de la ciudad se reflejaban sobre el rio. Ella contemplo la vista desde el salón y después cerró los ojos.
Oyó que el cerraba la cremallera de la maleta y que la arrastraba por el suelo.
-Me voy. ¿Vas a acompañarme?
-No.
-¿Estás segura? Porque si no lo estas, basta. No esperes que vaya tras de ti, a suplicarte.
Ella estuvo a punto de reírse pero se le partió el corazón.
-No espero que lo hagas.
-Bien. ¿Dónde esta mi pasaporte?
-En la mesa, con los billetes- dijo ella sin volverse, y espero, conteniendo la respiración.
¿A que esperaba? ¿A recibir una disculpa? ¿A escuchar un te quiero? No, eso nunca. No podía recordar cuando se lo había dicho por última vez, y sabía que no se lo diría en aquellos momentos. Oyó sus pasos y el ruido de las ruedas de la maleta sobre el suelo. Escucho como recogió los billetes y el pasaporte, y después el ruido de la puerta abrirse.
-Última llamada.
-No voy a ir.
-Muy bien. Como quieras. Ya sabes dónde encontrarme cuando cambies de opinión. Hizo una pausa, respiro hondo y cerró la puerta.
Ella permaneció inmóvil y, cuando escucho el sonido del ascensor, se apoyo en el borde del sofá y suspiro.
Se había marchado. El se había marchado y no había tratado de convencerla para que cambiara de opinión. Solo le había dicho que estaba incumpliendo el contrato.
Lo único que ella quería era tiempo para pensar sobre la vida que compartían y, puesto que había decidido a no acompañarlo, ¡el ignoraba el matrimonio y solo se centraba en el maldito trabajo!.
-¡Maldito seas, Edward!- grito ella, pero se le quebró la voz y rompió a llorar con tantas fuerzas que le dieron arcadas.
Se dirijo al baño y se sentó en el suelo, apoyándose contra la pared.
-Te quiero, Edward- susurro- ¿Por qué no me has escuchado? ¿Por qué no nos has dado una oportunidad?
¿Se habira marchado con el si hubiera cambiado su vuelo, le hubiera dicho que la amaba, la hubiera tomado entre sus brazos y le hubiera pedido perdón?
No. Y, en cualquier caso Edward no solia hacer ese tipo de cosas.
Podía haber seguido llorando, pero no quería darle tal satisfacción. Se lavo la cara, cepillo los dientes y se retoco el maquillaje. Después regreso al salón y descolgó el teléfono.
-¿Alice?
-¡Bella, cariño! ¿Cómo estás?
-Mal Acabo de dejar a Edward.
-¿Qué? ¿Dónde?
-No… Lo he dejado. Bueno en realidad me ha dejado el a mi.
Se hizo un silencio y, después, Alice blasfemo en voz baja.
-Está bien. ¿Dónde estás?
-En el apartamento. Alice, no sé qué hacer…
-¿Dónde está Edward?
-De camino a Japón. Se suponía que iba a ir con él, pero no podía.
-Ya. Quédate ahí. Voy ahora mismo, haz la maleta, te quedaras conmigo.
-Ya la tengo hecha- dijo ella.
-Seguro que no has metido vaqueros, ni el chándal ni las botas. Tienes una hora y media. Recoge todo lo necesario y mete ropa de abrigo, que aquí hace mucho frio.
Tras despedirse, ella regreso al dormitorio y observo la maleta que estaba en la cama. Ni siquiera tenía pantalones vaqueros. Ni el tipo de botas a las que Alice se refería.
¿O sí?
Rebusco en el fondo del armario y encontró unos vaqueros viejos y unas botas que no recordaba tener. Saco los trajes de chaqueta y los zapatos de tacón de la maleta y metió las botas, los vaqueros y su pantalón de chándal favorito.
Su foto de boda estaba sobre la mesilla y, al verla, recordó que ni siquiera se habían tomado unos días para irse de luna de miel. Habían hecho una breve ceremonia civil y durante la noche de bodas habían hecho el amor hasta la extenuación.
Ella se había quedado dormida entre sus brazos, como siempre, pero también se había despertado de la misma manera, porque por una vez él no se había levantado antes para trabajar.
¡Cuánto tiempo había pasado desde entonces!
Bella trago saliva y dejo de mirar la foto, después llevo la maleta hasta la puerta y miro a su alrededor. No quería nada mas, ningún otro recuerdo de él, de su casa ni de su vida.
