Disclaimer: Rurouni Kenshin y sus personajes no me pertenecen, porque en principio fueron creados por Nobuhiro Watsuki. Esta historia la hice con fines de entretención, no pretendo lucrar con ella pero es original mía.
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Antes de empezar quisiera agradecer a mi amiga Pola Himura por evitarme caer en el colapso.
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Sueño Ajeno
Parte uno (de dos)
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Las olas rompían con fuerza y rugían antes de acabar en la playa, a pocos metros de sus pies. El sol se había ocultado, el viento azotaba e impregnaba de humedad su ropa y revolvía sus cabellos blancos, dejando en ellos el sabor de la sal y el olor del mar, pero él no se movía de su sitio.
Siempre le había gustado el espectáculo de las tormentas. Era como ver materializadas las emociones que lo dominaban en esa lucha de los elementos feroz y destructiva. En un lugar donde la mayoría de los días reinaba la calma de pronto se desataba el caos que arrasaba con todo a su paso: destruía las embarcaciones, socavaba las playas, ahogaba al nadador más experto. Así tal cual fue él.
La lluvia acabó por empaparlo y sintió frío, pero siguió en su sitio. Vinieron el trueno y el relámpago y no lo movieron, sólo lograron maravillarlo.
Por último llegó la noche. Privarlo del sentido de la vista no hizo mella en su determinación de permanecer ahí un rato más. Sólo la marea lo obligó a moverse un poco. Cuando el frío entumeció su cuerpo hasta los huesos, todo quedó repentinamente en calma. De un momento a otro las nubes se apartaron y pudo distinguir las estrellas, el sonido de las olas volvió a ser el usual y la luna brilló.
-Qué interesante.
La calma no era algo que él haya disfrutado mucho a lo largo de la vida. No sentía sus emociones en síntonía con el fin de la tormenta, pero debía reconocer que era cómodo dejarse estar un momento y no sufrir, no rabiar, no pelear, no odiar era algo que conseguía relajarlo. Tanto como abrazar y ser abrazado... y eso último lo había descubierto hacía un par de meses.
Caminó con paso lento, siguiendo una luz que distinguía a la distancia. Tras algunos minutos le dio alcance a la cabaña donde alojaba y se despojó de su ropa en la entrada. Su cuerpo esbelto brilló a la luz de la lámpara y cogió una toalla cercana que se puso en la cabeza tras secarse un poco. Avivó el fogón para calentarse y puso la sopa. Estiró las manos al calor del fuego.
La sintió a su espalda, ciñéndolo por la cintura. Le traía una yukata para que se abrigase, pero él no se sentía incómodo.
Jamás con ella.
Se dio la vuelta y la dominó con su porte. Kaoru lucía adorable bajo la tenue luz anaranjada y le sonrió.
-¿Despertaste hace mucho rato?
-Hace una media hora. Realmente estaba agotada con el viaje. Dime... ¿cuánto tiempo nos quedaremos aquí?
-No será mucho tiempo. Tal vez un par de días.
Le enmarcó la cara con las manos y la besó, deseoso de seguir con el resto de su piel. Kaoru respondió a su beso con la ternura que la caracterizaba, por momentos un poco sobrepasada con la pasión que él le mostraba y cuando Enishi deslizó una mano por el borde de su yukata hasta tener contacto con su seno, se estremeció por lo fría de su mano, sin embargo se abrió la prenda para ofrecerle sus pechos y él no dudó en tomar cada uno con su boca, succionando como si esperara que brotara algo de allí.
El futón los recibió tras el biombo y la sombra se cernió sobre ellos. Ella probó la sal de su boca, de sus hombros, de su cuello y él acabó de quitarle la ropa y exigir el calor de su cuerpo. Kaoru lo abrazó, separando las piernas cuando sintió que quería introducirse en ella.
Le encantaba Kaoru, le encantaba. Era simplemente perfecta, todo lo que él pudo llegar a soñar ella lo sobrepasó ampliamente. El modo en que su cuerpo lo recibía y se adaptaba a él lo tenía loco y sus gemidos eran música. Cuando lo besaba espontáneamente se sentía en el cielo. Cuando le decía que lo amaba... se llegaba a sentir feliz.
Ella alcanzó primero el clímax y Enishi bajó el ritmo. Estaba seguro que podía conseguir que lo tuviera de nuevo. Cuando sucedió, decidió que era tiempo de permitirse liberarse y al lograrlo, quiso abrazarla, pero Kaoru se levantó de un salto al sentir el olor de la sopa quemándose.
Unos minutos después, ella puso en un pocillo lo que se salvó y lo comieron juntos. Kaoru miró por un momento la alianza dorada que tenía en el anular y sonrió.
-Eres el esposo más lindo.
-No. Tú eres la esposa más hermosa.- repuso él acariciándole una mejilla.
Kaoru le dio una sonrisa enorme y luego miró con preocupación al piso. Enishi le tomó la barbilla con suavidad, para indagar qué pasaba.
-Es que... no estoy segura pero... ¿De verdad esta es la última vez que viajaremos? Me siento muy cansada.
