Añldaaslda Cuánto tiempo D: Prometo comenzar a subir fanfics más seguidos xD Bueno, ésta vez les traigo algo un poco más completo, y consistirá de unos cuantos capítulos :I Ah! Por cierto, " El Toro pisador" tiene claramente nada que ver con el señor de los anillos, claro que no . (?)

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La luna y las estrellas en lo alto del cielo, anunciaban la creciente noche,y el frío se propagaba rápidamente ante la ausencia de sol, como si le recordaran al italiano que estaba fuera de la comodidad hogareña. Este se arregló el abrigo y entró a un café.

El mesero le miró con plena curiosidad, pero para cuando volvió con la orden, tan solo parecía levemente interesado por el chico, como si tal vez hubiese sabido su situación y ya no había porqué preocuparse.

-¿Algo más, joven?- Preguntó analizando las facciones ajenas.

-Ah..Sí, hay algo más.- Mencionó el italiano revolviendo el café.- ¿Podría usted decirme donde hay un hotel o algo para pasar la noche?-

-¿Le parece este un lugar turístico, joven?- Preguntó, respondiéndose a sí mismo para cuando el italiano bajó un poco su cabeza.- Pues lo es, no es muy popular, ni de los mejores barrios, pero lo es. Muchos viajeros como usted llegan por estos lados. Si quiere un lugar agradable y económico, le recomiendo "El toro pisador", la reconocerá de inmediato; tablas viejas, pintura oxidada. En la entrada hay un bar, así que seguramente estarán cantando.- Explicó sonriendo suavemente de lado.

-Ah… Muchas gracias.- Dijo dando un pequeño sorbo a su café- ¿Está muy lejos?- Preguntó para decir indirectamente que aun no sabía donde quedaba. El mesero estiró repentinamente la mano derecha hacia su costado.

-La cuarta casa doblando la cuadra izquierda, encaminando a la derecha.- Informó rápidamente y se retiró sin nada más hasta otra mesa. En el café tan solo estaban el italiano, tres individuos en una mesa y una mujer en otra.

Un poco más motivado con esto, pudo consumir su café con tranquilidad. No tenía mucho dinero, pero le dejó personalmente una humilde propina al mesero, ofreciendo un "Gracias" antes de aventurarse nuevamente a las calles.

Tal y como había dicho el hombre, no fue muy difícil el encontrar la posada, pero esta no le daba muy buena espina, más por las personas en el interior, que la imagen proporcionada desde fuera.

El italiano, observaba hacia los lados, estaba allí, pero no sabía que debía hacer. Buscaría a un encargado, o alguien que no estuviese intoxicado por el alcohol, tal vez alguien más joven, o mejor marcharse de ahí. Las opciones no eran tan difíciles de pensar, pero aun así permaneció inevitablemente alrededor de un minuto parado en un solo lugar, llamando la atención de uno que otro de ahí.

-¿Buscas algo, niño?- Le preguntó el dueño de la posada. El término de "niño" no le gustó para nada, pero no estaba en condiciones para quejarse por ello.

-Estoy…buscando un sitio donde pasar la noche, me recomendaron este lugar…- Explicó entre su fallado esfuerzo de no mostrarse algo tímido.

- ¿Te lo recomendaron?- Preguntó alzando la ceja con una pequeña sonrisa.- Bueno, eso en verdad me halaga, quién sea que haya sido. Pero lamento decirte que tengo todo lleno.- Explicó levantando las manos con los hombros levemente encogidos.

-Per…Por favor, debe de haber un lugar.- Insistió sintiendo unos retorcijones en el estómago. El hombre lo meditó un poco, y suspiró.

-Quédate aquí, iré a ver. Si dejo a un niño solo en la calle, no podré dormir…-Comentó antes de retirarse por una entrada que tenía cortina en vez de puerta.

-No soy un niño, maldición…- Se quejó para sí.

Estuvo solo alrededor de unos largos y fatigados veinte minutos, sin rastros del hombre. Pensó en irse, pero tampoco tenía donde ir. Realmente parecía un niño el cuál se había perdido de su madre y no sabía como reaccionar a la situación. Pero, de pronto el hombre regresó, bastante calmado para todo lo que tardó.

-Tengo habitación para ti, pero deberá ser compartida. Creí que estarías cansado, así que ya me encargué de que trajeran una cama.- El italiano se arrepintió de todo su enojo por la tardanza del hombre.- Espero que no te moleste, pero en verdad no tenía más cupos.- Añadió gentilmente.

-No se preocupe, no sé como agradecerle.- Respondió encogiendo un poco los hombros.