Agarro el pasaporte, no por que tuviera intención de irse a ningún sitio, si no para que Edward no lo tuviera. En cierto modo era un símbolo de libertad, y además podría necesitarlo para otro tipo de cosas.
Lo metió en el bolso y lo dejo junto a la maleta. Después, vacio la nevera, hecho la basura en el túnel de basuras y se sentó a esperar. Pero como no podía dejar de pensar, encendió el televisor para distraerse.
No fue buena idea. Al parecer, según el reportero, ese día, el primer lunes después de año nuevo, se conocía como el lunes de los divorcios. El día en que miles de mujeres, hasta de lo que había sucedido durante la navidad, contactaban con un abogado y comenzaban el proceso de divorcio.
¿Ella también?
Dos horas mas tarde estaba sentada en la cocina de la casa de Alice en Suffolk. Su amiga había ido a recogerla y le estaba preparando un café.
Y el aroma era repugnante.
-Lo siento… No puedo.
Se dirigió corriendo al baño y vomito. Cuando se incorporo, Alice estaba detrás de ella, mirándola atreves del espejo.
-¿Estás bien?
-Sobre viviré. Es culpa de los nervios. Lo quiero, Alice, y lo he estropeado todo. Se ha ido, y no me gusta nada.
Alice la miro, abrió el armario que había sobre el lavabo y saco una caja.
-Toma.
Ella miro la caja y soltó una risita
-¿Un test de embarazo?. No seas tonta. Sabes que no puedo tener hijos. Me he hecho muchas pruebas. No hay manera. No puedo concebir.
-Las palabrasno puedo no existen. Yo soy la prueba de ello hazme caso.
Salió del baño y cerró la puerta. Bella se encogió de hombros y leyó las instrucciones del test. Era una estupidez. No podía estar embarazada.
-¿Qué diablos voy a hacer?
-¿Quieres quedarte con el?
Ni siquiera tenía que pensar en ello. A pesar de estar sorprendida por el resultado del test de embarazo. Sabía la respuesta. Negó con la cabeza.
-No. Edward siempre ha insistido en que no quería tener hijos y, en cualquier caso, tendría que cambiar mucho para aceptar ocuparse de un hijo mío. ¿Sabes que me dijo que no podía marcharme por que tenia un contrato?
-A lo mejor se aferraba a su única esperanza.
-¿Edward? No seas ridícula. El no se aferra a nada. Y probablemente no sea una opción. Me dijo que si no iba con el, se había acabado. Pero tengo que vivir en algún sitio, no puedo quedarme contigo y con Jasper, y menos cuando tu también estas embarazada otra vez. Creo que con un bebe tendrás suficiente- soltó una carcajada-. No puedo creer que este embarazada, después de todos estos años.
-Pasa en las mejores familias- dijo Alice con una sonrisa-. Haz tenido suerte de que tuviera un test de sobra. Estuve a punto de hacérmelo por segunda vez porque no podía creerlo la primera. Ahora ya lo hemos asumido y hasta me hace ilusión tener otro hijo, y los niños también están encantados. Bueno ¿Y donde quieres vivir? ¿En el campo o en la ciudad?
Bella trato de sonreír.
-¿En el campo?- pregunto dubitativa-. No quiero regresar a Londres, y sé que es una tontería, pero quiero un jardín.
-¿Un jardín?- Alice ladeo la cabeza y sonrió-. Dame un minuto.
Bella oyó que hablaba por teléfono desde la habitación contigua y después vio que regresaba con una sonrisa en los labios.
-Solucionado. Jasper tiene un amigo que se llama Jacob Black que va a irse a trabajar a chicago durante un año. Había encontrado a alguien para que le cuidara la casa, pero le ha fallado, y está desesperado por encontrar a un persona.
-¿Y por qué no la alquila?
- Por que tendrá que regresar de vez en cuando. Pero es una casa enorme. Tendrás cubiertos todos los gastos, y lo único que tienes que hacer es vivir allí, no hacer fiestas salvajes, ni llamar al fontanero si fuera necesario. Ah y ocuparte del perro. ¿Te gustan los perros?
-Me encantan los perros, siempre he querido tener uno.
-Estupendo. Y Murphy es fantástico. Te encantara. Y la casa también. Se llama Rose Cottage y tiene un jardín maravilloso. Lo mejor es que esta solo a tres minutos de aquí, asi que podremos vernos a menudo. Será divertido.
-¿Y que hay del bebe? ¿No le importara?
-¿A Jacob? No. Le encantan los bebes. Además casi nunca esta en casa. Venga, vamos a verlo ahora mismo.
¿reviwes?
Que les pareció?