-Tal vez nos queden dos astilleros más que ver. El barco que quiero comprar...-
-Lo sé. Es que... algo no anda bien, es decir... siento que necesito detenerme un tiempo.
Amistoso, Enishi le frotó el hombro.
-Tranquila, ya regresaremos a nuestro hogar y te repondrás.
Kaoru suspiró y lo miró de reojo.
-Prométeme que volveremos pronto a nuestro hogar. Es importante que nos detengamos.
-Está bien, pero, ¿por qué el apuro?
Incómoda, Kaoru se mordió el labio inferior. Por un lado quería decirle algo, pero por el otro no estaba segura.
-No es fácil pero... el médico que me atendió esta mañana... no te lo quise contar enseguida pero... me dijo que podía estar embarazada.
-¿De verdad?-
La reacción de Enishi fue automática. Le quitó el pocillo a Kaoru de las manos y la abrazó. Exigió saber por qué no se lo había dicho antes.
-No estoy segura... es decir... siento que es cierto, tal vez sea instinto maternal.
Enishi la abrazó con afecto y prometió ser más cuidadoso y conseguir un mejor alojamiento para el día siguiente aunque Kaoru prefería los lugares donde estuvieran solos. Después de la cena y de asearse se fueron a acostar y emocionado, Enishi la abrazó, poniendo deliberadamente su mano abierta sobre el vientre de ella. Se sentía tan bien, tendría un hijo y qué mejor que de la mujer que amaba. Regresarían a casa, sin duda ya había pasado el peligro.
Viviría en paz. Quería estar en paz. Cerró los ojos después de besar a Kaoru en el cuello, riendo quedo.
-Tenemos que pensar en un nombre, Kaoru. Un nombre para nuestro hijo.
Mimosa, Kaoru pensó un poco.
-Si es niña, no estoy segura, pero si es niño, no lo sé, me gustaría ponerle Kenji.
Enishi se tensó. Se obligó a hacer un comentario que pareciera casual tras darse cuenta del error que cometió al dejarse llevar por su entusiasmo.
-Si ese nombre te gusta, está bien.
Ella se giró un poco para darle un beso en los labios.
-Ay, esposo, te amo. No sabes cuánto te amo. Eres el mejor, el más lindo, el más fuerte. Te amo, te amo, te amo mucho. Amo llevar a nuestro hijo.
-Yo también te amo.- repuso Enishi riendo de contento con sus palabras.- Eres la luz de mi vida.
Tras darse algunos besos, Kaoru cayó rendida. Enishi, apegó su cuerpo más al de ella. Cerró los ojos nuevamente para dormir y de pronto se quedo helado...
Tomoe apareció en su mente, con una expresión seria. Se le espantó el sueño y rodó sobre su espalda, poniéndose una mano sobre la frente.
Sabía que estaba mal, pero no fue algo que se haya buscado, sin embargo, estaba decidido a ir hasta las últimas por tener a Kaoru. Con el insomnio instalado, comenzó a recordar.
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Su residencia en China era grande y cómoda, cerca de una playa, con amplios jardines y varias habitaciones. Sus vecinos solían admirarse de su prosperidad y él vivía tranquilo en ese lugar.
Cinco años antes, su vida era un verdadero caos. Se levantaba y se acostaba pensando en odio, rara vez dormía sin sobresaltos y su cuerpo hipersensibilizado le hacían percibir cualquier ruido o presencia, manteniéndolo alerta día y noche. Era un verdadero infierno que él no tenia intención de apaciguar, porque necesitaba su odio, su rabia, su fuerza y su locura para ejecutar su venganza. Esa venganza que tardó quince años contra Battousai.
Las cosas no salieron como esperaba. Battousai no murió y la organización que montó fue seriamente dañada debido a las grandes sumas de dinero que se gastó, a los socios arrestados y a la mala posición en la que quedó frente a la mafia China, pero a pesar del desastre, hubo alguien a quien le debía la fuerza que consiguió para levantarse y salir de todo eso.
A ella. A Kaoru.
Quizá la única persona que en muchos años se había preocupado realmente de él sin pedir nada a cambio y la que le mostró la verdadera bondad después que él la privó de libertad tras haber arrasado con su casa, aplastado al hombre que quería y golpeando a sus amigos con su supuesta muerte.
Sonrió al caer en cuenta de cuán loco estuvo. Quizá era parte de su naturaleza, pero mantenía esa parte suya guardada.
Regresando al hilo de lo que pensaba, estaba seguro de que otra persona en el lugar de ella hubiese destruído, en venganza, el diario de Tomoe para arrojárselo a la cara, o se lo hubiera ocultado deliberadamente. Pero no. Ella se lo entregó sin hacer comentarios relacionados al resultado del combate ni sacarle en cara los daños que había causado. Se lo dió con humildad y respeto para que él, a través de sus páginas, pudiera encontrar una respuesta satisfactoria sobre los daños que él percibió, fueron causados a su persona a través de la muerte de su amada hermana.