Guiaron al italiano através de la misma cortina por la que anteriormente había pasado el viejo. Esta parecía llevar a una especie de patio trasero, en la que estaban dispersas pequeñas arquitecturas repartidas en los cuartos. La pequeña cabaña en la que él dormiría era una habitación algo apartada de las otras, aparentemente, no se ocupada siempre. Tenía miedo de entrar y encontrarse con un rufián o alguno de los tipos que estaban borrachos en la posada, pero resultó ser muy diferente. El hombre estaba recostado en su cama, mirando la puerta con ansiedad, dedicando una alegre sonrisa cuando esta se abrió.

-¡Mucho gusto! Me llamo Antonio, espero que nos llevemos bien en nuestra estadía.- Exclamó repentinamente y a su vez estirando la mano, saludando claramente entusiasmado al muchacho.

-..Lovino..- Se limitó a contestar, asintiendo a responder a la mano, estando bastante extrañado con la actitud ajena.

-Nunca había escuchado ese nombre, ¿Puedo llamarte Lovi?- Preguntó alegremente.

-Ah…No me importa como me llames..- Dijo tratando de no parecer un poco más agradable, pero manteniendo su distancia en ello. Después de todo, había aceptado compartir el cuarto.- De todos modos, no me quedaré mucho…- Añadió.

-No eres de por aquí, pero no pareces turista.- Comentó el español- ¿A dónde vas?-

-No creo que sea de tu importancia.- Respondió ya comenzando a molestarse con él.

-Vale, no te enojes. Es sólo que me gusta oír las historias de aquí.-

-¿Las historias?- Preguntó confundido.

-Así es, todos aquí tienen una historia. Algunos escaparon de la cárcel, otros más bien huyeron de sí mismos. Los que van al Toro pisador es porque quieren dejar su pasado atrás.-

- ¿Pasas mucho aquí?- Pregunta el italiano, interesándose más por lo que decía.-

-Nunca es suficiente para quedarse en un solo sitio- Responde mientras se desvestía para dormir.

- Si tú lo dices.- Al verle desvestirse decidió que también debería recostarse ya. Se sentó en la cama y se quitó los zapatos y el abrigo, se quitó los pantalones y se arropó en su propia cama.

El italiano nunca supo si habló algo más esa noche con el español, si se durmió inmediatamente, o si fue capaz de soñar algo. El cansancio simplemente se adueñó de él hasta el otro día, y ni si quiera se hubiese podido despertar de no ser por su compañero de habitación.

-¿Qué demonios quieres, Feliciano?- Preguntó hundiéndose entre las almohadas.

-¿Feliciano?- Preguntó algo confundido el español.- Oh no, soy Antonio~

El italiano se sentó en la cama, frotando sus ojos con el intento de así despejarse un poco. Observó a su alrededor como si fuese la primera vez que lo viese, dedicando la misma mirada al español parado frente a él. Poco a poco fue tomando consciencia de la noche anterior hasta que finalmente los recuerdos fueron totalmente claros.

-En la cafetería nos tienen servido el desayuno, creí que tendrías hambre. Aunque, no tengo la verdad mucho dinero como para pagar tu parte, lo siento-

-No tiene importancia. Tampoco es como si te hubiese pedido que lo hicieras..- Se limitó a contestar para más tarde dirigirse hasta la cafetería.

En un principio el comer se hizo algo incomodo. Nada peor que para unos conocidos el mantener un profundo silencio, más cuando se intenta mostrar el intentar un poco de cercanía. Esto era al menos por parte del español. Por otro lado, el italiano parecía sentirse más tranquilo de que no estuviesen entablando una conversación… al menos por el momento.

-Entonces… Eres italiano.. ¿No?- Decidió comentar el español al no soportar el silencio formado.

-Creí que era lo bastante evidente…- Respondió dirigiéndole una mirada de reojo.

-Vale, pero es que tampoco eres muy hablador para notarlo. ¿Qué te trae por España?-

-No es de tu incumbencia, joder…- Se quejó.

El español por su parte decidió dar un pequeño suspiro y no volver a sacar el tema. Estaba convencido de que tarde o temprano lo sabría, aquel joven le intrigaba y no le dejaría tan fácilmente. Mejor comenzaba a comer antes que se enfriara, no llevaba tampoco mucho tiempo en el comedor, más sin embargo, notó que el menor ya casi se terminaba lo que le habían servido. No resistió una pequeña risa la cuál intrigó al italiano, y luego de eso se volvió a conservar el silencio, pero ésta vez no incomodó a ninguno de los dos…