Bueno, mi primer fic en esta página. Espero que os guste o, por lo menos, que os despierte alguna emoción. Cuando comenté con varios de mis amigos que este sería un buen final para Fringe me dijeron que la idea era buena, pero que era una mala persona xD

¡Vamos allá!

Una posibilidad:

La emoción la desbordaba por todas partes mientras miraba atónita a aquél hombre que tanto la había hecho sufrir, pero que a la vez tanto había llegado a querer, se adentraba en el portal de la mano de Michael. ¿Qué le depararía el futuro a Walter? ¿Cómo sería ese 2167 al que se dirigía? Aunque la pregunta que más reconcomía por dentro a Olivia no era otra que "¿Qué va a ser de nosotros ahora que el tiempo va a resetearse?

Era una pregunta muy lógica. ¿Cómo estaba entrelazado el tiempo? ¿Realmente se formaría una paradoja? ¿El portal realmente llevaría a 2167? ¿Y Etta? ¿Volvería a ver a su pequeña? Todas estas incógnitas se agolpaban en la mente de la agente Dunham y la zarandeaban como si de un huracán se tratase.

Pero ya no había tiempo para pensar. Un flash de luz, un momento, ¿un nuevo comienzo? Walter y Michel finalmente se desvanecían a través del portal, y Olivia ya no vio más...


El sol acariaba el rostro de Olivia. Era un precioso día de primavera de 2012 y no querría estar en ningún otro lugar que no fuese allí. Leyendo un libro, junto al hombre que amaba y viendo cómo su hijo se divertía jugando con los dientes de león.

─ Podría pasarme así toda la vida. ─ afirmó él.

Por más que le diese completamente la razón, Olivia sabía que tenían que marcharse, se estaba haciendo tarde.

─ Deberíamos volver, es casi la hora del baño y sabes que eso nunca es fácil. ─ afirmó la mujer, levantando la mirada del libro.

─ Creo que eso te lo voy a dejar a ti. ─ bromeó él mientras se incorporaba. ─ ¡Scotty, ven! ¡Es hora de irnos!

Mientras su esposo se acercaba a su hijo para correr y jugar con él unos minutos antes de marcharse, Olivia reflexionó sobre lo maravillosa que había llegado a ser su vida. Casada con un hombre al que amaba, padres de un niño maravilloso y, según sospechaba, con otro en camino.

Daría lo que fuese por para el tiempo allí mismo, pero sabía que tal cosa no era posible. La corriente discurría sin parar y siempre sin volver atrás, por eso cada momento y cada vivencia eran únicos.

Durante el camino de vuelta a casa, el pequeñuelo les contó todo lo que había hecho en el parque con los otros niños, y cómo había hecho volar los dientes de león. Así llegaron a la puerta de casa. Su hogar. Olivia nunca se había sentido parte de algo de ese modo, y sin embargo allí estaba, un poco mancillada por el clima, pero aún se leían a la perfección los dos nombres que figuraban en la placa del buzón de aquella casa:

Olivia Dunham

John Scott