Después de recuperarse en Rakunnimura junto a su padre, había regresado a China donde se dedicó a estudiar a fondo el diario de Tomoe. No había sido fácil asimilar las palabras que encontró allí. Gritó de rabia y de impotencia en más de una ocasión, de verguenza también. No era fácil darse cuenta de que estuvo equivocado, de que persiguió un espejismo. De que con toda brutalidad y salvajismo había actuado en contra de otros por una historia que fue incapaz de conocer en toda su faz.
Leyendo el diario de Tomoe, se dió cuenta de que ella pudo haber regresado a casa. Ella tuvo conciencia de que existía un punto de no retorno que aún no alcanzaba y siguió adelante, cuando sus sentimientos hacia Battousai no habían aflorado del todo. Y decidió abandonar a su pequeño hermano a su suerte y no pensar en él si algo le sucedía. Fue duro pensar que Tomoe no hubiera vuelto, aún si Battousai no la hubiera matado. Fue duro sentir que ella no lo quiso lo suficiente.
Pero él la había querido. La había amado con todas sus fuerzas, porque había sido como su madre. Le había enseñado algunas cosas prácticas de la vida, como lavarse las manos y la cara antes de comer, a no comer naranjas ya de noche y desde que la perdió, vagó rabiando hasta que le fue entregado su diario. Por primera vez pudo ver su historia y lamentar la soledad en que quedó ese niño que fue y notar todas las acciones erróneas que ejecutó. Entendía que de haber sido mejor guiado, si tan solo su padre hubiera corrido tras él y arrastrado a su hogar la historia hubiera sido muy diferente. Todo su pasado era un desastre por causa de otros y no tenía caso lamentar lo que hizo mal. Pero alguien había creído que a pesar de todo el daño, merecía conocer la verdad y mediante eso, tener otra oportunidad. Al darle su diario, Kaoru le devolvió la cordura. Tras llegar a esa conclusión, sólo pensó en su deseo de verla, pero mediante un informante supo que ya estaba casada y con un hijo recién nacido. No le pareció buena idea ir a Japón y ya que ella estaba en una nueva etapa, él se dio cuenta que aprovecharía que estaba en lo mismo.
Releyó el diario de Tomoe varias veces después. Al principio la odió. Otras le costó entenderla, finalmente llegó a reconciliarse con ella. Al pensar en su extrema sensibilidad y el dejar todo atrás para atender su venganza, sólo se dio cuenta de lo parecidos que eran. Cuando se sintió en paz con la Tomoe verdadera, comenzó a ver su sonrisa según los pasos que daba. Su inestabilidad emocional finalmente comenzó a apaciguarse y al cruzarse en su mente una sonrisa de Kaoru, decidió luchar para ser el tipo de hombre que no le causaría temor a una mujer como ella con sus reacciones.
Batalló, sobretodo, para alejarse de la mafia y cuando logró que lo dejaran libre, inició un negocio honesto con lo que ya había aprendido en los negocios. Siguió luchando para abrirse paso y prosperó con rapidez, incluso pudo adquirir una casa donde terminó acogiendo a un joven de catorce años, solo como lo fue él, Ah-Kum, y a una anciana que fue arrojada a la calle, quien ahora se ocupaba de sus alimentos y de gobernar la casa, Chyou. Solía pensar en ellos como su familia de compañeros y los cuidaba. Con la paz que le transmitía Chyou fue más fácil dominar sus emociones y paralelo, practicó algunas técnicas que le permitieran concetrarse y entrenarse a la vez en las artes marciales. No tenía interés en blandir su espada contra alguien, pero por si acaso practicaba el watojustu para no perder demasiado las habilidades.
Fue cuando la imagen de Kaoru vino cada vez más seguido a su mente y poco a poco reemplazó en definitivo la sonrisa de su hermana. Entusiasmado, se esforzó aún más en ser lo que ella consideraría un buen hombre. Se le ocurrió, al cabo de un tiempo, escribirle expresándole su amistad, para invitarla a su país en la siguiente carta. Quería que ella supiera que había valido la pena confiar en él. Quería verla en su casa y mostrarle sus logros. Quería ver la sonrisa que le daría, una real y no imaginada. Tras enviar la primera carta contándole algunas cosas, su hombre de confianza le comentó sobre la conveniencia de adquirir una bodega y un barco para realizar exportaciones a Inglaterra con el fin de ahorrarse el dinero de almacenamiento y contar con un transporte para sus mercaderías. Consideró que sus finanzas le permitían dar ese paso e imaginó invitar a Kaoru al puerto de Yokohama sólo para verlo llegar con su barco. Aunque sabía que estaba casada, nunca la pensó con Kenshin, a pesar de considerar que este ya no era su enemigo, que no le hizo mal, porque sólo se defendió ante su ataque y defendió los suyo. Era un tema superado.
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Dias antes de partir a ver los negocios, se desató una tormenta que bajó a ver a la playa. Cuando estuvo satisfecho regresó a su casa y al rayar el alba, fue hacia la caleta de pescadores a saber si habían sido afectados por el clima. Pero un bulto rodeado de algas y restos de madera en la playa llamó su atención.
No pudo creer que se encontraba ante un cuerpo, sin duda proveniente de un naufragio, pero perdió completamente el aire cuando al girarlo, vio que se trataba de Kaoru.
Miles de preguntas acudieron a su mente en una fracción de segundos. ¿Cómo había llegado hasta alli? ¿Qué hacia en un barco cerca de las costas Chinas? ¿Kenshin también había muerto? ¿Y el hijo que tenían? ¿Bajo qué criterio navegaron en una noche de tormenta? ¿Bajo qué situación?
Tras presionar su pecho. Kaoru empezó a toser y a botar agua aunque siguió dormida. De inmediato la cargó y se la llevó a su casa y le pidió a Ah-Kum que trajera al médico. Mientras, Chyou se encargó de temperar la pieza donde estaba Kaoru, de quitarle la ropa mojada y vestirla con una bata.
Chong, un médico de cincuenta años, examinó a fondo a Kaoru. Indicó medicinas que calentarían su cuerpo y calmarían los dolores cuando despertara. Pero un moretón grande en el ojo y una herida en la sien derecha le indicaba que podría haber problemas.
-Sólo podemos esperar a que despierte para considerar su magnitud. Que la señora Chyou le dé los alimentos que le indiqué en modo y cantidad y esperemos.
Mientras Kaoru dormía, Enishi envió a Ah-Kum a la caleta para indagar si los pescadores habían encontrado algo más. Al parecer, habían aparecido durante el transcurso de ese día, cuerpos inertes de dos hombres, pero ninguno correspondía con el de Kenshin. Resolvió que lo mejor sería enviar a alguien al dojo Kamiya. Alguien que hablara japonés y no levantara sospechas para averiguar qué pasaba, después de todo, no sabían por qué Kaoru estaba allí, tal vez corría peligro, tal vez no, asi que consideró que lo mejor sería mantenerla oculta mientras sabían. Ah-Kum se quiso hacer cargo del asunto como una muestra de lealtad a Enishi y aunque no hablaba más que algunas palabras en japonés, Enishi, que consideraba que era un muchacho muy inteligente y astuto, le dejó el asunto. Le dio las señas para llegar al dojo y puso bastante dinero en su mano como para que contratara la ayuda de quien estimara necesario.
Tres días después de que Ah-Kum partiera, Kaoru abrió los ojos. Enishi fue el primero en enterarse, porque no se había despegado de su lado. Solía mirarla y hablarle contándole qué había sido de él en los últimos años, y en lo agradecido que estaba de ella. Pero en ese momento en que sus miradas se encontraron, quedó anonadado al notar que no había nada en ellos.
No había temor o alegría. No había nada. Sólo sombras. Comenzó a balbucear hasta que compuso una pregunta.
-¿Dónde estoy?- preguntó ella muy confundida. Se trató de incorporar, pero Enishi la atajó con suavidad.
-En mi casa.
-¿Y quién eres tú?
-Soy Enishi.
Kaoru lo miró unos momentos, estudiando su cara. Miró hacia la pared y se tocó la frente.
-Enishi...
-Dime.
-¿Quién soy yo? No recuerdo mi nombre.
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El médico no vio problema en mantener el secreto sobre la muchacha de la casa Yukishiro tras la generosa paga que le recibió por atenderla, y Chyou no cuestionó la orden de no hablar a nadie de Kaoru. Enishi llamó a su hombre de confianza para delegarle algunas responsabilidades y se tomó algunos días para descansar, pero por sobre todo, para observar y cuidar de la recuperación de Kaoru. Eso sin duda era lo más importante para él.
Se dió cuenta de que el golpe en la cabeza no sólo había afectado la memoria de Kaoru. También algunos movimientos del lado derecho de su cuerpo. Su mano temblaba o tenía dificultades para flexionar la rodilla. Caminaba a paso muy lento cuando iba al baño y Enishi se ocupó de tiempo completo de ella. Peinaba su cabello, le contaba historias simples y cuando ella dormía, leía en su habitación. Muchas veces, cuando levantaba la vista, la sorprendía mirándolo atentamente, entonces él le sonreía, con una grata sensación.
Conforme pasaban los días y Kaoru no recordaba, perdió la esperanza de saber qué había pasado y aunque se le ocurrían muchas teorías al respecto, algo le decía que tenía que ver con Kenshin. Algún enemigo suyo, tal vez. Recordó que Kenshin le había comentado una vez que su técnica era excelente en el ataque, pero mala en la defensa. Entonces no tenía a quien defender, pero ahora... ahora tenía a Kaoru. Debía analizar su Watojutsu para mejorar la defensa, por si eventualmente lo necesitaba.
Le encargó a Chyou conseguir kimonos donde fuera cuando Kaoru le dijo que se sentía mejor y la señora hizo caso. Tras acomodarlos en el armario, Kaoru despertó y la miró un rato ordenar el cuarto. De pronto reparó en su propia mano, en la alianza dorada en torno a su anular izquierdo y supo que eso significaba algo.
-¿Soy una mujer casada?- preguntó Kaoru a la anciana. - Llevo este anillo.
Chyou, a pesar de hablar poco japonés, entendió la pregunta y respondió como pudo.
-Usted mujer casada, Kaoru.
-¿Mi esposo es Enishi?
-Si. Señor Enishi esposo usted.-
Enishi, que venía entrando y la escuchó, miró con repruebo a Chyou, quien salió de la habitación agachando la cabeza. Kaoru lo llamó.
-¿Tú eres mi esposo?
Era difícil responder, pero si decía que no, tal vez Kaoru quisiera marcharse ahora que estaba mejor y él no sabía si eso era seguro. Por otro lado, sería más fácil controlarla si lo veía como una autoridad sobre ella.
-Si, Kaoru. Yo.
-¿Por eso eres tan bueno conmigo?
-No digas eso, Kaoru. Para mi es un placer cuidarte.
-¿Y por qué no me dijiste que eras mi esposo?
-Esperaba que lo recordaras sola, para no forzarte.
Kaoru le había sonreído en ese momento, por primera vez, con cierta timidez.
-Eres un esposo muy guapo. Me agrada mirarte, aunque tengas el cabello blanco. Pero te queda muy bien.
Enishi en ese momento se había sentido descolocado. Escuchar esas palabras espontáneas de ella le hicieron pensar en qué hubiera pasado si en vez de Kenshin, él hubiera llegado primero a su casa. ¿Se hubiera enamorado Kaoru de él?
Pero no podía pensar en eso. Tras dejar a Kaoru sola, Enishi fue a encarar a Chyou, a quien solía hablarle en chino.
-¿Por qué le dijiste que yo era su esposo?
La anciana, que llevaba su largo cabello recogido hacia atrás en una trenza negriblanca, ni se inmutó con el tono de su voz y sólo se ocupó de llenar una taza con te.
-Porque usted la quiere.
-¿Qué dices? No sabes de lo que...
-Ese ángel trajo la sonrisa a mi señor Enishi. Y yo sólo quiero que usted sea feliz.
-Pero no debiste decirle algo como eso. Kaoru pertenece a otra casa y cuando esté mejor...
-Yo sé que Ah-Kum fue a averiguar sobre la familia de la señora, no a informarles que está aquí. Supongo que si ellos piensan que está muerta ella se quedará para siempre. Si ese es su pensamiento, es que la quiere para usted.
-¡No! ¡Tú no entiendes! Yo la conocía de antes...
-Ahh, la quería de antes.- dijo la anciana con una risita.
Chyou acabó de acomodar la taza en una bandeja y se fue ver a Kaoru, pero antes de llegar a la puerta, Enishi la atajó.
-No sé qué tipo de pensamientos románticos están pasando por tu cabeza, anciana, pero escúchame bien. Yo conocía a Kaoru desde antes de conocerte a ti y Ah-Kum. Ella me ayudó y no tengo ni la menor idea de por qué apareció acá. No sé si fue raptada o en qué modo violentada, incluso si venía de viaje. Pero si hay algo que sé. Ella está casada con el asesino más grande de todo Japón y por eso tengo que averiguar qué pasó. Dime... ¿qué pasa si fue su esposo quien mandó a matarla o lo intentó él mismo? No puedo devolverla a su patria sin saber eso.
La expresión de Chyou cambió radicalmente y se disculpó por su torpeza. Cuando se retiró, Enishi se quedó en la cocina, intentando calmar sus nervios.
¿Kenshin capaz de intentar matar a Kaoru?. ¡Ja! Ni él se la creía. Pero le molestaba, le molestaba mucho saber que Chyou podía leerlo tan fácilmente. Le daba pudor darse cuenta de que sus sentimientos se notaban tanto, y le daba verguenza admitir que Chyou tenía razón. Era impropio desear que en Japón la dieran por muerta pero esperaba que fuera así.
Porque en lo más profundo de su corazón, quería quedarse con ella.
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Kaoru solía ser muy gentil con Chyou, quien la tenía ya en alta estima, pero su bondad se desparramaba cuando Enishi estaba cerca. Y si no lo estaba, preguntaba insistente por él.
-Esa mujer se está enamorando de usted.- le dijo la anciana.- Me lo ha dicho. Dice que no recuerda nada de lo que pasó entre ustedes, pero siente que se está volviendo a enamorar. Es una buena chica.
Kaoru, de largo cabello negro y figura mediana y sinuosa comenzó a salir del cuarto y luego a caminar por toda la casa. Cada día se mostraba más cómoda en la compañía de Enishi y un día Chyou la ayudó a bañarse. Perfumó su cuerpo y le puso el kimono que a Kaoru le pareció más bonito. Peinó su cabello e inclusó maquilló su rostro con maestría, ocultando con estas acciones una cicatriz en la sien.
A Enishi le había costado mucho disimular su sonrisa, y cuando Kaoru apareció ante él, caminando con su ropa nueva y su negro cabello tomado de un lado hacia atrás, sintió genuinamente que él también se enamoraba de ella y supo con absoluta certeza que quería pasar el resto del tiempo a su lado.
La comida japonesa no era especialidad de Chyou, pero lo que puso en la mesa para Kaoru y Enishi fue simplemente sublime. Kaoru estaba muy contenta de comer fuera de la cama y poder caminar sin apoyo.
-Pero lo que más me gusta es que puedo comer junto a tí, esposo.-
Enishi se preguntó cuánto tiempo más podria sostener esa mentira. Sonrió para ella y más tarde, la acompañó a su habitación. Se despidieron y Chyou, muy seria, llamó aparte a su señor. Fueron a la cocina.
-Kaoru tiene hijos. Vi las marcas en su cuerpo. Yo no sabía eso antes... no es bueno que ella esté aquí. Tiene que volver con su familia.
-Ah-Kum aún no regresa, Chyou. En cuanto lo haga decidiremos qué hacer con ella.
-Señor, hay uno o más niños extrañando a su madre. Ojalá Ah-Kum regrese pronto y ella pueda volver a su hogar. Es triste perder a la madre.- dijo la anciana, recordando quizá su propia infancia.
Enishi reflexionó en sus palabras. Sabía que estaba mal. Kaoru, a partir de unos días más, ya podría cuidar de ella misma. Recordó que era maestra de kendo y su estado físico era excepcional. Podría correr o tomar alguna acción si su vida era amenazada. Podría acompañarla a Japón.
Pero no quería hacerlo. No aún. Sólo quería tenerla en su casa unos días más y disfrutar de su compañía. Y quería seguir arropándola y encontrar sus ojos cuando él dejaba el libro.
Dividido entre lo que debía y lo que quería.
En medio de la noche, Kaoru despertó con una pesadilla. Soñaba que se ahogaba y Enishi corrió a despertarla. Al no reconocerlo de inmediato, ella sufrió un ataque de llanto y lo golpeó en el pecho cuando trató de abrazarla.
Las lágrimas corrían por sus mejillas y él se las secó como pudo con su brazo extendido, hasta que ella lo recordó como su esposo y le permitió acercarse. Chyou aplacó su pena con un té de melissa y lo que pudo quedar, Enishi lo borró con un abrazo.
-Tranquila. Yo te cuidaré.- dijo conmovido por su miedo y sabiendo que tras un trauma como el que vivió, esos sueños podrían repetirse. Él aún a veces soñaba con la muerte de su hermana.
-Sólo te recuerdo a tí. No puedo recordar a Chyou, ni esta casa. Esposo, me siento tan sola, tan perdida... ¡tengo tanto miedo!, no sabes cuánto.- sollozó.
Por un momento lo atacó su conciencia. Claro que lo recordaba, de alguna forma él era lo único en ese sitio que había estado en su pasado, pero difícilmente recordaría lo demás si la mantenía alejada de su verdadero entorno. Él sabía lo que era estar completamente solo... no quería que ella pasara por eso. Por otro lado, era renuente a dejarla ir. Sentía que no tenía fuerzas para alejarla de él.
Antes pudo vivir con su ausencia porque la tuvo pocos días. Ahora que sólo había experimentado el cuidarla y protegerla, se sentía rendido ante ella.
Kaoru se apoyó en su pecho y él le tomó una mano.
-Esposo... ¿por qué no duermes conmigo?
Ante la pregunta, Enishi pasó saliva.
-Estas delicada. Te duele el cuerpo aún. No quería pasarte a llevar y lastimarte, me muevo mucho por las noches, ¿Sabías?
-Pero me siento muy sola, estoy muy asustada.-dijo temblando.- Esposo, duerme conmigo, por favor.
Enishi había accedido y había sido un choque cuando sus cuerpos se encontraron bajo las mantas de la cama. Ella se aferró a él, en busca de calor y protección, quedando de inmediato dormida. Él, que nunca antes había dormido con alguien, se acomodó como mejor pudo y se encontró agradado.
Enishi nunca esperó que la mentira que inventó para darle seguridad a Kaoru mientras se recuperaba se le iría de esa manera de las manos. Siempre la pensó, siempre la tuvo en estima. Desde que la mantuvo cautiva en la isla llegó a gustarle un poco al sentirla como una brisa fresca transitando por aquella mansión. Pero jamás su mente llegó tan lejos como para imaginársela en esa situación y aunque él sabía que no era correcto lo que que hacía, su cuerpo le gritaba que finalmente estaba en el lugar indicado.
La sonrisa de Kaoru cuando lo miraba y le decía "esposo" llenaba cada rincón de su corazón y era más de lo que había imaginado. Pensó que el hombre al que todo le fue arrebatado y que luego arrebató, finalmente recibía de vuelta el más maravilloso de los regalos. Sin embargo, pensar en el sexo con ella lo complicaba.
Esa primera noche intentó dormir con ella. No fue fácil siendo bombardeado por las señales de su cuerpo que lo alertaban de su presencia, de su calor, de su aroma, de sus caderas y sus pechos, incluso sus labios a ratos, a centímetros de él, pero pasó la prueba. Esperaba que Ah-Kum regresara pronto con noticias o se volvería loco de incertidumbre.
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La tercera vez que amaneció durmiendo con ella despertó con un beso sobre los labios. Desconcertado, encontró su sonrisa.
-Buenos días, esposo.
Demasiado sorprendido como para hablar, buscó los labios de ella con una intensa sensación golpeando en su pecho. Nunca había sido besado, aunque si había tenido sexo. Pero el beso de ella lo desarmó y conmovió por completo. La recostó bajo él y ella recibió sus labios para acariciarlos. Enishi la siguió con el corazón golpeando a mil por hora, tomando el sabor de ellos. Tras un par de minutos, se animó a seguir y profundizó el encuentro, metiendo la punta de la lengua entre sus labios.
Kaoru no se quedó atrás y le permitió el ingreso. La sangre de Enishi se fue a su entrepierna y su mano se dirigió a abrirle la bata. El podía escuchar cómo latía el corazón de Kaoru e intuyó que ella no se detendría a menos que él lo hiciera, pero deseaba seguir y era más fuerte que él. Buscó su cuello, un movimiento que le era más usual y pronto pasó a sus senos. La besó hambriento y succionó los pezones hasta erguirlos y endurecerlos por completo. Kaoru gimió y cerró los ojos y Enishi olvidó que tenía que esperar una respuesta de Japón.
Sería suya. No había otro camino. Se despojó de la ropa de dormir y se montó sobre el cuerpo de ella. Sin ningún tipo de dudas ella separó las piernas y él se acomodó. La penetró con cautela y ella buscó que imprimiera más fuerza. Se sorprendió al descubrirla apasionada y eso sólo prolongó su excitación. No podía creer lo que pasaba, Enishi Yukishiro estaba haciendo el amor con Kaoru Kamiya y se sentía el hombre más maravillosamente feliz y complementado de la tierra.
Amorosa, ella siguió acariciándolo tras alcanzar el clímax y se apoyó en su pecho.
-Te extrañaba, esposo. No sabes cuánto te extrañaba.
-Y yo a tí.- dijo Enishi aclarándose la garganta.
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Kaoru estaba enamorada, lo quería. Se lo demostraba en su forma de hablarle, de mirarlo y de buscar ser abrazada por él. Le preguntaba cosas, a las que él inventaba una mentira que la dejaba satisfecha. Que eran japoneses pero se incendió su hogar y llegaron buscando oportunidades a China. Que llevaban tres años de matrimonio.
Cuando Kaoru se encontró estrías en las caderas y le preguntó a Enishi, este eligió su respuesta con cuidado. Kaoru quedó espantada con la idea del hijo que habían perdido y como él no quiso seguir hablando de eso, ella asumió que no era bueno indagar ni intentar recordar.
-Soy muy feliz contigo. Tal vez ha sido mejor que haya perdido la memoria y no recuerde eso.
Kaoru no siguió preguntando, decidida a vivir el presente.
Cada mentira tapaba otra. A Enishi no le gustaba hacer eso, porque sabía que de pronto todo se podía derrumbar. Consideró contarle la verdad una tarde pero no se animó. No pudo hacerlo cuando ella lo abrazó al entrar en el cuarto donde él revisaba unas finanzas. No pudo hacerlo por la noche cuando se complacieron el uno al otro. No pudo hacerlo cuando llegó la mañana y la encontró durmiendo entre sus brazos.
De alguna manera, se empezó a sentir como el viejo Enishi lo hacía. No sentía odio, sólo amor por Kaoru, pero tampoco se sentía bien sobre lo que hacía. Pensaba en Kenshin y en su pena de perderla, o en Kenji creciendo solo sin su madre. Pero ella lo llamaba y él se perdía en su voz, en la textura de sus labios. Cuando Kaoru se acomodaba entre sus brazos sabía que ya no la soltaría. Sus sentimientos ambivalentes comenzaron a molestarlo y así llegaron otras viejas sensaciones.
Su oído se afinó, esperando que alguien llegara a buscarlo a su casa. Se mantenía alerta, pensando en los amigos ninjas de Kenshin que podían estar merodeando. Despertaba al más mínimo ruido, desconfiaba de cualquiera que fuera a su casa y entrenaba hasta la extenuación con su Wakisashi. Chyou tenía instrucciones de no hablar con nadie y él se ocupaba de que Kaoru no saliera de la casa.
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Ah-Kum regresó una madrugada, antes de que despuntara el alba. Buscó a su señor y lo encontró en el dormitorio con Kaoru. Lo despertó con prudencia y Enishi salió inmediato de la pieza.
Ya en otro cuarto, notó que el joven no venía en buen estado.
-No pude volver antes, señor. El clima no me lo permitió y la situación estaba complicada, pero me apresuré para advertirle.
-Habla, Ah-Kum, qué pasó.
-No tuve muy claro qué sucedió exactamente, pero se dio por muerta a la señora Kaoru. Escuché que el señor Himura se mantuvo entero, a diferencia de algo que pasó anteriormente, todos decían que él se mantuvo de pie por su hijo, de nombre Kenji.
Enishi cerró los ojos por un momento, atacado por el arrepentimiento. Si él ahora perdiera a Kaoru también se volvería loco.
-Continua.-
-Al parecer, el señor Himura no aceptó esta resolución de buenas a primeras, sobretodo porque hace una semana tuvo noticias de que había personas del barco que habían sobrevivido. Señor, es una historia de no creer, pero un grupo ninja lo está asistiendo... así se enteraron de que el naufragio fue cerca de esta playa. Cuando escuché eso, decidí quedarme un poco más de tiempo, por eso me demoré.
-Hiciste bien, Ah-Kum.
-Los ninjas averiguaron que usted vive por estos lugares. Lo hicieron porque al parecer, llegaron a la caleta de pescadores. Ellos no le dieron su nombre, pero mencionaron al hombre de cabello blanco y eso llegó a oídos del señor Himura. Él apenas escuchó eso mencionó su nombre, señor, "Yukishiro Enishi". Entonces supe que no podía seguir allí. Llegué al puerto y alcancé a meterme en un barco de polizón, pero sé que Himura y sus hombres vienen algunas horas detrás de mí. Posiblemente estén arrivando en el puerto.
Enishi no necesitó oír más. Con paso decidido lo dejó e hizo una maleta donde puso su ropa, y como pudo hizo caer unas yukatas y otras prendas que le parecieron más practicas que un kimono para Kaoru. Enseguida, aparentando normalidad, fue a despertarla.
-Tengo que visitar unos astilleros y ya no puedo aplazarlo. ¿Me acompañas?
-¿Cuándo volverás?
-Es un viaje largo. Lo tuve que posponer por tu accidente, pero demoraré unos meses, quizá. Necesito un barco y debo encontrar el mejor.
En efecto, él le había comentado de unos barcos en días anteriores.
-No quiero quedarme sola tanto tiempo. Quiero ir contigo, por favor, esposo.
-Desde luego. Sólo vístete y nos vamos. Comeremos por ahí.
Sin imaginar el real motivo del viaje, Kaoru acató. En su mente sólo estaba permanecer al lado de Enishi y nada más. Mientras se vestía, Enishi enfundó su espada con una tela para llevarla y se fue a hablar con Chyou, porque se quedaría en la casa.
-Pero yo quiero acompañarlo, señor.
-No puedes. Te quedarás aquí con Ah-Kun. Es más fácil esconder dos personas que cuatro.
-Pero señor, si alguien me pregunta, seguramente me iré de lengua. Soy muy vieja...
-Despreocúpate. Sólo sigue al mando de la casa y si alguien te pregunta, di que partí a la ruta de la seda. Que no se te olvide, está bien?.
-Si, señor Enishi.- dijo la señora con lágrimas en los ojos. Realmente esa mujer lo amaba.
Ah-Kum apareció pronto con una carriola y un caballo, pero nuevamente lo llamó aparte.
-Señor, me faltó decirle algo. Es muy importante.
-Dime.
-Bien, no tuve tiempo de corroborarlo, y no me consta, pero se trata de un rumor. Es un poco fuerte y le puede interesar.
-Te escucho.
Ah-Kum habló al oído de su señor y satisfecho, éste se lo agradeció. Le dio las mismas indicaciones que a Chyou y luego se marchó con Kaoru.
La pareja inició así un largo peregrinar. Solían quedarse un par de semanas en cada sitio, donde Enishi fingía estudiar los barcos en venta o en proyecto, para decirle a Kaoru que aún no encontraba lo que quería. Ella siempre le miraba comprensiva y con su amor le quitaba, sin saber, el peso que traía encima.
Enishi estaba decidido a quedársela. En contra de su buen juicio, de lo aprendido esos años sobre la honestidad. Nunca había deseado tanto algo como permanecer al lado de Kaoru y ahora que había dejado de soñar con ella para tenerla entre sus brazos no la iba a soltar. Escapó a otra región cuando escuchó los rumores de un hombre de cabello rojo y entendió que Kenshin, tras haber dado con alguna pista certera, no dejaría de pisarle los talones ni respirar en su cuello. Sólo Kenshin podía tener una voluntad que igualaba a la suya y sabía que no se detendría hasta dar con él.
Y arrebatarle a Kaoru.
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Fin parte uno.
Agosto 28, 2015
Sueño Ajeno.
Notas de autora.
Ha sido difícil, a veces al borde de querer lanzar el notebook, desarrollar esta historia. No estoy segura de que el Enishi haya quedado... hem... como es él. Igual me emocioné cranenando algunas partes, en fin, la historia está aquí.
La segunda parte está escrita, ya que en contra de mi... desorden y ansiedad, opté por escribir de un tirón. Estará la próxima semana.
Cariños y besos a todas. ¡Se viene el dieciocho!
Blankaoru.
